Disclaimer: Los personajes pertenecen a S. Meyer yo sólo sueño con ellos.

"Hateful Lemonade Contest 2"

Título: Secreto de una traición

Penname: saraes

Summary: (HLC2) Sólo unas semanas les bastó para saber que estaban enamorados, pero el destino los separa impidiendo que él cumpla su promesa de volver. Seis años después él vuelve para descubrir una dolorosa traición. Pasión, odio, celos, y un inmenso dolor pondrán al descubierto secretos del pasado...

Pareja: Edward&Bella

Número de palabras: 11,641


"Secreto de una traición"

(verano del 2000)

No podía creer lo que estaba sucediendo. El rumor del salto de agua nos envolvía, al igual que el suave murmullo de la brisa que hacía mecer delicadamente la copa de los pinos que nos rodeaban, mientras la tenía entre mis brazos apretando su inmaculado cuerpo desnudo contra el mío, sintiéndola estremecer mientras mi boca no le daba tregua a la suya…

Era sin duda lo más maravilloso que me había ocurrido en la vida. Estaba siendo el primero y esperaba que el único que la poseyera. ¡Era tan hermosa! Los destellos de agua se reflejaban en su angelical rostro debido a las ondas que producían mis lentas, acompasadas y extremadamente placenteras embestidas en ella. Su rostro se retorcía excitantemente con sus labios entreabiertos dejando escapar una y otra vez tímidos pero enloquecedores gemidos…

Hacía apenas unas semanas que la había conocido. Una bendita tarde que salí a cabalgar, y tras asustarla involuntariamente con el caballo cayó haciéndose daño en uno de sus pies. En el mismo momento en el que mis ojos se posaron en los de ella quedé prendado de su belleza. Jamás había conocido a una chica como ella, apenas tendría diecisiete años pero era toda una diosa. Su hermoso cabello castaño con sutiles reflejos caobas quedó enmarañado tras la caída dándole un aire salvaje; excitantemente salvaje... Llevaba puesto un veraniego vestido que caía sobre sus curvas abrazándola delicadamente. Haciéndola terriblemente adorable al quedar con todo el vestido manchado de barro por la caída.

Ella se resistió a que la ayudase; la había sorprendido tratando de llevarse unos melocotones que cogía directamente de los árboles de la plantación; pero lo cierto era que estaba totalmente fascinado por su belleza. Finalmente conseguí que se relajara y permitió que la ayudase. Le revisé el tobillo y comprobé que sólo se trataba de una torcedura. Desde ese día y tras descubrir que recién se había mudado con su madre, tras la muerte de su abuela, a una de las pequeñas casitas que colindaban con la plantación… provoqué nuevos encuentros, lo que hizo que cierta confianza creciera entre nosotros.

Estaban siendo las mejores vacaciones que había vivido en años. Desde que cumplí los doce años, mis padres me enviaron a un internado en Atlanta para así poder estudiar en los colegios más prestigiosos y recibir una educación acorde a mi estatus. Sólo volvía a "Treesriver" en épocas de vacaciones. Y aquí no tenía más divertimento que cabalgar y perderme entre el bosque de pinos para leer un libro sumido en una paz infinita, pero tanta paz me aburría horrores hasta que la conocí a ella..

-Mañana he de regresar a Atlanta -conseguí decirle cuando recuperé el aliento y trataba de llegar a la orilla sin dejar que su cuerpo se despegase del mío.

Vi como sus ojos se humedecían y realmente me mataba tener que irme. Pero tenía que retomar mis estudios; estaba cursando mi primer año de carrera. - Te prometo que volveré Bella… en unos meses regresaré…

Ella apenas asintió tratando de mantener a raya las lágrimas que en cierta forma a mí me hacían feliz, ya que lloraba por mi partida y eso significaba que ella sentía lo mismo que yo.

- Te lo prometo… -volví a susurrarle antes de perderme de nuevo en sus deliciosos labios y estrecharla una vez más entre mis brazos.

Pero desgraciadamente esa fue la última vez que la vi, a mi ángel, a mi dulce salvajita que me entregó lo más valioso que una mujer le puede entregar a un hombre. No pude cumplir mi promesa. Mi madre enfermó y se vieron obligados a salir de la hacienda para acudir al hospital. Y ya no volvimos; sólo mi padre lo hacía con regularidad para seguir dirigiendo la plantación…

Los años comenzaron a sucederse. Al principio discutí con mi padre por su negativa a que viajara a la hacienda; según él, yo debía aprovechar las vacaciones para estar con mi madre y no en un lugar donde sólo quedaban los jornaleros, ignorando por completo la existencia de Bella, mi Bella... La echaba tanto de menos que no hubo una sola noche que mi dulce salvajita no se presentara en mis sueños; pero con el paso del tiempo, su recuerdo se fue quedando en mi memoria como lo más maravilloso que me había pasado, aunque mi destino no fuera retenerla a mi lado.

Mi madre cada vez se sentía más débil y la ausencia continuada de mi padre no ayudaba a su estado…

- Creo que tu padre me engaña, Edward -. Me confesó con un voz forzada mientras yo le tomaba de la mano.

- No digas eso mamá -traté de reconfortarla, aunque tenía que admitir que yo también extrañaba su actitud, sobretodo este último año en el que apenas volvía los fines de semana… todo el tiempo se lo pasaba en la hacienda.

- Mi querido Edward…- Apenas dijo con un hilo de voz llevando su débil mano a mi rostro para acariciarme -, qué orgullosa me siento de ti, mírate, te has convertido en un gran hombre.

Yo sonreí aunque por dentro me partía el alma verla tan abatida. Era cierto, ya no era ese muchacho de apenas diecinueve años que dejó la hacienda, ahora era un licenciado en Empresariales que comenzaba a tomar las riendas de los negocios familiares desde las oficinas de Atlanta. Carlisle, mi padre, había delegado en mí la responsabilidad para que velara por los asuntos económicos y legales mientras él se iba a pie de campo para dirigir a los capataces y velar por el buen funcionamiento de la maderera y la plantación…

- Eso es gracias a que tengo los mejores padres del mundo, mamá -. Le contesté lo que le hizo sonreír para después comenzar a toser angustiosamente. Enseguida la enfermera entró a la habitación y le colocó la mascarilla.

- Señora Elizabeth, debe descansar, no es bueno para usted agotarse de esa manera.

- Gracias Amanda -contesté y miré de nuevo a mi madre que me miraba mientras unas lágrimas corrían por sus mejillas.

- Quiero volver… Edward, no quiero morir aquí, quiero volver… a casa -dijo entrecortadamente tratando de deshacerse de la mascarilla.

-No vas a morir mamá, no digas eso -. Le aseguré tratando de tragar el nudo que atenazaba mi garganta y procurando que las lágrimas que aguaban mis ojos no brotaran delante de ella.

Durante los últimos seis años mi madre había estado luchando contra un cáncer que la iba consumiendo poco a poco. Al principio pareció responder al tratamiento, pero cada vez que pasaba una revisión ese maldito tumor seguía ahí, extendiéndose lenta y dolorosamente.

- Prométeme que me llevarás a la hacienda, Edward… es lo único que te pido hijo, llévame a casa.

- Tranquila, lo haré -. Le aseguré y eso pareció tranquilizarla.

Esa misma noche hablé con mi padre para comunicarle que volvíamos a la hacienda. Él al principio se negó argumentando que allí no tendría la misma atención médica que aquí, pero yo me impuse; aunque me partiese el alma admitirlo, no dejaría que mi madre muriera en un lugar que no sentía suyo, donde se había ido consumiendo irremediablemente; la llevaría al lugar donde siempre fue feliz…

Después de preparar todo el viaje con el equipo médico que trataba a mi madre, una semana después llegamos a "Treesriver" y ese se convertiría en el fatídico día en el que se destrozaría mi corazón….

