Diario del increíble yo.

Capítulo uno: Mis aliados, mi suplicio.

Querido diario,

¡Hoy también estuve increíble!

He empezado una guerra contra el niñita de Austria. Francia dijo que se haría mi aliado y ha venido. Francia da miedo. He conocido a España. No las tengo todas conmigo.

Se encontraba admirando una de las grandes llanuras de las que estaba plagado ese lugar. El viento le movía el pelo y hacía que la capa roja que llevaba sobre los hombros ondeara. Sí, se veía increíble y se sentía increíble. Pero no todo era tan genial... Hizo un gesto con una mano y uno de sus soldados se le acercó.

- Llegan tarde, ¿verdad? -dijo Gilbert sin perder su pose digna y orgullosa.

- Un poco. -contestó el hombre girándose para mirar a ver si veía algo.

El prusiano bufó un poco. No sabía por qué confiaba en Francia. Bueno, sí lo sabía: necesitaba aliados como fuera. No porque no fuera lo suficientemente fuerte para derrotar a Austria y sus aliados él solo. Más bien había sido una obra de caridad. Sabía que Francia disfrutaba peleándose con Inglaterra. Además el francés había sido insistente con el tema (no dejaba de mandarle cartitas, a cada una más obscena). Lo que no había previsto era que Francia aportara un aliado a su causa. No conocía mucho de España. Sabía que actualmente estaba en guerra contra Inglaterra, así que quizás sí les servía de ayuda.

- Désolé, Prusse. -exclamó una voz a su espalda. Gilbert volteó y reconoció al francés- He tenido un contratiempo y no he podido venir antes. Je suis désolé.

- Ya, ya. No importa. -dijo Prusia echándose atrás y evitando a Francis, que parecía dispuesto a agarrarlo. Si algo tenía en mente (gracias a comentarios que había oído por allí y por allá) era que las manos de Francia eran un peligro. No se iba a arriesgar a ello. Miró en derredor y no vio nadie más.- Pensaba que veníais dos. ¿Dónde está tu aliado?

- ¿España? Suele llegar siempre tarde. Muchas veces es porque ya se levanta tarde, pero otras tantas es porque se encuentra con mil y una cosas antes de llegar. Se distrae fácilmente -dijo Francia sonriendo.

- Un aliado muy fiable, sí señor... -murmuró entre dientes Gilbert, pensando que su suerte le estaba abandonando por momentos.

Se cruzó de brazos aún no muy convencido. Como le diera por llegar tarde también a las batallas lo tenían claro. Francis sonrió de manera deslumbrante. Sabía que los que conocían por primera vez a Antonio solían obtener una impresión equivocada sobre el hispano. Aunque hubieran tenido situaciones muy difíciles años atrás, España seguía siendo uno de sus favoritos por su carácter. Desvió la mirada y vio como a lo lejos venía el susodicho: vestido con su chaqueta roja habitual, portando el hacha y con esa sonrisa que prácticamente siempre lucía en el rostro.

- Lo siento~ -gritaba Antonio corriendo hacia ellos. Justo llegaba e iba a pedirles perdón de nuevo cuando notó una mano por la cintura y cómo le atraían. No hacía falta saber mucho para deducir que se trataba del francés.

- Llegas tarde como siempre, mon amí. -dijo Francis melosamente. Gilbert observaba la situación arqueando una ceja. ¿Qué demonios hacían?

- Casi me pierdo por el camino. -explicó Antonio sonriendo inocentemente- Ya sabes, no siempre es mi culpa.

- Disculpa mi mala educación. No te he saludado como toca.

Prusia abrió los ojos desmesuradamente, con sorpresa, cuando vio que el francés se abalanzaba sobre los labios del español y éste entrecerraba ligeramente los ojos. ¡¿Qué demonios?! ¿En qué país de bárbaros se saludaba así? Definitivamente, estos dos no eran los mejores aliados que se podía haber echado. Claro que tampoco es que tuviera muchos amigos. ¿Quién hubiera querido aliarse con él? Antonio respiró entrecortado cuando Francia se separó y repentinamente le dio un golpe en la frente con el borde de la mano.

- Te tengo dicho que con lengua no. -dijo Antonio sin perder la sonrisa, cosa que dejaba aún más desconcertado al prusiano.

