¡Hola! Llevaba muuucho tiempo queriendo escribir un Dramione, ya que es una pareja que me fascina, así que aquí estoy. Intentaré publicar mínimo un capítulo por semana, si puedo dos, pero no quiero prometer algo que a lo mejor no puedo cumplir, pero la historia está casi terminada, así que no lo dejaré a medias. En fin, nada más, espero que os guste!

CAPÍTULO I

Draco observaba a los invitados desde un rincón del salón, rogando porque todo aquello terminara pronto. Astoria le había convencido de que tenía que organizar un funeral y darle una despedida digna a su madre, pero él llevaba arrepintiéndose desde que aceptó. Hacía tiempo que esas convenciones sociales habían dejado de importarle, y más cuando su padre tampoco parecía mostrar el menor interés. Le observó desde la distancia. Sentado de cualquier manera sobre un butacón de orejas anchas y con un vaso de whisky como único compañero, estaba Lucius Malfoy, aquél hombre con el que llevaba años sin hablar. A Draco le habría gustado acercarse y decirle que sí, que todo era una mierda y que él sentía lo mismo, pero no podía. El lazo que los unía se había roto hacía ya demasiado tiempo y ni siquiera la muerte de Narcissa parecía capaz de arreglarlo.

Cuando la tarde cayó sobre Malfoy Manor y todos los invitados se fueron marchando, Astoria dio órdenes a la única elfina doméstica de la casa para que recogiera todo y atendiera a cualquier necesidad que tanto Draco como su padre pudieran necesitar a lo largo de la noche.

-¿Estás seguro que no quieres que me quede?.- preguntó ella, al pie de la chimenea.

-Seguro. Andrew te estará esperando, no quiero retenerte más.

-Lo digo en serio, Draco.

-Lo sé.

Astoria asintió en silencio y tras darle un breve abrazo desapareció devorada por los polvos flú. Draco apagó la chimenea y subió al piso de arriba. Hacía horas que no veía a su padre, pero imaginaba que estaría en su despacho, del que apenas había salido desde la muerte de Narcissa. A él también le habría gustado tener un lugar en el que encerrarse y aislarse de todo, pero no lo iba a encontrar en esa casa. Ya no era su hogar. Cuando lo recorría a su mente no acudían los recuerdos felices de su niñez, si no aquellos protagonizados por Voldemort y sus mortífagos. Su memoria estaba plagada de las reuniones, de los gritos y las torturas, de las lágrimas de Hermione Granger vertidas sobre la alfombra, de la risa estridente de la loca de su tía Bellatrix, de los ojos fríos de Voldemort, como dos rendijas de serpiente, y de los susurros, de los pasos, de la sensación de miedo generalizada.

Entró en su vieja habitación, en la que se había instalado desde que volviera de Alemania. Tenía la sensación de haber vuelto para vivir una pesadilla. Cuando su madre le comunicó la noticia de su enfermedad ya era demasiado tarde para hacer nada, así que sólo había regresado a Inglaterra para despedirse y, literalmente, verla morir. Llevaba un mes allí viendo cómo su madre se consumía poco a poco hasta desaparecer, treinta y dos días en los que su vida se había parado temporalmente, en los que todo había dejado de importar excepto su madre y la perspectiva de perderla para siempre, y ahora que todo había acabado, con su tristeza se mezclaba una especie de alivio al saber que pronto se marcharía de allí. Retomaría su vida en Alemania, una que no era ni muy feliz, ni perfecta, pero una en la que no tenía que enfrentarse a los fantasmas del pasado. Esos habían sido sus planes desde el principio, desde que comprendió que su madre iba a morir sí o sí y que con ella se iría la única razón que lo retenía en Inglaterra. Mas, como suele suceder con los planes que hacemos antes de tiempo, Draco estaba equivocado. Cuando abrió la cama para dormir tras interminables horas de desvelo, encontró una carta debajo de la almohada. "Draco" rezaba en su lomo, con la elegante e inconfundible letra de su madre. Lo que encontró dentro le partió el corazón. No, aún no era tiempo de marcharse.

