¡Hola!
Sábado 05 de Diciembre del 2015
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Había una sola emoción que Ekaterina Kurae no había sentido. No hasta el día de hoy.
Celos.
Maldecía aquel chico que entablaba una amena conversación con su María favorita, Hana.
Ella sabía bien que Hana le tenía un alto nivel de apreciación y a la vez cierto temor lo que en ocasiones le resultaba una ventaja.
Pero el día de hoy parecía que había dejado atrás ese temor para salir en lo que posiblemente era una ¨cita¨. En ella había un hombre y una mujer en un lindo restaurante cenando comida italiana, los dos reían y platicaban sobre cosas graciosas al parecer, ya que ambos reían como tontos.
Cuando Ekaterina pasaba por el lugar de pura casualidad y los vio no les dio la menor importancia hasta que notó que tanto Hana como el bastardo que estaba con ella se encontraban sonrojados. Ahí es cuando se dio cuenta de su error y negligencia.
¿Qué tal si algún Qwaser potencialmente peligroso decidiera atacarla necesitara su soma?
Hana tenía que estar a su lado en todo momento.
No le quedó otra cosa que entrar al lugar y sentarse estratégicamente en un lugar que pudiera observar tranquilamente a la pareja. No pasó mucho tiempo antes de que Hana notara su presencia, lucía asustada pues Katja la observaba con la mirada que casi nunca usaba en público, la que sólo usaba con algún enemigo o con alguien a quien quería matar.
Katja se levantó de su asiento y salió con tanta gracia del lugar que más de uno la confundió con una bailarina.
Hana no necesitó nada más que eso para salir huyendo del lugar tras Katja rogando que su castigo no fuera el abandono o la indiferencia. No una vez más. Se había resignado a ser la esclava de la titiritera del Cobre y no aspirar a nada más que a los castigos que esta la sometía, nada más que las humillaciones que merecía.
-¡Katja-sama!-
Ekaterina sonrió al escuchar como la perra de Hana la llamaba a lo lejos y sonrió para sí misma, después de darle su merecido castigo le mostraría al estúpido chico que intentó robarle a su juguete más divertido el poder del cobre.
Al final Hana siempre regresaba arrastrándose hasta ella.
