Disclaimer: ninguno de los personajes, series y lyrics son de mi propiedad.
Crossover Natsume yuujinchou x Hotarubi no mori he.


"No name for love: No hay nombre para el amor"

Your very voice is in my heartbeat
Sweeter than despair
We were there, in everlasting bloom

"Every time you kissed me" –Emily Bindiger

Capítulo 1
"Encuentro destinado"

"Existen historias sobre este lugar. Se dice que la gente suele perderse en la montaña y no regresan jamás. O si logran sobrevivir, cuentan historias inverosímiles sobre extraños seres que habitan el lugar, ocultos en sus profundidades. Seres que pertenecen a otro plano diferente al humano, llamados "dioses" y "youkai*".

En lo alto del bosque, a lo largo del tiempo, la gente creó un templo para calmar a estos seres, pero sobre todo a la deidad que reina sobre el lugar. Sin embargo, al dios de la montaña le desagradaban los humanos, por lo que hizo muchos senderos donde la gente terminó perdiéndose.

En una ocasión, hace mucho tiempo, hubo una joven que se atrevió adentrarse al bosque. Enfurecido por la intrepidez de la muchacha, el dios de la montaña le quitó a su hijo como castigo.

Desde entonces, nadie volvió adentrarse al bosque.

Es por ello que, si vas a la montaña, es mejor ir con cuidado y no adentrarse tanto".

Esa fue la primera historia que le contaron a Natsume cuando llegó a la casa de verano, cerca de la montaña, donde vivían unos familiares lejanos. Natsume, curioso al recordar la anécdota, se asomó por la ventana para contemplar el paisaje, pero sobretodo, para observar con detenimiento el bosque que se esparcía detrás de la casa. Desde la ventana de su habitación, se observaba la copa de los árboles y algunos ginkgos que fueron plantados cerca de la casa, formando un verde tapete debajo de un hermoso y despejado cielo azul. El silencio de la montaña sólo era roto por el cantar de algunos pájaros y por el ruido de la brisa que movía las copas de los árboles, llevando consigo un olor a hierbas frescas. Un aroma que le pareció nostálgico por alguna razón.

La casa donde se encontraba no parecía muy grande por fuera, pero la cantidad de cuartos hacía del lugar enorme, pareciendo fácil perderse. Afortunadamente, un largo corredor en forma de escuadra conectaba la mitad de las habitaciones, dando al final con una escalera que llevaba al resto de las habitaciones del piso de arriba. La que sería la habitación de Natsume durante esos días se encontraba ahí.

Era un pequeño cuarto donde se respiraba un aire acogedor. Prácticamente ausente de decoración, salvo el tatami, la puerta corrediza que separaba de otras habitaciones y un cuadro de arte clásico japonés; el resto del cuarto era decorado con las pertenencias que Natsume desempacaba de su maleta.

Habían llegado poco después de que la venta de la casa de sus padres biológicos fuese terminada. Natsume se convenció a sí mismo que aquella casa no significaba nada, pero en el fondo, no podía negar el vacío que amenazaba por dentro. Natsume era un chico de preparatoria, serio y de carácter introvertido, por lo que no solía decir lo que sentía. Estaba muy agradecido con Touko y Shigeru, sus padres adoptivos, por lo que no quería preocuparlos o causarle molestias. Sin embargo, ellos reconocieron la tristeza de inmediato en él, algo que a Natsume le conmovió puesto que nadie antes se había preocupado en verdad por é había conocido lo que era la indiferencia, o incluso, lo consideraban una molestia. Y lo entendía. Después de todo, ¿quién quería hacerse cargo de aquél niño extraño que decía ver cosas? Con el tiempo, aprendió a callar, a mantener su mundo en secreto... y con ello, a guardarse sus propios sentimientos.

Sin embargo, Touko y Shigeru le habían enseñado lo que era la amabilidad, mostrar una sincera preocupación, y sobre todo... cariño y amor. Ellos, preocupados y deseando aprovechar el verano, no tardaron en aceptar la invitación de unos parientes lejanos en cuanto tuvieron la oportunidad; pensando en que, quizás, el estar cerca del campo podría a ayudarle a aliviar su pesar. Natsume inhaló profundamente, limpiando sus pulmones con el aire limpio de aquél lugar. Quizás, ellos tenían razón...

-Natsume, ¡la comida está lista! – gritó Nyanko-sensei, un gato viejo y gordo que le acompañaba a todos lados, despertándole de sus pensamientos.

Era su compañero youkai*.

