Hola gente, ya sé que he estado desaparecida casi un mes, pero... ok, no tengo ninguna excusa más decente que decir que no me llegaba la inspiración para terminar mis fics incompletos y subirlos.

Pero no os preocupéis, este mes voy a subir varias historias empezando con ésta, va a ser un Two-short HongIce con tintes de Iggychu hetero (aunque no me guste) y DenNor mucho más evidente. Perdonen el OoC extremo, como me pasó en "Angel with a shotgun", nunca había trabajado los personajes, y yo misma sé que se me fue mucho de las manos, pero creo que un adolescente realmente actuaría más o menos así. (Joder, es que yo soy una y ni sé cómo se comportan los jóvenes de mi edad).

Toco temas un poquito delicados con no toda la delicadeza posible, ya sé también que soy un asco, pero recuerden que sigo aprendiendo.

Quiero agradecer a Saraky Blaut de Facebook por recomendarme el título, sé que mucha gente también aportó buenas ideas, pero éste me convenció. Muchas gracias a todos los que me ayudaron a elegir ^w^.

Hetalia es de Himaruya y ya no los distraigo más con mi vida(?


¿SOY UN ERROR?

Y ahí van otra vez, mis padres vuelven a pelear por cuarta vez en lo que va del día y no son ni las 11 am. A este paso van a romper su propio récord personal. Pero bueno, subo el volumen de la música que suena en mis audífonos y dejan de importarme por completo para darle más atención al libro que Emil me prestó en la escuela para un proyecto. Mi rostro no ha cambiado ni un ápice desde el comienzo de los gritos.

Lo único bueno de sus peleas es que llegaron al punto crítico del divorcio, solo serán unas pocas semanas más y ya no tendré que volver a escuchar sus gritos y golpes despertándome a mitad de la noche. Ya no tendré que volver a preocuparme de que me escuchen hablando con Emil y recibir un golpe. Los trámites estarán listos en poco y por fin tendrán su amada libertad después de 17 años de un matrimonio no tan feliz como hubieran querido.

Pero he ahí un problema, comparten tantas cosas que se están tardando más de lo esperado. Tienen que ver quien se quedará con tal o cual cosa: la casa, el auto, las deudas, el sueldo… yo incluso, aunque estoy seguro de que lo que menos les importa soy yo.

Tengo 16 años, nunca creí causarles más problemas que cualquier otro joven de mi edad. Las rabietas por dulces o juguetes fueron dejadas atrás hace mucho tiempo, buenas notas en la escuela, perfectas de no ser por mi conducta y travesuras con pirotecnia de vez en cuando; mis amigos eran buenos, nada de malas compañías que me metieran algún vicio; tampoco dejaba mis obligaciones en casa, seguía las indicaciones de mis padres después de insistirme un poco, pero nunca desobedecía.

Aun así… Me pregunto por qué dirán que fue culpa del otro que me echara a perder, que los decepcionara como hijo, que me habían perdido, que ya no tenía remedio… Que era mi culpa que su matrimonio se fuera a la ruina. Simplemente no lo entiendo, ¿Enserio es tan malo que me gusten los chicos? No lo sé, tampoco quiero saberlo.

Sabía que eran muy tradicionales, que su forma de pensar no diferenciaba mucho de sus abuelos incluso, pero tenía la esperanza de que comprendieran lo que soy, que me entendieran y me siguieran amando como su hijo. Que equivocado estaba.

Ya sospechaban un poco, pero no tomaron cartas en el asunto hasta hace unos meses, fueron a la escuela cuando el director los citó después de jugar con petardos dos días antes, terminó su reunión y al salir decidieron ir a buscarme para darme un sermón que acepto me tenía bien merecido, pero este tuvo que esperar a que llegara a casa.

Estaba con Emil, un chico que llegó de intercambio desde Islandia, en la sombra de un árbol en los jardines de atrás de la escuela, ambos sabíamos de los sentimientos del otro, así ese día sucedió, nuestras manos se juntaron tímidamente, me recargué sobre su hombro y él acarició mi cabello suavemente, que estancia tan agradable. Levanté la mirada y lo encontré con sus ojos fijos en mí, ensimismado en aquel sentimiento tomé su pálido rostro y nos unimos en un beso torpe, inexperto, deseoso de conocer al otro. No dijeron nada cuando me encontraron, ni siquiera los noté viéndonos. Estaba tan feliz en mi mundo con Emil que no percibí nada a mi alrededor; si hubiera estado, aunque sea un poco más atento, seguramente podría haber evitado lo que me esperaba llegando a casa.