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Hermione se presentó en Grimmauld Place a la hora acordada, puntual como siempre. Estaba cansada y pasar la noche de sábado con Ron y su nueva novia no era su idea de una velada perfecta, pero se había prometido hacer el esfuerzo. Hacía casi un año desde que Ron y ella lo habían dejado, o mejor dicho, ella había cortado. Desde entonces eran raras las ocasiones en las que lograban juntarse los cuatro como en los viejos tiempos, principalmente porque Ron ponía todo tipo de excusas para no verla. Hermione sabía que estaba dolido y había decidido respetarle y mantenerse al margen hasta que él estuviera preparado para volver a ser amigos. Bien, pues ese dia había llegado. Ron llevaba un par de meses saliendo con Sophie, una modelo en ciernes que poco a poco se iba haciendo conocida en la Comunidad Mágica a través de revistas de moda y algún cartel anunciando ropa en el Callejón Diagón, y había escogido esa noche para presentársela a sus amigos.

Cuando llegó a Grimmauld Place, Harry le abrió la puerta y le dio un leve apretón en el hombro antes de hacerla entrar en el salón. Sentados en el sofá próximos a la chimenea, con las cabezas muy juntas y cuchicheando algo que parecía tremendamente divertido a juzgar por la risa de ella, estaban Ron y Sophie. Hermione saludó con un parco y poco audible "hola" y Ron se levantó como un resorte para acto seguido hacer las debidas presentaciones, rojo de la cabeza a los pies. Durante la cena Hermione se dio cuenta de que estaba en medio de dos parejas enamoradas, y por primera vez en su vida se encontró fuera de lugar entre sus amigos. Harry se esforzaba en sacar temas de conversación y Ginny no paraba de poner vino en sus copas, pero nadie podía ignorar la evidente tensión que había en la mesa. Sophie era una chica risueña que se reía casi por cualquier comentario y que no dejaba de mirar a Ron con una sonrisa boba en los labios. Hermione la observó durante toda la cena, aunque tratando de ser discreta. Era como si Ron se hubiera buscado una versión diametralmente opuesta a ella y no podía evitar sentirse un poco dolida. Estaba claro que quería olvidar su pasado juntos, y no podía culparle, pero era raro verle flirtear con otra mujer.

Cuando terminaron, Ron y su novia se marcharon, ya que habían quedado con unos amigos de ella para tomar algo en un pub cercano. Hermione se quedó para ayudar a recoger.

-Parecen muy enamorados.- mencionó, mientras apilaba los platos de postre y los llevaba flotando por el pasillo.

-Sí, bueno…- Ginny torció un poco el gesto y se adentró en la cocina, donde Harry lavaba las sartenes a golpe de varita. Hermione la siguió hasta alcanzarla.

-¿Qué quieres decir con sí, bueno?

Harry y Ginny intercambiaron una mirada cómplice.

-Chicos, ¿Qué pasa?

-Hermione.- comenzó a decir Ginny, con suavidad.- ¿No te has dado cuenta de cómo te miraba Ron? Está claro que aún no lo ha superado.

Hermione parpadeó muy rápido, confusa. Para ella Ron había estado toda la cena pendiente de Sophie, sin dejar de hacerse carantoñas por debajo de la mesa y enunciando con cada historia que contaban que estaban viviendo los meses más felices de su vida.

-¿Tú también crees eso, Harry?

-Creo que se está esforzando mucho en olvidarte, Hermione, pero no consigue que Sophie le interese tanto como le interesas tú.

-Bueno, es normal, apenas llevan dos meses saliendo.

-Sí, claro, puede que tengas razón. Olvídalo, Herms.- terció Ginny, dándole un cariñoso apretón en el hombro. Harry le dirigió una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora, pero su amigo no sabía mentir, y Hermione era consciente de que sólo lo decían para que se sintiera mejor. Era cierto que Ron parecía más feliz que nunca, pero eso no indicaba nada. Todo el mundo fingía sentir cosas que no sentía, ella misma había fingido en esa cena estar relajada y natural, cuando en el fondo lo único que se cruzaba por su cabeza era lo extraño de la situación. Cuando llegó a su casa se sentía aún más culpable de lo que se sentía antes de acudir a la cena.

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Habían pasado dos días desde que Draco se hubiera instalado en ese piso en mitad del Londres muggle. No abundaban los bloques de pisos adaptados a la magia, así que no había tenido mucho donde elegir, pero prefería cualquier cosa a seguir encerrado en Malfoy Manor. No sabía qué iba a ser de su vida en los próximos meses o si se limitaría a exisitr y a intentar que su padre saliera del aislamiento que se había impuesto tras la muerte de Narcissa.