Nyanko-sensei entró a la habitación de un salto, y se colocó a lado de él, apremiándolo a bajar. Natsume aún desempacaba su maleta, incluyendo El Libro de los Amigos; una reliquia heredada por su abuela Reiko donde estaban escritos los nombres de youkai que ella había derrotado en su juventud. Desde que él había obtenido la reliquia, constantemente se veía acosado por youkai que deseaban recuperar sus nombres. Llegándose a meter en líos constantemente, siempre mantenía bien resguardado el libro. Sin embargo, se encontraban lejos de casa y la posibilidad de que algún yokai estuviera cerca, era muy baja. No había necesidad de mantenerlo tan vigilado. O eso quería creer.

Natsume se aseguró que El Libro de los Amigos no se encontrara fácilmente a la vista, colocándolo en el fondo de su maleta y bajó a comer. Pese a que continuaba siendo medio día, el viaje largo y agitado terminó por despertarle el apetito. Aunque, si debía ser sincero, terminó bajando debido a la presión de Nyanko-sensei, un amante de la comida y el buen sake… y no tanto por el hambre.

-Takashi-kun- Touko, su madre adoptiva, le interrumpió cuando Natsume se preparaba para retornar a su habitación una vez finalizado sus alimentos. -Kirika-san, la dueña de la casa, me dijo que necesita hacer unos cambios en tu habitación, ¿te molestaría esperar un rato? Es una buena oportunidad para que conozcas el vecindario. -Touko le regaló una sonrisa-. Sólo no te alejes demasiado y recuerda no adentrarte mucho en el bosque.

-De acuerdo. –Natsume recogió los cubiertos, asintiendo y regresádole una discreta sonrisa.

Natsume cruzó el portón junto a su gordo gato. No parecía mala idea, después de todo, el tomar aire fresco le ayudaría a despejar su mente. Aunque al parecer, Nyanko-sensei parecía estar totalmente en desacuerdo.

-¿Por qué tenemos que caminar después de comer?, ¿No saben que es malo para la salud?

-Más bien lo contrario, te hará bien. Si te la pasas solamente comiendo y quieto en la casa, engordarás más de lo que estás.

-¡¿Me acabas de llamar gordo?! –Nyanko-sensei le recriminó en voz alta. Natsume no pudo evitar soltar una ligera sonrisa. Afortunadamente el resto de las personas no podían escuchar a Nyanko-sensei por tratarse de un youkai, pero Natsume podía hablar perfectamente con él debido al don que había heredado de su abuela, Reiko.

Caminaron por unos minutos. Los rayos del sol del medio día daban directos al suelo, haciendo del clima aún más sofocante. Era gracias a la espesa cobertura de los árboles que podía salir a caminar en pleno verano. Una suave brisa refrescaba de vez en cuando, moviendo los mechones claros que cubrían la frente del ojimiel.

Ambos siguieron el camino de terracería que llevaba hacia la orilla del pueblo, donde se encontraba el lago. A lo lejos se podía observar el espejo de agua; era cristalina y se reflejaba el azul del cielo. Conforme se fueron acerando, una extraña silueta llamó su atención. Alguien se movía a la orilla de aquél lago de forma inquieta; moviéndose constantemente de un lado a otro, deteniéndose de vez en cuando. Natsume dudó por un momento.

-Parece haber extraviado algo, ¿no será bueno ayudarle?

-Míralo bien, es un youkai. –Nyanko-sensei señaló hacia quien hablaban. Tenía cuerpo antropomórfico, parecido al de una persona, cubierta en una yukata como solían ser la mayoría de los youkai, pero no llevaba máscara. Llevaba los ojos vendados y una cabellera que le llegaba casi a los hombros. -En esta temporada suelen salir mucho. Incluso se acercan a los humanos debido a las proximidades de los festivales de verano. Lo mejor será que andes con cuidado, Natsume, o lograrás meterte en más líos de lo normal. Seguramente lo que perdió no ha de tardar en encontrarlo.

Ambos siguieron caminando, haciendo caso omiso del youkai. Sin embargo, Natsume no pudo evitar regresar la mirada en varias ocasiones, dudando aún, si debía ayudarlo o no.

Más adelante, observaron un puente que cruzaba un arroyo que desbordaba en ellago. Lo cruzaron desviando su mirada en el amplio paisaje. Algunos peces chapoteaban de repente, interrumpiendo la serenidad del lugar, a lo cual Natsume le pareció divertirlo. El constante sonido de la corriente era relajante, invitando a detenerse por un rato.

Natsume recargó sus brazos sobre el andén para contemplar los peces que se veían bajo el agua cristalina. Sin embargo, al asomarse algo sobresalió del lugar: unos extraños pies desnudos se encontraban exactamente debajo del puente, inmóviles, acompañados de lo que parecía un llanto.

Natsume bajó impulsivamente el puente, sin pensarlo dos veces.

-¡Natsume! –Nyanko-sensei intentó detenerlo, sin éxito.

-¿Estás bien? -Natsume se acercó rápidamente, sorprendiéndole lo que vió.