- Bienvenida a casa, cariño. ¿Cómo te sientes? -saludó cariñosamente mi padre a mi madre mientras empujaba su silla de ruedas hasta llevarla al pie de la enorme escalera de madera, para tomarla delicadamente entre sus brazos y llevarla hasta su habitación; una habitación que no compartiría con ella, ya que necesitaba una cama y un ambiente apropiado…

- Extrañándote…-. Le respondió ella débilmente. Yo me quedé mirándolos emocionado mientras ellos desaparecían de mi vista.

La enfermera que habíamos contratado había viajado unos días antes para preparar su llegada y se disculpó para ordenar la cena que tomaría mi madre.

Por un instante me dejé llevar por los recuerdos al pasar la vista por el enorme hall, la escalera, la enorme lámpara de araña que colgaba imponente del techo, todos los jarrones, sillas y muebles que en un estilo totalmente colonial decoraban elegantemente todas las estancias. No había cambiando en nada, estaba tal y como la recordaba. Sólo sus habitantes éramos diferentes.

Subí con paso cansado hasta mi antigua habitación. Aunque en esencia era la misma, todos los juguetes y libros infantiles y juveniles que tenía habían sido reemplazados por mi enorme colección de cds y libros, y los premios obtenidos en los certámenes de piano…

Me dejé caer sobre la cama y por un instante cerré los ojos. Cansado. Inmediatamente la imagen de aquel ángel me sobrevino y mil preguntas me golpearon de pronto. ¿Dónde estaría ella?, ¿seguiría en la casita del río o se habría marchado? ¿Me habría olvidado…?

Me incorporé bruscamente y caminé hasta donde estaba mi bolsa de viaje donde había metido algunas mudas. Sólo permanecería en la hacienda por una semana, ya que tenía varias reuniones a las que no podía faltar. Cogí una muda limpia y después de una reparadora ducha salí hacia los establos y le pedí a Sam, el encargado, que ensillara mi caballo.

Mi corazón latía al ritmo de los cascos de mi purasangre, de pronto me sentía ansioso, no sabía que esperar. Cabalgué a través del bosque hasta llegar a esa pequeña casita. Todo permanecía igual…

Desmonté y dejé las riendas sobre una rama mientras me acercaba sigilosamente con el corazón a punto de estallarme; llegué hasta su puerta y respiré profundamente tratando de serenarme; finalmente golpeé con decisión la puerta…

- ¡Voy..!- la oí gritar desde el interior; no pude evitar sonreír al recordar su dulce voz. Era ella sin duda alguna y yo me sentía verdaderamente ansioso. De pronto la puerta se abrió y delante de mí apareció mi ángel, aunque algo más madura, pero extrañamente mucho más hermosa de lo que la recordaba.

-Tú…- dijo con voz temblorosa.

- Hola Bella -saludé, pero ese "Tú" me había decepcionado…-, me alegra verte -dije sinceramente aunque me sentía realmente extraño. Ya no era esa chica a la que recordaba, con su frescura y timidez. Ahora era una mujer. Pasé mis ojos por todo su contorno y puede ver que su cuerpo también había cambiado. Sus curvas eran más acentuadas, sus caderas se habían ensanchado y redondeado un poco más y sus pechos se notaban exuberantes… No pude evitar que un escalofrío me recorriese, más cuando ella se mordió el labio lo que me pareció la imagen más sexy que había presenciado en la vida.

- ¿A qué has venido? -preguntó de pronto con un tono frío y distante que me hizo salir del escrutinio al que la sometía para enfocar sus ojos. Unos ojos que me miraban como aterrada, como si hubiese visto un fantasma…

- Te dije que regresaría -contesté. Sé que estaba fuera de lugar, era cierto que había regresado… aunque seis años después.

- Pues muy bien, ahora será mejor que te marches… estoy esperando a alguien -dijo tratando de aparentar indiferencia pero con cierto nerviosismo; podría decir que incluso me miraba con culpabilidad. ¿Qué estaba pasando…?

Seguramente ella haya rehecho su vida, me dije a mi mismo sintiendo como mi corazón se oprimía, claro, seguramente se trataba de eso, estaría esperando a su novio, o a su marido tal vez. Inmediatamente mis ojos se fueron a sus manos y respiré aliviado cuando no vi ningún anillo en ellas… Al menos no estaba casada.

- Pensé que te alegrarías de verme -contesté tratando de ver si aún había algún sentimiento hacia mí. Pero mi sangre se heló cuando su mirada se torno dura, implacable.

- Un poco tarde para eso, ¿no crees? -. Me reprochó y pude ver como sus ojos llameaban.

- Bella yo…-intenté disculparme y explicar el motivo de mi desaparición..

- No te equivoques, no necesito que me vengas con explicaciones, sólo márchate Edward, no tienes nada que hacer aquí -dijo con la misma frialdad.

Era consciente de que la había dañado, ella se entregó a mí y yo en cambio se lo pagué marchándome…

-Perdóname Bella -susurré tratando de acariciar su rostro, pero ella dio un paso hacia atrás como si mi sola cercanía la quemara.

- ¡No me toques! -gritó asombrándome -. Márchate por favor, ya márchate - me pidió después con un hilo de voz -, no me debes nada, sólo márchate -. Volvió a pedirme, en esta ocasión sentí que se estremecía y sus ojos comenzaron a humedecerse…

- Si al menos me dejaras explicarte…

- No lo entiendes, ¿verdad?, ya no eres bienvenido a esta casa -. Me cortó esta vez con firmeza, aunque podía notar como su cuerpo se estremecía. - ¡No quiero volver a verte!

Yo me quedé por unos minutos en silencio, paralizado, tratando de digerir lo que ella acababa de decir. ¡Cuánto la había dañado! Totalmente apenado y sintiéndome el mayor de los miserables comencé a caminar lentamente hacia atrás… sintiendo como mi corazón se rompía a cada paso; ella permaneció mirándome; podía ver como sus ojos se aguaban pero seguía inmóvil, sin hacer nada por detenerme; hasta que finalmente cerró la puerta…

Aún no entendía lo que acababa de pasar. Era consciente de mi falta, pero esa actitud…

Llegué hasta donde estaba mi caballo y con el alma hecha pedazos lo dirigí lentamente hacia el bosque por donde había llegado. Su voz diciéndome que no quería volver a verme martilleaba mi cerebro y mi corazón se oprimía angustiosamente hasta hacerme humedecer los ojos. La había recordado mucho en todo este tiempo pero era cierto que su recuerdo me reconfortaba; recordaba su sonrisa, su burbujeante y despreocupada risa mientras corría por el prado, su dulce aliento golpeando entrecortadamente mi rostro antes de nuestro primer beso. Pero al volver a verla de frente, ese sentimiento que sentí por ella antes de irme volvió con toda su fuerza. Esto había confirmado que estaba completamente enamorado de ella y por eso no había conseguido sentir nada que se le pareciese por otra mujer. De pronto las luces de un auto llamó considerablemente mi atención. ¿Sería él? ¿Sería esa persona a la que ella esperaba…?

