Nota de autora: Los personajes de Rurouni Kenshin no me pertenecen, le pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha. Sólo algunos que he inventado y la historia.
Estos "" son pensamientos.
Primer capítulo:
Este no es mi mundo
Kaoru Kamiya, ese era el nombre de la joven que se encontraba entre miles de papeles, libros mapas, notas y muchísimas cosas más que comprobaban que en la época antigua existieron deferentes sucesos. Pero esos hechos no los podía comprobar por sí misma, por más que ella estudiara y sacara sus propias conclusiones, nadie le creería que en ese entonces existían organizaciones con poderes; para bien o para mal en el antiguo Japón.
Agotada por el estudio y la falta de descanso. Kaoru se echo hacia atrás haciendo que su silla rechinara; mientras apoyaba ambas manos en el apoya brazos de ésta.
Ella se encontraba en la oficina de su casa, ya que esa era la misma que la del padre. Kaoru luego de que su padre falleciera, se quedó con la casa porque era el único recuerdo que le quedaba de ambos padre.
La pelinegra era una historiadora al igual que lo fue su padre, y apenas había comenzado a enseñar en la universidad más famosa de todo Tokio, aunque le había costado demasiado ingresar en ésta. Kaoru tenía que estudiar lo más que su cerebro le permitiese. Porque ella no era una conformista, por más que estuviera en esa universidad comprobaría su teoría sobre el antiguo Japón, y le demostraría que los demás historiadores estaban equivocados. Pero cómo hacerlo, sí sacando ella misma conclusiones y demás cosas, nadie le creería. Por más que ella quisiera, no la verían como un genio porque era una simple principiante.
La casa se encontraba a obscuras, menos la oficina; que era ahí donde la niña de apenas 25 años trataba de ver cómo podría mostrar su teoría sin que otras personas lo tomaran a mal.
Dejando los libros y papeles aún lado; la pelinegra miraba hacia la luna, ya que tenía un gran ventanal a su espalda y girando su silla para ese lado, podía apreciar la magnífica noche estrellada. Los ojos azules de la muchacha estaban algo hinchados por el cansancio y el frío. Pero a la joven no le importaba; ella tenía que seguir estudiando, pero por tan sólo un momento dejó los libros aún lado y enfocó su vista hacia el árbol de cerezos, que tenía en su hermoso jardín. Ese árbol estaba ahí desde que ella tenía memoria, y cada vez que lo observaba; recordaba la historia que le contaba su padre cuando ella era apenas una niña.
Flash Back
-Mí Kaoru… ven – decía el padre de ésta abriendo sus brazos de par en par para abrazar a su hija.
Kaoru tenía sólo 3 años, y miraba a su padre desde la cama. Al escuchar la voz de éste, se levantó de ella y se acercó a la silla donde el hombre la esperaba con los brazos abiertos. Alzó ambos brazos en señal de que la levantase, ya que ella era muy pequeña para llegar a las piernas de su padre. Kamiya con una dulce sonrisa la alzó y la dejó sentada sobre sus piernas, y fuertemente la abrazó. Ella le correspondió con una gran sonrisa.
-Kaoru – dijo éste luego de unos minutos haciendo que la pequeña se separara del pecho de su padre para poder verla a los ojos.
Kaoru sólo lo miró con un gran encanto. Su madre había fallecido en el parto y desde ese entonces su padre la había cuidado y protegido.
-Escucha Kaoru… te voy a contar una magnífica historia que me contaba mi abuela cuando tenía la misma edad que tú – le decía mientras hamacaba su silla con la pequeña arriba.
