PESADILLA

El día se acababa en la 12. No había sido un día demasiado ajetreado en cuanto a acción, se habían limitado a ir a detener a un sospechoso de asesinato que ya habían localizado hacía un par de días. Había sido una detención fácil y sin ningún tipo de problema (lo que lógicamente había ocasionado el disgusto de Castle por no haber tenido ninguna "emoción extra", como él había decidido llamar al peligro de una detención), y dentro de nada el sospechoso saldría de los calabozos de comisaría para ir directo a un lugar aún menos agradable. Eso sí, habían tenido un sinfín de papeleo.

Se encontraban hablando animadamente en la mesa de Beckett. Estaban Beckett, Castle, Ryan y Espósito, y hablaban de nada en concreto, una conversación insustancial que ponía algo de aire a un día de trabajo.

- ¡Oh, venga, vasito de leche! ¿No me digas que tu chica te ha dejado tirado un viernes por la noche para irse con sus amigas? – Se burló Espósito.

- Claro, a ti eso no te pasaría nunca, ¿no? – Contestó Ryan, tratando de ignorar el dichoso apodo.

- ¡No, desde luego que no! – Dijo él, orgulloso.

- Claro que no, porque tú no tienes chica – Contraatacó Ryan.

- ¡Zas! Ahí te ha dado un golpe bajo – Se rió Castle, y Espósito les fulminó con la mirada mientras Beckett se reía.

Debido al jaleo que se había montado en ese momento en la mesa, ninguno de los presentes se dio cuenta del momento en el que dos policías se encaminaban a la puerta con el sospechoso agarrado de los brazos. Ni vieron como este, de un movimiento brusco, lograba zafarse de ellos. Ni como, con las manos aun esposadas a la parte delantera de su cuerpo (gran error de los policías), cogía una pistola. Y cuando la gente comenzó a gritar y ellos se dieron cuenta de lo que ocurría, ya fue demasiado tarde.
El hombre apuntó directamente a Beckett con el arma y, tras esbozar una cruel sonrisa, apretó el gatillo.

Y después de eso todo ocurrió demasiado rápido. El sonido de dos disparos cruzó el aire, y tres cuerpos cayeron al suelo.

Beckett no era consciente de lo que había pasado. Vio como ese hombre la apuntaba y, sin darle tiempo si quiera a reaccionar disparaba el arma. Tras eso solo fue consciente de que algo la había empujado fuertemente haciéndola caer al suelo a cierta distancia de donde se encontraba. Estaba tirada en el suelo y el pelo le tapaba la cara, pero no sentía ningún dolor. Nada. La bala no le había dado.

Sin embargo la gente seguía gritando. Y no sabía por qué, pero tenía la sensación de que acababa de ocurrir algo terrible.

Poco a poco se levantó, con miedo a lo que podía encontrarse. A lo lejos pudo ver el cuerpo del hombre que había intentado matarla tirado en el suelo. Ahí estaba la respuesta a uno de los disparos, pero ¿y el otro? Él había disparado, pero ella estaba perfectamente…

Entonces miró a su derecha y el mundo se le vino encima. Sintió que se mareaba y que volvería a caerse, pero que esta vez ya no se levantaría. Todo a su alrededor comenzó a dar vueltas y le pareció que le arrancaban el corazón del pecho. Dando tumbos se acercó a él, se dejó caer de rodillas a su lado, y simplemente pidió al cielo morirse ella también.

Castle estaba tirado en el suelo, y en su pecho, en el lado izquierdo, su camisa estaba manchada de sangre. Además de esto, el suelo comenzaba a encharcarse también de la misma sustancia roja. A Beckett le temblaban las manos cuando, en un último intento por negar la evidencia, tocó su cuello en busca de un latido.

Inexistente. Ahí sintió que no podía más, y rompió a llorar con la cabeza apoyada en él. No podía ser, simplemente no podía ser. No podía estar muerto. De ninguna manera.

- Castle… No por favor, despierta Castle, no puedes hacerme esto… No puedes dejarme, por favor… Te quiero, te necesito, por favor no te vayas… ¡Castle, por favor! Vuelve… Rick…

Beckett susurraba una y otra vez lo mismo pegada contra el pecho de Castle. La gente de comisaría se agolpaba alrededor pero nadie se atrevía a decirle nada. Nadie quería ser quien la separara del cuerpo del hombre que amaba y le confirmara que había muerto. Que había muerto por una bala que no iba para él, por salvarle la vida a ella.

Finalmente Espósito, secándose él también las lágrimas, se arrodilló a su lado y trató de separarla de él. Ya no había nada que hacer.

- Kate… Eh, Kate, ¿me oyes? Vamos, tienes que soltarle…

Beckett le oía pero en realidad no le escuchaba. Sólo pensaba en que no, que aquello no era real, que no podía ser cierto. Él no estaba muerto, y punto. Y no pensaba soltarle hasta que despertara. Quería estar a su lado cuando abriera los ojos. Porque iba a abrirlos. Sin embargo unas manos la agarraron por los brazos y tiraron de ella hacia atrás. Trató de resistirse, quería estar con Castle cuando despertara, pero su cuerpo parecía que no quería responder y se dejó llevar, mientras sentía como las lágrimas no dejaban de caer y su boca no dejaba de pronunciar su nombre, llamándole en susurros.

- Castle...

Y de pronto todo se volvió negro.