- Oh, vamos... Tampoco es para tanto... -contestó el francés melosamente, intentando acercarse al cuello del español, éste se lo impidió dándole otro golpecito en la frente- España es cruel~ -se frotó la frente dejando ir a Antonio finalmente. Hizo un gesto con la mano hacia donde estaba Prusia- Antonio, él es Prusia. Prusia, él es España.

- Puedes llamarme Antonio si quieres. -dijo el español tendiéndole la mano- Supongo que tú también tendrás un nombre.

- Soy Gilbert. -dijo el otro estrechando la mano tímidamente- Pero vosotros podéis llamarme El increíble y asombroso Reino de Prusia y...

- ¡Woah! ¡Este sitio es increíble! Qué bonito. -dijo Antonio soltando la mano, interrumpiendo a Prusia y avanzándose unos pasos para ver bien el lugar. El sitio era impresionante y se maravillaba ante él.- ¡Ah, mariposas!

Prusia miraba serio al español que estaba a unos cuantos metros de ellos, entretenido mirando mariposas. Francis rió un poco. Era muy típico de Antonio hacer cosas así.

- Bien... Me traes de aliado a un chico esmirriado que se entretiene mirando mariposas. -dijo Prusia mirando de reojo a Francia- Si me dices que no es más que un jardinero y que me has engañado aún puedo perdonarte.

- Qué malo. -dijo Francia riendo un poco- Será mejor que Antonio no te escuche o se enfadará. Y... -el francés tuvo un escalofrío- Créeme. No querrías verlo. Además, ¿qué hay de malo~? -retomó el tono juguetón- Míralo. ¿No crees que eso lo hace más mono y apetecible? Tito Francis quiere hacerle muchas cosas a España ahora mismo...

Prusia giró la cabeza un poco para encontrarse a Francia con una expresión que tiraba para atrás. Se apartó un paso hacia el lado por si acaso mientras el galo hiperventilaba mirando al español. Se alegraba ahora mismo de no ser el hispano.

- No entiendo de tus desvaríos de pervertido, Francia. -dijo Gilbert frunciendo el ceño- Lo único que sé es que tiene pinta de no saber defenderse. Por mucho que lleve esa hacha que es casi más grande que él. Que no es que necesite su ayuda en el campo de batalla, soy lo suficientemente increíble como para manejar la situación yo solo. El problema es que no voy a ir a salvarle el trasero. Si es un debilucho lo mejor será que se vaya a su casa.

- Que no te engañen las apariencias, querido Prusse. -dijo Francia con su sonrisa seductora de siempre- Antonio es bastante fuerte. El imperio que obtuvo no se lo regalaron porque sí. -vio como Gilbert no parecía satisfecho- ¿Me harás tener que demostrártelo? -el prusiano afirmó con la cabeza. Francis suspiró- Qué injusticia. Al final siempre soy yo el que se mete en problemas... Esto me va a costar caro.

Metió la mano por dentro de su chaqueta y sacó una pequeña daga que llevaba al cinto. Gilbert observaba atentamente lo que hacía, pasando de vez en cuando la mirada al español que, de espalda a ellos, seguía entretenido mirando las mariposas y el paisaje, cargando el hacha con una mano y apoyando el palo en sus hombros. En realidad Francia no quería hacer eso. Pero era la única manera, al parecer, de que el otro le creyese. Lanzó el puñal hacia España, dejando sorprendido a Gilbert. ¿Es que quería matarlo? Pero en realidad lo que más le sorprendió fue que con un repentino movimiento con el hacha, sin siquiera girarse, Antonio desvió el puñal, que se clavó en el suelo a pocos centímetros del hacha. Francia empezó a sudar frío. El español se giró lentamente, aún sonriendo. Les miró, miró al suelo, se agachó y cogió el puñal.

- ¿Qué significa esto? -dijo mirando a Francia sonriente. Prusia pensó que al parecer no se lo había tomado muy mal. Francia seguía sudando frío.

- S-se me escapó, ¿sabes? Pensaba que te mataba. Tu querido hermanito lo ha pasado fatal -dijo tenso Francis

- Se te escapó, ¿eh~? -dijo España ladeando un poco la cabeza. Repentinamente el puñal voló de vuelta hasta clavarse a pocos centímetros de los pies de Francis que se había quedado tieso del susto- La próxima vez que se te escape el puñal tendremos problemas.