Sintiendo como los celos se apoderaban de mi dejé de nuevo las riendas en otra rama y me agazapé tras un matorral para conocer a ese hombre que había conseguido que Bella me olvidara. Aunque mi sangre se congeló cuando el vehículo paró justo delante de la puerta y pude distinguir el Jeep de mi padre… ¡Que demonios! Enseguida salió del auto y sin siquiera llamar a la puerta esta se abrió y ella se lanzó a sus brazos. Me quedé petrificado, no podía creer lo que veían mis ojos, tenía que ser una pesadilla, una horrible pesadilla. Mis ojos se negaban a apartarse de ellos hasta que abrazados entraron a la casa…

¡No!, grité en mi interior al sentir como mi corazón se resquebrajaba. No puede ser…. Seguí diciendo para mí mientras sentía como por mis venas comenzaba a fluir un fuego abrasador…

Incapaz de moverme me quedé allí no se ni cuanto tiempo, hasta que de nuevo la puerta se abrió y él salió de la casa tomándola de la mano… Se giró y quedó frente a ella, impidiéndome verla directamente; se inclinó, y ella se aferró con fuerzas a su cuerpo escondiendo su rostro en su pecho.

No podía dar crédito a lo que mis ojos veían. Mi madre tenía razón, mi padre la engañaba y lo que era aún mas doloroso, con mi ángel. Cómo pude ser tan idiota y pensar que ella sentía lo mismo que yo. Ahora el recuerdo de sus lágrimas me hizo sentir una arcada. No lloraba por mi partida, sino porque no le había servido para nada su entrega, no había podido retener al hijo y seguro no paró hasta engatusar al padre.

¡Maldita seas, Bella! -mascullé entre dientes sintiendo como poco a poco ese sentimiento de adoración se iba tornando en odio, en asco -. ¡Maldita seas mil veces!

- Buenas noches, cariño, te veré mañana… -oí que le decía mi padre mientras volvía a inclinarse.

No podía seguir mirando, no podía ver como ellos se besaban así que salí de allí hasta llegar de nuevo a mi caballo; me apoyé sobre un tronco y vacié irremediablemente el contenido de mi estomago. ¡Esto no podía estar sucediendo!. De pronto las luces del auto de mi padre iluminaron parcialmente el camino y ahí fui consciente de que era cierto. Bella era su amante. Ahora encajaba todo.

Me quedé por un largo rato allí, mirando hacia la casa que la cobijaba mientras la ira iba creciendo en mi interior. ¡Qué estúpido había sido! Seis años sintiéndome un miserable por no haber podido cumplir mi promesa y ella en cambio se beneficiaba a mi propio padre… Y cómo iba hacer para mirar al hombre al que tanto amaba y admiraba sin dejarme llevar por el inmenso deseo de golpearlo por esta gran traición, no sólo a mí, sino a mi pobre madre.

Esa noche no pegué ojo, una y otra vez la imagen de ellos abrazados dio paso a otras que me enfermaban más; a ellos besándose, a ellos haciendo el amor, podía incluso recordar sus gemidos pero estaba vez no provocados por mí sino por ese traidor e infiel que no le importaba retozar con una mujer que bien podría ser su hija. ¡Era repugnante! Una vez más tuve que ir al baño para vomitar. Esto estaba siendo más doloroso con el paso de las horas.

Durante esa larga noche había tomado una decisión. No podía estar bajo el mismo techo que mi padre; sabía que no podría contener mis ganas de reprocharle, de gritarle en toda la cara lo que pensaba de él, y eso haría más daño a mi madre. Así que trataría de dejarla en la ignorancia. Por más que me doliese sabía que a ella no le quedaba mucho de vida, unos meses, tal vez un año, y no estaba dispuesto hacerla sufrir más de lo que ya lo estaba haciendo.

Esa mañana anuncié que volvería a Atlanta, a mi padre le sorprendió tanto o más que a mi madre, pero finalmente accedieron. No sé si notó cuando lo esquivé al venir a abrazarme. Pero no podía siquiera pensar en abrazarle sintiendo todo este rencor que consumía mis venas…

Con él corazón hecho añicos y el odio trasformándome poco a poco en un ser frío, duro e implacable… continué con mi vida lejos de allí…

Mi madre se comunicaba a menudo conmigo implorándome que fuera a verla. Cada vez la sentía más apagada y eso me destrozaba más aún. Los meses siguieron pasando, yo consumiéndome en una espiral donde su solo recuerdo me atormentaba acrecentado más mi rencor hacia ellos…

Pero aunque me resistía en ir a la hacienda… un agravamiento en la salud de mi madre me obligó a hacerlo.

- Hijo…- apenas musitó mi madre cuando me vio cruzar la puerta -, cuánto me alegra verte -. Me saludó con un hilo de voz.

- Hola mamá ¿cómo te sientes? -. Pero la pregunta era más por cortesía, sólo había que verla para saber que no se encontraba bien, que estaba sufriendo, y que las fuerzas ya comenzaban a fallarle.

- Mejor ahora, Edward, necesitaba verte…

De pronto la puerta de la habitación se abrió y una voz odiosamente conocida interrumpió.

- Aquí te traigo lo que me…-dejó la frase inconclusa al verme. – Lo siento, pensé que estabas sola…

Yo no pude evitar mirarla con desprecio, cómo tenía la desfachatez de estar aquí, con ella.

- No Bella, tranquila, pasa…-. La invitó mi madre. Yo sentía como la ira me poseía a cada segundo. Cómo eran tan cínicos de estar con ella. Apreté fuertemente los puños tratando de disimular ante mi madre, pero esto no se quedaría así, no permitiría que esa zorra se acercara a ella…

- No, no te preocupes Elizabeth, volveré más tarde…-dijo visiblemente nerviosa. Entró rápidamente y dejó un vaso con un poco de leche sobre la mesita de noche de mi madre...

- No Bella, insisto, déjame presentarte a mi hijo -contestó mi madre estirando el brazo y tomando su mano débilmente con intención de detenerla - Edward...- me nombró llamando mi atención que hasta ese momento estaba completamente puesta en esa infame mujer. Ni siquiera me molesté en girar la cabeza -, ella es Bella, la nueva asistente de tu padre, es una gran chica, si no fuera por ella, mis días serían un verdadero suplicio - dijo con una admiración que no hizo más que acrecentar mi desprecio. - Bella, este maleducado que está aquí, es mi único hijo. Mi amado y consentido y del que no me canso de hablarte -siguió diciendo con una tierna sonrisa...

Yo la miraba fieramente, ella sonrió forzosamente y me saludó con un tímido "hola." Yo le contesté con otro no tan tímido, más bien cortante, lo que provocó que mi madre me reprochara.

- Será mejor que me retire -dije tratando de salir de ahí. Cada segundo que permanecía en su presencia sentía como mis venas ardían -. Estoy agotado, necesito descansar un rato, luego vuelvo para estar contigo -dije inclinándome y dejando un suave beso en su frente. Al incorporarme no pude evitar volver a clavar mis ojos en ella… era tan animal el odio y al mismo tiempo la atracción que sentía por ella que de nuevo mi estómago se revolvió.

- Está bien, hijo, descansa, pero luego tú y yo vamos a tener una larga charla -. Me dijo mientras clavaba sus cansados y apagados ojos en mí.

- Tranquila mamá, luego volveré…

Salí de allí sintiendo como los demonios se iban apoderando de mí, bajé de dos en dos los escalones hasta llegar al piso inferior y lleno de ira caminé hasta el despacho donde pretendía encarar de una vez y por todas a mi padre. Pero mi rabia se convirtió en frustración cuando no lo encontré.

-¡Maldita sea! - maldije golpeando la puerta tratando de aliviar la ira que me poseía. Pero esto no se iba a quedar así. Si no podía reclamarle a él al menos podía hacerlo con ella, con esa maldita zorra.

