Genten

Capítulo 1:

El viento soplaba fuertemente revolviendo los cabellos oscuros del individuo; la brisa fresca lo llenaba como no lo había hecho en mucho tiempo. Sensaciones sentidas en un pasado tan remoto que resultaban ajenas para su persona.

Un manto oscuro alumbrado simplemente por pequeños puntos de luz se alzaba sobre sí; tan inmenso como extenso. La oscuridad que ahora lo cubría todo resultaba ser un aliento a lo que vendría. No había la necesidad de usar el sentido de la vista, por lo que aquellos ojos de un azul zafiro podrían descansar.

Certero era que en aquella sabana oscura sólo fue rodeada de fauna y flora, ningún alma a kilómetros o millas de ahí, ninguna presencia sentida. Únicamente él y el sonido de los animales resonando a la distancia.

Tranquilidad que podría respirar por el momento, ellos no estaban cerca del lugar, desconocía si de haberlo estado los animales se mantendrían o harían caso al instinto de supervivencia.

Consciente era de que aún no fue el tiempo.

Sin embargo el primer paso tendría que ser hecho; ¿Qué era la tierra? Solo otro cuerpo celeste dentro de la inmensidad, mejor definido como planeta. No obstante, también había sido determinado como "mundo", una palabra que contenía un mayor significante, asignado por aquellos que habían construido las civilizaciones: los humanos.

Iniciando la marcha con paso lento avanzo, tarde o temprano tropezaría con ellos, mientras tanto la tarea tendría que realizarse. El tiempo no había llegado todavía pero la cuenta había comenzado.

AAA

Un golpe, dos golpes, tres golpes.

Los suficientes como para que la adolescente de cabellera naranja abriera los ojos con el repiquetear que aquel lapicero producía al estrellarse contra su mesa.

La risita que floto en el aire la ayudo a salir de su letargo como a sus ojos enfocar mejor, dos rostros tan conocidos la saludaron; el angelical acompañado de esos ojos azules con hebras rubias, quien le sonreía con diversión; y el que portaba aquellas orbes verdes que le miraban con cierta burla en ellos, junto a la risa contenida que luchaba por escapar de sus labios.

-¿No dormiste bien anoche Momoko?- cuestiono la suave voz de la joven rubia, mientras simultáneamente la carcajada retenida por la otra adolescente era liberada.

-¡Detente Kaoru!-exclamo molesta-¡No es gracioso!

-¡Claro que sí!-replico la joven de ojos verdes- ¡Debiste ver tu cara! ¡El lago de baba que formaste fue genial!

Inconscientemente la mencionada volteo hacia su escritorio en comprobación de lo dicho, intensificando aún más la risa de su compañera, solo para evidenciar que lo señalado fue falso, su escritorio no era más que limpio.

Con una mirada de desaprobación volteo a mirar a su amiga solo para ser consciente de que se encontraban en un aula vacía, nadie a la vista más que ellas.

-¿No dormiste bien anoche Momoko?- solicito nuevamente la chica rubia mirándola fijamente, lo que la extraño, ella no solía dormirse en clases, pero rememorando ciertamente la noche anterior no había sido la mejor para ella, por lo que se limitó a asentir.

-¿Tuviste pesadillas?- indago ahora Kaoru- ¡No me digas que fue por la película de miedo que vimos la semana pasada, porque eso ya sería mucho! ¡Ni Miyako se pone así!

Cualquier replica que su amiga rubia fuera a dar quedo interrumpida por su propia respuesta.

-No, es sólo Sakamoto- al ver que las otras le miraban con cara de confusión se apresuró a aclarar- anoche soñé con él, el mismo chico de siempre ya saben.

Una vez más la risa de Kaoru no tardo en estallar, Miyako se limitaba a mirarla con cierta resignación divertida, reacciones que solo intensificaban su propia mueca de desagrado.

-¡Vaya Momoko ni aún ido ese chico te deja en paz!- menciono entre risas Kaoru- ¡tu novio sí que es cool!

-¡Que no es mi novio!- Grito desesperada- ¡nunca lo fue y dudo que lo sea alguna vez!

