Me lo he pasado genial escribiendo este one-shot. Espero que a alguien le guste. Yo, sinceramente me he enamorado de la escena en general.
Apagó la luz del pasillo y se dirigió a su habitación, donde le esperaba su marido mirando las noticias. Se puso crema en las manos y apartó las sábanas para escurrirse entre ellas. Estaba muy cansada. Jane estaba sentado con la espalda apoyada en el respaldo de la cama mientras que Lisbon dejó caer su cabeza en la almohada y se tapó con las sábanas hasta el cuello.
-Te había dicho alguna vez que odio a los periodistas?-le dijo Jane mientras le acariciaba el pelo.
-Mmse...-gruñó Lisbon contra la almohada.
-Sabes que solo son las ocho ¿verdad?- Era el único momento del día que tenían para ellos dos y quería aprovecharlo al máximo.
-Mira por la ventana.-ordenó ella casi imperceptiblemente.- ¿Qué ves?
-No mucho, la vedad. Está oscuro.
-Exacto. Es de noche. A dormir.
-Sí, mamá.-bromeó Jane. Apagó la televisión y la atrapó entre sus brazos.-Ay, ay, ay. Mi princesita preciosa.-suspiró. Lisbon apretó su cara contra el pecho de él con un gruñido.- Mi pequeña y gruñona princesa.- Le dio un beso en la cabeza y cerró los ojos.
-¿Y yo no soy una princesa?
Esa voz proveniente de la puerta hizo que los dos abrieran los ojos y se giraran en esa dirección.
-Peque, ¿qué haces despierta? Deberías estar durmiendo...-dijo el padre tiernamente.
-Mike habla en sueños y no me deja dormir.-la pequeña niña rubia hizo el amago de subirse a la cama y su madre la agarró por las axilas y la impulsó hacia arriba.
-Ven aquí, renacuaja.-rió Lisbon.
Se quedó sentada en medio de los dos, volteando la cabeza mirándoles con atención.
-Los papás de Daniel no se quieren...-dijo la niña.
-¿Quién es Daniel, Katie?-preguntó Jane.
-Es un compañero de su clase, soy amiga de su madre.-respondió Teresa por ella.
Katie asintió, se dio la vuelta y se estiró frente a ellos, con las manos en la barbilla y los pies levatados. Los miraba con curiosidad. Intentó articular alguna palabra pero una cuarta voz apareció en escena.
-¡Eh! ¡Yo también quiero jugar!
Patrick y Teresa se rieron y ayudaron a Mike a subir a la cama. Katie permaneció seria, con aires de superioridad.
-No estamos jugando, estamos hablando como la gente grande.
-Y de qué habláis?
-Del amor.
-Yo amo mi pelota.
-No ese amor, tonto, amor romántico, de verdad.
-¡Puaj!
La pareja los miraba sonrientes, con ternura y no pudieron evitar soltar una carcajada. Eran tan diferentes: ella, Katherine Jane, se parecía mucho a Patrick; rizos rubios, ojos claros, picardía e inteligencia eran sus rasgos más característicos. Y al igual que él, una romántica sin par. Michael Jane, por su parte, se asemejaba a Lisbon solo psicológicamente; fuerte, decidido, obediente y un poco salvaje. Sin embargo, era una mezcla de los dos. Sus ojos tenían un color indefinido y su pelo era más bien color miel. Ni rubio ni castaño.
Ninguno de los dos escuchaba ya lo que decían sus hijos, se limitaban a mirarles discutir y se dieron la mano por debajo de la sábana.
-Mamá, ¿cómo conociste a papá?
Ante esa pregunta, ex-jefa y ex-consultor intercambiaron una mirada cómplice que se volvió oscura al recordar el verdadero motivo.
-Explícalo tú.-sonrió Jane.
Mike se acomodó cruzando las piernas y apoyó sus codos en las rodillas, expectante.
-Bueno, vamos a ver.-empezó Lisbon nerviosa. Sabía que algún día tendría que explicarles a sus hijos el inicio de todo aquello. Se aclaró la garganta y continuó.- Papá y yo nos conocemos desde hace mucho, mucho tiempo. Alrededor de veinte años. Sí, es mucho tiempo. Hemos pasado por tantas cosas: muy buenos momentos y momentos horribles. Como ya sabéis, yo soy policía...
Su discurso fue interrumpido por Mike, que emocionado puso sus manos a modo de pistola y pegó a su hermana en la sien con el dedo índice.