Corrí de nuevo hasta el piso superior y me quedé esperando tras la esquina del pasillo que daba a las habitaciones, en algún momento tendría que salir y no estaba dispuesto a dejar que siguieran burlándose de mi madre.

Y no me equivoqué, diez minutos más tarde oí como la puerta de la habitación de mi madre se abría y unos suaves pasos se hacían cada vez más sonoros advirtiéndome de su inminente llegada…

-¡Qué coño haces aquí! - le reclamé tomándola fuertemente del brazo provocando que gritara de la impresión..- ¡Contéstame! - le exigí entre dientes tratando que mi madre no me escuchará.

- ¡Suéltame, me haces daño!- contestó ella totalmente asustada.

- No, no pienso hacerlo hasta que me digas, ¿cómo tienes la poca vergüenza de estar aquí? - le volví a preguntar, pero ella comenzó a forcejear para soltarse.

- Edward, me estás haciendo daño -dijo, su tono se notaba aterrado..

- Calla, no grites o mi madre te oirá - le advertí al ver que su tono se elevaba. Temiendo que mi madre se diera cuenta de lo que estaba pasando en el pasillo tiré de ella y comencé a bajar hasta llevarla, casi a rastras, hasta el despacho de mi padre..

- Edward, por favor, suéltame - su voz comenzó a ser un sollozo. Mientras la arrastraba hasta allí no pude evitar volver mi cara y realmente me sorprendió verla, parecía un animalillo asustado..

Entré en el despacho y la empujé para que cayera sentada sobre uno de los sillones. Me incliné, coloqué mis manos en cada brazo del sillón y la encaré amenazadoramente. - ¿Qué es lo que pretendes, acaso no has hecho suficiente daño ya?, ¡cómo tienes la poca vergüenza de estar aquí…!-grité a escasos centímetros de su cara.

- No sé de que me hablas, por favor… Edward, déjame ir -suplicó pero yo estaba que ardía de ira.. No se iba a librar tan fácilmente.

- A quién pretendes engañar, acaso crees que me voy a creer que no sabes de qué hablo…¡eres una zorra! -grité.

De pronto la puerta del despacho se abrió y sentí como tiraban de mi camisa apartándome bruscamente de ella...

- ¡Qué estás haciendo, Edward! ¡Apártate de ella! -gritó mi padre mirándome descompuesto.

Yo, que tras su intervención había caído sobre el sofá, me quedé mirando la escena…

El llegó hasta ella y la hizo levantar abrazándola fuertemente, tratando de consolar su angustioso llanto. Yo sentí como todo mi cuerpo temblaba, todos mis sentidos puestos en ellos, haciéndome pasar del desconcierto a la rabia y de esta de nuevo a ese deseo de destrozarlos a los dos…

- ¿Qué, que hago? - le contesté atravesándolo con la mirada… - echar a la zorra que has metido bajo el mismo techo que mi madre -escupí levantándome.

- ¿De qué estás hablando? - me preguntó el muy cínico, como si no lo supiera - No puedo creer que hayas dicho algo así, ni siquiera la conoces y ya la estás juzgando...

- ¡Qué no la conozco! - le grité sintiendo todo mi cuerpo en tensión… El se colocó delante de ella como tratando de protegerla, y hacía bien, realmente estaba tan fuera de mí que seguro acabaría haciéndole daño - La conozco tanto como tú, de hecho yo fui el primero…

En cuanto esas palabras salieron de mi boca, vi como ella abría los ojos de par en par y se llevaba una mano a la boca…

- ¿Qué diablos estas diciendo, Edward? - me preguntó mi padre apretando los dientes. Yo sonreí pagadamente, sabía que los celos de saber que yo fui el primero le atormentarían, seguro que la muy zorra nunca le habló de mí… -. Borra esa entúpida sonrisa de tu cara si no quieres que te la quite yo mismo - me amenazó -y ¡discúlpate!, no te hemos pagado los mejores colegios para que trates a una señorita como lo estás haciendo tú...

- Señorita…- siseé despreciativamente. - Esa hace mucho que dejó de ser una señorita… ya lo sabes bien.. - de nuevo los dos me miraron asombrados, incluso podía ver como ella me taladraba con su mirada de una manera que me hizo estremecer, aunque lo peor fue los ojos llameantes de mi padre, ni si quiera lo vi venir, de pronto sentí como sus manos se aferraron al cuello de mi camisa y comenzó a zarandearme..

- ¡Cómo te atreves si quiera a insinuar algo así! -gritó escupiéndome en la cara, ahora estaba sintiendo lo mismo que sentía yo y esto me dio la excusa perfecta. Ahora no era un padre y un hijo, sino dos hombres peleando por una mujer…

Sin pensarlo y motivado por la ira que me embargaba pasé mis manos entre las suya y tiré fuertemente lo que le hizo caer disparado hacia atrás…

-¡No! ¡Dios mío, no! Edward para… le vas hacer daño…-oía que gritaba Bella mientras yo me lanzaba ciego de dolor, de rabia, de celos, sobre ese hombre que hasta hacia pocos meses era mi eje en la vida….

Pero él no se quedó quieto, de un empujón me lanzó hacía atrás y trastrabille chocando con la mesa… todo lo que había sobre ella cayó haciendo un ruido ensordecedor.. Bella gritaba….y nosotros nos enfrascamos mientras ella trataba de separarnos…

Pero entonces un grito que procedía del piso superior llamó nuestra atención…

-¡Señor Carlisle, la señora… la señora…!.-gritaba Amanda desde lo alto de la escalera…

En décimas de segundo tanto mi padre como yo salimos disparados hacia la habitación.

- ¿Qué pasa Amanda? -preguntó mi padre pasando corriendo a su lado, pero ver la cara descompuesta y los ojos lloroso de Amanda me hizo presagiar lo peor…

Mi padre fue el primero en entrar, no sé como hizo para ir más rápido que yo pero cuando llegué él trataba de reanimarla…

-Mamá…-musité viendo como mi padre y Amanda trataban de reanimarla mientras él le pedía entre lágrimas una y otra vez que no lo dejase…

Poco después el doctor llegó sólo para certificar su muerte. Yo permanecí como en estado de shock, no podía quitar de mi cabeza la imagen de mi padre llorando tratando de reanimar a mi madre, como podía estar haciendo y diciendo eso mientras permitía que su amante estuviera cerca de ella… En ese momento me percaté de que Bella no estaba. Después de que se llevarán a mi madre para prepararla y aún en estado de shock, fui a mi cuarto y me contemplé en el espejo mientras la voz de Amanda resonaba una y otra vez en mi cabeza…

"-La señora oyó como discutían, su respiración se aceleró, traté de hacerle tranquilizar pero ella insistía en llamaros… comenzó a gritar, lo que su debilidad le daba hasta que todo comenzó a dispararse y después de pedir que no discutieran, entró en parada…"

Todo había sido por nuestra culpa. Me toqué el morado de la mejilla y comencé a llorar, cómo había llegado a esto, fue nuestra culpa… ella ya no está por nuestra culpa. Seguí llorando de dolor al recordar a mi hermosa madre mientras reía feliz entre las orquídeas, las rosas, o su hermosa variedad de flores que plantaba en nuestro jardín, mientras que abrazada a mi padre pasaban la tarde charlando tranquilamente en el porche, cuando me abrazaba y mesaba mi cabello mientras yo me dejaba caer de su regazo. Ella ya no estaba… Lloré… Lloré hasta no tener fuerzas, hasta que los ojos me ardieron, hasta que no me quedó una lágrimas más.