España, a ojos de Prusia, ganó un poco más de confianza después de aquello.

OOooooOooooOo

Querido diario,

Hoy también estuve deslumbrante y espectacular (quizás deberían hacerme una estatua por ser tan increíble)

Ayer dije que Francia daba miedo. Tengo que rectificar. Las manos de Francia dan miedo. Él también, pero en menor cantidad. Empiezo a sentir respeto por España. Aunque mañana no pienso gastar un cartucho de balas entero. Me niego rotundamente.

Se abrochó la chaqueta, se colocó los guantes y dejó caer la capa con un gesto brusco. Se miró en un espejo detenidamente. Perfecto, estaba asombroso como siempre. Viendo el éxito del día anterior, Gilbert había decidido dejar pasar una media hora de la hora acordada y se presentó en la tienda que habían decidido que sería el lugar donde decidir la estrategia a seguir. Precisamente a eso iban. Entró en la tienda y vio al francés sentado en una silla, acomodándose el pelo con una mano. Buscó por toda la tienda. Ni rastro del español.

- ¿Dónde está España? -preguntó Gilbert poniendo los brazos en jarra y frunciendo el ceño.

- Durmiendo, quizás. -dijo Francis despreocupado- Le cuesta un poco levantarse por las mañanas.

- Le cuesta ser puntual, le cuesta levantarse... ¿Qué no le cuesta? -dijo arqueando una ceja, algo enfurruñado.

- Hay cosas, pero supongo que sería tontería contestarte cuando se supone que tu pregunta era retórica. -dijo Francis abriendo un libro que hasta entonces había descansado en su regazo- Además, ¿es que no recuerdas la conversación de ayer?

El día anterior

- ¡Bien! ¡Mañana a las seis de la mañana nos reuniremos en esta misma tienda y decidiremos el plan de ataque! -dijo Prusia emocionado, sonriendo socarronamente.

- ¡¿Eeeeeh?! -exclamó alarmado Antonio- ¡¿L-las seis de la mañana?! ¡Si a esa hora aún no han puesto ni la calle!

Prusia frunció el ceño mirando al de pelo castaño. El otro lo miraba muy decidido. No pensaba madrugar tanto para decidir un plan de ataque. ¿Es que el mapa se iba a desintegrar por unas horas más de sueño? No hacía falta ser tan dramático. La estrategia podía esperar y así estarían más descansados y pensarían un plan mejor. No había que vivir la vida tan estresados. Gilbert miró a Francia en busca de apoyo, el galo se limitó a encogerse de hombros dándole a entender que le daba exactamente igual. El prusiano refunfuñó un poco.

- Está bien, a las seis y media. -dijo Gilbert.

- Pero si eso es sólo media hora más tarde. -dijo Antonio de morros- Con esa media hora no me solucionas nada.

- Las siete. -siguió negociando- Y no se hable más.

- Mira. Ni para ti, ni para mí. -dijo Antonio- Que sean las nueve.

- ¡¿Eh?! Es una hora y media más de lo que te he dicho. ¿A qué hora tenías pensado levantarte? -dijo Gilbert un poco enfadado por los tratos extraños que hacía el hispano. Nunca se le había dado bien tratar con gente, pero más o menos se defendía a la hora de negociar... Negociar con gente normal, claro estaba. El español era extraño. No lo comprendía.

- Nos vemos mañana. Buenas noches. -dijo animado España, saliendo de la tienda para marcharse a la suya.

- ¡Ah, Espagne! ¿Puedo dormir contigo? -exclamó Francis levantándose de la silla y siguiéndolo. Se escuchó la voz lejana del español diciéndole que tenía su propia cama- Anda, venga~... No seas así.

Se quedó en silencio mirando al punto en el que habían estado antes sus aliados. Al final lo había engañado y había ganado tres horas de sueño. Rió maniáticamente.

- Qué divertido es estar solo.

Actualmente

Bueno, tenía razón. No es como si Antonio no tuviera motivos para quedarse dormido más rato. Prusia estaba sentado en una silla pegando golpecitos nerviosos en el suelo con el pie. Mientras, el francés se dedicaba a leer el libro con pasmosa tranquilidad. Incluso ese comportamiento le ponía nervioso. Se levantó tan bruscamente que tiró la silla al suelo, provocando un ruido estridente que hizo que Francis entrecerrara los ojos, disgustado por éste.

