Diclaimer: Los personajes no me pertenecen. Son propiedad de Square Enix y Disney, Kingdom Hearts.
Capítulo uno.
« Kairi »
Hoy no era mi día, eso lo tenía claro. Mala suerte. Normalmente pongo el despertador a las 6:30 de la mañana para llegar a tiempo al colegio, especialmente los lunes como hoy, porque tenemos Inglés a la primera y segunda hora. Si llegas tarde, la bruja de la Miss Minerva (que por cierto, hasta tiene la cara de bruja) te deja parada en el pasillo hasta el fin de sus clases, y te anota como tarde en el libro de clases. Y eso no sería para nada bueno, pues mi hoja de observaciones está "limpia", para el orgullo de mis padres. Pero hoy, el estúpido despertador no sonó, y cuando me desperté por causas naturales (llámese así al remesón "amoroso" de mi querida amiga Naminé, que venía a buscarme para irnos juntas al colegio) eran pasado las siete.
- Si no te apuras Kai, te juro que te dejo aquí. Ni cagando llego tarde de nuevo – me amenazó, un tanto innecesariamente porque por nada del mundo pensaba arriesgarme a la furia de la "vieja dragón".
Un tanto atontada por los restos de un sueño que aún no desaparecían, pensé fugazmente que el "de nuevo" estaba de más. Tampoco nos atrasamos tan seguido. Un par de veces al mes no es tan grave.
Como un huracán corrí al baño con una toalla limpia y mi uniforme bajo el brazo, me lavé, sequé el pelo, peiné y vestí en tiempo récord, mientras Naminé amablemente metía mis cosas en mi mochila. En el baño intenté recordar que había soñado, pero como siempre, solo recordaba imágenes inconexas, aunque al intentar acordarme me surgía un ligero sentimiento de angustia. No era nada grave, ni tan intenso tampoco, así que mis preocupaciones se fueron con el agua de la ducha.
Corrí a la cocina a despedirme de mamá y papá que me desearon un buen día. Ni me molesté en desayunar, sólo tomé una cajita de leche de la despensa, que guardé en el bolsillo de la falda gris del uniforme. Afuera, Naminé ya me esperaba, sujetando su bici con una mano y mi mochila en la otra.
- Espérame un segundo, tomo la bici y voy – le supliqué, al tiempo que me dirigía a la cochera, maldiciendo cuando me tropecé con la manguera del jardín.
- Si te pude esperar media hora, no me importan unos segundos – me replicó, encogiéndose de hombros.
Naminé siempre ha sido una chica tranquila con paciencia de santa, cuyo príncipe azul sólo podría tener forma de carboncillos y pasteles para dibujar. Y qué decir si se le presenta uno con acuarelas o una croquera, la dejaría loca, no exagero. Normalmente no la verás enojada o alterada, a menos que la situación en verdad lo amerite. De hecho, lo más común es verla sentada dibujando en sus cuadernos sin que ningún profe se dé por enterado. Todavía no entiendo como saca esas notas que tiene, y eso que la conozco desde que tengo memoria. Y desde entonces que hemos sido inseparables. Especialmente porque vive a dos casa de la mía y fuimos al mismo jardín infantil. Creo que hacemos todo juntas desde que tenemos memoria. Pero mi memoria no es muy buena, así que no podría precisar desde cuándo.
Me subí a la bici y partimos a toda velocidad, con tanto retraso que de seguro nos echarían una retada magna.
Dejé que el viento despeinara mi pelo rojizo mientras sentía el mal humor de las mañanas disiparse lentamente. Siempre me ha gustado andar en bicicleta. Aunque no en esas mountain bikes porque me dan un poco de miedo. No, me gusta salir a pasear o a andar por una pista lo más plana posible, ojalá en una bici normal y no en uno de esos monstruos con ruedas. Ni en broma me mencionen caminos de obstáculos y esas cosas.
Ojo, no se atrevan a pensar que soy cobarde, eso sí que no. Sólo creo que soy lo suficientemente torpe como para pertenecer al 1% que cae mal y se rompe la cabeza. Cuando le comenté a Naminé que esas vueltas en el aíre me dan ataque con solo verlas, me dijo que no tenía sentido y tiene razón, porque me las arreglo de lo más bien con la volteretas en skate o en patines. Sea, soy como soy, nada que hacerle. Si mi cerebro dice que no, no le voy a llevar la contraria.