-Mira por la ventana – dijo éste señalándole el gran árbol de cerezos. Kaoru obedeció a su padre y observo hacia el jardín hasta llegar al increíble árbol. - Ese árbol es mágico – dijo éste causando una expresión de asombro en la niña. - El árbol viene de varias generaciones y en cada una de ellas se decía que el árbol te transportaba a donde tú quisieras… - hablaba el señor Kamiya viendo como su hija lo miraba embelesada - … si pides un deseo con un corazón sincero y humilde, el árbol de Sakura te lo concederá sin ningún costo. – la pequeña lo seguí observaba con gran asombro y veía la expresión de amor en los ojos de su padre mirando al árbol. De seguro que su padre sabía de algo con aquel árbol. Esa historia era grandiosa para la pequeña Kaoru y ella creía en las palabras de su padre, pero con el paso de los años; el señor Kamiya murió y la pequeña Kaoru perdió toda esperanza.
Fin del Flash Back
La pelinegra tenía los ojos lagrimosos, siempre que observaba el árbol de cerezos lloraba por la pérdida de su padre. Porque recordaba como la amaba y protegía de todo. Llena de angustia, la joven desvió la vista de aquel árbol para enfocarse nuevamente en el estudio.
- "siempre me pasa lo mismo" – se dijo a sí misma.
Luego de algunas horas más de estudio, Kaoru se dispuso a llegar a su habitación para descansar las pocas horas que le quedaban antes de comenzar nuevamente con su rutina.
Las horas pasaron y el sol comenzó a hacer su aparición para desgracias de cierta pelinegra.
-Ring, ring, ring – se oyó el molesto sonido del despertador.
Kaoru comenzó a despertar de apoco; las horas habían pasado demasiado rápido y ella aún no podía abrir por completo los ojos. Estaba agotadísima, y tenía que volver al trabajo nuevamente.
- Ya… ¡cállate! – dijo esto estirando su brazo izquierdo para alcanzar el aparato a pilas.
Ya eran las 6:00 am y aún no conseguía despertarse. Luego de unos minutos más dentro de la cama, la joven se repuso y se dirigió al cuarto de baño para asearse. Después se vistió y desayunó algo, y ya lista se subió a su lindo Porsche negro y emprendió el viaje.
-Qué frío hace… tuve que haberme puesto algo más abrigado, pero yo soy tan tonta – se dijo por traer puesta una pollera de vestir negra un poco más arriba de las rodillas, acompañado por una camisa azul y un saco también de vestir del mismo color que la pollera; también unas botas de gamuza negras taco aguja llegando casi a las rodillas. Se veía muy hermosa, ella siempre se arreglaba y maquillaba pero estás vez no se maquillo, sólo se peinó y dejó su cabello suelto, para que el viento jugase con él.
Ya en la universidad, Kaoru se dirigió a su salón; aún era temprano asique comenzó a repasar lo que iba a enseñar esa mañana. Como buena profesora de historia debía hacerlo de la mejor forma posible, para que sus alumnos no se aburriesen.
El timbre del instituto sonó, ya eran las 7:45 am y los alumnos no tardarían en ingresar al salón.
-Buenos días – decía cierta pelinegra mientras los alumnos entraban a la clase.
-Buenos días profesora Kamiya – le devolvió algunos de los presentes con gran sonrisa. Realmente disfrutaban mucho de la clase de la señorita Kaoru; ella le ponía cierto humor al estudio.
-Hoy hablaremos de la era Meiji – dijo ésta una vez que todos hayan tomado asiento.
-Qué bueno – decían algunos que otro de los integrantes de la clase.
Kaoru sonrió para sus adentros, estaba más que satisfecha de que ellos disfrutaran tanto la clase como ella lo hacía.
Las horas transcurrieron y había llegado la hora del receso, y Kaoru no lo desaprovecharía para nada.
-Señorita Kamiya – llamó un hombre a espaldas de la joven. La aludida se volteo en dirección del llamado.
-Si Mesishiry – dijo ésta dirigiéndose al joven.
-El director le llama – respondió una vez frente a la muchacha.
-Si… ya estoy en camino – dijo ésta caminando hacia la oficina del director.
- Toc, toc – golpeó la puerta una vez que hubo llegado.
-Adelante – se oyó una voz fina desde el interior del cuarto.
-Permiso – respondió la ojiazul mientras ingresaba al interior de éste. - ¿me llamaba Señor Seta? – preguntó Kaoru algo extrañada.
