Each Other
Fandom: Saint Seiya The Lost Canvas
Personajes: Degel de Acuario, Kardia de Escorpio
Género: Romance
Advertencias: Yaoi, Universo Alterno, Angst.
Capítulo 1
Todos tenemos a alguien que cava en nosotros
O al menos cavamos en el otro
Así que cuando la enfermedad suba mi ego
Sé que actuaras como la medicina más ingeniosa
-P.O.V Degel-
Lo que no podías ver, se encontraba allí. Aunque se te había enseñado a creer solamente en lo que pudieras percibir con tus sentidos y comprobar a través de ellos, en el fondo de tu alma, ese niño interno que aun habitaba allí, no te permitía abandonar esos sueños. Aquellos que también se habían desencadenado en un torbellino de sentimientos incomodos y perturbadores para ti. Los que habían anidado en tu memoria, rememorando en ti aquellas imágenes que buscabas disolver en la dicha fugaz que el alcohol te ofrecía. No solías beber, pero ese día era agriamente inusual y especial para ti.
Hiciste tus planes en torno a esa fecha. Luego de las rondas en el hospital y una reunión con las enfermeras que te asistirían en la cirugía que ese día tenías asignada, te marcharías hacia aquel moderno tugurio con aires de glam rock de segunda, donde seguramente no encontrarías rostros conocidos que pudiesen verte cuando acabaras en el estado más deplorable de un ser humano, solo para sumirte en la tarea de olvidar cada pensamiento que te arrastrara hacia aquellos recuerdos en los cuales tu vida había cambiado. Ella no estaría orgullosa, y tal vez se reprocharía si supiese lo que hacías en el aniversario de su pronta partida, pero una parte de ti no podía perdonarla por abandonarte de esa manera tan abrupta. ¿Acaso era justo ver su borroso rostro en el vaso de vodka mientras intentabas pensar en lo que pudiste haber hecho para evitar su suicidio?
Te encontrabas luchando contra tus pensamientos esa noche, ignorando los ruidos provenientes de la música ensordecedora que aquella banda tocaba. No prestaste mucha atención a la mujer que se aproximó hacia ti, apoyando su mano en tu hombro mientras sorbías nuevamente del vaso de vidrio. No eras un hombre que acostumbrara a compartir una aventura de una sola noche, pero no podías ser descortés. Obsequiaste un trago a la dama y continuaste en lo tuyo, sin observar el reloj que marcaba a su paso los minutos que permaneciste ajeno a lo que sucedía a tu alrededor. Sacaste de tu bolsillo aquel collar. No podías dejar de mirarlo. Hasta ese momento en que sentiste un peso caer sobre tu espalda, obligándote a soltar aquello que tenías en tu mano, tan preciado para ti. Caíste al suelo de rodillas. Pero tu razón no era lo suficientemente fuerte para permitirte ver que golpeaste sin piedad y sin lógica al sujeto que había caído sobre ti. La sangre goteaba sobre el rostro de tu oponente, quien te devolvió el golpe inmediatamente. Después de eso, descargas de ira descontrolada te impulsaron a desahogar el resto del veneno que el alcohol no pudo sacar de ti. No te importaba nada en ese momento, ni siquiera ser el centro del círculo que a tú alrededor se había formado. Tu conciencia no te permitía ver el estado en el que se encontraba el rostro del sujeto, quien se encontraba debajo de ti, mientras atacabas su rostro con tus propios puños. No eras tú. Y ciertamente tu rostro desfigurado no era el mismo de siempre.
No recordaste que sucedió después. El resto de la noche se había vuelto borrosa. Cuando regresaste en sí, tus ojos ardían al verse en un lugar poco iluminado. Miraste a tu alrededor. Sentiste la suavidad del mueble que soportaba el peso de tu cuerpo adolorido, el cual no dolía tanto como tu rostro. Te incorporaste pausadamente, colocando tus pies descalzos en el suelo. Alguien se había tomado la molestia de quitarte los zapatos para minimizar la incomodidad al descansar en un área tan limitada para tu estatura como lo era ese sofá. Miraste los alrededores de aquella modesta y pequeña sala. Frente a ti se encontraba una pequeña mesa, sin más adornos que un par de vasos sucios y un cenicero con lo que parecían ser 3 cigarrillos ya consumidos. Llevaste tu mano a tu frente, intentando calmar la jaqueca que habías empezado a notar. Aquellos vasos te hicieron pensar en lo que pudiste haber hecho la noche anterior. ¿Acaso te decidiste rendir honor a tu angustia con algo de sexo casual? Avergonzado, concluiste que debías salir de ese lugar lo antes posible, antes de recordar algún evento que a la larga sería mejor olvidar.
En ese momento, la puerta de aquel apartamento se abrió. Alguien había entrado, seguramente era el inquilino de ese lugar. Elevaste la mirada para observarlo. Lo primero que notaste fue su mirada despreocupada, seguidamente del largo de sus rebeldes cabellos. En sus manos traía una bolsa con lo que seguramente era su desayuno. Respiraste profundo mientras te preguntabas que tan bajo podías caer. ¿Cómo se te ocurrió ligar con un sujeto con semejantes fachas? ¿Cómo podía estar tan tranquilo mientras sentías como cada parte de tu cuerpo dolía? Si es que algo entre ustedes paso la noche anterior. Te incorporaste, buscando tus zapatos
-Tengo que irme- Dijiste apresuradamente mientras te acomodabas los mocasines y ajustabas tus lentes. Te marchaste aprovechando que la puerta seguía abierta, sin reparar en la expresión en el rostro de aquel hombre. Bajaste unas cuantas escaleras y tomaste el primer taxi que apareció frente a ti, sentándote cerca de la ventanilla mientras contemplabas en las calles a los primeros transeúntes de la mañana que se dirigían a sus lugares de trabajo. Más adelante, al buscar tu billetera, te reprochaste nuevamente por el descuido de haberla botado.