Recuerdo que aprendí a andar en bici antes que todos mis amigos. Fue como a los tres años que monté una bici amarilla sin rueditas que era de mi vecino. Era como cuatro veces mi cuerpo. Ni siquiera podía subirme yo sola, y casi no alcanzaba los pedales, pero mi amigo me ayudó. No recuerdo bien quién era, pero claramente era un irresponsable. Aunque debería darle las gracias, pues así partió todo, me enamoré de esa sensación de volar y de viento en el pelo.
No me malinterpreten, no es como que fuera una genio que a los tres años se sube a la bici y ya puede andar. De hecho, mi primera sensación de volar debe haber sido el trayecto desde el asiento de la bici al suelo, después de haber chocado contra la reja de mi casa. Todavía tengo la cicatriz en mi rodilla, aunque casi ni se nota. Pero bueno, eso fue hace bastante tiempo y mi último accidente en bici ya ha quedado atrás.
Un grito de Naminé me sacó de mis divagaciones.
- ¡Faltan cinco minutos para la campana! – su voz sonaba un poco asustada. Justo a tiempo alcancé a ver que el semáforo estaba en rojo y que debía frenar. Sentí crujir la cadena de la bici de una forma que no me gustó nada, pero lo ignoré. Ya tendría tiempo después para pasar a engrasarla.
- No te preocupes, seguro que lo logramos – dije para tranquilizarla, aunque no estaba muy convencida. Apenas se puso verde pedaleamos a toda velocidad.
A lo lejos pude divisar la escuela.
Y también escuchar la campana.
- ¡Mierda!- ¡Shit! – dijimos al unísono.
Por si no lo he mencionado, Naminé suele hablar en inglés con su familia, porque sus padres son británicos. A veces se confunde, y cuando está asustada o nerviosa empieza a hablar en inglés. Eso sí todos en su familia hablan perfecto el español. Qué envidia ¿no?
Llegamos sólo tres minutos atrasadas, pero eso fue suficiente para que Miss Minerva nos dejara fuera. Parece que hoy estaba de malas, porque además nos gritó frente a toda la clase, con ese vozarrón suyo. Todo el colegio debe haberse enterado de que llagamos tarde.
Vi como Olette nos miraba divertida desde su asiento en la tercera fila y nos hacía una seña de "relax, la señora está loca". Claro, para ella llegar a tiempo es pan comido, si vive a menos de una cuadra del instituto. Aunque eso es bastante positivo. Su casa siempre es la elegida para pasar un rato después de clases, las tres juntas.
A Olette recién la conocimos estas vacaciones, cuando fuimos a la playa con la familia de Nam, que tiene una cabaña de lo más linda cerca de un balneario. Nos llevamos de lo mejor a primera vista, y luego nos la encontramos en el instituto, anda a buscar una casualidad mejor. Parece que nos conociéramos de siempre, y eso que las clases comenzaron recién hace unas tres semanas.
Cuando la Miss dejó de retarnos, Nam y yo nos confinamos al pasillo. Por suerte no nos anotó en el libro. Seguro tuvo que ver con que Naminé es su "alumna estrella", la chica del puntaje perfecto. ¡Qué lata! Ahora iba a tener que pedirle sus cuadernos a alguien para ponerme al día, y no podría contar con Nami, porque estaba en las mismas que yo.
Saqué la leche de mi bolsillo para desayunar. Si Olette me viera, gruñiría ante tan "nutritivo" desayuno. Siempre se queja de mi delgadez extrema y de que me alimento mal, y blah blah blah, aunque yo encuentro que como bien; además, hago ejercicio con frecuencia. Ella es la que come mucho, a la italiana, como dirían algunos. Y aún así también es delgada. Pero nooo, se niega a ver que ella es casi una top model y anda hinchando a los demás.
Suspiré, y me volví hacia mi amiga que ya había sacado una de sus múltiples croqueras. Seguramente se disponía a dibujar el pedazo de patio que se veía desde la ventana.
- Lamento haberte hecho llegar tarde Nami. La próxima vez te juro que no pasará. – le susurré en voz baja, por si nos escuchaban desde adentro.