-Como sea – añadió Kaoru- Es tarde y muero de hambre, hay que ir a casa.

Con paso lento comenzaron su recorrido hacia sus respectivos hogares; los pasillos en su mayoría vacíos las recibieron, pocos alumnos permanecían dentro de la institución como algunos maestros y los intendentes.

Mientras ambas jóvenes iniciaban una charla de cualquier tema banal, ella, Momoko Akatsutsumi quedo ensimismada en sus reflexiones; tan extraño como lo era ahora, el verse a sus amigas como a si misma agitada por preocupaciones mundanas de adolescentes le produjo una sensación de ambigüedad.

Lo raro que le indicaba su mente al analizar la escena no concordaba con la sensación de plenitud que experimentaba; sin nostalgia ni sentimientos de perdida, solamente la alegría y diversión que se llega a sentir al compartir un momento con otros cercanos a tu persona.

El duelo había concluido, al menos en ese preciso momento era lo que su mente le indico.

A más de un año de lo acontecido con Him, por fin podía decir que volvía a adaptarse a la vida que había tenido antes de todo aquello: ser la simple humana estudiante cuyas preocupaciones consistían en la escuela, sus notas, los dulces y los chicos.

No más.

La caída había sido dura pero siempre fue capaz de contemplar los bueno recuerdos formados como atesorar lo más valioso que la experiencia le brindo: Aquellas dos personas que en estos momentos caminaban junto a ella, sus amigas.

Lazos sinceros fueron creados, los cuales dudaba se rompieran fácilmente o con el tiempo, la confianza y unidad entre ellas era plena.

Si bien los rayos blancos permanecían en ellas hasta el día de hoy, no lo era su capacidad para transformarse en aquello que alguna vez fue conocido como las PowerPuff Girl Z, heroínas de esa ciudad que en el pasado las había necesitado.

Pero eso ya no era.

Crímenes y desgracias seguirían aconteciendo como lo hubo sido desde tiempos remotos, sin embargo no serían nada fuera de lo extraordinario para que seres como ellas interfirieran. Humanos comunes eran capaces de combatir a delincuentes comunes, peligrosos tal vez si pero a fin de cuentas sin habilidades que resultaran extraordinarias.

El mundo era suyo nuevamente; de los hombres, los "monstruos" se habían ido.

Desaparecer sería más correcto que irse; fue como si todo lo que alguna vez había sido poseído por los rayos negros se hubiera evaporado, para no ser encontrado sobre la faz de la tierra desde entonces.

Suspiro.

Recordaba con facilidad el último día, la memoria tan nítida como si se tratara de esta misma mañana; los sonidos, las imágenes y los sentimientos producidos. En aquel momento no lo había sabido ni siquiera intuido, el suceso había llegado repentino: sencillamente fue la destrucción de esa vida de la que ya estaba más que acostumbrada.

Sólo un mes hubo de pasar desde la gran batalla que tuvieron, cuando la llamada de Peach había sonado en ellas, tan rutinario como podría resultar acudieron hacia el lugar indicado, el traslado se había hecho rápido.

Suciedad dentro de un barrio de bajos recursos es lo que habían presenciado en una primera estancia; las criaturas que les miraban llegar no fueron otras que los chicos ameba, quienes se encontraban causando pequeños estragos a los ciudadanos locales.

Dicho encuentro resulto ir como lo esperaban, al menos lo había sido hasta que el evento imprevisto ocurrió; Los gritos acontecidos en medio de la batalla parecían aún resonar en sus oídos al rememorar el suceso, eso había detenido todo, helando su sangre. La agonía transmitida en él, conjunta a las expresiones de desgarro en las criaturas que enfrentaban las había pasmado.

Todo complementado a una expresión de sorpresa emitida por Peach desde el transmisor, seguida de palabras de parte del can que pasaron desapercibidas para ellas, ininteligibles al momento frente a la escena contemplada.

Segundos o minutos duraron en total confusión, entendían solamente que lo que sucedía no había sido a causa de ellas.

Aquello que afecto a las amebas no tardo en alcanzarlas.

