Desclaimer: Los personajes de la siguiente trama pertenecen a sus correspondientes autores. Para hacerlo correctamente, hablo de Tite Kubo (Bleach) y J. (Harry Potter)

Advertencia: Semi AU. Cambio de género en los protagonistas de ambas historias para que concuerden con los fines sin lucro de la autora. Personajes de propia invención y Out of Character en otros.

La primera vez que conoces a una persona,

Puede que lo hagas de una forma totalmente inesperada.

Capítulo 1: Primer Encuentro

La soledad que le rodeaba era porque se había encerrado en sí misma luego de la muerte de su madre. Pero el conocer a su alma gemela hizo que parte de esa llama vivaz vuelva a resurgir.

La vida está llena de vueltas y misterios. Eso lo sabe.

Pero no hasta el punto de que su vida se uno.

Las relaciones con alguien del sexo opuesto no era lo suyo, a pesar de que solo había tenido una relación y un idiota obsesionado con ella.

Pero, como se dijo antes, la vida da mil vueltas y termina haciendo lo que ella quiere sin importar lo que opinen ellos, los humanos, respecto a ello.

El destino vuelve a girar una vez más para dar paso a la fortuna. Una que le costará sudor, lágrimas y más dudas que la existencia misma.

Se pregunta ella, ¿Habrá una canción para esa flor tan solitaria como ella?

Si la vida misma hablara, le diría que sí. Porque ella, más que nada, se lo merece.

Aeropuerto Internacional de Tokio. 15 de Julio.

-¡No vuelvo a dormirme en un avión de tercera clase! – juró ella, saliendo del dichoso aparato y caminando por ADUANA a la espera de conseguir todo su equipaje de una vez por todas.

Kurosaki Ichigo. Está cumpliendo dieciocho años. De tez blanca, ojos marrón ámbar, cabello secretamente ondulado (se lo alisaba) naranja fuego hasta la cadera y de 1,75 de altura.

-Tampoco es para tanto. – tranquilizó una segunda voz de mujer. - ¿No has ido a Inglaterra en avión todo este tiempo? – inquirió después.

Harley Lilian Potter. Tiene diecisiete años. Piel levemente bronceada, ojos verde esmeralda, cabello negro azabache hasta la cintura y totalmente desordenado. Mide 1,70.

Ichigo bufó mientras rodaba los ojos.

-Lo hice por Traslador Internacional, Prongslette. – le informó revoleando los ojos. – Además, solo hice un viaje. Hace más de siete años que no piso tierra nipona. – Recalcó después con cierto rencor. Luego quedó en silencio y pensó levemente. – Me dijiste que querías venir conmigo, y prácticamente puedo oír zumbar a tu cerebro diciéndome a los gritos que quieres empezar de cero aquí.

-Qué mala eres, Youkai. – se quejó ella, cruzándose de brazos y haciendo morritos.

-Yo no soy tu prometido para que hagas esas cosas. – le reprendió ella a modo de juego.

La otra le sacó la lengua y luego rieron con ganas.

Todo esto estaba muy bien. Sí. Pero, ¿Cómo llegaron estas dos el ser tan apegadas la una a la otra?

Primero hay que dar una pequeña explicación sobre su personalidad y su historia.

Harley era un carácter tranquilo y alegre la mayor parte del tiempo, pero uno muy fuerte si se cabreaba feo, feo.

Cuando cumplió los once años, y le llegó la carta de su ingreso a Hogwarts, Albus Dumbledore fu a buscarla a casa de Vernon y Petunia Dursley y explicarle unas cuantas cosas antes de su ingreso: El mundo mágico aseguraba que el bebé de los Potter era un niño, ya que una familia de ese calibre nunca podría generar una niña, porque eran débiles. Por lo que había decidido hacerla pasar por "El niño que vivió.

Resignada, pasó siete años vistiendo como un niño, durmiendo con niños y siendo asediada por un montón de presión, maltratos y fama no deseada.

Hoy, luego de que la Guerra contra Tom Riddle acabara, empezaba de cero. Harry Potter había desaparecido para el mundo mágico británico. Asi que, con la mitad de su bóveda de estudios en Gringotts convertidos en Yenes, y parte en libras para comprar su boleto de avión, se decidió por un cambio de vida, y de ropa, mucha ropa que no tuvo nunca.

En cambio, Ichigo tiene un carácter explosivo. Siempre es tranquila y muy esquiva con las personas que solo concia. Pero con sus amigos y familia era bastante abierta. Pero maldito sea el que se atreva a molestarla porque se desataría el infierno.

Cuando cumplió once años recibió, junto a sus primos Uryû y Ganju, una extensa carta del colegio de Magia y Hechicería Mahoutokoro, de Japón.

Como se hace siempre con los de primer año, se le sometió a varios exámenes de comportamiento, como de personalidad y etiqueta.

Al instante, los directivos del colegio, siendo una escuela muy antigua y perseveraba la etiqueta en todo el mundo, desaprobando totalmente el comportamiento marimacho de la chica. Cuando se enteraron que generaba problemas en el colegio Muggle y se metía en muchos problemas, les gustó aún menos.

Por órdenes de alguien del Ministerio Japonés, la obligaron a hacerse pasar por un chico, y como plus, la cambiaron de colegio ordenándole no pisar el país hasta no acabar los siete años de estudio.

¿Cuál fue el porqué de ello? Hasta el día de hoy, Ichigo no lo sabe. Pero maldice al desconocido tipo que decidió todo ello por obligarla a no estar con su familia en Japón para vacaciones de invierno y de verano en su país, y obligándolos a ellos a viajar a Inglaterra.

La mayor suerte que tuvo ella (y Harley), hasta ahora, fue el haber descubierto la verdadera naturaleza de "El niño que vivió". Ni que decir de la cara del "chico" cuando le contó que estaba en las mismas que ella. Asi que se terminaron riendo la una de la otra.

Luego se fueron tratando cada vez más en secreto a tal punto de que sabían todo de la una y la otra, hasta llegar al punto de realizar el Ritual de Hermanamiento de Sangre.

En estos momentos, ambas vestían ropas apropiadas para caminar entre Muggles.

Harley una falda color negra y plisada, larga hasta las rodillas, una remera de tirantes color carmesí y unos zapatos de bailarina en color dorado. Contratando completamente, Ichigo portaba unos anteojos de marco azul para su miopía, unos jeans grises gastado y deshilachado en los agujeros en las botamangas, una playera negra de Green Day del disco "American Idiot" y unas zapatillas de lona color azul.

Ya echo todo los trámites de ADUANA, las dos salieron de la terminal, y con sus maletas reducidas, buscaron un taxi que las llevara a una estación de trenes.

-¿Y ahora qué?

Ichigo la miró como si fuese tonta.

-Conseguir unos boletos de tren que nos lleven a la estación que está en las afueras de Karakura.

La pelinegra abrió la boca como si fuese una perfecta "O", e su amiga rio por eso.

