Disclaimer: nada de esto es mío, ya saben, es de J.. Pero me divierto inventando de los personajes.
Bueno, un nuevo Dramione. No voy a dejar el resto, pero me apetecía hacer algo nuevo. Por cierto, tengo que aclarar que más adelante pueden haber escenas, ¿lemon? Es que no ando muy bien orientada con los términos, pero creo que es eso.
En fin, espero que disfruten. Y siento si hay cosas que no corresponden con lo que pasó en el libro. El primer capítulo es un poco Light, y no se sabe muy bien porqué pasa lo que pasa, pero todo tiene su porqué.
Disfruten, y si les gusta, reviews. ¡Gracias!
Asuntos entre manos
1. Toc, toc.
Cada mañana, a la misma hora, la luz de fuera se colaba por la ventana y conseguía despertarla. Después de dar varias vueltas, conseguía desperezarse y su mente ponía el automático para hacer una larga lista de tareas: ducharse, desayunar, arreglarse, despertar a Ron por tercera vez y salir hacia el trabajo.
Si no fuera porque estaba tan segura de sí misma, juraría que su vida se había vuelto monótona. Pero bueno, lo monótono también tenía sus cosas buenas, realmente buenas.
Ron se había mudado a su apartamento hacia dos meses, y aunque fuera la persona más despistada del mundo, seguía tratándola tan tiernamente como siempre. Además, iban todos los fines de semana a La Madriguera y se reunían todos juntos. Y ni que decir del trabajo, donde parecía que cada vez les iba mejor.
Llevaba tres años estudiando y trabajando en el departamento de Regulación de Leyes Mágicas, en el Ministerio. Sin duda tenía mucho trabajo. Desde la caída de Voldemort hasta la última mota de polvo del mundo mágico se había removido, y todos parecían dispuestos a empezar de nuevo y cambiar todo. El resultado había sido que en 4 años estaban a punto de pasar por su 3er ministro.
- Bueno, al menos me queda Londres.
Sí. Si de algo estaba segura es que por muy perfecta y aburrida que pareciera ser su vida, si en algún momento quería tomarse un respiro, sólo necesitaba dar un paseo por la ciudad.
Después de tanto pensar, tuvo que volver a la realidad para rebuscar su pase del metro.
- Señorita, ¿me deja pasar?
Se había parado justo delante de una de las vallas para pasar y había generado una cola de varias personas. Eso en el metro de Londres a esa hora era decir mucho, cuando funcionaba todo a prueba de estampidas de gente. Pero es que su maldito bolso estaba peor que un estercolero y le costaba encontrar cualquier cosa. ¡Por Merlín que esa noche volvería a ordenarlo (tarea que siempre se imponía y nunca hacía)!
Localizó la tarjeta y salió como un resorte. Al fondo vio el reloj en el andén y empezó a angustiarse.
- No sé qué me pasa hoy...
Al entrar en el vagón pudo relajarse unos minutos, sentada al lado de una de las puertas del pasillo. Cerró los ojos y pensó en unas merecidas vacaciones. Lejos, muy lejos, en una isla paradisíaca, en , ...
¡Eso era! Estaba tan estresada que no se había dado cuenta que lo único que necesitaba era desconectar. Descansaría y volvería con las pilas recargadas. Algún sitio donde ir, tranquilo, y arrastraría a Ron si era necesario.
Aún con la idea en la cabeza, sonrió vagamente y se entusiasmó. Ahí estaba la respuesta desde el principio. Tantos pensamientos estúpidos desde por la mañana temprano a causa del agotamiento.
En dos paradas tenía que bajarse. ¿Europa?¿Cabo Verde? ¿Tailandia?
Un momento, los dos últimos destinos eran para parejas recién casadas. Seguramente Ron y ella se casarían algún día, tarde o temprano.
Se sujetó a la barra algo inquieta y con un nudo en el estómago. ¿Qué sentía? ¿Resignación? Nah, seguro que era el estrés de pensar en los preparativos y el ajetreo de la boda.