En un momento algo en el ambiente cambio; una densidad se había instalado en el lugar. Tan concentrada que comenzaba a asfixiarles, desconectándolas del mundo exterior, cada uno de sus sentidos estaba únicamente puesto en la sensación.

Perdiendo toda capacidad para pensar, solamente sentir, ignoraron el tiempo que estuvieron bajo aquel fenómeno. Justo en el momento en que ella se había sentido desfallecer por la presión, la densidad fue levantada para ser suplida por la sensación de ser succionada, percibió como si algo de su ser quisiera ser despojado de ella.

La desesperación fue absoluta.

Ninguna hubo de caer en la inconciencia al terminar todo aquello que se había ido tan repentinamente como comenzó. Únicamente presentaron un leve letargo que les impedía razonar con claridad. Para el momento en que fueron conscientes en su totalidad se encontraron en una calle completamente vacía, sin rastro alguno de los chicos ameba, sencillamente la suciedad de aquel lugar agregando un charco que no habían notado antes.

La Alarma en ellas se activó cuando notaron su ropa, la transformación se había ido; eran simples estudiantes de secundaria una vez más.

Sin comunicación, ya que el transmisor parecía estar inaccesible, tuvieron que regresar por su propia cuenta. El camino fue largo y tenso, la zona resultaba riesgosa aun en el día. Por un momento creyó que al llegar al laboratorio del profesor las cosas mejorarían.

Nunca pudo estar más equivocada al respecto.

Todo comenzó a ponerse extraño a partir de ahí; Fue llegar para encontrar a un niño angustiado, marcas de lágrimas fueron visibles en su rostro, junto a un adulto concentrado en el estudio de un perro robótico.

Enterarse que durante el fenómeno que experimentaron, pareció ser vivido por Pech también fue desconcertante, el canino no tenía mucho de haber vuelto a operar cuando ellas habían entrado, pero por un instante la "vida" pareció haberlo dejado, el sistema del can simplemente había muerto, dejando a un muñeco en su lugar.

Verlo reaccionar nuevamente fue un alivio.

Bálsamo que duro poco, la transformación no pudo llevarse a cabo. Intentaron una y otra vez, ni aun con la ayuda de Peach se logró. Tan incomprensible como era lo que estaba sucediendo, habían pasado semanas acudiendo al laboratorio, siendo sometidas a estudios del profesor para determinar algo.

Durante unos días el hombre había temido que los rayos blancos dentro de ellas se hubieran perdido, sin embargo el sistema de Peach que aún funcionaba adecuadamente indicaba que todavía permanecían ahí, en cantidades mucho más reducidas de lo que una vez habían estado.

Es decir, la luz habitaba en ellas pero de una forma tan pequeña que no permitía la transformación, esa había sido la conclusión a la que el profesor Utonium hubo llegado.

Afortunadamente nada había pasado en la ciudad, la ausencia de rayos negros no se reportó durante aquel tiempo y para sorpresa de todos jamás desde ese día.

La existencia de Peach hasta la actualidad era un recordatorio constante de que algo quedaba dentro de ellas, a pesar si nunca más volvían a transformase. No obstante habían sido las palabras que una vez les refirió Peach en esos días, las que hubieron de quedar grabadas en su mente.

Un momento antes de que el fenómeno lo hubiera alcanzado a él, Peach los había sentido, a cada uno de ellos, aquellos seres y criaturas que llevaban arraigados tan profundamente los rayos negros en su ser. En un momento habían estado todos ahí, como si estuviera conectado a ellos, para al siguiente desaparecer, no había nada sólo el vacío de su ausencia.

¿Qué había sido de ellos? Era una pregunta que se había hecho constantemente desde que él lo hubo mencionado. Posiblemente la incógnita quedaría planteada para siempre. Los rostros de algunas personas parecían ser evocadas por su mente inconscientemente al rumiar sobre el tema; Himeko Shirogane, Sakurako Kintoki y Takaaki Ayagai fueron los que constantemente aparecían, gente muy diferente entre ellos pero que tenían una cosa en común: hubieron sido afectados por los rayos negros.