…-…-…-

Dos horas después, ambas estaban en la entrada de la ciudad natal de la Kurosaki y con sus maletas reducidas y metidas en sus bolsillos.

Harley observó a Ichigo sonreír con nostalgia y tristeza frente al cartel que le daba la bienvenida a la ciudad.

-Estoy a punto de entrar a casa. – susurró ella.

-¿Quién está ahí? – exclamó una voz varonil, detrás del cartel y haciendo que ambas sacaran sus respectivas varitas mágicas.

Hubo sonidos de muchos pasos, y del mismo lugar del que se escuchó la voz, aparecieron cuatro personas empuñando varitas detrás de ellos. Como si las ocultaran por si acaso.

Uno de cabello rojo tez clara y con tatuajes en los brazos, torso, espalda y frente. Un tipo grandote, piel morena, cabello castaño y un rostro amable. Otro de cabello negro, ojos verdemar y rostro tosco. El último era el más delgado, piel pálida ojos azul oscuro detrás de unos anteojos rectangulares y cabello negro azulado.

La primogénita Kurosaki los reconoció en un instante.

-¿Chicos? – se sorprendió y extrañó ella. - ¿Qué hace aquí?

-Una corazonada. – el pelirrojo sonrió anchamente mientras se cruzaba de brazos.

-Una correcta. – añadió el de anteojos.

Ichigo sonrió y se acercó a ellos seguida de Harley.

-¿Qué tal las cosas por aquí? – preguntó ella, cruzándose de brazos.

-Bastante tranquilo. – admitió Sado. O como ella le gustaba llamarlo "Chad".

-Demasiado, para mi gusto. – agregó Ganju, haciendo una mueca.

-Pues entonces vayamos a mi casa. – dijo ella, con un brillo de entusiasmo en sus ojos.

-¡Por favor! – suplicó la chica Potter, detrás de ella.

La pelinaranja suprimió una carcajada por lo histérica que estaba la chica en espera de ponerse en contacto con su prometido, Oliver.

El transcurso de ese lugar hasta la casa Kurosaki solo duró una media hora y un poco más.

Ichigo detuvo su caminar en la calzada de una casa de dos pisos que ocupaba tres cuartos de la cuadra. La casa vecina a esta estaba deshabitada desde hace años, por lo que ella se extrañó que el cartel de "SALE", ya no estuviese.

Frente a la casa, había dos más pertenecientes a la familia de su primo Ishida y la otra a la familia Arisawa. Esta última habían "adoptado" a una vieja amiga que había perdido a su hermano mayor.

Harley examinó la fachada de la casa con cuidado.

No se la podía llamar casa.

Era una mansión con dos calzadas, le había explicado Ichigo una vez. Una para los dos autos de la casa y la camioneta de su padre, y la otra que daba a la clínica. La calzada de la clínica estaba justo dando el esquinazo a la casa de mármol blanco. Las puertas y ventanas eran de color crema con gravados de flores, y con un jardín delantero lleno de rosales de todos colores.

En el buzón de la casa rezaba el apellido de la familia, más un letrero de bienvenida y la indicación de que la clínica estaba a la vuelta. En el medio del jardín había una fuente de agua donde unas aves se juntaron para descansar y beber un poco de agua. De atrás de la casa, se notaba que había un gran árbol de Sakura que estaba todavía con sus flores rosadas.

En ese momento, la puerta principal se abría mostrando a una niña de unos trece o catorce años con un uniforme de preparatoria, un delantal verde lima y una franela en sus manos. Su cabello color jengibre estaba atado a dos coletas bajas y miraba con confusión al grupo de personas en la calzada de su casa. Cuando Ichigo se giró hacia la casa, dejó caer el trapo de sus manos, y se precipitó a correr hacia donde ellos estaban ellos.

-¡Onee~chan! – chilló antes de chocar con el torso de Ichigo. La chica enterró su rostro en el pecho de su hermana, empezando a llorar como niña pequeña.

La mayor solo se limitaba a sonreír y acariciarle la cabeza a la melliza más pequeña mientras la abrazaba.

El alboroto que ella había ocasionado, llamó la atención de los otros dos habitantes de la casa.

-¿Qué es lo que sucede Yuzu? – la voz de un hombre llamó la atención de las recién llegadas a Japón.

Harley examinó de lejos su barba levemente desalineada, su rostro serio y guapo y su cabello negro peinado hacia arriba: Kurosaki Isshin miraba sospechosamente a Ichigo con el mismo ceño fruncido que ella había heredado.

-Santo cielo, viejo, ¿No reconoces ni a tu propia hija? – le reclamó ella divertidamente.

Al instante, el hombre abrió los ojos de forma desmesurada y Karin dio un grito e imitó a su melliza, pero solo sonriéndole con alegría en su rostro, más ojos ónix brillándole.

Isshin dio un paso hacia atrás, y la examinó de la cabeza hasta los pies.

La sonrisa en el rostro de la chica le confirmó que era su primogénita. La misma sonrisa que su Masaki.

-Es vergonzoso que no lo pudiera hacer al instante. – rio el hombre. – Si no lo hubieses dicho, tu sonrisa te hubiese delatado. – luego, se salió de control e Isshin se precipitó a sus hijas y les dio tremendo abrazo que las levantó a las tres, para risa de Renji y Ganju.

Ichigo sonrió más, admitiendo para ella que había extrañado a su tonto, loco y bobo padre.

-Entonces, ¿Esta es mi cuarta hija? – se alegró el pelinegro, abrazando a una nerviosa Harley. Su hija mayor rodó los ojos, pero siguió sonriendo levemente.

-En teoría sí. –masculló la ojiverde, apenada. – El Hermanamiento de Sangre adopta parte del ADN de los progenitores de ambas partes.

-Muy bien, entonces. – el patriarca se entusiasmó más y se paró de un salto. – Te prepararé una habitación al lado de Ichigo. – y sin dejar que Harley replicase, corrió a escaleras arriba.

-Ya te acostumbrarás a él, Prongslette. – se divirtió Youkai. – Ahora, - se incorporó en su asiento, y sacó su varita. – Baúl Locomotor. – pronunciadas las palabras, Ichigo hizo un elegante movimiento hacia sus maletas y estas salieron disparadas hacia el segundo piso.

-Así es todo fácil. –se quejó Karin, cruzándose de brazos.

La mayor solo sonrió y se encogió de hombros, luego ladeó la cabeza hacia sus amigos y primos para hacerle gestos hacia Karin.

-Iba a preguntarles, - Ichigo se acordó de la casa de al lado. - ¿Saben quién compró la casa vecina? Creo recordar que estaba en venta desde antes de que mamá y papá vivieran aquí. – miró a Karin, ya que Yuzu había vuelto a los quehaceres de la cocina.

La melliza tardó en recordar.

-Creo que era alguien llamado Kuchiki Ginrei con sus nietos. – mencionó ella, con el ceño fruncido. – al mayor no lo vi, pero la chica parecía simpática.