Ambos estaban sentados en el sillón, tomados de las manos y me veían con reproche, entonces mi infierno comenzó con la simple frase de: "Ven, siéntate con nosotros, tenemos algo que hablar muy seriamente contigo"

No sabía lo que me esperaba, nunca espere gritos, reclamos, amenazas, mucho menos un golpe de mi padre me giró el rostro por la fuerza y mi madre logró detenerlo antes de que continuara. Las lágrimas descendieron mi rostro sin que las notara siquiera, las palabras se volvieron estática en mis oídos y el tacto de mi madre sobre mi hombro lo atravesó como si de una punta afilada se tratara. Me levanté del sillón y subí las escaleras corriendo, tropecé un par de veces antes de llegar a mí cuarto, pero no me importó, me encerré y de ahí no salí hasta despertar a la mañana siguiente con los ojos aún hinchados de llorar tanto.

No tenía ganas de hacer nada, tocaron mi puerta para que bajara, no sé si para continuar con lo que habían dejado pendiente ayer, para disculparse, para que desayunara y fuera a la escuela, juro que no tengo idea de para qué me querían con ellos. Les grité a cada uno en su idioma nativo, cosa que solo hacía si estaba extremadamente molesto o deprimido, en este caso ambos, para que se fueran, que me dejaran en paz era lo único que les pedía.

No escuché sus llamados al otro lado de la puerta, con mis audífonos puestos y la música a todo volumen no era capaz de escuchar ni mis propios pensamientos, creo que eso era lo mejor, así no sentía mi pecho comprimirse y mi garganta arder con gritos ahogados. Me quedé nuevamente dormido.

Me despertó por segunda vez en el día un sonido bastante conocido, mi teléfono sonó con el timbre de una llamada, froté mis ojos para enfocar la vista y leí en la pantalla" Emil S.". Genial, era lo único que me faltaba. De todas las personas que conozco él era el único que no quería que me viera en este estado, pero ciertamente era el único que podía reconfortarme.

Mi dedo se deslizó por la pantalla, pero en lugar de colgar respondí la llamada, perfecto, mi respiración seguía un poco inquieta.

— ¿Hola? ¿Xiang, estas ahí? —Fueron las palabras con las que me recibió tras medio minuto de silencio.

—…Sí.

— ¿Qué te pasó, por qué no viniste a clases hoy? Nos tienes a todos preocupados. Yong Soo les dijo a los maestros que estas enfermo, pero nos comentó que no sabía nada de ti, solo lo dijo para que no te riñeran luego.

—Mmm…

—Xiang… —se oyó como les pedía a nuestros compañeros que le dieran unos minutos solo para hablar conmigo, se oyeron deseos de que estuviera bien a lo lejos y entonces volvió a hablarme— ¿Qué te pasó? Sé que esta actitud no es la tuya, así que dime antes de que valla a tu casa a ver qué te…

—¡NO! —grité con fuerza, eso era lo que menos quería que pasara, si bien ya me la había pasado mal yo a él seguramente le pondrían en aprietos, lo destrozarían por dentro, lo harían caer en desesperación, sabía que mis padres serían capaces de hacerlo solo porque nos vieron compartir un beso. No quería que eso le pasara.

—Xiang —su voz sonaba sorprendida, un poco molesto tal vez—, dime qué es lo que te pasa, ¿Acaso no somos novios? Yo confío totalmente en ti, ¿pero tú lo haces conmigo? Sabes que entenderé cualquier cosa que te pase, solo… solo dime qué te ocurre.

Su voz decaída el acercarse al final de la frase. Genial, soy un completo idiota, lo he hecho ponerse triste por mi culpa. Solté un fuerte suspiro y tomé aire para poder hablar sin que se me quebrara la voz.

—Son mis padres, ellos… Ellos nos vieron ayer, en la escuela. Llegando a casa me hablaron sobre eso, me dijeron que me habían perdido como hijo, negaron todo lo que soy… todo lo que siento por ti… Mi padre me ha golpeado por decirle que te amo… que no pensaba alejarme de ti.

Listo, ya lo había dicho, ya no había vuelta atrás; no sabía que iba a pensar él de mí, pero el llanto me ahogaba, gemía con un dolor en el pecho y me sentía morir, quería morirme justo en ese instante.

—Hoy, al terminar la escuela ¿Cres que puedas venir? Si no puedes lo entenderé, pero quiero hablar de esto contigo juntos, frente a frente.

—Sí, ya encontraré una forma de ir sin que me vean—no sabía cómo lo haría, pero por él haría todo, él es lo único que me queda—, te veré allá.

—Bien, ah, una cosa más.

—Escucho.

—Te amo.