A la fecha se mantenía un contacto con ellos, cosa que les aseguro que todo iba perfectamente bien con los tres; Himeko se conservaba tan fastidiosa y entrometida en la escuela como siempre luciendo una excelente salud. Sakurako vivía felizmente en general sin presentar alteración alguna, aquí la excepción parecía ser el Joven Takaaki, quien también tenía una deferencia con las ya mencionadas.

Si bien ellas fueron afectadas por los rayos negros como él lo había sido, sus efectos no habían sido permanentes como en el varón, a pesar de ya no haberse vuelto a transformar, él seguía con la oscuridad dentro de él o al menos así lo había sido hasta lo del suceso de los amebas, Peach no había detectado nada en él después de aquello.

Ahora era un simple Joven con mala salud.

Eso la llevo a asociar algo más, durante aquellos días por no decir el mismo día del fenómeno, él chico había entrado en cuidados intensivos, después de haber presentado un dolor tan intenso que lo había llevado a la inconciencia, su salud había sufrido una caída inexplicable, los doctores no entendían que había pasado.

Semanas de estrés para la familia de ese muchacho, y también para su amiga, Miyako. La joven había estado en una tensión constante; por un lado la preocupación de lo que sucedía con ellas y por otro, aunque no lo había mencionado el temor a la muerte del joven, su estado era tal que él pendía de un hilo.

Y aunque señalar aquellos sucesos que solían hilar con lo acontecido enfrente de Miyako les pareció algo cruel, si lo hicieron en ausencia de ella. Todo fue especulación, posibilidades y teorías, que al fin de cuenta quedaron en eso, nada comprobable, que si lo pensaban ahora tenía muy poco sentido seguir, las cosas no se moverían.

De lo último que había sabido hace unos meses atrás, era que el profesor con ayuda de Peach y Ken seguía estudiando los rayos blancos como los negros que conservaba aun guardados en el laboratorio. Sus visitas al lugar habían parado sin darse cuenta, justo ahora se hacía consciente de esto, más el deseo de ir no se presentó en ella.

Cabe mencionar que gracias a Dios el joven Takaaki había ido mejorando con el tiempo, hacia unos meses que ya se encontraba nuevamente mejor. Este último pensamiento la hizo volver a la realidad, se encontraban cerca del punto de separación, y lo único que pudo hacer fue contemplar a Miyako.

Su rubia amiga, que con certeza iría a visitar al joven Ayagai, por ella sabía que la salud del susodicho había ido en mejoría hasta el punto en que después de tanto tiempo sería dado de alta. Un gran acontecimiento que a pesar de su aparente tranquilidad sabía que debía tener a Miyako demasiado alegre, no había duda de los sentimientos de la joven por su amigo.

Algo que a ella le emocionaba de sobremanera; encontrar el amor con la persona que querías era algo con lo que soñaba.

-Bien, nos vemos mañana- exclamo Kaoru mientras comenzaba a subir a su patineta, habían alcanzado la división de caminos- Mi estómago reclama mi atención.

-¡Kaoru!- ella regaño-al menos no llegues tarde mañana.

Mientras la joven de cabellos negros hacia una mueca de fastidio, la risa de Miyako escapo.

-Bien, nos vemos mañana chicas- exclamo la joven cabellos rubios sonriendo- Hagan sus tareas.

El sol en el cielo avanzaba dando paso al atardecer, indicándoles que debían hacerle frente a lo siguiente en la rutina.

MMM

Hojas caían de los árboles, descendían mientras hacia su recorrido al lugar que se había convertido en otro "hogar" para ella; pasaba tres horas al día en aquella habitación blanca, siendo la compañía de la persona que residía ahí. Sin duda fue el cuarto lugar al que más tiempo le dedicaba.

El olor a medicina que desprendía el lugar siempre le había resultado desagradable, sumar los quejidos que a veces llegarían a sus oídos resultaba ser poco grato, mentiría si negara que en ocasiones el deseo de escapar hubiera surgido. Pero pese a esto los momentos agradables y alegres habían sido más, memorias que nunca cambiaria.