Al funeral asistieron muchos conocidos de la comarca, más los familiares de Atlanta incluso algunos amigos y compañeros de trabajo. En el cementerio familiar, el pastor comenzó a pronunciar unas hermosas palabra con la intención de reconfortarnos; pero eso seria prácticamente imposible. No pude evitar mirar de soslayo a mi padre. Es como si le hubiesen echado cincuenta años encima, también tenía un moratón cerca del ojo lo que me hizo sentir una punzada en el corazón, cómo habíamos llegado tan lejos… pero él permanecía ausente, destrozado, abatido por completo.

Tratando de borrar su imagen oteé el horizonte y un movimiento extraño cerca de un árbol llamó considerablemente mi atención. En ese preciso instante, el féretro de mi madre era enterrado y yo sólo pude fijarme en ella… Después de todo lo que había provocado aún tenía escrúpulos para presentarse. Ella parecía no darse cuenta de que la veía, incluso podía ver una tristeza en su cara hasta que sus ojos de pronto se cruzaron con los míos y por un instante pensé que me miraba con dolor, con mucho dolor… hasta que pareció asustarse y salió corriendo..

El entierro finalizó y mi padre, como un autómata y sin despedir a nadie, caminó con los brazos caídos hasta el camino que le llevaría directo a la casa… Yo me quedé unos minutos más, a solas, despidiéndome íntimamente de ella y prometiéndola que nunca la olvidaría, permitiéndome derramar mis últimas lágrimas por la dolorosa pérdida de la mujer más importante en mi vida.

Después de allí, no me sentía con fuerzas para volver a casa. Tarde o temprano tendría que enfrentar a mi padre pero este no era el mejor momento. Caminé hasta los establos y ensillé a mi purasangre, cabalgué sin rumbo, sumido en los recuerdos y dejando que el aire se llevara de paso las lágrimas que aún me quedaba. No me di cuenta hasta que llegué a la casa del río que inconscientemente había tomado ese camino. En un principio tuve la intención de irme pero a cada segundo, todo lo ocurrido volvía hacer crecer en mí el odio más profundo. Quería herirla, de la misma forma que ella me había herido a mí… Bajé de mi caballo y golpeé la puerta pero esta se abrió de inmediato… Todo estaba en penumbra, y en silencio; caminé al interior y en el acto sentí ese aroma tan conocido e inmediatamente me estremecí. Todo podía haber sido tan diferente. Yo hubiese sido feliz en esa casita, con sus muebles humildes, con su delicioso olor a comida casera, con esa paz que se respiraba, pero ella al parecer buscaba más…

De pronto unos suaves sollozos me hicieron girar la vista hacia una de las habitaciones, anduve despacio, también la puerta estaba abierta y pude ver desde ella el cuerpo de Bella sobre la cama, encogido, estremeciéndose, llorando..

- ¿La culpa duele, verdad? - le dije sin ninguna precaución. Aunque verla allí tan frágil me conmovió por un instante, el recuerdo de todo lo que había sucedido por su culpa, por su ambición, hizo que le hablara de la manera más cruel…

Ella inmediatamente se incorporó y me miró asustada, tratando de borrar la huella de las lágrimas que recorría sin restricción sus mejillas sonrojadas por el esfuerzo…

¡Cómo podía ser tan malditamente hermosa! No pude evitar deleitarme con su rostro, aún con los rastros de los sollozos, se veía hermosa… y tan inocente, ¡cómo alguien con esa cara podía ser tan perversa, tan interesada, tan ambiciosa…!

- Edward…- mi nombre salió de sus labios como un suspiro. Pero aún así me hizo estremecer. ¡Cómo podía seguir deseándola tanto después de todo! - Edward, por favor…- me dijo ahogando el llanto y levantándose lentamente de la cama como tratando de no provocarme… intentando poner la mayor distancia posible entre nosotros...- márchate… no deberías estar aquí…- su voz salía entrecortada, estudiando mi actitud mientras caminaba lenta y precavidamente hacia atrás, hasta chocar con la pared.

- ¿Por qué? - fui lo único capaz de decir mientras la notaba temblar. Ahora no estaba mi padre para defenderla y ella lo sabía… - ¿por qué me hiciste esto? Yo …yo te quería...- le reproché apretando mis puños mientras sentía como mi pecho se desgarraba y el inmenso dolor se apoderaba de nuevo de mí...

- Edward, por favor... - volvió a musitar mientras miles de lágrimas volvían a recorrer por sus mejillas….

- ¿Qué te da él que no puedo darte yo? - le espeté caminando lentamente hacia ella… su pierna intentó dar una paso más pero ya era tarde, estaba acorralada contra la pared…

- Edward, no te acerques...por favor… estás dolido por lo de tu madre…

- ¡A mi madre ni la nombres! - le grité furioso lo que hizo que diera un respingo asustada.

- Edward… mejor márchate…

- ¿Qué temes Bella…- le susurré acercándome cada vez más a ella… a pesar de que la odiaba a muerte, no podía evitar desearla a muerte también… -, quizás qué mi presencia te haga flaquear? -dije pagadamente pero no a modo seductor sino amenazante…- Sus pupilas se movían nerviosamente intentando preveer mi intención, yo seguí caminando hasta casi llegar a ella… sólos unos pocos centímetros impedían que nuestros cuerpos se rozaran… - Contéstame… ¿es eso lo qué temes? - podía sentir su respiración acelerada mientras trataba de contener las lágrimas. Sus ojos me miraban con una mezcla de temor y dolor - ¡Contéstame maldita sea! -espeté tan cerca que prácticamente nuestras narices se rozaron.

En un acto reflejo, ella llevó sus manos a mi pecho tratando de alejarme lo que hizo que una corriente eléctrica recorriese toda mi espina dorsal haciéndome estremecer… La odié por eso aún más de lo que ya lo hacía. Pero no podía negar que me moría por volver a besar sus labios, a saborear su dulce sabor, la calidez de su lengua enredada con la mía..

- ¿Por qué? - volví a reclamarle indignado por destrozar mi corazón.

- No sabes lo que dices, Edward, tú no sabes nada…- por fin su voz dejó de ser temblorosa para tomar un tono más alto, más seguro..

- ¿Qué es lo qué no sé, Bella? ¿Qué eres una zorra ambiciosa y sin escrúpulo? - le respondí sin separarme un centímetro…

- Te arrepentirás de todo esto Edward, un día te arrepentirás…

- Eres una cínica, ¿de qué me iba a arrepentir? - le dije riendo irónicamente pero con una mueca de dolor - Eres tú la que te acuestas con un viejo por su dinero…

Inmediatamente su mano voló a mi mejilla con tal violencia que me hizo doblar la cara..

- ¡Arrrhhg!- gruñí ante su acto y la tomé de las manos para que no siguiera golpeando…- Te duele que te lo diga - le provoqué..- si Bella, un viejo…- volví a repetirle

- ¡Te odio Edward, no sabes cuanto estás consiguiendo que te odie !- me gritó mientras su cuerpo se tensaba y sus ojos me miraban con un inmenso dolor, aguados, enrojecidos, asombrándome…¿qué yo le hacía odiarme?

- Pues ya somos dos - le respondí y sin pensármelo llevé una de mis manos a su nuca y la atraje repentinamente hacía mí estrellando sus labios contra los míos…

¡Dios, cuánto había echado de menos la tibieza de sus labios! Ella se tensó en el acto y comenzó a forcejear intentando separase, pero yo no era capaz de separarme de sus labios; eran tan viscerales los sentimientos que me embargaban, que mi otra mano viajó hasta su cintura mientras seguía batallando contra sus labios y la presioné más a mí impidiendo prácticamente su movimiento… ¡ Era increíble como su cuerpo se amoldaba al mío! Era como si estuviera hecha a medida para mí… y el saber que también mi padre había disfrutado de sus labios, de su cuerpo, que sus manos habían acariciado su cuerpo desnudo, me enloqueció… Ella seguía forcejeando, pero yo conseguí apresarla contra la pared y mi cuerpo.