Sus pensamientos empezaron a quedar en un segundo plano ya que le pareció ver a alguien conocido. Estaba de espaldas y no veía su cara, pero los gestos y movimientos le resultaban familiares. Y sabía bien que para reconocer a la gente tenía bastante destreza.
Se balanceó esquivando visualmente a la gente y entonces lo vio. Estaba allí de pie, bastante concentrado con lo que parecía un móvil o una Pda en las manos. Era Draco Malfoy.
Hacía años que no lo veía, y sinceramente tampoco tenía muchas ganas de hacerlo. Sólo recordaba vagamente que hacía poco había muerto su padre y desde entonces él se ocupaba de algunos negocios. Si bien el apellido Malfoy ya no tenía el poder de antes, desde luego aún mantenían algo de respeto, y por supuesto de riqueza.
En la parada del ministerio logró bajarse rápidamente, haciéndose hueco entre la gente. No quería llegar tarde. No lo había hecho en 3 años y no pensaba ser hoy la excepción, justamente cuando iba a pedir algunos días libres.
Su vista se dirigió entonces a su lado. Malfoy también se había bajado. ¿Iría al Ministerio? Sólo faltaba que se encontraran en alguna de las malditas entradas. O se apresuraba o llegaría tarde.
Llegó jadeando al pasillo que conducía a su despacho, deteniéndose antes a saludar a su jefe y tutor de prácticas, Jeff Moore.
- Buenos días, Jeff- un señor de mediana edad con el cabello canoso le devolvió el saludo.
- Granger, tenemos un montón de papeleo hoy. Se ha liado una buena con un grupo de arpías al norte del país. Están aterrorizando a los habitantes de un pueblo y reclaman sus derechos– vio como iban apareciendo papeles en varias pilas cubriendo el escritorio del hombre.
Se suponía que en el almuerzo iba a buscar un sitio para sus minivacaciones y ya de camino le pediría a Jeff unos días libres. Ahora ni almuerzo, ni vacaciones, ni vida.
Ojalá le hubieran dicho cómo iba a ser todo aquello antes de dejarse los cuernos estudiando en los ÉXTASIS.
Su jefe la miró fijamente. Era un hombre bastante tranquilo, de unos 50 años, pero con mano de hierro. De la vieja escuela. Se sabía cada caso que había pasado por el departamento en los últimos 30 años. No le extrañaba que se hubiera divorciado hacía tan sólo un mes, porque se desvivía por su trabajo. Es más, ahora que ya no tenía alguien que lo esperara en casa, se pasaba el día entero encerrado entre esas 4 paredes.
¿Le pasaría a ella algo similar?
- Granger, ¿sigues ahí?- la observaba con una sonrisa condescendiente. Sería como fuera, pero le tenía un cariño especial después de esos años. Era como un segundo padre para ella- He desviado los expedientes a tu mesa. Tengo que entrevistarme con alguien en 5 minutos. En cuanto termine sigo yo con ellos.
Hermione asintió y dio media vuelta.
- ¡Por cierto! Me alegro de que al menos un día no llegues antes que yo.
- Pues la verdad es que pensaba pedirte unos días libres...
- ¡Genial!- la cortó con un gesto alegre- Ya me las apañaré yo con Steve. Hace tiempo que no te tomas unos días, trabajas incluso más que yo, que soy el jefe. ¿Tan pronto me quieres quitar el puesto?
Jeff soltó una risa socarrona. ¿Steve? Ese mal bicho sólo se dedicaba a hacerle la zancadilla y dejarla en mal lugar para quedar bien ante el jefe. Encima era un vago. Su cara se torció en un gesto desagradable, ¿cómo demonios había entrado en el departamento un inútil como él?
Tampoco quería dejar todo así antes de irse, con la revuelta de las arpías y Steve despidiéndose de ella a empujones para sacarla rápido de la oficina. Fue a abrir la boca, pero Jeff contestó antes.