- Yo entiendo que llegue un poco tarde. -dijo Prusia molesto- Puedo llegar a aceptarlo pero... ¡ES QUE HAN PASADO YA CUATRO HORAS! ¡Esto es el colmo! ¿Cuánto más puede dormir? ¿Es que es un oso hibernando?

- Se está bien en la cama. -dijo Francis cerrando el libro y dejándolo sobre la mesa- ¿Le remarcaste que se despertara?

- ¿Qué quieres decir? -dijo Prusia arqueando una ceja.

- Pues que alguien lo despierta, siempre. Los métodos tradicionales no sirven para despertarlo. Entonces tiene sus propios trucos. Pero si no se lo dices, él ya asume que alguien lo despierta. -dijo Francis despreocupado- Si quieres puedo ir a despertarlo yo.

- Deja -dijo Gilbert decidido, tanto que no se fijó en la cara de perversión que tenía Francia- Yo mismo le despertaré.

- ¿Estás seguro? Yo mismo puedo ir y... -empezó Francia arqueando una ceja.

- ¡Claro que estoy seguro! ¿Por quién me tomas, francés? Lo despertaré en un minuto y en dos volveremos aquí a planear esto. ¡Soy el increíble Prusia! ¡No me subestimes! -dijo Prusia inflando el pecho orgulloso.

El francés arqueó una ceja. Había sentido que con el discurso Prusia había despreciado la manera que tenía él de hacer las cosas. Sonrió de lado. Ahora le iba a devolver la gracia. Se cruzó de brazos de manera grácil- Está bien. Mientras espero, me tomaré algo.

- ¡Ya verás! ¡No te va a dar tiempo ni a preparártelo! -dijo Prusia saliendo de la tienda riendo.

No tardó nada en llegar a la tienda que le habían asignado al español. Dentro, durmiendo a pierna suelta, se encontraba el susodicho. Entró haciendo el mayor ruido posible.

- ¡Dijimos a las nueve, España! ¡Las nueve de este país! ¡Venga, levántate ya! -dijo Prusia acercándose a él. El otro simplemente se giró y siguió durmiendo como si los gritos no fueran más que susurros. Frunció ligeramente el ceño. Se acercó a él, lo zarandeó con fuerza- ¡Oye, venga! ¡Eeeeeh!

Antonio seguía durmiendo profundamente con cara de felicidad. Soñaba con tomates y que Romano por fin hacía las cosas bien y lo adoraba. Lo llamaba jefe y sonreía de manera dulce. Su hermano también vivía en su casa y era el paraíso. Repentinamente escuchó un ruido, como golpes que cada vez se volvieron más fuertes. Se estiró perezosamente mientras bostezaba. Se incorporó y frotó los ojos llorosos. Prusia, que estaba en la puerta disparando al suelo, dirigió la mirada hacia el interior.

- Buenos días, Prusia... -dijo Antonio volviendo a bostezar de nuevo.

- Ya son casi las tres. ¿Cómo demonios puedes dormir tanto? He gastado diez balas hasta despertarte. ¿Sabes al precio al que las compro? Acabo de tener serias pérdidas monetarias.

- ¿Y por qué no me despiertas como el resto del mundo? -dijo Antonio pensando que lo de los balazos era excesivo.

- ¡Porque te he gritado y zarandeado y no había manera de despertarte! -gritó Prusia exasperado- Es como si estuvieras en coma. ¡Ah, ya! ¡Suficiente! -se acercó con un par de zancadas hasta la cama del español, guardando la pistola al cinto. Antonio se echó un poco al lado para ver a Prusia y éste le agarró de una muñeca y tiró de él. Con la otra mano empezó a retirar la colcha que cubría al español- ¡Vamos! ¡Le dije a Francia que--!

Prusia gritó un poco y soltó la muñeca del español y lo volvió a tapar al ver que de cintura para abajo el de pelo castaño estaba en ropa interior. ¿¡Es que no tenía un mínimo de decencia?! Antonio lo miró interrogante, sin comprender a qué venía aquello. Agarró la colcha con las manos levantándola y agachando la cabeza para mirar a ver si había algo mal.