La primogénita Kurosaki levantó una ceja para luego de poner cara de circunstancias.

-Por cierto, -acotó Karin, entregándole a su hermana un sobre grande. – tus calificaciones del anteúltimo año de Secundaria llegaron junto con tus EXTASIS y los de Harley, cosa que nos extrañó a todos. – agregó de forma rápida.

Las dos brujas compartieron una mirada y procedieron a revisar sus notas de Exámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas. Tanto Ichigo como Harley habían hecho diez y siete materias respectivamente. La primera sabía de antemano que había aprobado todas y conseguido maestría en cada una, así que…

-¿Qué tal te fue a ti? – preguntó la pelinaranja a la pelinegra.

La chica revisó otra vez las notas, para luego asentir.

-Muy bien. – musitó con una pequeña sonrisa. – en Runas tengo un Supera las Expectativas, lo demás, todo Extraordinario, y en Encantamientos, Defensa Contra las Artes Oscuras y Transfiguración, tengo maestría. – luego, levantó un pulgar en señal de festejo. - ¿Qué tal tú?

-Maestría en las diez. – dijo con voz aburrida. – Se me da mejor las materias mágicas que las muggles. – luego sonrió de forma perezosa y se hundió en su lugar. – Veremos cómo me va en este último año.

-Por lo menos no vas a tener problemas con matemáticas gracias a Aritmancia. – bromeó Harley.

-Amén a eso. – corearon Renji y Ganju, la lo que Ichigo les sacó la lengua.

-¿Dónde está el teléfono de línea? – preguntó Harley, acordándose de lo que prometió.

-En la cocina. – bostezó Ichigo, señalado la puerta blanca de frente de escalera. – si es que no lo movieron de lugar. – murmuró después. La chica soltó un suspiro profundo. Luego se paró, y se dirigió hacia el jardín trasero, seguida de Ishida, Renji, Chad y Ganju. - ¿Cuándo empezaríamos las clases?

-Si te apuras a tener todos los papeles en regla, mañana mismo. – le contestó el de anteojos, justo cuando salían al patio.

Inmediatamente, todos miraron hacia el jardín trasero vecino por los movimientos que había.

Cinco personas vestidas con overol negro recibían indicaciones de un joven de unos veinticinco o veintiséis años, mientras que una chica bajita hablaba de vez en cuando y prestaba atención al mayor.

En opinión de Ichigo, la pequeña chica le causaba cierta diversión porque le dio la impresión de que debajo de esa apariencia refinada e inocente, se escondía una chica de carácter fuerte y peligroso. En cambio, el mayor parecía sacado de una revista de negocios. Aunque eso no le quitaba lo guapo (en opinión de la Kurosaki).

Ichigo dejó mirarlos para pasearse por el jardín lleno de flores.

Pegado a la cerca que separaba los dos jardines había una pequeña choza que contenía herramientas de jardín y algunas canastas por si sacaban demasiadas flores.

De allí sacó unas tijeras pequeñas para podar, un par de guantes y una canasta de mimbre para después dirigirse a sus preciadas plantas.

-Yuzu hizo un buen trabajo cuidándolas. – las alabó en un susurro mientras miraba sus camelias favoritas.

El jardín trasero de los Kurosaki era como un vivero lleno de plantas de todo tipo: arbustos, flores, árboles y más flores.

Rosas, lirios, orquídeas, gardenias, jazmines, corona de novias, flor de ángel, malvones, margaritas, camelias, claveles, amapolas, nomeolvides, calas, azucenas, cincoenrama, crisantemo, aves del paraíso, fucsia, flor de lis, pensamientos y mucho más.

Sus mayores orgullos eran: 1- la Camelia Zafiro (creación de su madre). Era una en la que predominaba el color azul real, y que en el centro tenía manchitas blancas casi imperceptibles; 2-El Sakura que estaba a dos metros y medio de la cerca. Su madre le había contado que lo había plantado ella misma cuando se mudó con su padre a esa casa.

Entusiasmada, se secó el sudor de su frente y empezó a cortar unas ramas de camelias de distintos colores. Luego le siguió con las rosas rojas y las orquídeas negras (aunque no eran negras, pero eran de un violeta oscuro que les ganó ese nombre). A medida que pasaba por las flores, cortaba la mitad de ellas de cada clase y color, haciendo que la canasta de mimbre que había sacado, sea llenada hasta el tope.

La última clase de flores era la Camelia Zafiro, y de esas había un montón y parecía que había algunas que no estaban abiertas.

Ichigo tomó una piedra del piso y la transfiguró en un florero improvisado de piedra para colocar las Camelias azules allí, y luego le dibujó una runa de permanencia.

Una vez hecho, se incorporó con la canasta, el florero y las tijeras a cuestas, justo para casi llevarse el susto de su vida al ver que Renji estaba detrás de ella.

-¡Renji! – vociferó ella, haciendo ademanes con la tijera. - ¡Por poco y te corto el estómago por el susto que me diste! – le dijo con el ceño fruncido.

El chico rio a carcajadas mientras que los demás sonreían por el evidente disgusto en la cumpleañera.

-¡Abarai! – volvió a gritar la chica, golpeándole la cabeza con el mango de la tijera. Y Ganju largó una carcajada por los quejidos del chico.

Resoplando, la Kurosaki se dirigió a la mesita de jardín que había debajo del cerezo y puso las flores ahí. Una vez hecho eso, se subió a una rama del árbol con ayuda de su primo Ganju para sacar unas ramas para poner en el balcón de su habitación.

-Creo que tengo un problemita. – sopesó ella, luego de observar las ramas más pequeñas.

-¿Y ese es…? – inquirió Ishida, aprehensivo.

-Que las más largas están en la punta. – señaló hacia su frente.

-Bueno, - él se acomodó los antejos al mismo tiempo que ella. – si quieres caerte desde casi dos metros y medio… - sugirió después. – hazlo.

Ichigo rodó los ojos y le hizo un gesto obsceno, para luego arrastrarse hasta su objetivo, mientras iba canturreando una canción de Aqua Timez por lo bajo.

Debajo de ella, podía escuchar los murmullos de la conversación que sus amigos tenían estando sentados en las raíces del árbol.

El problema fue el bajar la rama por el mismo camino por el que subió. Más que anda porque estaba demasiado cerca de la punta, por lo que, un movimiento en falso, significaría quebrar esa zona más frágil y caer en la división del jardín de las dos casas.

-Eso puede ser muy peligroso, ¿Sabes? – dijo una suave voz femenina, pero desconocida.

La chica respingó y miró hacia abajo.

Los vecinos la miraban. El hermano mayor con una ceja alzada y la menor con diversión.

-Eh… bueno, quizá sea porque hace siete años que no estoy en casa, y extrañé el jardín. – no supo el porqué, pero se ruborizó levemente. – Además, ¿Qué es la vida sin un poco de riesgo? – soltó con un tono bromista. Una frase que el padrino de su amiga le había soltado cuando se encontraron en plena batalla en el Departamento de Misterios hace más de dos años atrás.