- Granger, puedo vivir sin ti. ¿Aún no sabes de lo que soy capaz? Yo solo resolví con 25 años la demanda impuesta contra...
- Que sí jefe, me tomaré las vacaciones.
Ambos se rieron antes de que la morena se retirara. Siempre contaba sus batallitas, y si era necesario recurría a su gran hazaña, esa que lo había convertido en uno de los más destacados legisladores y por la que cualquiera que se dedicaba a ese trabajo se sintiera orgulloso de tan solo respirar el aire que él soltaba.
Hermione abrió la puerta de su despacho aún con una sonrisa y se dejó caer en su silla. Dio un vistazo al montón que iba apareciéndose ahora en su mesa y pensó que lo mejor era ponerse manos a la obra.
Cuando su melena dejó de verse tras tanto expediente, tocaron a la puerta.
- Pasen.
Se escuchó una voz carraspear. Fue entonces cuando separó la vista de los papeles y volvió a poner los pies en el suelo. Se asomó por encima del torreón de expedientes y en seguida se levantó sin saber cómo reaccionar.
- Granger, te ocuparás del caso del Sr. Malfoy mientras yo sigo con el caso de las arpías.
Su jefe cerró la puerta no dando tiempo ni a explicaciones ni a que pudiera preguntarle absolutamente nada, pero sí dejando paso a Draco Malfoy.
Se quedó clavada en el sitio. Sí, cosas como esa podían pasar. Muchas veces había coincidido con antiguos compañeros y amigos que llegaban con algún asunto al despacho de su jefe. Pero al despacho de su jefe, no al suyo. Ella sólo era una subordinada. No podía ocuparse sola aún de casos particulares.
Las ideas empezaron a embrollarse en su mente y tardó demasiado en decir algo. Él sonrió de lado burlonamente y se sentó.
- ¿Ni siquiera me vas a invitar a tomar un té a estas horas de la mañana, Granger?
Volvió a centrarse, maldiciéndose por dentro. Ya no tenían 15 años, ahora Draco Malfoy era un ciudadano más al que atender.
- Buenos días Malfoy- se sentó e hizo aparecer café y pastas.
- Buenos días Granger. Me alegra saber que aún tienes modales- Draco se fijó en la taza y aspiró el aroma- Prefería té, pero bueno, es suficiente ya por tratarse de ti.
- ¿Por qué has venido Malfoy?
Su voz sonó casi infantil, y se maldijo por 2ª vez en la misma mañana. Draco la miró mientras removía la taza, daba un sorbo y la volvía a soltar resoplando, poniéndola nerviosa.
Hermione Granger era la misma que conocía desde hace años. Daba igual cuanto tiempo pasara, ese carácter de fiera indomable lo iba a tener hasta que muriera. Sonrió amargamente. Había algunas cosas que nunca cambiaban.
Se levantó a colgar su abrigo bajo la atenta mirada de la morena. No iba a ser fácil mantener una conversación, bastante inmaduro por su parte. Pero él ya estaba de vuelta cuando ella no había pensado ni en ir. No estaba allí para discutir, sólo quería resolver el asunto y que fuera ella quien lo hiciera.
Con un tono bastante más suave Hermione apartó algunos montones de papeles y volvió a hablarle.
- Siento el desorden. No suelo ocuparme de casos particulares- Mas bien nunca- ¿Qué te trae por aquí, Malfoy?-
- Quiero resolver un asunto de mi herencia.
- ¿Tu herencia?- lo miró confundida- Pensé que aún vivía tu madre.
- Me alegra saber que estás algo interesada en mi vida privada, aunque no lo suficiente – ladeó la cabeza en un gesto autosuficiente.
Cerró los puños intentando no levantarse en ese momento y patearle su culo de sangre limpia fuera de su despacho.
- No es tan privada cuando la muerte de tu padre sale en los periódicos.
El rubio tosió reincorporándose en el asiento, mientras Hermione se felicitaba interiormente. La mención a su padre siempre lo incomodaba. Siguió saboreando el café, tan tranquilamente que Hermione empezó a impacientarse.