La amistad que en su vida había pensado surgiría, floreció con facilidad; aquel joven con el que había soñado de niña y dejado en una simple ilusión, había reaparecido de la manera más impensable en su vida. Una segunda oportunidad se le hubo dado y ella no la había dejado pasar.

Takaaki Ayagai había resultado ser alguien con quien compagino muy bien; quizás fuera la soledad del chico al verse impedido de llevar una vida social, atrapado durante varios años en aquel lugar o quizás no. Evocaba la primera visita que había realizado después de la forma tan poco grata en que lo había reencontrado, los nervios en ella habían estado a flor de piel, no obstante sus amigas la habían empujado literalmente para que entrara a aquella habitación.

Lo que había empezado como una reunión incomoda se hubo de transformar en una grata convivencia, el joven había logrado disminuir los nervios que la habían estado invadiendo, a pesar de su poca socialización a lo largo de esos años, él lo hubo hecho estupendamente. Sin lugar a dudas se trataba de un alma amable, fue fácil conversar con él.

Transcurso que permitió crecer su relación a través del tiempo; el trato cordial se transformó en una verdadera amistad, y aquellos sentimientos de enamoramiento que una vez había tenido de una idealización, se habían convertido en algo real. Sentimientos que permanecían ocultos, guardados para sí misma.

Sinceramente gustaba de él.

Algo que no había sentido realmente antes, le emocionaba y confundía a la vez, el temor de no ser correspondida frenaba el anhelo de decírselo a él. En ocasiones podía sentir que el sentimiento era mutuo pero otras tantas, pensaba que todo era una mal interpretación que su mente le jugaba, que el chico simplemente le ofrecía una amistad sincera.

Ocasionalmente, desearía consultar con alguna de sus amigas sobre aquello, pero Kaoru no se prestaría para tales temas, sin duda lo rechazaría, para ella la vida era simple: los deportes, la televisión y sus videojuegos.

Y Momoko… la adolescente amante de los dulces, aunque sabía que ya lo intuía acerca de sus sentimientos e inseguridades, la chica tenía sus propios dilemas como para molestarla. No hacía mucho la joven había tenido un nuevo flechazo hacia un compañero de curso llamado Natsuki Uruwa

Un enamoramiento que había rebasado el límite de tiempo en que ella solía ilusionarse con alguien, su atracción hacia él era fuerte e inoportuno para ella; el joven no parecía considerarla más allá de una compañera.

No obstante Momoko era perseverante, así como Sakamoto también lo fue.

El adolescente que recientemente había partido hace tres semanas atrás, mudándose a otra ciudad por parte del trabajo de su padre, había vuelto a estar muy persistente con Momoko antes de irse; las bromas como las invitaciones a salir habían sido un bombardeo. Algo que reconocía su amiga había sido capaz de sobrevivir, la admiraba por ello.

Ahora la joven no cabía de alivio y felicidad, aunque lamentaba no tener la atención de Uruwa. Ella misma había pasado horas escuchando a Momoko comparando a ambos chicos, resultando uno ser favorecido enormemente mientras el otro era acribillado sin compasión.

Sin duda el tiempo traería a alguien para ella, por ahora tenían solo catorce años y una vida por vivir.

Mirando la hora se daba cuenta de que iba con retraso, Takaaki debería estarla esperando, aunque no se preocupaba, él no estaba solo; ella debía estar con él. La imagen de otra joven rubia de ojos azules se formó en su mente, mayor que ella por aproximadamente tres años pero de buen corazón.

Aquella joven había llegado al hospital como voluntaria hacia unos meses, leyendo, y entreteniendo las tardes de los internos, además de apoyar a las enfermeras en algunos cuidados. Recordaba que al principio su amigo no se había sentido muy cómodo con ella, pero con el pasar del tiempo se había empezado a abrir y a construir una amistad con ella también.

Si en algún momento por mucho que le costara admitir, había sentido la preocupación de que esa chica despertara el interés de él, eso murió al momento de relacionarse con ella; amable pero muy profesional, la amistad también nació entre ellas.

Incluso Momoko y Kaoru habían tenido el gusto de conocerla, sonrió al evocar esto último.