- No te preocupes, no es tan malo – negó con la cabeza, displicente. – Es mil millones de veces mejor que estar ahí dentro, con la vieja esa gritando todo el rato. Casi que tengo que darte las gracias - Puso tal cara de "odio a esa señora mala onda", que me costó trabajo retener la leche para que no escapara por mi nariz. En respuesta a ese sonido amortiguado, escuchamos a la Miss gritar "¡Sileeencio!" con voz de urraca y golpear la mesa con el borrador.
- ¡Oye! Tengo una idea. ¿Por qué no mejor, en vez de quedarnos aquí, nos vamos a la azotea? Seguro que la vista y los sonidos, (anda a saber tú que un ser humano podía gritar así) son mejores que aquí – la tenté.
A mi amiga le brillaron los ojos. No sólo por la vista prometida, si no porque ambas sabíamos que eso sería muy, muy arriesgado. Si la Profesora llegaba a salir en un acto de extrema bondad para decirnos que volviéramos a entrar y no nos encontraba, tendría todo el derecho de mandarnos a la oficina del rector. Pero ¿qué probabilidades había de que esto ocurriera? Casi nulas. Además, no era como que fuéramos hacer la cimarra, no íbamos a salir del colegio. Era sólo ir a dar un paseíto por ahí. Todos necesitamos "Ir al baño" después de todo (La excusa perfecta, no se puede negar). Nos miramos con malicia.
Gateamos silenciosamente mientras pasábamos por delante de nuestra sala y las contiguas, hasta llegar a las escaleras. Subimos a toda la velocidad posible sin hacer ruido, cuidando que no nos fuéramos a encontrar de golpe con la inspectora.
El cielo estaba gris y hacía un viento que pelaba, pero no nos importó. Nos sentamos bien juntas en una esquina donde no llegara mucho viento. Libertad, oh bendita libertad. Teníamos dos lindas horas libres por delante.
« Sora »
Hoy si que era mi día. Me desperté temprano con una sensación de "hoy será un día genial" tan grande, que ni siquiera me la amargó el hecho de que fuera un Lunes en la mañana. Aunque, ahora que lo pienso, no es algo tan especial en mi.
No es que ir al colegio temprano en la mañana me llene de gozo, no, porque eso sería raro. Lo que pasa es que casi siempre estoy de buen humor y lleno de energía. Creo que tengo eso de ser como hiperquinético, porque odio aburrirme. Nunca me puedo estar quieto, porque es como intentar detener arena con los dedos. ¿O era detener el agua con los dedos? Bah, el significado sigue siendo el mismo. La gente suele hacérmelo notar como si fuera algo malo, porque me cuesta concentrarme y seguir la línea de las cosas que me aburren. Ojo, eso no significa que sea tonto. De hecho me va bastante bien en el colegio, sobre todo en deportes. Lo que pasa es que divago con mucha facilidad y siempre me voy por las ramas. Pero si pongo mi voluntad en algo, fijo que lo consigo.
Bueno, como decía, normalmente me despierto siempre lleno de energía y con un humor excelente, pero hoy era especial, no sé bien por qué. Sentía como que sería capaz de todo, hasta de viajar por otras dimensiones, vencer muchos malos adeptos a la oscuridad, salvar a mis amigos y al mundo, para finalmente volver sano y salvo, convertido en el mejor protector de la paz y el equilibrio.
Me demoré nada en ducharme y vestirme, tomé un desayuno contundente y me dispuse a salir con suficiente tiempo como para llegar al colegio andando con las manos.
Aún así me dirigí corriendo lo más rápido que pude a la casa de Roxas, mi mejor amigo, a ver si lo encontraba durmiendo. Si así era, me iba a divertir de lo lindo, porque si hay algo que detesta a sobremanera, es que lo despierten cuando está cansado. Y eso es casi siempre, porque la mayoría de los días nos la pasamos juntos hasta tarde con los amigos. La diferencia está en que yo no necesito dormir tanto como él, así que aunque duerma 6 horas, igual despierto fresco como una lechuga. Él, en cambio, parece que necesita dormir por lo menos 10 horas para no amanecer gruñón. O sea que está gruñón casi siempre.