- Pero si no hay ni ere-- -empezó Antonio mirando de nuevo a Gilbert de manera curiosa.

- ¡AAAAAH! -gritó Prusia interrumpiendo las palabras de España (sabía hacia dónde se encaminaba y no se veía preparado para responderle a eso) algo sonrojado. Se giró dándole la espalda- ¡P-ponte un pantalón y vamos! Te esperaré fuera.

Se quedó de brazos cruzados fuera de la tienda, pegando nerviosamente con un pie y aún ligeramente sonrojado. Antonio aún seguía sin comprender qué era exactamente lo que había ocurrido. Después de unos segundos sin saber cómo reaccionar, acabó por suspirar y hacerle caso al prusiano, empezando a vestirse. Durante todo ese rato estuvo dándole vueltas a la cabeza hasta que finalmente sólo se le ocurrió algo. Se asomó fuera y miró a Prusia, que no parecía haberse dado cuenta de su presencia.

- ¿Te ha dado vergüenza verme en ropa interior? -soltó de sopetón haciendo que Prusia pegara un salto asustado y se sonrojara repentinamente.- ¡Ay qué gracioso cómo se sonroja!

- ¿¡G-gracioso!? ¡No soy gracioso! ¡No te burles de mí, verdammt! -dijo Gilbert nerviosamente.

Empezó a caminar seguido por el español, que seguía mirándolo curiosamente. Antonio había decidido que esa respuesta contaba, definitivamente, como un sí. En cierto modo le hacía gracia ver cómo reaccionaba. Se ponía nervioso a la mínima y en cuanto las cosas se subían un poco de tono se sonrojaba. Era casi el comportamiento de un niño y eso, en la persona adulta de Gilbert, era muy adorable. Entró el primero a la tienda y vio como Francis los miraba y dibujaba una sonrisa juguetona.

- "Mierda... " -pensó Gilbert mientras observaba como el francés se levantaba y caminaba con aires de suficiencia hacia él.

- Prusse, Prusse, Prusse... -dijo Francis pasando el brazo por el hombro de Gilbert, que se quedó rígido como si lo acabasen de rellenar con cemento.- ¿Cuánto tiempo dijiste que pasaría? Ah sí, creo que dijiste: "dos minutos" "No te dará tiempo ni a preparártela" Si hubiera tomado alcohol creo que ahora estaría muy borracho, amigo mío.

- Halt den Mund! -exclamó Prusia apartándole el brazo no muy amistosamente. Vio como Francia arqueaba una ceja- ¡Q-que te calles! ¡No me dijiste que...!

- ¿Que le costaba levantarse? Creo que sí que lo hice -dijo Francia acentuando su sonrisa y cruzándose victorioso de brazos.

- ¿Eh? ¿Estáis hablando de mí? -preguntó con una sonrisa Antonio, que no sabía de qué estaban hablando el otro par. Pero ninguno de los dos le contestó y Antonio se quedó mirando en silencio, aún sonriente- ¿Vamos a comer? Tengo hambre.

- ¡¿Qué?! ¡Aún no hemos decidido el plan de ataque! Y se supone que íbamos a quedar a las seis para ello -dijo Prusia indignado, dejando de discutir con el francés y pegándole un golpecito en la mano para que le volviese a soltar el hombro.

- Pero es que no he desayunado. Tengo hambre. Además son las dos de la tarde, sería una buena hora para ir a comer -insistió el español.

- Yo también tengo hambre -dijo Francia encogiéndose de hombros- Apoyo la propuesta.

El prusiano iba a quejarse cuando el estómago le sonó. Se quedó con el ceño fruncido y expresión enojada. ¿Por qué siempre le daba la impresión que ese par acababan ganando todos los asaltos?. Bufó intentando que los otros comprendieran que estaba disgustado, aunque en realidad a ellos les dio completamente igual (Antonio no entendía por qué habría de estar disgustado y Francis simplemente lo ignoraba).

- Está bien. Iremos al pueblo más cercano a comer algo decente -dijo Prusia haciendo que ambos dibujaran una sonrisa triunfal.- ¡Pero! -la sonrisa se quedó congelada esperando ese pero- Cuando volvamos haremos por fin ese maldito plan para acabar con Austria.