-Si Kamiya - le dijo el director desde su silla apoyando ambos codos sobre el escritorio –por favor tome asiento – ofreció con una voz bastante seria, algo que preocupó a Kaoru.
La muchacha sólo asintió y se sentó en la silla que estaba frente al director.
-Señorita Kamiya… usted sabe que yo la dejé ingresar en este instituto con la condición de que me hiciera un proyecto sobre el antiguo Japón – hablaba el hombre mientras revisaba unos papeles que tenía sobre su escritorio, y no mostrándole interés a la joven que tenía en frente.
-Si señor per… -
-Nada de peros… señorita Kamiya… ya le di demasiadas oportunidades y además le he dado un manual para la enseñanza de los alumnos; pero me encuentro con que ellos hablan en sus descansos "que tan divertida estuvo su clase…" – le dijo causando un sentimiento de angustia en la mujer que ya se imaginaba lo que vendría.
-Si señor Seta pero deme más tiempo, yo le tendré preparado el proyecto para el mes próximo y así…-
-Y así nada Kamiya, yo ya no toleraré este comportamiento. Le di más oportunidades que a otros profesores, pero aún así no hace lo que yo le he pedido – volvió a interrumpirla – le pediré que por favor deje el manual sobre mi escritorio y que se lleve sus cosas de su oficina – y dicho esto el joven Seta se puso de pie y caminó hacia la puerta abriéndola para que la joven abandonara el edificio.
Kaoru no podían creer lo que acababa de decir aquel hombre; en realidad la había despedido y ella no podía pensar con claridad. Soujiro era el único que había confiado en ella y le creía sobre la teoría del antiguo Japón; pero eso ahora había quedado en el pasado.
Kaoru se puso de pie y caminó hacia la puerta, pero antes de retirarse hablaría con él para que no la despidiera; aquel hombre era el que le había conseguido una entrevista con la prensa de historiadores y dado su apoyo años antes.
-Señor… Soujiro… yo; por favor no me haga esto ahora. Usted me ha conseguido una entrevista con la prensa de historiadores para que yo mostrara mi proyecto sobre mi teoría… pero… ahora usted… no puede hacerme esto - hablaba Kaoru muy bajo y con la cabeza gacha.
-Lo siento señorita Kaoru… pero no puedo darle más tiempo – le respondió éste mirándole el cabello, ya que ésta miraba hacia el suelo y no le permitía que Soujiro le mirara a los ojos.
-Pero señ… - no pudo completar la frase porque algunas lágrimas escaparon de los ojos de la joven.
- Kaoru – dijo éste con algo de pena; quería abrazarla pero sabía que si hacía eso cambiaría de opinión, asique simplemente se limitó a seguir sujetando el picaporte de la puerta.
Kaoru hiso una reverencia y salió corriendo a todo prisa hasta llegar a su oficina para cerrar la puerta tras ella y morirse en llanto.
Pasaron algunas horas y Kaoru guardaba todos sus libros, mapas y todas las cosas que tenía en la oficina en una caja. Estaba más que decepcionada, no podía creer lo que Soujiro Seta le dijo; simplemente no podía. Luego de haber guardado todo, pasó por la oficina del director a recibir el cheque que éste le dijo que le daría por el tiempo trabajado.
Kaoru dudó unos segundos antes de entrar a la oficina del director, pero se llenó de valor y entró haciendo antes una reverencia.
- Pasa… Kaoru – dijo el director Soujiro nuevamente sentado en su silla.
-Toma – le dijo el hombre extendiéndole un sobre una vez que ésta quedara en frente de él.
Kaoru simplemente se acercó y tomó el sobre, hiso otra reverencia y sin decir nada se marchó.
Ya en su automóvil se dirigió a su casa. Estaba destruida pero no lloraría, ya había llorado bastante en la oficina y si su padre la viera en ese estado, seguramente le diría que sea fuerte, que mucha gente sufre y debería seguir adelante. Al recordar esas palabras, con una sonrisa se dijo… - "a empezar de nuevo" – y partió rumbo a casa.