Roxas da la impresión de ser melancólico, excesivamente sarcástico y peca de gruñón, pero creo que eso ya lo había dicho. Eso sí, es terriblemente simpático. Tiene de esas personalidades rebeldes que llaman la atención, pero es buena gente, lo mires por donde lo mires. Le gusta andar en patineta y nadar, sin importar si es en la piscina o en la playa. Eso significa que tiene muy buen físico, así que siempre apaña en las competencias escolares, y junto con Riku, es mi rival en deportes. Además, tiene un humor bárbaro.
La verdad es que no lo remplazaría por nada, ni a él ni a Riku, porque son lo mejor de lo mejor. Siempre hemos hechos juntos todas las leseras que se nos ocurren. Y además, nos conocemos desde la guardería.
Sé que daría mi vida por ambos, aunque para eso tuviera que atravesar mundos completos… Uff, parece que hoy, además de feliz me he levantado sentimental. Esto que acabo de pensar no se los diría jamás, ni en broma. A Riku especialmente; siempre se ríe de lo sensible que soy. Y de lo débil, porque creo que con suerte he ganado un octavo, no, incluso menos del total de peleas que he tenido contra él. En mi defensa debo decir que él podría ganarle incluso a un profesional, porque es genial en todo lo que tenga que ver con lucha o físico. Y con las matemáticas también. Según yo, es un genio encubierto que va a dominar el mundo tarde o temprano.
Llegué a casa de Roxas en un abrir y cerrar de ojos. Siempre he estado orgulloso de mi velocidad, pero esta vez me he superado. Me demoré nada más que cinco minutos. Nuevo record pensé, y me sentí satisfecho.
La casa de Roxas es una casa normal, más bien grande para mí, que vivo en un departamento con mis padres. Pero es de tamaño razonable, considerando que tiene varios hermanos. Cuando toqué la puerta, de hecho, me abrió su hermana mayor, Larxene. Debo admitir que igual se parecen un poco, para desgracia de Roxas, que la odia con su vida. Ambos son rubios, pálidos y tienen ojos azules. Aunque los de su hermana tienen un toque verdoso.
Me miró con cara de superioridad y un mohín de asco, pero pasé ambos por alto.
- ¿Qué tal? – dije, al tiempo que sonreía ampliamente. Como no me respondió continué, sin modificar mi sonrisa porque ya estaba acostumbrado a su frialdad. – ¿Roxas está?
- Se está duchando. Espera afuera – me dijo. Seguidamente cerró la puerta en mi nariz.
Suspiré. Que desagradable. Esa chica no cambiaría jamás. Pero lo que más me molestaba era no haber alcanzado a despertar a mi amigo. ¿Desde cuándo se despertaba temprano?
Pasaron diez minutos.
Y pasaron diez más.
Incluso me quedé ahí, silbando y mirando las nubes grises, unos quince minutos más.
¿Por qué Roxas se demoraba tanto?
Estaba a punto de llamar a la puerta, cuando recordé que lo más seguro es que Larxene no me abriría, sin importar cuánto tocara. Así que me dirigí a la parte trasera de la casa, donde la madre de Roxas tiene un jardín enorme en el que cultiva de todo.
El patio tiene una huerta y dos árboles, un manzano con un columpio amarillo en el que los tres jugábamos de pequeños, (con Riku, no iréis a pensar que con Larxene) y un naranjo que da las mejores naranjas que haya probado. Al lado del naranjo y apegada a la pared, hay una especie de árbol-enredadera bastante firme. La gracia de describir todo esto es para explicar lo que haré a continuación. La enredadera recién mencionada da justo a la ventana de Roxas, sólo hay que trepar, asomarse un poco y ya está: Tienes una vista perfecta a su pieza. Si la ventana no está abierta, incluso puedes entrar; o en su debido momento, salir. Y entrar era precisamente mi intención.
Trepé y me encontré con la suerte de que la ventana no estaba con seguro. La deslicé silenciosamente, me di impulso sobre una rama y entré, intentando no hacer ruido para que Larxene no me descubriera. La verdad, me lo estaba pasado de lo lindo con esto de burlar su vigilancia. Me la imaginé mirando por la ventana, esperando que me diera cuenta de lo tarde que se me hacía. Reprimí una risilla.
Justo entonces reparé en un bulto encima de la cama.
Un bulto con pelo rubio.
Que por cierto, estaba roncando y no tenía ningún aspecto de haberse duchado.
