Disclaimer: Nada es mío.
Dedicado a Drehn, sin ninguna excusa válida.
Retratos en Sepia.
Alice jamás ha tenido una cita antes, pero vamos, que tiene dieciséis años bien puestos y ha visto a muchas de sus compañeras en el pleno apogeo de sus relaciones. Otras muchas veces ha visto películas, y ha leído alguna que otra novela rosa que le arranca suspiros, y furiosos sonrojos cuando su padre bromea al respecto.
Eso de las citas en la pintoresca y cálida confitería mientras la nieve cae en forma de pequeños e inofensivos copos una tarde de diciembre –cualquier tarde en realidad, nunca especifican en las películas o las novelas–, con la música suave de fondo y en donde todo son besos, sonrisas radiantes y abrazos, sonaba perfecto cuando lo soñó en clase de Historia de la Magia.
Pero ahora que está esperando a Frank en las Tres Escobas (que no es exactamente la confitería pintoresca que había planeado), que ha olvidado sus guantes en el castillo, que siente los dedos helados y que se ha quemado la lengua con el chocolate caliente, comienza a sentir el peso invisible de lo usualmente llamado decepción.
¡Ni siquiera le gusta el frío!
Cuando Frank entró, empapado –y no como el príncipe rubio y seductor de la novela, que por más que llueva torrencialmente siempre está en perfectas condiciones–, ella continuaba intentando calentarse las manos con su propio aliento y frotándolas.
Antes de sentarse, él se secó con ayuda de su varita, y notó, como quien no quiere la cosa, que Alice tenía la nariz colorada por el frío. Sonrió.
Frank pidió una cerveza de manteca, y Alice comenzó a ponerse nerviosa porque ¿qué se supone que se hace en una cita?
–Hace frío, ¿eh? ¿Hace mucho esperas?
–No. Sólo quince minutos. –sonríe. No es que se lo reproche, ni nada. Qué va.
Frank sonrió a modo de disculpa, despeinando su cabello igual que lo hacía la mitad del alumnado de Gryffindor que debía convivir con James Potter toda la semana. Incluso Lily lo hacía a veces.
–Odio el frío. –gruñe ella.
Frank lo sabe, claro que lo sabe.
–Porque la nieve moja, y duele. Y cuando hace frío, uno no tiene ganas de salir, y si nieva, definitivamente no se puede.
–No es tan malo –opina él, jugando con su botella de cerveza.
– ¡Claro que sí, Frank! Cuando hace frío, uno se acuesta temprano, no quiere salir de la cama a la mañana, está obligado a comer cosas calientes y odia bañarse porque siempre que sale del agua se le congelan los pies.
Y a Frank le causa gracia, quizás por la seriedad con la que habla, que le hace pensar que ella se lo toma realmente enserio. Quizás porque ella se ve demasiado linda, con sus dedos fríos, sus mejillas sonrojadas y su nariz colorada, y desde que llegó sólo quiere besarla. Besarla, abrazarla, y olvidar que en aquel local hay también una docena de estudiantes ociosos que los reconocen y los miran, a veces.
Y ella simplemente se dedica a despotricar contra la nieve y el frío, ¡qué mujer!
La sonrisa boba de Frank, le advierte a Alice que no la está escuchando. Y cuando él estalla en carcajadas ante su último comentario, ella no puede más que ofenderse.
Él la mira divertido, codo sobre la mesa, mano abierta, cara sobre la palma.
Y cuando ella se mancha de chocolate por apurada, por fingir estar ofendida, la sonrisa en los labios de Frank no puede más que acentuarse.
Es entonces cuando se acerca con cautela, la sonrisa traviesa le baila en los labios. Y le besa la comisura de la boca. Ella ladea un poco el rostro y él le roza nuevamente los labios dulces, que son como el chocolate caliente en una tarde fría de nieve, en tarde de diciembre.
Y cuando Frank le sujeta con firmeza la cabeza, acariciándole el cabello con cuidado y se abre paso con maestría por su boca, ella siente un calor que nada tiene que ver con el chocolate que le ha quemado la lengua.
Y se siente bien. Como deberían sentirse los besos de las películas y las novelas, pero más húmedo.
Su cita con Frank no es más que una versión oficial de sus encuentros en la sala común, en la biblioteca, en un pasillo, en cualquier lado. Pero le gusta así. Porque se siente cómoda oyendo la risa desenfada de Frank y comentando banalidades.
Con él, puede pensar en voz alta.
Al carajo con las películas y las novelas, se dice, puro fraude. Aquello es mucho mejor.
Y vuelven a besarse, Frank la cubre con sus brazos, toma sus manos entre las propias y las frota suavemente. Ella se deja, convencida de que no puede haber nada mejor que eso.
…
Hey, los reviews son gratis, ¡compruébenlo! ;)
.Flowery.
