Avatar: The Last Airbender no me pertenece.

Este fic participa en el reto "Descendientes" del foro ¡El Cometa de Sozin!

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Utakata Hanabi

~Fuegos Artificiales~

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En el festival que se daba en la Nación de Fuego estaba una joven de quince años de edad, tenía el pelo negro, caucásica y de ojos verdes; ella era Kimiko, la hija del Señor del Fuego y una Maestra Agua. A Kimiko le gustaba un jovencito de un año menor, se llamaba Hiro y era rubio, un tanto moreno y de ojos azules; habían sido amigos desde que tenían memorias. Siempre han estado juntos y en algún momento Kimi, su apodo de parte de Katara, se debió enamorar de él. Claro que nunca lo admitiría, tenía mucho orgullo que no dejaría de lado ¡ni siquiera por el chico que amaba!

—Hiro, como te odio —susurró la heredera de la Nación del Fuego— pero, en realidad, te amo. —Cogió una camelia.

Eran sus flores favoritas, no era un secreto para nadie que la niñata con lujos le gustaban esas plantas. Claro que nadie se lo decía ya que corrían el riesgo que lo cocinara, y no término medio, sino bien cocidos. Ella miró el cielo, unas hermosas estrellas podía ver a la lejanía del tejado donde se encontraba. La camelia se localizaba en una maceta a su costado derecho.

Sonrió levemente, le gustaban las estrellas.

—Hola, Kimi —saludó Hiro entrando a la terraza y, al estar cerca de la pelinegra, se sentó a su siniestra. Le sonrió amigable.

Por su parte la chica que posee mucho ego emitió un monosílabo en señal de saludo. El blondo ya acostumbrado ojeó la florecilla, su semblante se puso algo tímido; de por si él era algo callado pero estando cerca de Kimiko... cambiaba más y lo peor es que no sabía el por qué. Se sintió algo cohibido al captar la mirada de la de ojos verdosos. Un pequeño sonrojo cubrió sus morenas mejillas.

La fémina le oteó levemente no entendiendo porque, según ella de la nada, bajó la cabeza. Hiro a veces si era raro.

Y no pediría cambiarlo —pensó.

Se quedaron mirando el resplandor de las estrellas, en un instante ambos conocían que saldrían a escena los fuegos artificiales por lo que los esperaban ansiosos. Aunque una no lo admitiera. Había aprendido a no expresarse, no por fuentes externas es solo que... le fascina llevarle la contraria al pensamiento común; sí, todos creían que sería tan sociable como su madre o algo arisca como Zuko pero no más ni menos.

Cambio todo el pronóstico al verla salir por primera vez de esa mansión.

—Etto..., Kimi —llamó el rubio a la chica de pelo negro, quien lo miró con una ceja alzada—, quisiera preguntarte algo.

—Hazlo.

Si hablaba lo hacía con monosílabos.

—Si yo amara a alguien, ¿qué harías? ¿cómo reaccionarías? —preguntó temiendo la peor expresión de su amiga.

Y de nuevo solo obtuvo una mirada glacial.

—Depende.

En su mente completó Si me amas a mi o no. Deseaba que fuera a ella no obstante no lo sabría ya que es muy reservada.

Los minutos siguieron pasando, a su vez, los mejores amigos ni se molestaron en intercambiar miradas o siquiera romper el silencio nada incómodo en el que se hallaban; aunque lo hicieran no hallarían palabras para decirle sus sentimientos al otro. Una reservada y el otro tímido no es la mejor de las combinaciones.

Fue por eso que se hicieron amigos precisamente, porque se necesitaban mutuamente.

Instantáneamente un sinfín de bengalas se hicieron presente en la escena, era sin darle cavidad a dudas y contradicciones un bello momento: los fuegos artificiales en el hermoso cielo despejado sumándole a los enamorados que no se atreverían a dar el primer paso por diferentes motivos; sí, muy bonito.

Probablemente en el próximo festival ellos se declararían su amor.