Una extraña chica de cabello largo, vestida con un camisón de verano y falda se encontraba bajo el puente. Sin embargo, no eran sus manos lo que tapaba su rostro, sino una extraña máscara de zorro. Una máscara de youkai. La chica detuvo el llanto en cuanto escuchó la voz del ojimiel, adoptando una postura a la defensiva. ¿Quizás fue muy imprudente al llegar así de repente?

-¿Quién eres tú? -la chica le recriminó.

Aquello era extraño, no el hecho de toparse con dos youkai, sino que éste no vistiera ropa tradicional. Éste era diferente, incluyendo su presencia. Algo en su interior le indicó que no se trataba de un youkai, sino…

-No pienso hacerte daño –Natsume intentó tranquilizarla.

-Algo no está bien aquí. –Nyanko-sensei subió al hombro del ojimiel, hablando en voz baja al oído de Natsume.

–Lo sé... ella es humana. –Natsume, le contestó también en un susurro.

-Pensé que nadie me encontraría aquí. Vaya escondite inútil me vine a encontrar. –la chica inmediatamente se limpió las lágrimas, escondiendo todo rastro de debilidad.

Era una chica linda, de sencillos pero encantadores ojos oscuros de brillo azul y cabellera castaña. Posiblemente era más joven que Nastume, quizás solo por un par de años. Él, por alguna extraña razón, se sintió nervioso.

-¿E-estás perdida o algo? –el comentario pareció hacerse gracioso a la chica, ya que ésta rió.

-No, no lo estoy. Bueno, no exactamente, vivo cerca de aquí, yo sólo…

La chica desvió la mirada intimidada. Efectivamente, estaba perdida. Natsume le ofreció su mano y ayuda. Sin embargo, ¿no estaba ya algo grande para llorar si se perdía?

-Yo tampoco conozco mucho los alrededores, sólo estoy de visita con algunos familiares. –Natsume intentó tranquilizarla, siendo amable con ella-. No hay muchas casas alrededor.

-No quiero ir a casa. Aún…

La chica desvió la mirada con ojos tristes, levantando el objeto que traía con ella. Nyanko-sensei se percató de aquella máscara que llevaba en la mano. Aprovechando, observó el objeto con detenimiento. Era una elaborada y cuidada máscara de zorro blanco. Los detalles estaban bien cuidados, por lo que no era una máscara cualquiera. Natsume observó curioso el interés que la máscara había despertado en su gordo amigo.

-¿Puedo preguntarte sobre esa máscara? –Natsume se aventuró a preguntar.

La chica tomó entre sus manos la máscara y la acercó a su pecho, denotando el profundo cariño que le tenía hacia el objeto.

-Es un regalo muy preciado.

Natsume no quiso preguntar más pese a la mirada inquisitiva de Nyanko-sensei. Consideró que no era prudente indagar en cosas personales... por el momento. Era evidente que la chica sufría, y un halo de tristeza se cernía en torno ella. Natsume no pudo evitar observarla con detenimiento. ¿Cómo era posible que una chica tan bonita sufriera de aquella manera?

-¿Puedo preguntarte tu nombre?

Ella levantó la mirada y sus ojos se toparon con los suyos. La chica separó de su pecho la máscara y deslizó la yema de sus dedos con sutileza en su objeto preciado.

-Me llamo Hotaru.

-Es un bonito nombre.

Ambos intercambiaron una sonrisa. Hotaru se reincorporó y ambos abandonaron el puente. Caminaron de regreso al pueblo, intercambiando información y se conocían un poco más. Por alguna extraña razón, su compañía resultaba ser agradable, pero había algo en ella que le inquietaba. Algo que le recordaba, a sí mismo.

El viento sopló, refrescando el ambiente por unos momentos. Hotaru hizo ademán de decir algo pero calló. Requirió un momento para que se decidiera a hablar.

-¿De casualidad, conoces la entrada al templo del dios de la montaña?

-A decir verdad, apenas llegué al pueblo.

Hotaru dudó nuevamente, y volvió a levantar la máscara de zorro que llevaba con ella, como si necesitara de aquél objeto para encontrar la respuesta. -¿Te gustaría acompañarme?

Nyanko-sensei que viajaba a lado de ellos, subió al hombro de Natsume para hablarle al oído.

-Es demasiado sospechosa. Es extraño para un humano en estos tiempos querer ir ahí.

-¿No es muy peligroso ir para allá? Me han contado que la gente suele perderse. –Natsume preguntó para intentar disipar las dudas de Nyanko-sensei.

-Los pueblerinos suelen inventar muchas historias. -Hotaru sonrió levemente–. Cuando era niña solía visitar todos los veranos ese santuario, y nunca me perdí. –La sonrisa que se dibujaba en su rostro desapareció momentáneamente–. Aunque siempre iba acompañada de él.