Al llegar comenzó a ordenar todas las cosas de la oficina a la biblioteca que tenía en su propia oficina, tratando de no pensar en lo que había sucedido; asique sólo ordenó por muchas horas hasta que llegó la noche.
-21:36 pm – dijo al mirar el reloj de su escritorio – por lo menos podré dormir hasta tarde…jajá- se reía irónicamente. De repente se oyó la música de su celular. Kaoru lo miró y contestó.
-¿Si? – dijo al responder al llamado.
- Hola Kaoru… - habló una voz muy conocida y al mismo tiempo triste del otro lado de la línea.
Kaoru se detuvo antes de responder… ese no podía ser su amigo, sonaba demasiado mal para una persona tan centrada como era el señor Aoshi.
-Aoshi… ¿eres tú? – preguntó al sentir tristeza por parte de su amigo de toda la vida.
- Ss.… si Kaoru… soy yo. Escúchame, pasó algo terrible… la abuela… - hiso una pausa para respirar profundo antes de seguir con aquella explicación.
Aoshi al igual que Kaoru, le decían abuela a una vieja amiga de ambas madre de estos; ya que ellos de chicos fueron grandes amigos y la "abuela" había cuidado de ellos como si fueran sus nietos de sangre.
- Aoshi… ¿te encuentras bien, qué le pasó a la abuela? Háblame – le habló muy desesperada al notar el silencio en su amigo.
- Si Kao… me encuentro bien… - respondió con su voz grave y gruesa – la abuela… la abuela falleció esta mañana… lo siento amiga por no avistarte antes – dijo esto último con la voz quebrada y fingiendo una sonrisa aunque ella no lo pidiera ver, mientras lágrimas recorrían su rostro. En la línea no se oyó una sola palabra, ambos jóvenes quedaron en silencio compartiendo su pena.
Kaoru cubrió sus labios con una de sus manos, impidiendo dejar escapar un gemido de dolor, angustia, desesperación y temor.
-Kaoru… yo… yo… - trataba inútilmente de articular palabras el muchacho de ojos esmeraldas –yo… nos vemos… otro… otro día… mi cielo – y así la comunicación de ambos jóvenes se cortó.
Kaoru seguía con su mismo semblante, no podía volver a la realidad… no quería.
-"la abuela… a muerto… y yo… y yo no estuve en su último aliento" – pensaba Kaoru dejando escapar el teléfono de su mano que temblaba sin reparo. –"primero… pierdo el trabajo… y mi entrevista… y ahora… ahora a mi abuela…" – y sin decir una palabra más, la joven Kamiya corrió hacia el ventanal de su oficina para salir al jardín; tenía que tomar aire, despejar su mente y alma. -¿Cómo pudo pasar esto? – se culpaba por no estar ahí en un momento tan importante como ese.
El viento golpeaba muy fuerte y el frío cada vez se intensificaba más; pero a la muchacha de cabellos como la noche no le interesaba, aunque en esos momentos traía su ropa del trabajo, ella no se designó a entrar a la casa. Las lágrimas cada vez corría más y más, no importaba cuantas veces se las secara seguirían saliendo impidiéndole la visión.
Una brisa extraña envolvió a Kaoru, haciendo que ésta reaccionara llevando su vista hacia el árbol de cerezos. Parecía como si éste la llamara. La joven llevó sus pasos como si la hipnotizara hacia éste, y con la mirada hecha agua; se dejó caer lentamente sobre el tronco de este, apoyando su espalda y flexionando sus rodillas, se las cubrió con ambas manos hundiendo su cabeza entre ellas y comenzó a llorar sin sonido.
En ese momento era en el que más necesitaba un fuerte abrazo de su padre. Realmente deseaba muchas cosas; recuperar su trabajo, que la abuela la abrasase y le dijera que todo estaba bien y que ella seguiría cuidándola, y que le dieran otra oportunidad para finalizar el proyecto.