- A mi madre no le queda mucho- sonó neutro- Y mi tía le cedió hace tiempo una casa en el centro de Londres y otras cosas más.
- ¿Cuál es el problema? Pasará directamente a ti.
- El problema es que mi tía aún está viva, y parece ser que después de volver a Azkaban, su estado mental empeoró, si es que eso es posible.
Hubo un silencio y fue ahora cuando a Hermione le tocó sonreír.
- Resulta cómico escuchar eso de ti.
- Sólo era un mero trámite, pero ahora también dudan de la validez del pacto de poderes cuando se hizo.
Draco se acomodó y obvió el comentario. La miró directamente con ese azul grisáceo tan penetrante.
- Las leyes se han vuelto más duras contra los exmortífagos.
- Lo sé, pero voy a hacer todo lo posible para recuperar lo que me pertenece.
Se asombró de la vanidad del chico. Y de su entereza. Era un tema bastante delicado: su padre muerto en Azkaban hacía un año, y ahora su madre lo iba a estar dentro de poco. ¿Qué le habría pasado? Lo miró también fijamente. No parecía en absoluto afectado. ¿Qué clase de persona era ahora? Prefería no pensarlo demasiado, no podía ser bueno estar dándole vueltas a la vida de los Malfoy.
- Espérame aquí, iré a buscar el expediente al archivo. Por seguridad no se pueden aparecer con magia.
Arrastró la silla y se levantó bajo la atenta mirada de Draco. Salió algo sofocada y fue directa al despacho de su jefe. Tocó dos veces y entró.
- ¿Jeff?- se asomó mientras rechinaba los dientes.
- ¿Sí?- levantó la vista por encima de dos torres de papeles- Ah, eres tú Hermione. ¿Terminaste con el Sr. Malfoy?
- Pues no, es bastante más engorroso de lo que…- se frenó a sí misma mentalmente para no divagar y centrar todo su cabreo en una persona- Jeff, ¿se puede saber por qué me has pasado el caso de Malfoy? ¡Nunca me dejas casos particulares!
- Hermione- la miró duramente- Eres perfectamente capaz de llevar estos casos. Ya es hora de que empieces a caminar tu sola. Por cierto, ¿has visto mi vuelapluma?- se agachó para mirar por el suelo.
- Ya jefe. Pero justo este caso… ¿no podría ser otro? ¡El siguiente!- le alargó la pluma, que estaba escondida detrás de una silla.
- Ah, gracias. Granger, ya lo he dejado en tus manos. Además Malfoy insistió en que fueras tú personalmente quien lo llevara, y no entiendo porqué no. Es tu oportunidad, no me falles.
- Pero Jeff… es que no nos llevamos bien…
- Antes de que me vengas con niñerías, sería mejor que pienses porqué te metiste en uno de los mejores departamentos del ministerio. Esto no está hecho para cualquiera.
Se quedó muda. No sólo estaba el extraño hecho de que Malfoy la quisiera a ella para resolver el asunto, sino que encima su jefe la recriminaba sobre la forma de llevar su trabajo. No debería haberse levantado hoy de la cama.
Cerró la puerta y se dirigió al archivo con pies de plomo. ¿En que universo podía ser bueno que Malfoy quisiera que ella le resolviera un asunto legal? En uno muy macabro, seguro.
Por dios, que no se alargara el tedio.
Pasó su identificación por la puerta y abrió. La dejó medio entornada y fue derecha a una estantería a mitad del pasillo. Luego torció dos veces a la derecha donde empezaba la M.
Cuatro estanterías infinitas la esperaban. Genial. Sencillamente genial.
Media hora después consiguió encontrar el archivo Malfoy, pero había que buscar el último expediente. Se subió a la escalera después de revisar cinco carpetas de la extensísima familia.
Sería muy limpia de sangre pero no de conflictos. Además se remontaba a varios siglos atrás, luego más carpetas que revisar aún. Era una tortura.