Kaoru quien fuera la que más se quejaba de estar en un hospital, hubo de quedar indignada al verse invitada por la joven a ser su compañera de voluntariado, ella la había ya apuntado en su registro alegando que todos deberíamos aportar algo al mundo en que vivíamos.

La expresión de su amiga había sido tal que ella no pudo suprimir la risa al igual que Momoko, logrando molestar más a Kaoru. Por supuesto que no podían decir lo que ya habían hecho anteriormente por el mundo, y claramente este hecho fue tragado por la joven de ojos verdes.

Era curioso como recordaba que la joven rubia les había mencionado en una ocasión que ella tenía un hermano menor muy inteligente, de la edad de ellas. En sus palabras se podía apreciar el orgullo que sentía por él, sin embargo ella no podía acordarse de su nombre. Restándole importancia se prometió preguntarle esta tarde.

Por ahora tenía sucesos más importantes en que pensar, enfocándose nuevamente en el momento en que Kaoru preguntaba a Momoko por la aparición de pesadillas en sus sueños. La pregunta había sido incómoda aun si no fue dirigida para ella; los ojos rojos habían pasado rápidamente por su mente, seguidos de aquellas sensaciones poco gratas que le acompañaban.

¿Hace cuánto tiempo de aquello? ¿De vivir aquellas visiones y sensaciones todas las noches? Semanas sin duda, sin tregua alguna. Fue despertar cada madrugada con el sudor en su cuerpo reflejando el miedo que persistía aun después del sueño.

Hablar de pesadillas podría resultar ser falso; todo resultaba tan difuso e inconsistente que no podría mencionar realmente que ocurría en lo que soñaba. En su mayoría fueron imágenes borrosas, sonidos, palabras ininteligibles y murmullos, pero esto no fue lo que la atemorizaba, lo era las emociones sentidas, fueron tan negativas que caían en lo macabro; fue miedo, angustia, terror, odio, celos, resentimiento, envidia, ira, y otras más que no lograba identificar, todas mezclándose en algo totalmente horripilante, que no alcanzaba a digerir.

El llanto había estado presente al despertar, generalmente solo había una imagen que alcanzaba a ser plenamente clara, la última observada antes de surgir a la vigilia nuevamente; Esos ojos rojos que le miraban, no sabía si a ella o a alguien más pero eran penetrantes. Si bien aquella mirada resultaba lejos de ser cálida, acogedora y del color peculiar, había algo que le resultaba humano; esos orbes no eran sobrenaturales eran de una persona.

Algo que le acomplejaba, recordarlos siempre trajo consigo las sensaciones de la emociones ya mencionadas, aunque cuando trataba de separar todo nunca lo conseguía con éxito; no sabía si era la mirada lo que provocaba también estas emociones o era una simple asociación al ser lo único claro del sueño. Curiosamente la duda fue planteada también con las emociones, era difícil separar que fue suyo o que no, alguna veces se perdía en esto y en otras le parecía identificar que nada de eso fue de ella, sino de otros.

Su experiencia hubo sido escuchada solamente por Takaaki, había acudido a él en busca de apoyo, de un consejo, el chico no había podido más que brindarle en su mayoría apoyo moral y alguna que otra sugerencia de que hacer en caso de pesadillas. Lo que le agradecía profundamente, sabía que él había notado su angustia y terror al compartir el hecho.

Comunicarlo a Momoko y a Kaoru le resultaba difícil, al igual que a su abuela, no querer preocupar a nadie por un sueño que seguramente encontrarían tonto al no tener nada consistente para relatar. Sólo esperaba que esto se detuviera pronto.

El presente clamaba por entrar al hospital y reunirse con su amigo, cosa que hizo.

DDD

Oscuridad acompañada de silencio no fue encontrada por él, la tranquilidad deseada estaba rota, sentía otra vez el viento revolviendo sus cabellos oscuros, sus ojos azules zafiro permanecían atentos: escaneando todo lo que pudieran encontrar a su paso.