España se quedó satisfecho y afirmó con la cabeza. Francia se quedó un segundo pensando en las palabras y aunque no las creía posibles afirmó con la cabeza también. Prusia se sintió satisfecho por estar controlando (ésa era su impresión) la situación.

Ya regresaban de una comida que había sido... extraña. Es más, si fuera por Gilbert, no la repetiría. Francia había estado intentando ligar con una camarera y España, en vez de hacer lo que sería lógico, lo había estado animando y provocando para que siguiera con ello mientras reía. Y Prusia iba contando escrupulosamente los minutos de sobremesa, horrorizándose al saber que era tiempo que estaban desperdiciando de nuevo. Pero eso ya se había terminado, ése era el pensamiento que consolaba a Gilbert. El consuelo se le acabó cuando vio que el español avanzaba por la tienda, se quitaba la chaqueta roja, la dejaba apoyada en una silla y se tiraba de morros sobre un sofá.

- Buenas noches -murmuró adormilado.

Francia se había ido hacia la mesa y empezó a extender los mapas tranquilamente, sin mostrar ni una pizca de confusión ante lo que Antonio acababa de hacer. Prusia seguía mirando atónito al de pelo castaño, aún sin saber cómo reaccionar. Tardó dos minutos.

- ¿¡Cómo que buenas noches?! -exclamó por fin. Lo único que logró fue que Francia pegara un bote, Antonio ni se movió.

- No grites. Me molesta que grites cuando hay tanta tranquilidad -dijo Francia levantando la vista del mapa.

- ¡P-pero es que...! -se quejó Gilbert señalando a Antonio temblorosamente- ¡Que se ha echado a dormir! ¡Y ha dicho "Buenas noches"! ¡No es de noche! ¿A qué demonios viene tanto sueño? ¿Está enfermo o algo y no me lo habéis contado?

Francis chasqueó la lengua tres veces, a la vez que negaba con el dedo índice- Se llama "siesta", Prusse.

- ¿Siesta? -dijo después de un silencio Prusia. Bajó el tono y frunció el ceño confundido- ¿Qué es eso? ¿El nombre de su enfermedad? Suena grave.

El francés rió un poco y negó con la cabeza- No, no... No es el nombre de una enfermedad. Es una costumbre española. Después de comer, se echan a dormir un rato.

- ¿Y eso por qué? -preguntó Gilbert ahora frunciendo el ceño. Si no estaba enfermo no le encontraba el sentido a las excesivas horas de sueño.

- No es como si hubiera un motivo con fundamento. Es cierto que después de comer siempre da un poco de sueño, pues él duerme un rato -dijo Francis- y eso se convirtió en una costumbre que ellos llaman "siesta"

- ¿Y cuánto es un rato? Tenemos esto pendiente y... -su frase se quedó a medias viendo la cara rara que ponía Francia y siguiéndolo con la mirada, observando cómo se acercaba a Antonio- Eh, ¿me estás escuchando?

Gilbert se acercó a él viendo como tenía las manos en alto y movía los dedos, mirando de una manera no muy sana al español. Frunció el ceño.

- ¿Qué se supone que vas a hacer? -preguntó con curiosidad. Francis se llevó el dedo índice delante de los labios y le susurró un "Shh". Frunció aún más el ceño. ¿Encima lo mandaba callar?

- Ah Espagne, vous êtes si adorable –dijo Francis hiperventilando en sobremanera mientras sus manos, hábilmente, se deslizaban por debajo de la camisa del español y empezaba a levantarla de modo que el otro ni se percataba.

- ¡Eh, eh, eh! -exclamó Gilbert sonrojándose ante la osadía del otro- ¡Deja de hacer cosas que no tocan! -le pegó un golpecito en las manos para que soltara la camisa y la bajó con malas maneras. Antonio se movió un poco y murmuró algo incomprensible.

- No tienes modales, Prusia. ¿No te has dado cuenta? -dijo melosamente Francis- Cuando yo le levantaba la camisa no se ha movido ni un milímetro y eso que estaba -Levantó la camisa de nuevo y rozó la piel de Antonio, que no se movía de nuevo, durmiendo plácidamente- tocando su piel tal y como hago ahora...