- Edward….Edward no… - le oía decir bajo mis labios que insistía en seguir luchando con los suyos…- no podem….no podem… no podemos..

- Si… si podemos… - le contesté y apretándola aún más a mí, comencé a presionar con mi lengua loco por unirla a la de ella…. Y fue cuando aún escuchando su llanto, noté que se dejaba llevar, hasta finalmente abrirme sus labios y permitir que nuestras lenguas se encontraran de nuevo… La estaba besando con rabia, con pasión, con dolor, con un deseo incontrolado, con un mar de contradictoras sensaciones que me hacía ir más allá, mientras sentía como sus brazos dejaban de presionar mi pecho y buscaban mi cuello, rodeándome con sus brazos en un cálido, al mismo tiempo que perturbador, abrazo, mientras nuestras bocas seguían entrelazadas.

Mis manos viajaron por su cuerpo hasta llegar a su falda y comencé a subirla hasta acariciar la suave piel de sus muslos… Todo esto era una locura, una dolorosa y pasional locura; llevé una de mis mano a su muslo e hice que subiese hasta mi cadera, permitiendo así que mi sexo, totalmente encendido, presionara sobre el de ella, lo que nos hizo gemir…

¡Ahhh, cuánto había soñado con esos gemidos! con ese excitante sonido jadeante que salía de su boca… Volví a presionar una vez más embistiendo aún sobre nuestras ropas, pero yo necesitaba más; esta vez no se trataba de ella… sino de mí… Necesitaba poseerla si no quería volverme completamente loco de celos… necesitaba hacerla mía para demostrarle que yo podía hacerla sentir más que mi padre; era enfermiza la necesidad de sentirme superior y ella parecía corresponderme, aún cuando de sus ojos no dejaban de caer lágrimas, como si algo la estuviera torturando de verdad.

- Bella…- gemí su nombre cuando la tomé en brazos y ella, totalmente entregada, se aferró a mi cuello mientras llegaba hasta la cama. La dejé caer y no tardé en ponerme sobre ella; ella me miraba con una mezcla de deseo y de dolor, pero mi deseo por poseerla era mayor que mi sentido de culpabilidad por hacerla sentir así. Llevé mis manos a su vestido y lo subí hasta llegar a su cintura, me deshice de sus braguitas y sin siquiera pedir permiso ya que el deseo me consumía, me adentré en ella…

Fue un momento mágico, un momento único, tan único como aquella primera vez, pero esta vez sin el temor de hacerla daño. Sus gemidos me hacían saber que era consentido, que ella me deseaba tanto como yo a ella… la odiaba, y más por provocar en mí ese enorme deseo a pesar de tanto dolor… Embestí en ella con rabia, con furia, con todo esa frustración de saberla de otro hombre hasta que noté como ella comenzaba a temblar; sus gemidos, cada vez más audibles, me anunciaban su inminente orgasmo y me alegré al menos de seguir provocando eso en ella… Seguí penetrándola cada vez más rápido, cada vez más hondo, mientras ciego por el deseo descomunal que me embargaba estrellaba mis labios con los suyos, ahogando sus gemidos hasta que finalmente sentí como ella comenzó a convulsionar totalmente extasiada aferrada a mis cabellos y estrechándome dolorosamente hasta hacerme llegar poco después que ella… vaciándome por completo en su interior…

Sin poder evitarlo, su nombre se escapó de entre mis labios; a pesar de todo la seguía amando y no permitiría que ella volviese a ser de él, aunque tuviera que llevármela a rastras, no consentiría que él volviera a ponerle un dedo encima… yo le daría todo lo que ella quisiese… yo podía darle lo mismo que él pudiera darle…

- Bella… vente conmigo, olvida a mi padre y vente, yo te lo perdono todo, yo te daré todo lo que quieras… ¿quieres joyas?, te enterraré en ellas, ¿quieres una casa grande?, tendrás la más grande de Atlanta, serás una reina para mí, te lo prometo - Le rogué al ver sus angelical rostro, esa mujer que me miraba entre lágrimas, podía sentir que ella me amaba tanto como yo a ella, estaba completamente seguro…

- Bella…- volví a musitar esperando su respuesta mientras trataba de acompasar mi respiración.

- No puede ser Edward, no debí permitir que esto pasara - comenzó a decir entre lágrimas...

- Qué.. - musité incrédulo, no la creía, su cuerpo aún vibraba por mí, su respiración aún seguía agitada por mí… no podía estar diciendo eso en serio… ¿Por qué no podía…?- ¿Por qué? No ves que te amo… yo puedo darte todo lo que mi padre te da…- decirlo volvió a causarme un inmenso dolor, ¿por qué lo prefería a él?

- Es que nosotros no podemos, Edward -dijo entre sollozos removiéndose, lo que me hizo salir de ella y separarme para ver como ella trataba de cubrirse, y se alejaba hasta el cabecero de la cama mientras tomaba una de las almohadas para abrazarse a ella…

- No lo entiendo, que más puedo ofrecerte Bella…-dije ya sin muchas ganas de seguir luchando. - El no te amará más que yo - casi le supliqué…

- No lo hará, al menos de la misma forma -contestó ella abrazándose aún más como si quisiera protegerse de algo.. - No debimos hacerlo Edward, he estado luchando todo este tiempo por no amarte, porque no me amaras, porque el odio que sentias nos mantuviera separados, pero he fallado, lo siento… lo siento…

Yo no entendía nada, ella lloraba desconsolada, ¿qué estaba ocurriendo? - Bella... - susurré su nombre y me acerqué a ella. Se veía tan destrozada, tan derrotada que me hizo sentir francamente mal...-, aún podemos irnos juntos… Yo sé que tú me amas, lo siento, lo he sentido -dije llevando una de mis manos a su mejilla para borrar una de sus lágrimas…

- Pero eso es precisamente lo que no podemos hacer Edward, amarnos, aún no lo entiendes, no soy la amante de tu padre -dijo mientras las lágrimas, de un dolor infinito, volvían atravesar sus mejillas - no soy su amante… soy….su hija….

De pronto mi corazón dejó de latir. - Su hija… su hija… no….no puede ser - musité sin llegar a entender la dimensión de esas palabras negando con la cabeza…

- Si Edward, somos hermanos, es que no te das cuenta… acabo de hacer el amor con mi hermano… - desesperada enterró de nuevo su rostro en la almohada…

- No puede ser… tiene que ser un error… él…él…. ¡No pude ser! -grité finalmente, ella levantó su rostro y había tanto dolor en sus ojos que me hizo estremecer. De pronto sentí que todo me daba vueltas, tenía que salir de allí; no …no podía ser cierto. Atropelladamente y mirándola como el que veía un fantasma caminé hacia atrás mientras me terminaba de arreglar la ropa para salir de alli, necesitaba conocer la verdad. No podía ser cierto…

- Edward…- oí que me llamaba, elevé mis ojos a los de ella y tanto dolor me partió en dos.

- Tiene que ser un error -. Volví a decir antes de salir de la casa rumbo a la mía…

Cabalgué como nunca lo había hecho, dejé el caballo atado en el establo aún ensillado y corrí como alma que se lleva el diablo hasta llegar al despacho de mi padre. Empujé la puerta, y la imagen devastadora de mi padre me hizo estremecer; inmediatamente la imagen de mi madre vino a mi mente haciéndome sentir mucho peor. De nuevo las lágrimas anegaron mis ojos.