Draco no podía dejar de reproducir la carta de su madre en su mente. Era casi como si la viera leyéndola para él, pero su imagen no era la de la mujer fuerte de su niñez, si no la de una mujer enferma postrada en una cama, luchando una batalla perdida contra la muerte. Odiaba que el bonito recuerdo que tenía de ella se hubiera reducido a eso. De haber sabido que eso ocurriría jamás se habría marchado a Alemania pero, como decía la carta, jamás nos imaginamos que algo así puede sucedernos a nosotros. "No te sientas culpable, Draco" , le decía. No, no era su culpa la enfermedad, ni el hecho de que no hubiera cura posible porque las células malignas se habían extendido hasta tal punto que cualquier intento de curación quedaba descartado. No era su culpa que su madre hubiera muerto, pero sí de que lo hubiera hecho sola. Llevaba ocho años fuera del país, viviendo una vida ajena, desempeñando un trabajo que le permitía vivir bien, pero lejos de ella. Había dejado a su madre sin su único hijo y sólo había vuelto para verla morir. Daba igual lo que dijera esa carta, porque él sentía el mayor de los remordimientos. Pero, aparte de dedicarle palabras de consuelo y cariño, su madre le pedía algo,y era que no abandonara a Lucius. Desde que terminó la guerra se había convertido en una sombra de lo que fue. Parte de la condena que le impuso el Wizengamot era la de no salir del país, amén de la condena social que supuso que la familia Malfoy se quedara apenas sin contactos o amigos. Sin embargo todo eso era soportable para él mientras Narcissa estuviera a su lado, y ahora que había muerto, Lucius lo había hecho con ella.

"No le dejes, Draco, eres la única familia que le queda. Sé que os habéis distanciado pero, a pesar de todo, Lucius ha hecho todo lo posible por protegernos y siempre hemos sido su prioridad. Sé que con mi muerte él se derrumbará y temo que si no estás cerca pueda cometer alguna locura. No te pido que vivas con él, sé que eso no solucionaría nada, y si conozco bien a mi marido sé que se encerrará en si mismo y no querrá ver a nadie. Pero mantente cerca, hazle una visita de vez en cuando y hazle saber que aún tiene un hijo que se preocupa por él. Sé que te pido mucho, Draco, y ojalá las cosas hubieran acabado de otra manera, pero eres fuerte y sé que le quieres, a pesar de todo. Tu padre acabará aceptando mi muerte, sólo te pido que le ayudes en el proceso. Te quiere, tu madre".

Draco se sorprendió llorando tras leer la carta por segunda vez. No lo había hecho desde que le comunicaron la noticia de la enfermedad, ni si quiera en el funeral, pero ahora que todo había acabado y que nadie podía verle, solo en un apartamento alquilado en un Londres ya desconocido para él, se permitió derrumbarse.

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Eran las tres de la madrugada cuando un estruendo despertó a Draco, algo que le molestó especialmente ya que por primera vez en un mes conseguía conciliar el sueño más de dos horas seguidas. Al volver a vivir en Inglaterra, las pesadillas habían vuelto. Normalmente eran sobre la guerra y sobre las torturas que tuvo que presenciar, pero ahora se le sumaba una madre enferma y un padre que no quería verle. Así que cuando había conseguido dormir un tiempo prudencial lo último que le apetecía era que nadie le despertara. Pero no podía simplemente ignorar el ruido, así que se levantó, se puso una camiseta y salió al rellano. El sonido parecía provenir de la puerta de al lado. Su piso estaba en la tercera planta, conformada por otros dos pisos más. No tenía ni la más remota idea de quién vivía en ellos, pero hacer vida vecinal no entraba dentro de sus planes. Todas las puertas estaban cerradas, y cuando Draco se acercó a aquella de la que había provenido el ruido, la otra se abrió y por ella apareció una mujer.

-Granger.

Masculló él. Ni siquiera sabía cómo le había salido un sonido coherente de la boca.

-¿Malfoy?

Hermione entornó los ojos para enfocarle mejor. Iba con una bata mal puesta y el pelo tremendamente alborotado, era evidente que a ella también acababan de despertarla.

-¿Qué ha sido ese ruido?.- preguntó él. No creía que fuera el momento adecuado para preguntarle qué hacía ahí. En realidad, ese momento no era adecuado en ningún contexto.