—Yo… —mi voz se quebraba— Yo también. Oh Dios, yo también te amo. —Al parecer hoy no dejaría de llorar.

—Hey, hey, tranquilízate —el sonido de la campana de regreso a clases volvió a sonar, el descanso había acabado—. Intenta dormir un poco, come algo, te caerá bien, pero ya no llores, sé que es difícil, pero cálmate. Nos vemos luego.

—Sí, hasta luego.

La llamada terminó y solamente me quedé viendo la pantalla, el brillo de los fuegos artificiales por Año Nuevo en Hong Kong, lugar del cual soy originario, me lastimaba los ojos, los cerré y suspiré con fuerza. Tenía razón, no puedo simplemente quedarme aquí, pero me aterra encontrarlos abajo. Entre un lío de pensamientos pensé en todo lo que soy, todo lo que pienso y represento, no lo entiendo, ¿soy un error? ¿Por qué no puedo hacer feliz a todos? ¿Por qué se me está negando mi propia felicidad?

Mantuve la respiración hasta que los espasmos dejaran de sacudir violentamente mi pecho, volví a encender mi teléfono y comprobé la hora, no quería llegar tarde. La 1:34 pm, aún tenía dos horas para encontrarme con él y dejar de pensar tanto en mí mismo; tomé aire con fuerza y me levanté del futon que me hacía de cama, una de las costumbres de vivir en un país asiático durante mi infancia, tambaleé un poco ya que fue muy rápido, pero eso no me impidió ir a la ventana y abrirla quedándome ciego al menos un minuto.

El Sol brillaba en lo alto, hoy es un buen día, así que es mejor que no lo desperdicie. Cambie mis ropas por algo cómodo, así me sentía un poco más tranquilo. Seguidamente fui al baño que quedaba enfrente de mi cuarto después de estar pegado a la puerta varios minutos y asegurarme de que no había nadie en casa, tomé una de las cuchillas de afeitar de mi padre y comprobé que tuviera el filo suficiente para lo que iba a hacer.

Uno, dos, tres cortes de un lado, aún no era suficiente, tenía que cortarlo un poco más, aún no estaba satisfecho. Cuatro, cinco, seis, ese último estuvo bastante cerca de cortar de más y arruinarlo todo. Luego el otro lado, los mismos seis cortes para intentar que quedaran iguales; giré la cabeza en repetidas ocasiones para ver si estaba bien, estaba dejando el piso hecho un asco, tendría que limpiarlo para que no se dieran cuenta de lo que estaba haciendo hasta que me vieran.

Luego fue la parte de atrás, era más difícil de lo que pensé, pero no desistí. Quería cortarlo todo lo que pudiera, quería que se notara un cambio con solo verme, quería decir con mi imagen que estaba teniendo un cambio, que ya no me importaba lo que me dijeran, estaba siguiendo mis propias decisiones.

Intenté hacerlo un par de veces más, pero ante la desesperación porque no era suficiente me estresé, sujeté todo con una mano y con la otra terminé por cortarla toda de un solo tajo. Había quedado como el picadillo, completamente salpicado y en pintas desiguales, pero me gustaba, el frente largo y atrás corto…

Ya luego iría a la peluquería para que me arreglaran los desperfectos que me hice en el cabello, pero al cortar la coleta que tenía desde niño me hizo sonreí por primera vez en el día. Este era yo. Este era mi verdadero yo que no seguía órdenes.

Bajé y tomé algo de la nevera después de recoger el cabello del piso, el hambre me golpeó con fuerza, pero no quería llenarme tampoco.

Eran finalmente las 3 pm, tomé mis llaves, el teléfono, identificaciones, dinero y un par de petardos y su respectiva caja de cerillos (uno nunca sabe cuándo pueda necesitar uno), salí de casa y me encargué de cerrar. Iría en el tren urbano, era más rápido y barato que un taxi, demás, me dejaría más cerca.

En el tren veía desde la ventana el exterior, no era tan bonito como Shanghái o Londres cuando íbamos de vacaciones, pero tampoco iba a quejarme de algo como eso. Miré mi imagen en el reflejo del vidrio, el cabello me gustaba, corto y de color negro, mis ojos con tonalidades doradas también le gustaban a todo el mundo; mis cejas muy pobladas no me molestaban, me daban originalidad a diferencia del resto de mis compañeros.

Pensando en el cabello, si mal no recuerdo, ambos me dijeron que solían cortárselo a sus hermanos menores. Hace mucho tiempo no veo a ninguno de mis tíos, pero las peleas que tuvieron entre si ambas familias puede ser un pretexto más que aceptable, después de eso no han vuelto a dirigirse la palabra, y bien ya han pasado más de 8 años…

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Continuará.