- ¿Es cierto? -pregunté provocando que mi padre dejara por un instante de mirar el retrato de mi madre y fijara sus enrojecidos y entristecidos ojos en mí… - ¿Bella es tu hija? -. Volví a preguntar…

Mi padre pareció darse cuenta al fin de lo que le decía y nuevas lágrimas comenzaron a dejar huella sobre sus mejillas, mientras volvía su vista al retrato y asentía, sin pronunciar palabra…

Yo aún no daba crédito, mentalmente trataba de hacer los cálculos, pero el simple hecho de saber que en verdad Bella era mi hermana comenzó a mortificarme…¡Qué había hecho!…Totalmente confundido, cansado, dolido, me dejé caer sobre uno de los sillones. -¿Por qué nunca me lo dijiste? - le reproché pero apenas con un hilo de voz sintiendo como por mis mejillas comenzaban a caer nuevas lágrimas… - Debiste decirme que tenía una hermana -. La simple mención me hizo sentir un escalofrío…

- Apena hace unos años que lo he sabido Edward -contestó sorprendiéndome - ¿La amas verdad? -preguntó dejándome más confundido aún...

- ¿Cómo puedes preguntarme con tanta tranquilidad algo así? , ¿es que no te das cuenta?, ella y yo somos… hermanos… - mientras decía eso sentía el sabor amargo de las lágrimas correr por la comisura de mis labios…

Extrañamente me miró con cariño, no como alguien que descubría un sentimiento prohibido.

- No entendía tu actitud en estos últimos meses... - me confesó sin llegar a mirarme -, al principio pensé que era por la enfermedad de tu madre, pero cuando te vi atacar de la manera en que lo hiciste a Bella, supe que ella no era una desconocida para tí. Y esa forma de hablar de ella, pensaste que ella y yo… - su labio comenzó a temblar mientras volvía a mirar el retrato de mi madre...

- Le fuiste infiel a mi madre -. Le reproché a penas con un hilo de voz.

- Si, Edward, le fui infiel… pero siempre la he amado...

- Pero… - De pronto la realidad me golpeó. Bella y yo éramos hermanos, medio hermanos, ya era un hecho. Tener esa certeza me dejó con la palabra en la boca. Amaba a mi medio hermana, había hecho el amor con mi medio hermana… Cerré los ojos y los puños con fuerza tratando de contener ese dolor que me estrujaba el corazón… Bella, mi Bella… nunca fue esa mujerzuela que pensaba, todo este tiempo luchó para que no llegásemos a eso… Ella me amaba, siempre lo había hecho… pero no podía ser. De pronto un sollozo brotó de mi pecho al ser consciente de que lo nuestro nunca podría ser. ¿Qué me quedaba ahora? , mi madre… ella ya no estaba y Bella… ¿cómo iba a mirarla, qué iba a pasar ahora..?

- Edward…- la voz de mi padre volvió a llamarme la atención alejándome de esos dolorosos pensamientos…- Lo siento mucho hijo mío, sé que saber esto ahora ha de destrozarte, pero… aunque se lo prometí a las dos… no puedo seguir ocultando esto…

- ¿Cómo fue que lo supiste? - susurré apenas llevando mis ojos a los de él. Ver el amor y la compresión con la que me miraba me hizo estremecer.

El dejó el retrato de mi madre y se levantó para tomar la botella de coñac junto a dos vasos. Nos sirvió un trago y después de ofrecerme uno, se sentó de nuevo en su sillón y se tomó el suyo.

- Todo ocurrió en unos de los viajes a la hacienda, mientras vosotros permanecíais en la ciudad. Una joven llegó llorando a la casona en busca de ayuda. Su madre estaba muy enferma y necesitaba ayuda. Justo llegaba de la plantación cuando Sam me dijo que una chica me esperaba. Cuando la vi, inmediatamente me recordó a alguien, pero no quise darle mayor importancia. La escuché y me brindé a ayudarla. La acompañe mientras llamaba al doctor para que fuese a atenderla pero cual fue mi sorpresa al entrar en su casa, y saber quien era su madre...

- Ellas recién se habían mudado, tras la muerte de su abuela - le dije aportando ese dato, uno de los pocos que conocía de esa historia.

- Edward, yo no sabía de la existencia de Bella, jamás me hubiese desentendido de ella de haberlo sabido, quiero que lo tengas claro.

- ¿Y por qué estás tan seguro de que Bella es tu hija… y no de otro? - le pregunté en un deseo de que hubiese una oportunidad… por muy efímera que fuese.

- Me hice una prueba de paternidad - saber eso me sorprendió - no me mires así, fue Esme quién insistió en que lo hiciera...

- La madre de Bella, supongo -. El asintió.

- Ella, cuando me vio, me confesó el porque había viajado hasta aquí de nuevo. Le habían diagnosticado un problema de corazón y los médicos le dijeron que le quedaba poco tiempo de vida. Pero no quería que Bella se quedara sola y el único familiar que le quedaba era su padre desconocido. Ella me contó, que fue mi madre la que la obligó a marcharse cuando descubrió lo nuestro, alegando que destruiría una familia. Y ella simplemente se fue, poco después descubrió que estaba embarazada y ella sola sacó adelante a mi hija.

- ¿Cómo fue… cuándo la conociste, por qué te enredaste con otra mujer? - volví a preguntarle, esta vez con cierto reproche.

- Es cierto que he amado a tu madre, Edward, mucho, pero no todo ha sido un cuento de hadas entre nosotros - me confesó -. Edward, hay algo que prometí que nunca te contaría, pero que ahora lo veo de vital importancia - volvió a tomar la botella y a servirnos otro trago.

- Te escucho -dije para que continuara, a estas altura, no me iba a sorprender nada que me dijese.

- Verás hijo, tu madre y yo nos conocemos desde niños, nuestras familias eran muy amigas y supongo que el roce hacía el cariño. Aunque yo siempre estuve enamorado de ella... Era tan hermosa, tan divertida, tan elegante… el sueño de cualquier hombre. - Yo sonreír tristemente al oírle hablar así de mi madre…-. Supongo que nuestras familias también influyeron para que entre nosotros naciese ese amor, ya que desde pequeños nos decían que algún día nosotros nos casaríamos. Pero yo fui a estudiar a la ciudad y entonces ella conoció a alguien, bueno, mejor dicho yo les presenté...

-Un compañero de cuarto vino a pasar unas vacaciones a casa y así se conocieron- Continuó diciendo -. Al principio llevaron su relación en secreto, yo seguía perdidamente enamorado de ella pero notaba que ella cada vez era más distante… entonces mi amigo decidió alistarse en la marina ya que los estudios no le estaban yendo bien y su padre le presionaba. Y así fue que él se enroló. Yo seguía con mis estudios, él de vez en cuando venía a visitarme, después me enteré que en realidad yo era la tapadera para visitarla a ella...

Mientras mi padre me contaba todo esto yo le escuchaba con cierta desazón, sabía lo duro que tenía que estar siendo para él contarme todo esto.

- Entonces pasó algo que marcó nuestras vidas, Edward - diciendo eso, me miró significativamente, yo fruncí mi entrecejo sin llegar a comprender - Mi amigo murió mientras estaba de servicio y tu madre quedó destrozada. Pero lo peor fue que, poco después de conocer su muerte, ella se enteró que estaba embarazada. - Yo clavé mis ojos en los suyos totalmente confundido, ¿mi madre tuvo otro hijo?

