El mundo ha dejado de existir, los sueños comienzan una danza interminable que inunda las cabezas de los jóvenes que no quieren quedarse estancados en una vida que saben que nunca cambiará. El mañana es la única esperanza que tienen y lo único que les motiva a seguir adelante.
Pero no todos duermen soñando con ese mañana y olvidando todos los problemas hay personas que simplemente duermen, porque temen que si recuerdan al despertar lo soñado tal vez eso les haga ser más débiles y tener que afrontar sus problemas.
Sobre todo si tus sueños se entremezclan escenas de batallas que nunca ha vivido, nombres de personas que nunca ha conocido, sentimientos vívidos y dolor, un dolor tan intenso como si lo sufriera en realidad en sus propias carnes. Sin embargo por encima del dolor está la imagen de esa cara, ese rostro con los rasgos sin definir pero de mirada intensa que le susurra siseando palabras que no comprende o no quiere comprender.
Un grito desgarrador le despierta empapado de sudor en su habitación. Mira a su alrededor confirmando que el sueño se ha acabado y su vida sigue ahí: Los pósters de jugadores de Quidditch se mueven y en ellos las figuras le saludan y sonríen desde sus escobas voladoras en un bucle sin fin, los libros amontonados no esconden más que polvo y sombras que se reflejan en la pared y bajo la ventana desde donde se distingue la luna brillante como cada noche de luna llena, la pequeña Lechuga, la tortuga que le regaló su padre descansa en su terrario.
La puerta se abre y entra alguien, por suerte no son más que sus padres.
-¿Qué ha pasado? ¿Otra pesadilla cariño?- Dice su madre mientras se acerca a él posando con cariño la mano sobre su frente para comprobar el estado de su hijo.
-Sí,-dice en voz baja desde hace días que sufre estos horribles sueños y tiembla con ellos pero tiembla más aún con lo que sabe que ocurrirá a continuación.
-Bueno, no te preocupes porque ahora no pasará nada, papá y mama están cerca -. Dice su madre dándole un amoroso beso en la frente. Su padre le revuelve el pelo cariñosamente y le dedica una sonrisa susurrando "te quiero" mientras sale de la habitación y cierra la puerta.
Lo peor empezaba ahora.
-¡Todo es culpa tuya!- El grito de su madre se oía desde el otro lado de la puerta. ¿No ves que es un chico sensible? ¡Tus historias le asustan Neville!
-Pero son historias reales- intenta justificarse su padre en un tono mucho más bajo-. Hannah ya tiene once años, este curso entrará en Hogwarts y forma parte de la historia del colegio y de la de sus propias padres, ¡incluso lo estudiará! Seguro que sólo está nervioso, eso es todo.
-Pero le cuentas demasiados detalles, demasiados. Desde que comenzaste a contarle todas esas cosas tiene pesadillas.
-Pero no me culpes de las pesadillas.
-¡Claro que sí!
-¡Cuando yo tenía su edad mis padres apenas eran personas, tenían la edad mental de un niño de tres años y ni siquiera se acordaban de mí!
-¡Eso no quiere decir que el tenga que vivir por una experiencia así! Eres muy egoísta.
Y después silencio.
Nathan Longbottom acababa de cumplir once años, iba a ir a la escuela más prestigiosa de magia de todo el mundo y tenía miedo de unas simples pesadillas.
Pero eran tan reales.
CONTINUARÁ
Siempre me gustó Neville, su historia, el personaje y todo lo que gira en torno a él.