Hermione abrió mucho los ojos y pareció acordarse de repente de la razón por la que había salido al rellano. Se apresuró a la puerta del tercer vecino y empezó a aporrearla con fuerza.

-¡Andy! ¿¡Andy me oyes!?

En vista de que no obtuvo respuesta, Hermione abrió la cerradura con un sencillo Alohomora. Draco habría supuesto que una casa particular estaría protegida contra ese tipo de hechizos, pero esa no lo estaba. Hermione se internó en el piso, que estaba completamente a oscuras, a excepción de una luz que provenía de la cocina, y él la siguió a escasos centímetros.

-¡Andy!

Gritó ella al ver a un chico tendido en el suelo. La cocina, en su origen de un blanco impoluto, estaba surcada por una sustancia verde y viscosa. En una de las paredes de azulejos había un boquete humeante y dentro de él la mitad de un caldero que parecía haber explotado. Draco se acercó a uno de los charcos de la sustancia y lo examinó.

-Tenemos que llevarlo al hospital.- propuso Hermione, que no dejaba de zarandear al chico para que se despertara.

-No hace falta.- respondió Draco con tranquilidad. Sacó la varita del bolsillo trasero de su pantalón de pijama y pronunció el hechizo Ennervate. Al instante, Andy abrió los ojos y se incorporó de golpe.

-¡Vaya! ¡Alucinante! ¿No crees? .- exclamó.

-¿Andy, estás bien?.- preguntó Hermione, preocupada.

-Estupendamente. Las cosas han salido un poco...ehm... fuera de lo previsto.- se levantó y observó el desastre montado a su alrededor, mientras se rascaba la cabeza preguntandose cómo había podido ocurrir.

-Tienes que ir al hospital.- insistió ella.

-Los hospitales son una pérdida de tiempo.- respondió el chico, y acto seguido se fue a ver el boquete abierto en la pared y empezó a murmurar una retahíla de palabras entre las que se repetía "fascinante" y "asombroso".

-Tiene razón, por increíble que parezca. En el hospital no podrán hacer nada por él, a menos que estemos hablando de un hospital psiquiátrico.- terció Draco.

-¿Cómo lo sabes? Podría tener heridas internas.

-No las tiene, Granger. No se ha quedado inconsciente por la explosion, si no porque ha echado demasiado opio,que mezclado con el polvo de adelfa provoca un sueño instantáneo si lo aspiras. El estallido debe de haber sido minutos después .- paseó sus ojos por la encimera repleta de todo tipo de ingredientes, hasta que se detuvo en uno.- Ajá. Ha echado cuernos de Erumpent, que contienen fluido explosivo en su interior y, que yo sepa, son ilegales.

Hermione seguía mirándole perpleja, obviamente sin entender nada de lo que allí estaba ocurriendo. Cuando se despidió de Andy y no obtuvo respuesta por su parte, ya que éste seguía fascinado con el boquete de la pared, ambos salieron al pasillo.

-Y dime, ¿Me he mudado a una comunidad compuesta por sordos o es que vivimos solos en el edificio?.- preguntó Draco.

-La gente ya está acostumbrada. -Hermione se encogió de hombros - Andy suele hacer experimentos y la mayoría acaban en explosiones o en sustancias viscosas saliendo por el hueco de debajo de la puerta. He perdido la cuenta de las veces que le he llevado a San Mungo- explicó deprisa.- ¿Pero cómo has sabido todo eso?

-Es parte de mi trabajo.-contestó él.

Ambos se miraron en silencio, percatándose por primera vez de lo extraño de la situación. Eran vecinos, vivían puerta con puerta, y se encontraban en pijama en medio de un rellano cuando llevaban más de diez años sin verse.

-Pensé que el piso estaba vacío. Los últimos inquilinos se marcharon hace meses.-comentó Hermione.

-Acabo de mudarme.

De nuevo el silencio. Era difícil sacar un tema de conversación en un momento como ese, y más teniendo en cuenta que no eran dos personas cualquiera.

-En fin, buenas noches Granger.

Draco dio media vuelta y se internó en su piso, cerrando la puerta tras de sí, dejando a una Hermione confundida en medio de un rellano a altas horas de la madrugada.

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Fin del primer capítulo. ¿Opiniones? ¿Tomates? ¡Espero que os haya gustado y que le deis una oportunidad! Hasta el próximo capítulo :)