El rubio se impacientó después de casi una hora esperando. Se suponía que Granger era eficiente, ¡y al diablo! Él también tenía cosas que hacer. Había llegado con buenas intenciones, incluso respetando, pero se veía que esas cosas no iban con ella.
Salió del despacho dispuesto a volver otro día o bien a recriminarle a su jefe, cuando vio una puerta entreabierta con el letrero "Archivo".
Se suponía que debía estar allí.
Hacia mitad de la estancia escuchó un ruido de papeles. Se dirigió allí, bastante tranquilo pero con la lengua afilada, dispuesto a soltar cualquier cosa que pudiera molestarla.
Cuando llegó, sigiloso, se quedó bajo la escalera mirando como Hermione recolocaba las carpetas y resoplaba. De repente se le quitaron las ganas de pelear, y sólo atisbaba a deleitarse con las curvas de la morena, que se veían inocentemente exuberantes bajo la tenue luz.
No se había parado a observarla demasiado cuando estaba en el despacho, pero de todas formas estaba seguro que esa vista era mucho mejor que cualquier otra que pudiera haber visto el rato de antes. Metió las manos en los bolsillos alejando pensamientos obscenos de su mente para evitar justamente lo que le iba a pasar a ella en ese momento. Ya tendría tiempo de pensar en el culo de Granger.
- ¿Dónde se supone que os dan el título, Granger? Una hora buscando un expediente.
- ¡Joder!
Se asustó y trastabilló en la escalera. Miró hacia abajo molesta y vio a Draco Malfoy con una sonrisa que se deshizo rápidamente, dando paso a un gesto enfadado y una ceja levantada.
- ¿Se puede saber qué haces aquí? No puede entrar nadie excepto la gente del departamento.
- Eso díselo a quien haya dejado la puerta abierta- Hermione apretó la mandíbula y se sonrojó. Se dio media vuelta para mover la escalera y ocultar su gesto, pero lógicamente él se dio cuenta- Genial. Oye, ¿sabes dónde está Granger? Porque creía recordar que era una sabelotodo eficiente y útil, para variar.
- Vaya, gracias Malfoy por el cumplido- echó a andar arrastrando las palabras. Su paciencia estaba llegando a su límite.
¡Un momento! Podía echarle el muerto a alguien… Su jefe le daría el expediente a otro si veía que ella no podía, y estaba segura que el siguiente caso que tuviera que hacer sola, lo haría 20 veces mejor para equilibrar este.
- Bueno Malfoy, está claro que no nos entendemos y que no estoy al nivel del caso. Pero no te preocupes, porque hay otros empleados en el departamento. Seguro que Pausch podrá hacerse cargo encantado- cerró la puerta del Archivo una vez estuvieron fuera y le entregó en mano la carpeta- Ve hacia su despacho, al fondo a la derecha. En seguida le aviso yo desde el mío y le pongo al día.
Puso la sonrisa más falsa de su vida, pero el chico parecía no querer moverse del sitio.
- Nada de escurrir el bulto Granger- parecía contrariado- Quiero que lleves este caso expresamente.
- ¿Y eso por qué?
Se miraron a los ojos. Hubo un silencio de apenas unos segundos, pero se podía sentir el ambiente bastante tenso. Él volvió a levantar una ceja como si lo que fuera a decir fuera lo más obvio del mundo.
- Porque sé que eres la mejor- eso la dejó sin aire. Desde luego, ese día estaba siendo muy raro.
- Créeme, mi jefe es el mejor legislador de los últimos veinte años- contestó lo único que se le vino a la mente, con la voz algo inquieta- Y el resto del departamento me superan en experiencia.
- Ya, pero yo te quiero a ti, y tu jefe no vio ningún inconveniente. Así que deja ya de perder el tiempo y vamos a resolver esto cuanto antes.
Draco cogió el expediente con fuerza y se dio la vuelta para ir directo al despacho de Hermione. Ella se quedó atónita. Menudo día. ¡Que pararan el mundo, que ella quería bajarse!