Iba a agregar algo más mientras se erguía en su asiento, pero de un momento a otro fue patinando de la rama hasta estar colgando de ella con sus manos.

-Bueno. – resolvió la chica. – Por lo menos no he vuelto a quedarme colgada de la Torre de Astronomía. – murmuró mientras empezaba a balancearse de un lado a otro para, luego, saltar a la siguiente rama en un giro de trecientos sesenta grados y quedar parada en ella.

-Elegante movimiento. – felicitó la chica, maravillada.

-Cuando tu cabello da problemas por ser de este modo, tienes que aprender a moverte en lugares muy pequeños para contraatacar. – dijo ella. Luego se encogió de hombros.

-Y que lo digas. – ella escuchó el murmullo de Renji. Ella le ignoró.

La Kurosaki se sentó, y de un segundo salto, aterrizó en tierra firme sin tambalearse.

-Buenas tardes. – saludó ella, casi con una sonrisa en la cara. – Soy Kurosaki Ichigo. – hizo un cabeceo.

-Un placer. – Habló el hermano mayor. – Ella es mi hermana Rukia, - presentó él, colocando una mano en el pequeño hombro de la adolescente. – y yo soy Kuchiki Byakuya.

-Un placer. – ella amplió un poco más su sonrisa. Luego agarró el florero transfigurado y se lo tendió a la menor. – Considérenlo un regalo de bienvenida.

El Kuchiki abrió levemente los ojos con sorpresa, mientras que la chica, Rukia, lo hacía de forma desmesurada y parpadeaba muchas veces.

Cuando entró en el living de su nueva residencia, Ginrei se sorprendió por el arreglo de flores que acomodaba su nieta por enésima vez.

Su nieto, sin embargo, parecía que estaba hace más de media hora allí sentado y con un libro en sus manos.

-… Rukia. – llamó él, la aludida había pasado, sin que lo supiera, un cuarto de hora viendo las hermosas y raras flores. - ¿De dónde has conseguido las flores?

Ella sonrió de forma hipnotizada.

-Una chica muy bonita nos las dio de su jardín, Jii-sama. – por enésima vez, Rukia acercó su nariz a la flor para apreciar su aroma. - ¿Estaría bien tener un jardín tan precioso como el de ella? A Hisana Nee-san le hubiese encantado, ¿A que sí?

-Así es. – Ginrei dejó escapar un suspiro mientras afirmaba, captando la atención de sus nietos. - ¿Quieres hacerlo tú, Rukia? – le sugirió con una sonrisa en sus ojos.

-No creo que pueda sin la ayuda de Herbología y Pociones. Me gustaría hacerlo de forma "muggle", pero no sé nada de jardinería. – la chica se desanimó a medida que hablaba.

-¿Por qué no empiezas preguntándole a la joven Kurosaki? – sugirió Byakuya, mirando más de cerca a las flores. – Pero, ahora que lo pienso, nunca había visto este tipo de camelias antes. – mencionó después.

-¿Cómo van las refacciones? – preguntó el hombre mayor a su nieto.

-Están al día. – Byakuya dejó su lectura de lado para erguirse en su asiento y mirar a su abuelo. – para mañana al medio día estará la casa pintada, la pérgola terminada y la madera de los porche, reparados. – luego volvió a mirar a su hermana, que seguía embelesada con las flores que una extraña les había regalado. – en el jardín se plantará el árbol de cerezo blanco que pediste y se construirá el galpón para sus herramientas. De las flores se encargarán Rukia con la ayuda de su nueva amiga, si es que acepta. – la aludida se sonrojó.

-Está bien. – sonrió Ginrei. – lo único que falta es acondicionar los cuartos de huéspedes y el estudio. De eso me encargaré yo.

-Jii-sama, ¿Se sabe quién dará clases de apoyo de Defensa Contra las Artes Oscura? – preguntó la chica, con el ceño ligeramente fruncido. En el último año de estudios mágicos lo había pasado en Mahoutokoro, casi aislada para recibir de buena manera los EXTASIS, pero en lo único que había fallado era en esa materia en el lado práctico. Todas las demás, estaban en Supera las Expectativas, menos Encantamientos, que había conseguido la maestría.

-Quien quiera que sea, lo llamarán para que se presente en el colegio de esta región y después te lo comunicarán a ti, querida. – le tranquilizó su abuelo. – aunque en Mahoutokoro siempre hubo alumnos con excelentes notas, hace años que no ronda alguien con una maestría de esa materia. Por lo menos, no alguien más joven que el encargad de las calificaciones de esa materia de ese colegio. – explicó con un tono de voz sereno.

-Yo pensé que el examen teórico iba a equilibrar la nota. – se lamentó la chica, jugado con sus dedos.

-No vale la pena que sigas pensando en eso, Rukia. – le habló su hermano. – Mejor espera a que llegue el comunicado para dar esa materia otra vez.

Ella solo asintió, sin atreverse a discutir. Por lo pronto, volvió a mirar las camelias.

Fuera de la casa, en el patio de al lado, oyeron un canto exagerado de "¡Feliz~ cumpleaños~ a mí bebé~!" seguido de "¡Ya deja de cantar que los vecinos vendrán a quejarse por los ladridos, viejo!", que hizo reír ligeramente a la menor de la casa.

-¡Eres un tonto, papá! – exclamó Ichigo, riendo por las payasadas que hacía.

Se había puesto a bailar alrededor de su hija mayor, mientras cantaba una y otra vez la canción de "Cumpleaños Feliz", haciendo reír a todos los que estaban allí: sus primos, Ishida, Ganju y Kûkaku (Kaien no pudo venir al estar en su Luna de Miel), Renji, Chad, Orihime y Tatsuki. Sus amigas habían llegado media hora antes de ese momento. Además de que Furuhata Sendo y su novia, Hiruma Kiyoko, habían venido desde Kioto por el día. A ellos los había conocido ya casi en pañales porque iban al Kínder con ella. Al primero porque sus padres eran amigos, y la segunda porque era prima de Renji.

Por otro lado, sus padrinos le habían enviado un regalo que casi consistía en una librería completa para que pueda escribir y dibujar en todos esos cuadernos en blanco, además de lapiceras, lápices y colores que le había mandado.

Esos locos. Había dicho ella. No había podido venir por la cantidad de trabajo.

Por otro lado, sus amigos le habían regalado una nueva guitarra: color plata con detalles en azul. Una preciosa Gibson Les 'Paul II.

Casi salta en protesta por el regalo tan caro. Pero diciendo que la habían comprado entre todos, bastó.

Sendo y Kiyoko, le habían regalado un juego de pinceles profesionales y un arco nuevo para el Kyûdô.

Su familia le había regalado libros de magia, la mayoría, elegidos por Isshin en la zona de comercio mágica de Japón. En cambio, Harley le regaló dos fundas nuevas para sus varitas: una iba en el brazo y otra en la pierna.

