Era una noche tranquila. Nepeta se encontraba en su cueva, retocando su pared de ships con la sangre del animal que acababa de cazar. A su lado, Pounce de León ronroneaba mientras la veía trabajar. Su lusus parecía comprender el sentido de los dibujos, pues de vez en cuando lanzaba gruñidos de desaprobación que Nepeta compartía. No todos los troll habían nacido para estar juntos.

De pronto, la paz se rompió. Los animales que habitaban cerca de la caverna comenzaron a chillar, alterados por un extraño zumbido que parecía acercarse. Pounce de León también se veía intranquilo, con la cola levantada y los pelos erizados. Luego de dar un par de vueltas se colocó en la entrada, listo para atacar. Nepeta contemplaba todo esto intentando entender que sucedía, pero fue distraída por el sonido de su computador. Al acercarse, lo comprendió todo. Trollian señalaba un nuevo mensaje, una única palabra que significaba el terror de cualquier troll: "LL3G4RON".

Nepeta quedó paralizada un instante, presa del pánico. Sabía que el día llegaría, pero esperaba para ese momento tener sus cuadrantes listos. Ahora solo tenía uno, el de su Mewrail, su querido Equius. Sin embargo, sabía que a los drones imperiales poco les importaba eso. Ellos venían por sus relaciones concuspicentes, cuadrantes que Nepeta nunca había tenido la oportunidad de experimentar. Con tristeza evocó a Karkat, el troll que le había robado el corazón desde el día que lo conoció, ciclos atrás. Se preguntó si seguiría vivo en ese momento. Se preguntó cuántos de sus amigos lo estarían.

Cuando volteó, ya era demasiado tarde. En la entrada de su caverna la esperaban dos cubos que jamás llenaría, junto a un dron manchado por la sangre de trolls que habían tenido la misma suerte que ella. Pounce de Leon miraba asustado, incapaz de atacar. Nepeta caminó lentamente hacia él, para abrazarlo en sus últimos momentos.

El dron levantó el primer cubo, esperando un nombre. Nepeta negó en silencio, mientras acariciaba a su lusus. El dron reemplazó el cubo por un garrote y Nepeta decidió cerrar los ojos. En su mente, quien se acercaba a ella era Karkat, a punto de besarla. Cuando el garrote impactó en su cabeza, ella sonreía...

Despertó en el Velo con el cuerpo bañado en sudor y un nudo en la garganta. Aunque ahora tenían enemigos más importantes que los drones imperiales, la pesadilla que había soñado durante ciclos no había desaparecido. Probablemente jamás podría deshacerse de ese temor.

Como tantas veces, decidió ir a ver a su moirail para calmarse. Antes, cuando vivían en Alternia, debía esperar hasta la noche para emprender el viaje, lo que significaba horas de ansiedad. Sin embargo, esta vez corrió de inmediato en busca de su pareja, aún con lágrimas en los ojos por el mal sueño. Al llegar, abrió la puerta. Desde el interior, un par de ojos adormecidos le observaban.

Ingresó a la habitación de su pareja en busca de consuelo. Ni siquiera era necesario darle explicaciones de por qué estaba ahí. El deber de un moirail es velar siempre por el corazón de su compañero, incluso cuando no sepa que secretos alberga. Y era probable que nunca le confesara aquel secreto, aquel temor que le llenaba el cuerpo de sudor y le hacía perder la calma.

El terror de perder a su querida Nepeta.