-Papá… ¿dónde estás… por qué no me proteges y dices que todo es un sueño y que me amas?... por favor… sostenme en tus fuertes brazos y déjame descansar en tu regazo… dime que cuando termine esta pesadilla no te volverás a ir…. Abrázame… por favor – decía con la voz entrecortada y como si fuera una niña pequeña. De pronto una briza muy fuerte volvió a envolver a la joven por completo, y mariposas de colores revoloteaban sobre ella sin que ésta lo notara; ya que su cabeza se encontraba entre ambas rodillas. La briza se hiso más fuerte, logrando revolver el cabello suelto de Kaoru.
- Sólo corazones humildes… - se escuchó una voz perdida en el frío viento, como un susurro que la joven no pudo oír – los deseos más sinceros… - se seguía oyendo el susurro – las vías que separan la vida de la muerte… el pasado, el presente y el futuro… todo eso para ti mi niña… se desvanecerá – dejo la voz de una dulce mujer; una vez que estas palabras hayan concluido, Kaoru comenzó de apoco a desaparecer dejándola inconsciente.
Los pájaros cantaban alegremente, se oía la corriente del río, las hojas de los árboles chocando unas con otras y una briza muy cálida se dejaba apreciar en el hermoso ambiente. Esa mañana los rayos del sol quisieron reposar sobre el durmiente rostro de una hermosa pelinegra que yacía en el fresco pasto recostada. Kaoru podía apreciar la cálida briza golpear su rostro despertándola de apoco. Abrió sus ojos de océanos y cerrándolos al instante para acostumbrarse al gran brillo del sol miró hacia el cielo.
Kaoru dio un gran bostezo y al ver que se había quedado dormida a la intemperie, se repuso rápidamente mirando al árbol de cerezos de frente.
- Parece que me quedé dormida aquí – dijo una vez levantada – que raro… no tuve tanto frío – se decía observando más de cerca el árbol notando que éste tenía más vida que la noche anterior – bueno será mejor que entre a la casa si no quiero pescar un resfrío – y volteándose para ingresar al hogar; lo que vio la dejo sin palabras.
Era un hermoso paisaje; el río, los árboles, algunos animales saltando de aquí para allá y todo era verde.
-¿Dónde… dónde estoy? – se decía mientras volteaba para todas direcciones buscando su casa o algo parecido.
Ese obviamente no era su jardín, pero ese si era su árbol y ella lo reconocía perfectamente. Muy asustada dejó caer nuevamente su cuerpo en el fresco pasto. No comprendía en dónde se encontraba.
A lo lejos se oyó unos pasos de caballo, como si varios de éstos se estuvieran acercando a ella. Rápidamente llevó su vista hacia donde provenía el sonido y abriendo ambos ojos como platos, observó como una gran cantidad de hombres montados a caballo se aproximaban a ella vestidos de guerreros de la era Meiji. Kaoru cayendo en cuenta de lo que estaba sucediendo, se repuso rápidamente y comenzó a huir de los hombres a caballos en dirección contraria. Pero le era imposible correr con aquellas botas, que aún traía del día anterior. Los guerreros fácilmente la alcanzaron y la rodearon como cual conejo entre una manada de lobos. Kaoru estaba desesperada, respiraba muy agitadamente y miraba entre los hombre para ver si había algún hueco por donde escapar. Sabía que eso no era un sueño y su casa no se encontraba cerca; pero lo que más le extraño fue el que el árbol de cerezos se encontrara en ese lugar.
Los hombres cada vez se aproximaban más a la pobre muchacha causando desesperación en ella peor que antes. Uno de los hombres que aparentemente era el líder, cogió su lanza y el reposo en el frágil cuello de la joven logrando que ésta quedara más dura que una escultura de hielo.
-¿Quién sois vos? – le pregunto éste mirándola de arriba abajo por las extrañas vestimentas que ésta traía puestas.
Kaoru frunció el ceño notablemente; el vocabulario que usaba ese hombre le era similar a la época antigua. Pero Kaoru no le pudo responder porque estaba más que sorprendida; su cerebro estaba trabajando más de lo debido sacando conclusiones de su aparición en ese extraño lugar.