A Natsume le costó trabajo escuchar la última frase. Parecía que la había dicho más para sí misma. Hotaru continuó al sentir la mirada de Natsume.

-Prometo que no nos adentraremos al bosque. Sólo será un momento. –Hotaru bajó la mirada un momento hacia la máscara que traía en sus manos. -Es sólo que he perdido… algo muy importante ahí.

A regañadientes de Nyanko-sensei, Natsume accedió. -De acuerdo.

Hotaru tomó la delantera para guiarlos hasta el lugar. Delante de ellos, una larga escalinata se extendió frente a ellos, como era típico a la entrada a un santuario. Natsume subió, detrás de ella. Después de subir los largos escalones por un rato, ambos llegaron a la entrada del santuario.

Enormes árboles frondosos rodeaba el lugar y había vegetación crecida en todas partes. Hotaru se quedó quieta por un momento contemplando aquél lugar como si no lo reconociera. Había aparecido un paisaje totalmente diferente ante lo que sus ojos castaños recordaban. Ya no estaba ningún arco a la entrada y los escalones eran cubiertos por la hierba alta. Pero sobretodo, ya no estaba él en la entrada de aquél lugar. Hotaru se acuclilló de rodillas un momento, tratando de despejar la yerba. Natsume sólo la observaba con especial atención.

-Todo está tan diferente… -se le dibujó un nudo en la garganta a Hotaru–. A pesar que cada verano solía venir a este mismo lugar. No puedo creer lo mucho que ha cambiado desde la última vez. Supongo que él cuidaba esta entrada para mí.- Su voz se entrecortó.

Hotaru sintió nacer un enorme hueco en el estómago. Una a una, las lágrimas empezaron a recorrer su rostro. Pese a que intentó contenerlas, el llanto y algunos sollozos rápidamente se hicieron presentes.

Desesperación, nostalgia y tristeza

Poco a poco los recuerdos de su infancia fueron llegando ante ella. La alegría, las risas, pero sobre todo la calidez de aquella mano que había tocado por única y última vez. Todo parecía tan cercano, tan reciente… recordaba todo tan vívidamente que era doloroso. No pudo evitar llevarse una mano a sus labios para intentar callar el llanto, mientras llevaba la otra al pecho tratando de despojar el dolor que sentía quemarla por dentro.

Hotaru observó la máscara de zorro. Él ya no estaba. Y no volvería a estarlo por más que le llorase. Ya no estaba esperándola en aquél escalón junto al arco de un templo que tampoco existía más. Por más noches en las que ya había vaciado lágrimas, el dolor volvía a sentirse tan real como el de esa última ocasión. La única vez en que tuvo, al fin, a su ser amado en sus manos para sólo perderlo momentos después; dejando detrás de sí, sólo una máscara con un zorro dibujada en ella, como único testigo de lo que ambos habían vivido a lado del otro.

Hotaru soltó en llanto. Natsume colocó una mano sobre sus hombros en señal de apoyo e hizo que recargara su cabeza sobre su pecho. No necesitó explicaciones para percibir el dolor de ella. Era todo lo que podía hacer.

Y eso, era suficiente para ella…


*Youkai= demonio, fantasma o ser sobrenatural que forma parte de la mitología japonesa.

Comentarios:

¡Bienvenidos una vez más, dearies! Necesitaba hacer un cambio de aires y distraerme del Rumbelle un momento para refrescar la mente, por lo que me puse a desempolvar este old fic.

Este fic tiene sus buenos años, lo escribí prácticamente después del estreno del ova de Hotarubi no mori he, y fue el primer fic largo (más de 15 páginas) que escribí. Desafortunadamente, nunca terminé los capítulos finales y no lo publiqué. Sin embargo, la historia está estructurada por lo que retomarlo no creo cueste mucho trabajo. Aunque lo que ha sido la corrección de este capítulo sí me ha llevado algunos dolores de cabeza jajaja. Tuve que reeditar, reescribir e inclusive añadir nuevos párrafos, pero creo que ha valido la pena, aunque no dudo que conserve algunos errores.

Me alegra haberme esperado hasta este punto para sacar a la luz este fic, ya que necesitaba madurar mi redacción para sacar un buen escrito. No obstante debo agradecer a una vieja amiga que en su tiempo, me ayudó a corregir hace años este capítulo, cuando recién lo escribí. Gracias.

La historia quizás inicie algo lenta y con detalles, situaciones o ambientaciones que se sientan de sobra. Pero créanme, todas son necesarias. Tienen su razón de ser para capítulos posteriores, por lo que espero se den la oportunidad de continuar leyendo. Prometo más acción y revelaciones más adelante.

De antemano, les agradezco enormemente haber llegado hasta aquí. ¡Los adoro!

Sialia

Roses die,
the secret is inside the pain
Winds are high up on the hill
I cannot hear you

Every time you kissed me" –Emily Bindiger