- Espera... ¿Cómo haces eso? -dijo Gilbert arqueando una ceja. No se paró ni a pensar para qué demonios quería él saber cómo hacer eso. Lo único que pensaba ahora era que, cuando él le había bajado la camisa, el otro se había movido. En cambio Francis estaba manoseándolo y el de pelo castaño no podía parecer más tranquilo. El galo rió ante el repentino interés del otro.

- Es todo juego de muñeca y saber ejercer la correcta "presión" -contestó sonriendo de manera deslumbrante. Gilbert le miró no muy convencido. ¿Por qué la palabra "presión" en labios de Francis había sonado tan rematadamente mal?- Te lo enseñaré...

Bajó la camisa con delicadez suficiente como para que el otro ni se inmutara. Prusia prestó atención a cualquier movimiento de muñeca y detalle que perfeccionaba esa extraña habilidad del francés. El susodicho iba ilustrando cada explicación que le iba dando al de pelo grisáceo.

- El movimiento debe ser preciso. No puedes ser demasiado brusco pero tampoco puedes detenerte demasiado o el roce excesivo lo alerta -dijo Francis concentrado- Por otra parte, cuando toques la piel no debes ni rozar poco, ni mucho. Si haces excesiva presión es molesto. Pero si haces poca le harás cosquillas. Venga pruébalo.

- ¿Q-qué? -exclamó el prusiano avergonzado

Mientras, el otro volvía a bajarle la camisa a Antonio, que seguía enfrascado en su siesta. Francis lo miró apremiante y Gilbert sintió como el nerviosismo lo invadía. Tomó aire profundamente, intentando así armarse de valor. No es como si aquello fuera muy raro. Únicamente estaba intentando aprender una táctica que le podría servir contra sus enemigos. Sí, de eso se trataba. Empezó a subir la camisa de Antonio con manos temblorosas y mientras su mente le gritaba millones de acusaciones en alemán. Tal y como había aventurado el francés, Antonio se movió ligeramente y eso provocó que Gilbert soltara la camisa como si ésta le hubiera dado un calambrazo.

- B-bueno, creo que da igual -dijo nervioso y bastante sonrojado- Esto es una tontería.

- Es una tontería porque no te sale -dijo Francia frunciendo ligeramente el ceño y mirándole con reproche- El problema es que has ido muy lento. Inténtalo de nuevo.

- Esto es una idiotez... -empezó a quejarse Gilbert. Francis le había cogido las manos para acercarlas a la camisa de Antonio y, para qué negarlo, toquetear un poco al prusiano- ¡N-no me toques! -apartó las manos- ¡Está bien! ¡Ya voy!

Volvió a mirar al español como si fuera una bomba a punto de explotar. Respiró profundamente y lo volvió a intentar. Sonrió victorioso cuando vio que lo lograba.

- ¡Toma ya! ¡Soy increíble! Es mi segundo intento y lo logro -dijo Gilbert riendo sonoramente (y, aún así, Antonio no se despertó.)

- Ahora tócale -dijo Francis con un tono de voz que hizo que todo sonara diez mil veces peor de lo que ya sonaba. Gilbert le miró asombrado- Vamos~... Tócale.

El prusiano miró con pavor cómo el otro le cogía las manos y las empezaba a acercar al torso desnudo de Antonio- ¡Q-quita! ¡Para! ¡Que no! ¡Maldito francés del demonio! -después de forcejear un poco más, logró soltarse de su agarre- ¡Tienes la mente muy podrida, verdammt!

- Buh ~... Prusia no es divertido -dijo Francis de morros- No quiero ser como Prusia cuando sea mayor.

- ¡Como si eso me importara! -exclamó enfadado y sonrojado Gilbert.

- Si tú no quieres aprovechar el momento, yo sí que lo haré. A ver cómo se desarrollan las regiones vitales de España... -dijo Francis dibujando una sonrisa pervertida mientras la mano empezaba a tirar del pantalón del español poco a poco. Aquello alarmó a Gilbert, el cual se tiró casi encima del francés, logrando paralizar sus movimientos- ¿¡Q-qué haces?!

- No, ¿qué haces tú? ¿Es que no te funciona la cabeza? ¡Que pares! -dijo Gilbert haciendo fuerza para evitar que el galo se soltara. Logró tirar de él y apartarlo y aquello hizo que Antonio se moviera más y se girase. Se hicieron unos segundos de silencio, esperando a ver si el español se despertaba finalmente- ... ¡Sigue durmiendo!