Larxene es una verdadera…
- Roxas, especie de imbécil, ¿Qué mierda haces dormido todavía? – Le grité al mismo tiempo que apoyaba con fuerza mi rodilla en su abdomen, la forma más certera de despertarlo, considerando que ya no quedaba tiempo para bromas.
- ¡Buuuuf! – el golpe lo despertó de inmediato. - ¡¿Sora? Que mier…..
- Mira la hora – le interrumpí - ¡La estúpida de Larxene me dijo que te estabas duchando! ¿Cómo es que sigues en la cama?
Roxas abrió los ojos desmesuradamente mientras miraba su despertador, que marcaba las 7:40. Eso significaba que sólo quedaban veinte minutos para llegar. Sentí ganas de cortar un par de cabezas.
No es que nos importara mucho llegar a la hora; más de una vez no habíamos saltado el primer periodo con los profesores que no pasan lista por la mañana (claro que yo me ponía al día después, no se Roxas, que a veces es bastante irresponsable). Pero a primera hora de hoy teníamos inglés, y el profesor es… Bueno, dejemos los comentarios indecentes para después. Podría decir muchas de cosas de él pero en ese momento no estaba entre mis prioridades.
El punto es que Larxene las había cagado, y todo el tiempo que me desperté antes resultó en nada. Ahora, al parecer llegaríamos tarde igual. ¡Y ni siquiera había podido molestar a Roxas!
- ¿Qué estas esperando? ¡Anda a vestirte ya! Te espero afuera ¿vale? – Le ordené, pensando en la oportunidad desaprovechada.
Roxas ni me respondió. Me miró con cara de "¿desde cuándo eres mi madre?" y salió disparado al baño.
Estuvo listo en diez minutos, que a mí me parecieron treinta. Corrimos a más no poder, pero pronto nos dimos cuenta de que no había nada que hacer, llegaríamos tarde igual. Me imaginé a Larxene, que debía estarlo pasando bomba pensando en nosotros. Se me revolvió el estómago.
- Ya no lo logramos Sora. ¿vale la pena que vayamos? ¿O mejor nos vamos a las pistas?- Como siempre, Roxas piensa antes con su patineta que con su cerebro. Pero en su favor hay que decir que es buenísimo y de verdad le apasiona todo lo que se relacione con tablas y ruedas.
- ¡Claro que no! Primero que nada no trajimos los skates, y además hoy tenemos control físico. ¿Ya olvidaron la apuesta? Hoy es mi día, no perderé ni contra ti ni contra Riku.
Roxas me miró con superioridad.
- Se supone que si hoy fuera tu día, no estaríamos llegando tarde. ¿Tanto quieres perder? - No me lo tomé muy a pecho.
- Piensa lo que quieras, ya te lo recordaré yo cuando te haya ganado.
Roxas suspiró, derrotado por mi optimismo.
- ¿Y cómo vamos a hacer para entrar si tenemos inglés, oh gran genio?
- Como siempre lo haces tú cuando llegas tarde, oh gran imbécil.- sonreí. El sonrió también, con una sonrisa de medio lado.
- Entonces vamos derechito a la azotea. Con suerte nos encontraremos con algunos otros irresponsables que también hayan llegado tarde.
Ya estamos de nuevo. Últimamente Roxas se está juntando mucho con algunos chicos de cuarto año. Con uno de pelo rojo especialmente, Axel creo que se llama. No tiene la mejor de las famas, ni él ni su grupo. He escuchado rumores de que toman y se drogan regularmente. Incluso me han dicho que uno de ellos es pirómano, que hace un año incendió su escuela anterior y por eso se vino a vivir a este pueblo remoto.
Y eso que no ha pasado mucho tiempo desde que empezó la escuela, unas tres semanas a los sumo. Estoy un poco preocupado de que mi amigo se lleve aparentemente tan bien con alguien que en tan poco tiempo ya tiene a todos los profesores encima. Creo que sería bueno conocerlo, no me gusta juzgar por las apariencias o los rumores.
- Vale. Seguro que si te sigo no nos pillarán, con la experiencia que tienes. – dije, con mi mejor cara de acusación, aunque ambos sabíamos que no era en serio.
…..
¡Eso es todo! Los primeros tres o cuatro capítulos serán un poco cortos, más que nada porque son para introducir de a poco a los personajes. ¡Espero que envíen reviews con críticas constructivas! ¡Saludos!