-Eras la única bruja que tiene dos varitas hermanas, Youkai, así que te servirán de mucho. – le había dicho la pelinegra de ojos verdes. – una la compré yo y la otra lo hizo Oliver. Asi que considéralo de parte de los dos.

Y ahí estaban. Yuzu había hecho un gran pastel de chocolate, er… relleno con chocolate y bañado en más chocolate con el número dieciocho en… chocolate blanco. A la Kurosaki mayor se le hizo agua la boca al ver tanto chocolate junto.

-Ya, Ichigo, que se te cae la baba. – le picó Renji, para risa de Tatsuki.

-Lo siento… - se disculpó ella, sin ninguna gota de arrepentimiento. – saben cómo soy con el chocolate. – pasó saliva. – dulce chocolate…

Todos se largaron a reír otra vez.

-¿Qué tal si vamos comiendo una porción cada uno? -sugirió la melliza de cabello de jengibre. – está anocheciendo y yo tengo que hacer la cena.

Todos estuvieron de acuerdo. Está más decir que más de uno repitió una segunda porción. Aunque Ichigo repitiese tres. Luego de haber degustado en su totalidad cada porción del pastel, se escuchó el timbre de la entrada.

-Iré yo. – se ofreció Karin, casi levantándose al instante.

Cuando desapareció, su hermana mayor miró a su padre.

-¿iba a venir alguien más? – le preguntó con una ceja naranja alzada.

-No, ¿Tú esperabas a alguien más? – le devolvió a su hija. Ella negó con la cabeza, y agarró su guitarra acústica que había convocado hace un momento y se puso a tocar unas notas al viento.

-Papá. – llamó la melliza pelinegra. – es para ti, es el nuevo vecino. – avisó con soltura.

-¿No te dijo su nombre? – su hija lo miró con enfado.

-¡Te lo dije ayer, viejo! – le reprendió ella, haciendo que su hermana mayor parase de tocar y soltase una carcajada.

-Está bien, no me lo digas. – el hombre rodó los ojos y se fue a atender a la visita.

-Está un poco despistado, Karin, déjalo. – le dijo su hermana, entre risas. Cuando se fue, Ichigo rio más fuerte. Luego se calmó, y tocó unos acordes mientras cantaba. – Mayonaka no… utaga sakenda…Boku hontou wa… ano hi kara zutto…

Parecía que la tarde se había alegrado más de lo normal con la llegada de Ichigo y Harley. Todos reían y tarareaban mientras que la cumpleañera seguía tocando la guitarra casi como si hubiese nacido para ello.

Casi al final de las últimas notas, falló por eludir un bollo de servilleta tirado por su prima.

-¡Kûkaku! – gimoteó ella. - ¡Ya terminaba! – protestó después, eludiendo otro bollo.

-¡Es hora de chinchar a la cumpleañera! – dijo ella, como si fuese un grito de guerra.

Todos afirmaron mientras que le lanzaban los proyectiles de papel, menos Yuzu (que solo negaba con la cabeza y sonreía).

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A plena noche, su padre la llamó a su oficina y le informó que ya tenía todo los útiles para que ella y Harley empezara su último año de Bachiller.

-¿Solo era eso? – su hija enarcó una ceja, sabiendo que se guardaba algo más.

Isshin se puso inquieto.

-Depende de cómo te lo tomes, pequeña. – soltó una risa nerviosa. Ichigo rodó los ojos.

-Suéltalo ya, papá. – se fastidió ella.

El pelinegro inspiró y exhaló profunda y lentamente.

-Va a haber un baile de máscaras en unas cuantas semanas más y… - hizo una pausa mientras se rascaba la nuca.

-¿Y…? – indagó ella, preguntándose como rayos ella tendría algo que ver si ella no iba nunca a ningún baile. Es más, en ese estúpido baile de navidad en su cuarto año fue con Luna Lovegood y se la pasó en grande con sus comentarios sobre animales de existencia dudosa, y un tanto extrañada de que ella supiese su verdadero sexo.

-Bien… eh, bueno… es obligatorio ir. – soltó mientras se tapaba los oídos, a la espera de que estalle la bomba.

-¡¿QUÉ?! – vociferó su primogénita. -¡NO VOY A IR A…!

-¡Espera! ¡Hablé con los directivos, hija! – trató de calmar su padre. La nariz de Ichigo estaba dilatada, sus ojos estaban abiertos como si fuesen los de una lechuza, y su ceño estaba más fruncido que de costumbre.

-Dime. – fue la respuesta cortante y seca de ella.

-Hablé junto con Sendo, Sado, Ganju y Renji con ellos, y decidimos que irán pero como músicos. – el farfullo de su padre fue rápido y muy atropellado mientras caminaba hacia su hija. – la única pega es que tienes que ir vestida formalmente. – Ichigo entrecerró los ojos.

-¿Eso quiere decir…?

-Tienes que ir con vestido, sí o sí.

La pelinaranja apretó fuertemente los labios hasta que se volvieron blancos y sus ojos chispeabas de molestia.

-Solo lo usarás durante una noche, hija, solo una. – le insistió él.

-Y bien que siempre aguanto la maldita falda corta del uniforme todos los años en primaria, ¿No? Un vestido no me matará. Si no lo hicieron los Mortífagos, nada lo hace, ¿Verdad? – la voz de ella estaba goteando de sarcasmo, haciendo que el rostro de su padre se tornara serio. Pero no dijo nada, solo espero a la respuesta de su hija. – Esta bien, papá. – le dijo al fin, después de largos segundos. – me lo pondré, pero que sepas que nadie irá conmigo. Solo iré como guitarrista.

-No importa, Ichigo, no importa… - se despreocupó él. – eso sí, tienes suerte de que sea un baile de máscaras. – luego, se puso en modo padre soñador. – recuerdo que así conocí a tu madre. – los ojos le brillaron de forma exagerada. Luego empezó a parlotear sobre ese día con una estúpida sonrisa en su cara.

Su hija rodó los ojos y salió de brazos cruzados de la oficina de su padre.

-¡Tu vestido esta sobre tu cama! – le informó con el poco aliento que tenía por el golpe que le dio su hija, justo antes de que la puerta se cerrara.

Gruñendo como gansa enfadada, la chica hizo caso omiso a los llamados de sus hermanas, y subió a su habitación.

Desde que se fue, hace más de siete años, su recamara no había sufrido ningún cambio.

Paredes, como no, azules con destellos en dorado y plata y dibujos de camelias azules con sus bordes blancos. Le gustaba el estampado, y nunca lo cambiaría. En cierta manera, la Sala Común de Ravenclaw era así, por lo que se sintió cómoda cuando entró en ella por primera vez.

En una esquina tenía un gran armario con sus ropas de cuando era niña. En la esquina frontal, junto a una mesita de luz, su cama de dos plazas seguía teniendo sus mantas blancas y su colcha violeta. Sobre ella, estaba una percha con una bolsa en ella. Seguramente el dichoso vestido.