Francis hizo un movimiento brusco y logró soltarse del agarre del otro.- Eso es lo más divertido de todo, mon chéri. Como cuesta despertarlo, uno corre menos riesgos. Y ahora dedícate a estar quietecito mientras tito Francis se ocupa de unos asuntillos con España.

Gilbert frunció el ceño ante lo de "tito Francis". Las confianzas que se tomaba con él le molestaban. Se cruzó de brazos, esperando el momento oportuno para poner fin a aquello. Pero lo cierto es que la situación acabó sobrepasándolo hasta el punto de que no podía reaccionar. El francés, aprovechando que Antonio estaba de lado, levantó la camisa con una mano y con la otra empezó a toquetear también el trasero de éste. Es más, se aventuró delineando la rabadilla y descendiendo el camino que trazaba, empezando a respirar descompasadamente. Gilbert reaccionó por fin, decidiendo dar fin a aquel espectáculo de perversión y lujuria, pero repentinamente Antonio se giró de manera que le propinó tal guantazo a Francis que lo tiró al suelo.

- ... Wow. Lo ha dejado inconsciente con un solo golpe. -dijo Gilbert mirando asombrado la situación.

Antonio bostezó, desperezándose, y miró a Gilbert, el cual le devolvió la mirada- Buenas tardes -dijo aún con cara de sueño. Se fijó que el prusiano bajaba la vista al suelo y decidió imitarlo, viendo allí a Francia.- ¿Qué haces, Francia?

- Creo que lo acabas de matar de un guantazo. -dijo Gilbert con una gota recorriéndole la sien. No podía creerse que el golpe lo hubiera dado sin darse cuenta, cosa que hacía aquel hecho aún más terrorífico.

- Ah, entonces algo malo estaba haciendo, seguro. -dijo Antonio despreocupado. Gilbert arqueó una ceja, confundido- Tú no me estabas haciendo nada, ¿verdad? -el prusiano negó insistentemente con la cabeza- Él se ha llevado el golpe, seguro que él sí que hacía algo malo.

- S-sólo toqueteaba un poquito, ¿qué hay de malo en ello? -dijo Francis lloriqueando en el suelo, con una mano en la mejilla donde le había golpeado. Levantó la vista y vio como España le miraba en silencio y sonriendo bastante- E-era broma, ¿vale? ¡N-no estás nada mono cuando te pones así!

- ¡Eh, Francia! -exclamó Prusia viendo como el otro salía hacia fuera- ¡Que no hemos decidido el plan de ataque aún! ¡Ven aquí! -se giró para pedir ayuda al otro pero se había tumbado- ¡No te vuelvas a dormir!

Diez horas después de la acordada (trece de la hora que él hubiese deseado), por fin empezaron a decidir el plan de ataque contra Austria y sus aliados.

OoooooOooooOo

Capítulo súper largo. XD ¡Holas! Aquí vengo con el "nuevo fic" con el cual estoy atascada un poco últimamente pero que iré escribiendo lo más rápido que puedo. Tenía muchas ganas de escribir algo sobre Akuyuu. Pero si tenía que decidirme por una etapa, definitivamente tenía que ser esta. Quería mostrar como Gilbert cambiaba progresivamente y sobre todo, mostrar como Francia y España se convertirán en una mala influencia para él. También quería preguntar a ver quién entiende lo que Antonio iba a decirle a Gilbert (cuando despierta que Prusia grita y vuelve a taparlo).

Vocabulario:

Francés:

Désolé, Je suis désolé : Lo siento

Mon amí : amigo mío.

Espagne : España -- Prusse: Prusia

Ah Espagne, vous êtes si adorable: Ah España, eres tan adorable.

Mon chéri: Cariño

Alemán:

Verdammt : Maldita sea

Halt den mund! : ¡Cállate!

Y eso es todo por esta vez. Este fanfic lo estoy aún escribiendo y he publicado casi todo lo que tengo escrito, así que quizás seguramente tarde más en publicar. Pero lo haré. Espero que me sigáis y dejéis esos reviews hermosos que tanto me animan (y no soy excesivamente pelota, quizás un poquito sólo :D)