-"Tal vez… sea una visión ó ilusión…" – pensaba mientras examinaba las ropas de los soldados.
-¿Podéis responderos? – volvió a preguntar el guerrero al no obtener respuesta alguna de la extraña joven.
Kaoru se quedó en silencio, no sabía si responder o qué responder. Se encontraba demasiado asustada como para hablar con aquel extraño. Volvió a examinar al joven y luego observó a lo lejos el árbol de cerezos sin decir una sola palabra.
-Tenéis que acompañaros jovencita – dijo éste bajando del caballo dirigiéndose a la joven.
Kaoru atinó a dar un paso hacia atrás al ver nuevamente la a cercanía del joven, pero al instante chocó con unos de los guerreros que se encontraba a sus espaldas. El hombre cogió rápidamente los brazos de Kaoru para amarrarlos con una soga; pero Kaoru al verse indefensa intentó soltarse pero le fue inútil porque otros soldados bajaron de sus caballos para impedirle escapar.
-"Hay no… ¿qué aré ahora? – se dijo mientras era amarrada con una cuerda en las muñecas y tobillos.
Una vez que la hayan amarrado bien, el hombre cogió por la cintura a la joven para subirla al caballo. Kaoru no opuso resistencia alguna, no deseaba morir en un lugar como ese, asique simplemente se dejó guiar por el hombre. Una vez en el caballo, el joven montó también colocándose detrás de la muchacha causando un escalofrío en la piel de Kaoru.
El guerrero observó la espalda de la joven y luego hiso un sonido con su lengua para que el caballo comenzara a galopar. Kaoru no sabía qué hacer, aquel muchacho estaba a sus espaldas y con los brazos cogiendo las amarras del caballo, le era imposible saltar del caballo.
Kaoru volteó un poco su rostro para poder observar al guerrero más de cerca; éste la miró a los ojos con mirada fría y seria, parecía que no estaba feliz de su trabajo y Kaoru de eso se dio cuenta.
Los ojos del hombre eran marrones, su cabello era exactamente del mismo color sólo que un poco más opaco y algo revuelto por el viento, y por último una cinta roja rodeaba su frente pero sin cubrirle los ojos. Era un hombre bastante grande y alto.
Kaoru luego de realizar su observación dirigió su vista al frente viendo a lo lejos un inmenso palacio, replete de guerreros y otros señores.
-"¿En dónde me he metido?" – se dijo al imaginarse siendo degollada por todos esos guereros… realmente ese iba a ser un gran espectáculo.
Kaoru pensó en la posibilidad de poder vivir si era amable con aquel joven de mirada fría, asique fingiría inocencia y así la dejarían libre.
-Ka… Kaoru Kamiya… - dijo ésta al hombre que se encontraba a sus espaldas.
Éste la miró sorprendido, no esperaba que la mujer hablara y mucho menos que le dijera su nombre; asique sólo la observo por unos minutos su espalda ya que él se encontraba detrás de ella y no podía verle los ojos.
-Sanosuke Sagara – respondió éste como devolviéndole el saludo sorprendiendo ahora a Kaoru. Ésta volteó la cabeza y lo observó nuevamente, él sólo le hiso una señal con su cabeza para que ésta fijara su vista en el frente para que se diera cuenta de que ya habían llegado.
Primero bajó el muchacho haciendo una reverencia a los presentes, y luego ayudó a bajar a la muchacha del caballo y se dirigieron al interior del palacio.
Kaoru observaba todo con asombro, no podía creer que estuviera en un palacio real y de la antigüedad. Si su padre estuviera con ella de seguro lloraría. Ese era unos de los pensamientos de la joven mientras era guiada por el guerrero Sagara.
-Mirad – le dijo el hombre luego de que entraron al palacio y caminaran por un largo tiempo por los inmensos pasillos del lugar.
Llegaron a unas inmensas puertas que éstas tenían tallados en oro por todo el marco de ésta; los dibujos eran hombres montados en gigantes bestias luchando contra otros seres, similares a brujos o magos; cosa que dejó impactada a Kaoru.