A los pies de su cama, su vieja guitarra eléctrica junto con su amplificador descansaba acompañados de una mesa con su computadora, su Tablet y su impresora multifunción de un lado, y del otro había cuadernos, libros, lápices, lapiceras, gomas, borra tintas, un juego de reglas y un maletín marrón. Todos nuevos.

Esquivando sus maletas, que estaban en medio de su cuarto, se fue a sentar en su cama, y deslizó en zipper de la bolsa blanca que contenía su vestido. Lo sacó de ella con percha y todo, y dejó que se deslizara en el aire, maravillando a la chica.

-Para ser un padre molesto, tonto, loco e idiota, - suspiró ella, pasando sus dedos por la suave tela. – me conoce perfectamente.

Era sin mangas, con un corseé con la tela suficiente para que cubra toda su delantera y mostrase lo necesario. Se cerraba por detrás con un cierre y el largo llegaba hasta los tobillos. Estaba abierto a cada lado de la falda desde la mitad del muslo. Y era azul. Un azul precioso.

Quizá Renji tenga razón con eso del fetiche. Pensó ella, analizando nuevamente el vestido. Ella pestañeó ante ello y sacudió la cabeza. ¿En qué estoy pensando? Renji es un idiota.

Cuando lo guardó en su bolsa y lo colgó en el ropero, se dio cuenta de la caja de cartón negro que estaba en la mesa de luz del lado de su cama. En un pequeño papel doblado, estaba su nombre, seguido de una nota.

Tenía pensado en regalárselos a tu madre en nuestro aniversario. Asi que espero que los uses.

Papá.

P.D.: Tu madre no me perdonaría que nos privemos de tener una foto tuya en una fiesta (cosa que no te gustaban mucho ya desde pequeña).

Era cierto. A su madre le hubiese encantado tener una foto así de ella. Bueno, de todas sus hijas. Por suerte, con Yuzu no tendrá problema: era la más femenina de las tres.

Cuando destapó la caja, se encontró con unos zapatos de taco alto en color plata. Entre medio, había una caja azul aterciopelada.

¿Más cosas? Preguntó ella, abriéndola. Vaya cosa, una segunda nota.

Si piensas que los zapatos eran el regalo de tu madre, estás totalmente equivocada.

Cuando volvió a mirar la caja, se sobresaltó al ver un juego de accesorios en platino: un collar con un águila del tamaño de la palma de su mano como dije, un par de aros colgantes en forma de girasoles, y una pulsera con cinco flores de camelias, con los nombres de los integrantes de la familia.

-Baka Oyaji. – masculló ella, con la voz ligeramente quebrada.

Se le quitó el apetito cuando guardó las dos cajas en el mismo lugar que el vestido, se cambió por un pijama de dos piezas totalmente de color verde agua, desató el cabello y salió a su terraza por un rato.

Seguramente Yuzu había limpiado siempre su habitación con cuidado de no cambiar nada de lugar, ni las plantas que tenía en la terraza. Lo único diferente allí era la mecedora de su madre en la parte exterior de su cuarto.

Sonriente, se sentó y empezó a mecerse hasta que le diera sueño.

Al día siguiente, todos se levantaron temprano, se bañaron y se prepararon para ir al colegio o, en el caso de Isshin, a trabajar en la clínica.

Como Harley e Ichigo se tenían que ir temprano para completar su ingreso a la preparatoria, las dos se fueron casi después de desayunar (aunque a Ichigo no lo hizo porque no tenía hambre). Isshin tuvo la suerte de que ayer saliera y comprara dos uniformes para las dos brujas.

En el camino al colegio, ambas estuvieron hablando sobre cómo eran las escuelas en Japón, para que la Potter se haga una idea de lo que tenía que hacer, los deberes dentro del salón y algunos favores que podían hacer en la hora de clase.

Cuando llegaron a la plaza frente al colegio, Ichigo frunció el ceño ante dos chicos de doce años molestando a una niña que estaba llorando, de la misma edad que ellos.

-¡¿Qué demonios se creen que están haciendo?! – el grito sobresaltó a Harley y a los tres niños. - ¡¿No les da vergüenza atacar a una niña?! ¡¿Eso es lo que les enseñan sus padres?! – riñó y reclamó con sus brazos en jarra y mirando ceñuda a los dos niños.

Los dos chicos se asustaron, para luego agarrar sus mochilas y salir corriendo en dirección a la escuela.

Harley observó cómo Ichigo se volvía a la niña, hincándose en una de sus rodillas.

-¿Estas bien? – preguntó con voz suave. Su rostro estaba libre de enojo y sin ceño fruncido.

-E-ellos ti-tiraron mi m-mochila… - la niña sollozó mientras apuntaba hacia el árbol que las cubría del sol.

Ichigo miró hacia arriba, y abrió los ojos. La planta era muy alta, como siete metros de alto. Un gran árbol de roble adulto. Justo en lo más alto, una mochila rosada se balanceaba en una de las ramas de arriba del todo.

La mayor suspiró, resignada. Había demasiada gente como para convocarla, por lo que no le quedaba otra más que escalar el gigantesco árbol.

-Ay no, - gimió Harley viendo hacia dónde se dirigía su hermana. – Te conozco, ¡No lo hagas, Ichigo! –le dijo la chica, empezando a molestarse.

-Voy a estar bien. – le cortó ella. Luego miró a la niña. – tendrás tu mochila muy pronto, peque. Solo espera, ¿Si? – le dijo ella, tratando de secar los lagrimones de su cara. Su cabello rosado era muy extraño, por lo que entendió por qué la molestaban. Al abrir sus ojos, notó que eran rojizos. Otro motivo para molestarla.

Ichigo le miró una mirada a Harley, y ella le entendió. Se quedaría con la niña hasta que bajara. Pero de forma resignada.

Cuando Ichigo iba por la mitad del árbol, una pequeña multitud de alumnos del colegio se había juntado para ver lo que sucedía, generando un murmullo entre ellos (eso hizo que se agradeciera consigo misma por haberse puesto unas calzas de mezclilla bajo la falda reglamentaria). Al llegar a la cima, la hija de Isshin agarró rápida y exitosamente la mochila de la peli rosa con una sonrisa triunfante en su cara.

-¡La tengo! – exclamó mientras agarraba de forma firme tanto el objeto como el árbol.

Al segundo, algo crujió en sus pies.

-Uy… - musitó al tiempo que una rama, la que estaba debajo de su pie derecho, se partía y la dejaba colgando de una mano en una rama en la que ella se había enganchado rápidamente. – Un poco más… - masculló ella, tratando de hacer pie en una rama más baja y gruesa.

-¡Llamen a alguien! – gritó la voz lejana de Harley, histérica. - ¡Que alguien llame a alguien rápido! ¡Se va a caer!

Los murmullos se hicieron más rápido, pero a los diez segundos, la segunda rama cedió, y dejó caer a Ichigo al mar de ramas que le pegaban en los brazos, pernas y su rostro, al tiempo su boca se abría para proferir un grito mudo.