-¡Sí! Eso es genial, ¡pium, pium, pium!
-Ay! ¡Para!
Teresa prosiguió.
-Cuando nos conocimos, yo trabajaba en California e investigaba a gente que mataba a otras personas.-Hablaba despacio, con calma, intentando que los niños entendieran lo que estaba diciendo.- Por ese entonces había un hombre, un hombre muy malo que hacía muchísimo daño.
-Y le hizo daño a papá...-comentó Katie.
"Dios, que niña más lista." pensó Jane.
-Sí...le hizo mucho daño. Ese señor...ese señor...-miró a Jane como pidiéndole permiso para decir lo que iba a decir. Éste le rozó la mejilla con la mano que tenia libre y asintió.- Ese señor mató a la esposa y a la hija de vuestro padre...
Los niños no dijeron nada. Katie se incorporó e imitó la postura de su hermano, dándole importancia al asunto.
-Un día papá vino a mi oficina para conocerme, porque yo dirigía el caso de ese hombre. Se ofreció a ayudarnos y yo acepté. Incluso resultó ser de gran ayuda, para mi sorpresa.- Jane le propinó un leve golpe en el hombro sacándole una sonrisa a ella.-...nos hicimos muy buenos amigos. Nos llevó tiempo, años y años, pero al final atrapamos al malo.
-Los buenos siempre ganan.-dijo Mike marcando su bíceps como si fuera un superhéroe.
-Años después nos dimos cuenta de lo mucho que nos queríamos y...bueno el resto ya os lo imaginais.
Los cuatro sonrieron.
-¿Queréis saber como le dije que la quería?- preguntó Jane juguetón.
-¡No! ¡No quieren!.- gritó Lisbon, acordándose de la escenita del avión.
-¡Sí!- dijeron los pequeños al unísono.
Lisbon se puso la mano en la frente y negó con la cabeza.
-Pues bien. Mamá se iba a ir a Washington en avión pero yo tenía un miedo horrible de perderla y salí corriendo tras ella. Dije que era del FBI (cosa que era cierta) y me metí en el avión, desesperado, buscándola. ¡La mujer del 12b, la mujer del 12b, la amo!, le grité.-gritó Jane haciendo teatro.- Me encerraron, evidentemente, había entrado en un avión y sin permiso y eso no se debe hacer. Pero para mi sorpresa, se había bajado de ese avión y se quedó conmigo.
-Oh...-suspiró Katie toda romántica. Se estiró hacia atrás y dejó sus brazos colgando fuera de la cama.
-Mmh...-gruñó Mike.-¿Por qué hiciste eso?
-Para decirle que la quería, tonto...-le respondió su hermana aun boca arriba y con los ojos cerrados.
-Ya pero, eso no se debe hacer.
-Bueno, pero si no fuera porque me salté como siete normas, puede que doce, tú no estarías aquí...-respondió Jane.
-Y cómo es que estoy aquí? Por qué de alguna manera tuve que nacer... ¿de dónde...?
-¡A la cama!- Lisbon dio dos palmadas y les bajo de la cama. Pero éstos corrieron hacia el otro lado, donde estaba sentado su padre.
-Nosotros no te dejaremos.-dijo Katie dándole un beso en la mejilla.
-Hasta mañana, papá.- Mike imitó a su hermana y salieron disparados hacia su habitación.
-¡Apagad la luz!-gritó Lisbon.
Jane tenía los ojos vidriosos y una media sonrisa dibujada en la cara.
-¿Estás bien?
-No sabes cuánto.- hizo una pausa y continuó.- Son unos cachorritos magníficos.
-Sí, sí que lo son.
Se dieron un beso de buenas noches no si antes jugar un poco al juego de las caricias. Se separaron lo suficiente como para que sus frentes estuvieran pegadas. Lisbon levantó una mano y retiró una lágrima intrépida de la mejilla de su marido.
-Vamos a dormir.-dijo dulcemente.
-Sí...
Se apagó la luz y todo quedó en silencio, salvo por las risitas ahogadas de los niños que no querían dormirse e intentaban no ser descubiertos.
Patrick sintió como su mujer se reía contra su hombro y no pudo evitar imitarla. Cerró los ojos pensando que nada podía ir mejor.
"Bueno, sí. Podría arreglar el porche de la casa..." pensó Jane antes de quedarse completamente dormido.