- ¿Mi madre quedó embarazada de ese hombre? -pregunté asombrado -¿y qué pasó con ese hijo? -. Entonces sus ojos comenzaron a humedecerse; tomó de nuevo el retrato y comenzó a hablar como si lo estuviese haciendo con ella…

- Ella me confesó todo, Edward, hasta lo del embarazo, y yo quedé destrozado. Al principio la odie, me sentía traicionado, pero en realidad cuando ella se enamoró de él, aún no teníamos nada oficial nosotros. Pero por aquel entonces, ser madre soltera era un deshonor y más para familias tan importantes como la nuestra.

- Qué… - de pronto un temor comenzó a formase en mi pecho…

- Si, Edward, decidí casarme con tu madre y hacerme cargo de ese hijo...

- Qué…- gemí sintiendo como de nuevo algo volvía a romperse dentro de mí. - yo…tú…

- Si, hijo… tú eres ese niño, yo no soy tu verdadero padre, Edward, aunque para mí eres mi hijo como si te hubiese engendrado, igual - se apresuró a decir.

- No… no eres…

- Elizabeth me hizo prometer que nunca te lo diría cuando nos casamos. Ella al principio se negó, porque el amor que sentía hacia tu verdadero padre era insuperable, pero yo insistí y la verdad es que yo si seguía enamorado de ella, y sabia que ella en el fondo me quería, si Edward nunca se hubiese cruzado en su camino, ella y yo nos hubiésemos amado sin duda alguna. Pero el destino lo quiso así.

Yo seguía dándole vuelta una y otra vez a todo lo que me estaba contando. Hasta me pusieron el nombre de mi padre biológico. De pronto, todo comenzó a desmoronarse bajo mis pies, ahora si no tenía nada, ni siquiera mi padre era quien decía ser...

- Edward, hijo mío - me llamó mi padre y yo enfoque mis ojos, supongo que con una mirada desconcertante, en él - esto no cambia nada, yo te he querido y te quiero como mi hijo que eres, no cambia nada…

- Pero no lo soy…- apenas musité tratando de tragar el nudo que me atenazaba.

- Si, si lo eres, que no llevemos la misma sangre no quiere decir nada… yo no te podría querer más si hubieses sido mi hijo de verdad, Edward. Desde el mismo día que tu madre me aceptó, yo asumí esa paternidad. Nos casamos enseguida y tu madre con el tiempo, llegó a amarme.

Aunque los primeros años fueron los más difíciles. Y fue en esos años en los que conocí a Esme. Con ella fue un flechazo a primera vista. Y aunque traté de ser fuerte, el luto que tu madre aún le guardaba a tu padre me arrastró a ella. Si te soy sincero, si Esme no se hubiese marchado seguramente tu madre y yo nos hubiésemos separado. Pero fue precisamente cuando Esme se marchó, que tu madre comenzó a ser más cariñosa conmigo, y poco a poco, el amor que desde siempre había sentido por ella, volvió junto al desconcierto de la partida de Esme. Y así fue todo Edward. He amado a tu madre toda mi vida. Pero es cierto que Esme me hizo sentir el hombre más afortunado, ella me amó sin reserva, se entregó a mi sin reserva y ahora, después de tantos años, me ha demostrado amarme por encima de todo, hasta el punto de criar una hermosa hija. - dijo eso totalmente emocionado, y lo entendía.

- No sé que decir - le confesé deprimido. En apenas unos días había perdido a mi madre, a mi padre y a Bella… Bella…. ¡Bella! De pronto recordar su nombre me hizo darme cuenta de algo sumamente importante…- Entonces… ella y yo… nosotros…

- Vosotros no sois hermanos Edward, y si te soy sincero, estaría feliz si tú y ella pudieran arreglar sus cosas. Ahora que tu madre me ha dejado... - dijo eso mirando entristecido de nuevo el retrato de mi madre. -, al menos me gustaría ver a mis hijos felices.

- No somos hermanos... - repetí en un susurro. De pronto, un pequeña luz se abría paso en la oscuridad que estos últimos meses se cernía sobre mí.

De repente el teléfono del despacho sonó y mi padre lo tomó, mientras yo trataba de asimilar todo…

- ¿Diga? - oí que contestaba - ¡Qué, no… no puedes hacerlo! - le decía a su interlocutor...¿qué estaría pasando? -. Tienes que escucharme… no puedes irte así… ¡Bella, hija…!- De pronto oír su nombre me hizo ponerme en alerta...

- ¿Qué pasa papá ?- pregunté ansioso.

- Bella hija, espéranos, no puedes irte así…

-¡Qué! ¿Bella se va? - mi mente comenzó a trabajar a marcha forzada; no podía ser, cómo iba a marcharse… ella tenía que conocer la verdad.. - Papá, ¿qué pasa? - le grité y entonces vi como sus ojos se ensombrecía al mirarme… Separó lentamente el auricular de su oído y lo colgó...

- Edward, Bella… se ha ido... -dijo mirándome mientras gruesas lágrimas comenzaban a correr por su mejilla. - Mi hija…

- No… no puede ser… - me levanté, y sin siquiera despedirme, corrí hacia el exterior en busca de mi caballo, cabalgué como nunca antes lo había hecho hasta llegar a la casita del río, en cuanto llegué corrí hasta la puerta… pegué pero como la vez anterior la puerta se abrió. Entré llamándola a gritos, pero mis temores se hicieron realidad cuando ví la nota sobre la mesa, donde ponía: " Para Edward."

Con manos temblorosas la cogí y comencé a leer….

" Lo siento, siento mucho no haber sido más fuerte. No puedo soportarlo más. No puedo estar cerca de ti y no amarte. Y por eso me voy, es la única manera para encontrar un poco de paz. Siento mucho que las cosas fueran así. Ojala no me odies más de lo que ya lo hacías, porque yo, aunque no pueda ser, sé que nunca dejaré de amarte. Bella."

-No…no…no…- grité golpeando la mesa y haciendo una bola con la maldita nota. Miré hacia su habitación, en la que apenas hacía unas horas en la que la había vuelto hacer mía y anduve hasta ella. Inmediatamente su olor me invadió provocando que cerrarse los ojos para retenerlo. Caminé y registré su armario... No había nada, apenas unas pocas perchas vacías… Era un hecho, Bella se había marchado, caminé hasta sentarme en la cama para después dejarme caer en ella y aferrarme fuertemente a su almohada, inspirando de nuevo su olor. Y me dejé llevar de nuevo por el dolor, el inmenso dolor que ya me costaba soportar… ahora si no me quedaba nada...

Me abracé fuertemente a ella y dejé que mis lágrimas brotasen libres descargando la pesadez que engarrotaba mi corazón, destrozado por tanto dolor. Lloré hasta que no me quedaron lágrimas y entonces un nuevo pensamiento me sobrevino… No permitiría que desapareciera de mi vida, ella era la única mujer a la que había amado y no pararía hasta encontrarla. La buscaría… si… Bella no podía seguir pensando que éramos hermanos. Ella me amaba, al igual que yo la amaba a ella y por Dios que la encontraría. Aunque la vida se me fuera en ello.

Con ánimos renovados y una firme convicción salí hasta la casa y le dije a mi padre que no pararía hasta encontrarla. El me abrazó con fuerza, y fue entonces cuando le pedí perdón por todo lo que le había dicho y había pensado de él. Le di las gracias por que había sido el mejor padre del mundo y que no hubiese elegido otro mejor y le prometí regresarle a su hija.

Después me fui a despedir definitivamente de mi madre y le pedí que me ayudara a encontrarla. Y así, con el firme convencimiento de no desistir hasta encontrarla, salí rumbo a enfrentar a mi destino, esperando… que fuera junto ella…