Luces y ruido lo acaparaban todo, no importando la altitud a la que se encontraba, los puntos de luz que la ciudad observada desprendía era sorprendente, opacaba el cielo nocturno del área. Las criaturas que habitan el lugar mataban la paz, ni de noche dejaban de producir sonido como él hubiera esperado.

Sin duda mucho hubo de pasar desde la última vez que había pisado tierra, el desarrollo que se había dado era bastante y a la vez no. Un primer pasó hecho, y lo obtenido no había sido muy favorecedor. La espera sería lo siguiente para él.

La Dualidad era algo muy presente por todos lados, se podía sentir con facilidad, en la respiración de cada poro de su cuerpo físico. Aún sin haber visto lo que observo, con este simple hecho ya lo había adivinado.

No por nada fue el interés puesto.

Risas, llanto, abrazos, gritos, juegos, golpes, aplausos, desprecios, tantas cosas que se mezclaban ante lo mostrado a sus ojos. La imagen captada en un edificio al que hacían llamar hospital fue algo que se grabó en su mente, aquello podía muy bien reflejar lo anterior.

Dentro del lugar se Vivian dos realidades, una donde se podía encontrar la miseria, el estrés, la desesperanza, el dolor, el enojo, la resignación, sentimientos negativos generalmente perteneciente a los enfermos, aquellos que habían caído infectados. Y la otra donde se emitía la esperanza, la entrega, lo solidaridad, la unión, el altruismo, la empatía, sentimientos positivos provenientes en su mayoría de la parte sana que luchaba para sacar a aquellos adelante.

Todo conformando una sola realidad.

¿Hacia dónde se inclinaría el peso? Sin querer pensar en la respuesta, evoco una escena vista esa misma tarde: un joven sentado en su cama de hospital junto a una chica visiblemente mayor a él, ambos en la misma habitación siendo el contraste de ellos mismos.

Él representaba lo negro y ella lo blanco; la depresión contra la alegría burbujeante, lo amargo frente a la ilusión, lo sano y lo enfermo. Sólo fue un chico que tuvo la desgracia de tropezar con una enfermedad que lo había retenido de vivir plenamente durante varios años, aunque era consciente que las cosas no eran casualidades nada más, todo tenía su razón de ser.

Acción y consecuencia, sencillamente como eso.

Pero las cosas jamás serian así de simples, la complejidad fue un hecho en todo esto.

Ella fue una joven con un alma bondadosa, mostrando interés por el prójimo y brindando una mano a los demás. Los polos extremos conviviendo, creando un mundo. Él podía ver la maravilla que era por todo esto, el potencial.

Y a su vez era lo que los sumergía, ellos lo veían esto último.

Un tiempo que aún no llegaba pero que avanzaba hacia allá, y los habitantes de casa en su mayoría no podían verlo, creaban teorías, leyendas en base a escritos dejados por habitantes pasados, aun sin interpretar con precisión, o eran deslumbrados por historias distorsionas, creando sólo pánico y miedo, cegándose ante la verdad, siendo tan manejables.

La espera todavía daba un tiempo, algo que pedía fuera aprovechado, sin mirar atrás volvió hacia el lugar de donde había surgido.

TTT

Autora:

¡Hola! Escribiendo esta historia, después de mucho sin escribir, espero que sea del agrado de quien se anime a leerla. Antes que nada debo poner algunos puntos para quien se aventure en este escrito tenga presente:

La historia será larga, si debo confesar tendrá duración dentro de la trama desde que empieza hasta que concluye varios años.

Aunque marco que tendrá romance, quizás este se presente eventual, por lo que los que se queden a leerlo tengan muy en cuenta esto.

Por el bien de la historia no podre indicar cual o cuales parejas serán las que se formaran, se tendrá que ir viendo conforme la historia vaya avanzando.

Agradeceré los comentarios si desean escribirme o sugerencias, sin embargo en cuanto lo que se refiere a la historia, deseo serle fiel a como la he planeado, sin modificarla.

Publicare en cuanto tenga listos los capítulos, por lo que no prometo días exactos.

Siendo así solo queda decir, ¡Disfruten la aventura!

Curiosidades:

Genten: En japonés significa Origen.