-"Mi teoría…será cierta"- se dijo mientras veía como el joven Sagara se dirigía nuevamente a ella.
-Veréis al rey y le diréis qué os hacéis aquí – le dijo esperando una respuesta de parte de la joven, cosa que ella sólo asintió con la cabeza en señal de afirmación. Estaba emocionada… nunca imaginó poder ver algún día a un rey… pero… qué clase de rey sería, eso debía descubrirlo.
-Bien – y dicho esto las inmensas puertas se abrieron de par en par, dejando ver una gigantesca habitación de ceremonias muy bien decorada. Había suvenires hechos en oro, el suelo tenía una alfombra roja en línea recta; que ésta llegaba a los 100 m hasta unas 10 pequeñas escaleras y luego de éstas había un gran trono. Todo era en oro y los dibujos de éste eran de reyes; en él reposaba un hombre muy bien parecido, era corpulento y su mirada reflejaba seguridad; en su cabeza le adornaba una hermosa corona de diamantes y otras piedras preciosas. Sin duda ese era el rey.
Sanosuke cogió del brazo a Kaoru para que ambos pudieran ingresar en la habitación y caminaran hasta que comenzaran las 10 pequeñas escaleras. Se arrodilló en forma de reverencia e hiso que ésta hiciera lo mismo y con el rostro hacia el suelo.
Kaoru sabía que ya no era tiempo de maravillarse y que ahora se encontraba frente a un rey que de seguro ordenaría que le rebanasen la cabeza. Sería mejor tenerle respeto.
El hombre que descansaba en el trono miró fijamente a la muchacha, sabía que era extranjera por las extrañas ropas que traía.
-Su majestad – dejo Sanosuke una vez de rodillas.
Hiko que era el rey, observó a ambos jóvenes. Se puso de pie y dijo en voz alta.
-¿A qué os debo vuestra visita? – habló aquel hombre con voz autoritaria y muy varonil.
Aún de rodillas y con el rostro en el suelo, el guerrero dijo:
-Su majestad… he venido aquí a decidle que os eh encontrado a esta mujer que aparentemente es una forajida… - dijo con sumo respeto, cosa que dejó a Kaoru muy preocupada de que ella metiera la pata.
Hiko escuchó las palabras del guerrero detenidamente y luego habló dirigiéndose a Kaoru.
-¿Cómo os llamáis? – preguntó a la pelinegra. Kaoru sabía que debía responderle con respeto y sin levantar su rostro.
-Me llamo… -
-Su majestad… ella se llama Kaoru Kamiya… - respondió rápidamente el guerrero interrumpiendo a la joven. Kaoru no dijo nada, sólo se quedó con su rostro en el suelo y cerrando muy fuertemente los ojos.
Hiko volvió a llevar su mirada a la joven y una sonrisa apareció en su rostro. El rey comenzó a descender por las escaleras hasta quedar frente a ambos jóvenes, logrando que éstos se pusieran nerviosos por la cercanía del rey, más que nada a Kaoru.
-Levantaos – dijo el rey Himura.
Sanosuke rápidamente se puso de pie y ayudó a la joven. Hiko miró a Sanosuke con una sonrisa, y éste comprendió que debería dejar que la joven respondiera las preguntas por su cuenta. Luego observó a la joven nuevamente pero no podía mirarle al rostro ya que ésta no se atrevía a mirarle a la cara. Hiko al ver que la joven no se designaría a mirarle; con una de sus manos cogió el rostro de la muchacha haciendo que ésta lo mirarla con asombro y miedo. El hombre al verla a la cara, quedó asombrado. Los ojos de esa joven eran hermosos, "azules cuál color del mar"… - pensó Hiko girando el rostro de Kaoru para observarla mejor.
Kaoru lo miraba con demasiado miedo, el rey le sostenía el rostro y ella no sabía por qué, de seguro era para venderla como esclava o hacerla su mujer… esos eran algunos de los pensamientos de nuestra joven. Pero Hiko no tenía nada de eso en mente, sino todo lo contrario, la miraba embelesado era demasiada belleza para una sola mujer.