Cerrando los ojos, y asegurando la mochila entre su pecho, Ichigo esperó el doloroso golpe que la tierra y el césped le darían cuando terminara de caer.

Pero eso no llegó como esperaba.

Algo blando y duro chocó contra ella. Al tiempo, una voz serena y profunda se quejaba a la par de ella.

Mierda. Ella maldijo mentalmente. ¿A quién habré aplastado? Espero que no se haya lastimado.

-Ouchie… - Ichigo se quejó, un tanto desorientada. En la caída había perdido sus anteojos.

-¿Esta bien, Kurosaki-san? – preguntó la voz de un hombre, obligándola a sentarse en el césped a su lado. Lo único que veía era una mancha negra que de seguro pertenecía al color de cabello de su amortiguador.

-Sin contar los rasguños, sí. – masculló ella, tratando de levantarse. - ¿Usted está bien? No lo lastimé, ¿Verdad? – el hombre pudo ver como entrecerraba los ojos, como si tratase de enfocar la vista.

-Solo fue un golpe, no se preocupe. – dijo él, parpadeando de forma rápida y repetidamente. – Parece ser que los árboles tienen algún atractivo para ti. – se escuchó una risa silenciosa.

Tratando de enfocar la vista sin sus anteojos, la pelinaranja pudo ver como sonreía de forma leve, por lo que ella no pudo evitar ponerse tan roja como el cabello de Renji.

-Y-yo... bueno… - ella tartamudeó un par de veces más, sin que su sonrojo bajara. – m... m-me disculpo p-por ello, Kuchiki-san.

-Ya pasó… En primer lugar, ¿Qué estaba haciendo en el árbol? – indagó él. Sonaba un poco desconcertado.

-¿Árbol…? – se sorprendió ella. Ichigo miró una de sus manos. Una mochila rosa. -¡La niña! – intentó ponerse de pie y cayó nuevamente y siseó de dolor.

-Creo que no está del todo bien. – el hombre se acercó, y la chica pudo verlo mejor.

-C-creo que es mi tobillo… - masculló ella. Ni que decir de mi mano toda astillada. Agregó mentalmente. - ¿P-por casualidad no ha visto un par de gafas en…?

-Aquí están. – le indicó él, dejando le accesorio en sus manos con delicadeza.

Ella se los puso, y se sonrojó todavía más mientras maldecía internamente.

-Lo siento. – se disculpó ella, otra vez. El ojiazul negó con la cabeza otra vez.

-Tendrás que ir directamente a la enfermería. – informó autoritariamente, pero de forma suave.

-Necesito completar mi ingreso. – intentó negarse ella.

-Yo lo completaré, Youkai. – dijo Harley, quien se había acercado justo cuando el hombre habló. Venía tomada de la mano de la niña peli rosa. Esta última estaba mirándola a ella con suma preocupación.

-Onee-san, ¿Estás bien? – le preguntó con su voz tomada por el llanto.

-No es tan malo. – le dijo ella, sonriendo. – Mira. – alzó su mano derecha, justo donde tenía la mochila de ella. Al instante, a la niña le brillaron los ojos, para luego lanzarse a ella y abrazarla.

-¡Gracias, gracias, gracias! – sin que la niña la viera, Ichigo hizo una mueca de dolor, pero sonrió al segundo.

-Fue un placer. – le acomodó la mochila en su espalda, y, con ayuda de Harley y el desconocido, se paró sobre sus pies. Les agradeció a los dos y se apoyó en su amiga. La niña saludó con la mano de forma enérgica, y se fue directo a la escuela.

-Te dije que no lo hicieras. – suspiró Harley, empujándola levemente.

-Algo parecido te dijo Hermione Granger en primer año en clase de vuelo, así que no me vengas con eso, Potter. – se defendió ella, en voz alta.

-¡Calla! – le dijo ella, mirando de forma nerviosa al hombre. Este las miraba con una ceja enarcada. Ichigo se tensó, y palpó su antebrazo izquierdo, el lugar donde una de sus varitas estaba.

-Yo no he oído nada. – él dirigió a la muchedumbre una mirada que hizo dispersar a todos, y volvió a hablar. – Aunque, para ser sincero, creí que el último Potter había sido un niño. – miró a la ojiverde con curiosidad.

-¿Cómo sabe…?

-No es el momento. – le cortó Ichigo a su amiga. - ¿Usted es profesor de la Secundaria de Karakura? – preguntó mirando sin mirar al hombre.

-Profesor de Leyes y presidente del club de Caligrafía. – afirmó él. Vestía un pantalón de vestir gris, camisa blanca, un saco negro y zapatos marrón claro. Lo único fuera de lugar que había en su imagen, era las pocas ramitas y hojas que había en su cabello y parte de su saco.

-Oh… - fue lo único que dijeron ellas.

-Espero que me haga caso y vaya directamente a la enfermería, una torcedura puede ser simple, pero puede engañar al ojo humano a simple vista. – advirtió él, mientras recogía del suelo su maletín negro, más un libro.

-La obligaré, Professor, no se preocupe… - dijo Harley, suprimiendo una risa maliciosa.

-¡Lilian! - Ichigo la miró con enojo y más ruborizada que antes. Ella le vió sonreír levemente, para luego darle la espalda y encaminarse al instituto. Cuando se aseguró de que no las veía nadie, le pegó a la pelinegra, mientras ella reía aún más fuerte.

Cuando la hora del receso empezó, Byakuya fue directamente a la enfermería.

-¿Qué se le ofrece, Kuchiki-sensei? – preguntó la mujer encargada.

-Quería saber si una chica de cabello anaranjado vino para que le atiendan su tobillo. – explicó sin ninguna expresión más que la serenidad. – antes de que empezara la jornada, cayó de un árbol por ir a buscar la mochila de una niña y yo fui quien… ablandó el golpe. – ante la explicación, la enfermera abrió los ojos como si fuese una lechuza.

-Ah, si… ella vino. – afirmó la mujer. – fue un esguince, por lo que solo le puse una crema para mitigar la hinchazón, un vendaje y le puse un cabestrillo descartable. – sonrió suavemente. – es una muchacha muy buena. Igual que lo era su madre. – opinó después. – no hay nada de qué preocuparse, solo tiene que estar así dos semanas y su tobillo quedará como nuevo. - Byakuya asintió, conforme.

-Me alegro. – dijo con tono ausente. – Gracias por informarme, Mara-san.

-No es nada, solo hago mi trabajo. – despreocupó ella.

El oji azul cabeceó y se fue, dejando sola a la enfermera.

Un tiempo después, ese mismo día, Kuchiki Rukia esperaba a que la profesora de inglés entre y callase a sus demás compañeros. A la par, garabateaba un dibujo en la última hoja de su cuaderno.

-¡Silencio todos! – ordenó la estridente voz de la profesora. – hoy entrarán dos compañeras nuevas al curso. – informó con el rostro serio.