-"Es preciosa… esos ojos se me hacen familiares" – se dijo Hiko observándola más de cerca logrando asustar más a ésta y haciendo que Kaoru retrocediera un poco. El rey se dio cuenta de su cercanía y comprendió lo asustada que se encontraba la pobre joven.
Sanosuke sólo observaba la escena en silencio. Hiko volvió a mirar a la joven y le dedicó una encantadora sonrisa para que ella supiera que él no tenía intensiones de hacerle daño. Kaoru al ver la hermosa sonrisa que el rey le brindó, se relajó un poco.
-¿Quién sois vos, de dónde provienes? – preguntó a la joven Kamiya.
Kaoru tragó saliva, cómo le diría… si ni siquiera ella sabía cómo había llegado ahí. Kaoru sólo agachó la cabeza para evitar mirarle, éste aún sostenía su mentón impidiendo perderle de vista.
-No… no lo sé… su majestad – respondió Kaoru dejando a ambos muchachos sorprendidos.
-Mmm… ¿no lo sabéis? – preguntó Hiko más que para Kaoru, para él.
Kamiya asintió. Hiko se masajeó la barbilla pensando qué podría hacer con aquella mujer; le resultaba demasiada familiar y no podía descifrar de dónde ó en quién había vistos esos ojos anteriormente. De pronto una idea surgió en su cabeza y sin decir más del asunto la pondría en práctica.
-De acuerdo, no os preocupéis… - dijo éste.
Sanosuke lo miró interrogativamente. Hiko se volvió a la joven y preguntó nuevamente:
-¿Tenéis dónde quedaros? – Kaoru no sabía qué decir, aquel rey le era muy amable y ella no había dicho ni una sola palabra casi; una enorme sonrisa se apoderó del rostro de la joven y esto no paso desapercibido por los dos hombres presentes.
-No… su majestad – respondió algo apenada.
-De acuerdo… os quedaréis aquí… seréis mi sirvienta personal – dijo esto haciendo que a Kaoru le recorriera un escalofrío por la espalda… "¿sirvienta personal?" – pensó Kaoru arqueando ambas cejas. – Sagara – llamó el rey.
-¿Si? Su majestad – dijo al lado del hombre.
-Llevaos a esta jovencilla a alguna habitación del palacio para que os descanséis. Y más tarde os interrogaré – dijo Hiko dándose media vuelta para sentarse nuevamente en su trono.
-Si… su majestad – luego de esto realizó otra reverencia haciendo que la joven lo imitara y se alejó de la habitación mientras llevaba a Kaoru con él.
Hiko se sentó nuevamente en el trono algo pensativo, esos ojos azules ya los había visto antes. Tan profundos como el océano… pero no recordaba de quién. De repente recordó – "Su majestad… se llama Kaoru Kamiya" – eso era "Kamiya". Esa joven tenía el mismo apellido que aquel hombre de ojos de mar. Si lo había recordado… ¿podría aquella mujer tener alguna conexión con ese hombre? Eso lo averiguaría y muy pronto.
-Me parece que muy seguido la gente se pierde por medio del árbol de cerezos – dijo esto último con una sonrisa y con el vocabulario que utilizaba la joven Kamiya.
Hiko había conocido a Kamiya por accidente, había sido un gran hombre para el rey Himura, pero no todos los buenos amigos duran para toda la vida. Habían llegado a ser grandes amigos, aunque él debía mantenerse al margen ya que era un rey y Kamiya un simple forastero. Pero de todos modos lo estimaba mucho.
-"Bienvenida a mi palacio Kaoru… hija del guerrero Kamiya… parece que después de todo cumplirás la promesa que me has hecho amigo" – y dicho esto abozo una gran sonrisa. La verdad estaba muy feliz… Kaoru sería la esposa de su hijo, tal como lo prometió Kamiya y así sería y él se encargaría de que eso se cumpliera.