Rukia prestó más atención.

-Ellas vienen de Inglaterra, por lo que no sería extraño que tuviesen un acento muy marcado de allí. – se giró a la puerta que lindaba a su escritorio. – pueden pasar.

La primera en entrar fue una pelinegra de ojos verdes que la chica Kuchiki no había visto nunca. La segunda, era Ichigo.

-¡P-pero! – la profesora tartamudeó. - ¿Qué te pasó, niña? – le preguntó a Ichigo. Esta venía con una muleta debajo de su brazo derecho, mientras que en la otra balanceaba su maletín.

-Caída hace como una hora. – la pelinegra suprimió una risa y su compañera le miró mal. – Es un esguince.

-Ah… - la profesora tenía un tic en el ojo. – bien… - se giró al pizarrón, y escribió en Romaji un nombre y el otro lo hizo con los Kanjis correspondientes. – Si me hacen el favor de presentarse… - pidió cuando terminó de usar la tiza.

-Kurosaki Ichigo...

La profesora miró a la chica durante unos segundos, y luego alentó a la otra chica a que hiciese lo mismo.

-En inglés, por favor, querida. – pidió con amabilidad. Ella asintió.

-Hi! – saludó ella, haciendo un saludo leve con la mano. – My name is Harley Potter, nice to meet you.

-Kuchiki, - llamó la profesora. – ya que eres otras de las nuevas del año, ¿Por qué no contestas como debería ser?

-Si, sensei. – Accedió ella, levantándose de su asiento. – We are happy to meet them both, my name is Rukia Kuchiki, and I hope we get along.

Todos miraron a la profesora. Esta asentía de forma conforme, mientras anotaba en una de sus libretas.

-Ahora, Potter, te sentarás detrás de Abarai. – el aludido levantó su mano derecha en un puño con su pulgar hacia arriba. – y Kurosaki, entre su compañera y la señorita Kuchiki. – indicó después, haciendo un ademán con su mano libre.

Las dos le hicieron caso y caminaron a sus nuevos asientos.

Cuando las dos se sentaron, las dos suspiraron de forma aliviada.

-No puedo creer que hayas caído sobre el profesor de Leyes. – se rio Tatsuki, seguida de Harley, Renji, Ganju, Sado e Ishida.

-¡Oye! ¡No se burlen de mí! – se quejó la Kurosaki. – Ya les expliqué del porqué subí al árbol en primer lugar.

-Desde luego… - comentó Orihime, contenta. – Esa parte tuya no ha cambiado nada de nada. – luego, siguió tomando su gaseosa sin borrar su sonrisa.

Todos estaban en la azotea del colegio, almorzando.

Ichigo iba a invitar a Rukia, pero dijo que se les unía después porque tenía que ir a hablar con su hermano.

-Causaron un gran revuelo cuando se presentaron a los últimos exámenes. – dijo Ishida, acomodándose los anteojos. – me enteré que hasta en Durmstrang y Beauxbatons lo hicieron cuando se presentaron para los EXTASIS.

-¿Qu-qué? – se sorprendieron las dos. - ¿Cómo es eso? – demandó su prima.

-Es solo un rumor, - le dijo él, ceñudo. – no le den importancia. – luego giró los ojos, haciendo que Ichigo bufara.

-A propósito, - Harley miró mal a su hermana. - ¿Qué te pasó para que soltases eso frente al nuevo vecino y profesor? – segundo después, puso sus brazos en jarra.

-No es mi culpa de que me alteraras. – farfulló la pelinaranja entre bocados de su almuerzo.

-Ahora no te preocupa mucho, ¿Verdad? – ironizó la ojiverde.

-No, claro que no. – admitió ella. – después de todo, sabe que Harry Potter es un chico, y se extrañó de que el apellido esté acompañado de un nombre de mujer.

Ishida frunció el ceño ante esas palabras dichas por su prima.

-Entonces mi teoría no estaba mal encaminada. – dijo para los tres.

-¿Qué? – se sorprendieron las dos.

-El año pasado lo vi con un libro de Teoría de la Magia, y lo escuché hablar sobre problemas en Inglaterra sobre lo corrupto que estaba Hogwarts. – las dos brujas se miraron.

-Supongo que, o es un mago o está trabajando con uno. – suspiró Harley. Miró a su amiga. - ¿Tú que piensas?

En ese momento, la puerta que daba a la azotea se abrió. Rukia había venido.

-Bienvenida a la banda de raritos, Kuchiki. – dijo Ichigo, sonriendo torcidamente.

Ella rio y sonrió levemente.

-Que me llamen Rukia, está bien. – dijo la chica, haciendo un ademán con las manos.

-¡Ya sé quién es! – saltó Ganju. Todos lo miraron con interés.

-¿Y tú como la conoces? – preguntó Tatsuki, ceñuda.

-Bueno… - vagó el sobrino de Isshin. – más que nada por el apellido. – se avergonzó el chico. Luego la miró. – Eres la hermana menor del profesor de Leyes, ¿No? - Todos la miraron con la boca abierta. Eso hizo que la recién llegada se ruborizara levemente.

-Bueno… si… - dijo por lo bajo. – Nii-sama es ese profesor.

Ganju empezó a reírse. Luego, le siguieron Harley, Tatsuki, Renji y, para finalizar, Ishida. En cambio, Ichigo volvió a ruborizarse como un tomate, mientras que Rukia miraba a todos con confusión.

Orihime le contó el incidente de la mañana sin reírse. Lo relataba con alegría. Cuando terminó, la Kuchiki menor quedó parpadeando y mirando a Ichigo con la boca semi-abierta.

-Subiste a un árbol, - enumeró ella, alzando un dedo de su mano. – recuperaste la mochila de una niña a la que le habían hecho Bullying, una de las ramas se quebró, quedaste colgando de una mano. Esta se astilló, se rompió, y, ¿Caíste a siete metros de altura para aterrizar sobre Nii-sama?

-Si… Ehm… bueno… - la chica se sonrojó más y por cada nueva risa se iba encogiendo más en su lugar. – no me había avergonzado tanto desde que mi padre se pusiese a hablar con Lunático y Canuto sobre mí. – le dijo a Harley en un susurro.

La pelinegra rio más fuerte.

Lilian! – se quejó la bruja japonesa.

-¡Ay, perdón! – rio ella, de forma entrecortada. - ¡Es que…! ¡Es que me acuerdo de ese día! – luego rio con los brazos alrededor de su estómago.

-Yo no sé si unirme al coro de risas… - dijo Rukia, haciendo que Renji riese más fuerte.

Cuando el receso terminó, la mitad se separó: Renji, Rukia, Ichigo, Harley e Ishida se fueron su clase de Educación Física, y los demás a clase de Leyes (a lo que todos se largaron a reír en cara de la pelinaranja).

Nota: el extracto de la canción es de "Mayonaka no Orchestra" pertenece a Aqua Timez, fue usada como décimo sexto ending de "Naruto Shippuden" (Kishimoto).