―… Expulsado…

Fue la única palabra que escuché realmente de todo el discurso y la única que me hizo reaccionar, pero no porque me preocupara si no por lo que realmente significaba. Levanté los ojos para mirar salvajemente a mi interlocutor. Era un hombre anciano, adusto y seco, de bigote espeso, barbilla prominente, facciones angulosas y mirada severa.

La comisura derecha de mi labio se levantó inevitablemente en una media sonrisa de autosuficiencia.

―¿De qué coño te ríes? ¿acaso te hace gracia, puto psicópata? ―gritó el chico que se encontraba al lado del anciano antes de que nadie pudiera detenerle. Era moreno, de ojos marrones, espaldas anchas y casi dos metros de altura. Tenía diecisiete años, un año mayor que yo. Estaba cubierto de sangre y heridas.

El anciano estiró el brazo tratando de calmarle pero él lo ignoró y se lanzó sobre mí. Me cogió por el cuello de la camisa, levantándome de la silla para que nuestros ojos quedaran a la misma altura.

―Respóndeme pequeño hijo de puta, ¿te hace gracia? ―me inquirió en un susurro, sacudiéndome con furia.

No hice ademán de pelear o forcejear para que me soltara, sólo le miré directa y pausadamente, en silencio. Unos instantes después levanté las cejas y sonreí aun más, mostrando mis ligeramente sobredimensionados colmillos.

―Señor Hansson, por favor, tenga la bondad de soltar al Señor Grindelwald y volver aquí ―le pidió el anciano, él no se movió.

―Sí, Señor Hansson, sea usted un buen chico y haga el favor de obedecer al director ―añadí yo burlándome al tiempo que le clavaba mi varita por debajo de sus costillas. Él abrió sus manos con un gesto de desprecio y yo caí como plomo en la silla de nuevo. Me acomodé el pelo y la ropa.

―Señor Grindelwald, el asunto que nos atañe es muy serio y parece no ser realmente consciente de la magnitud de la tragedia. ¿Podría explicarme con sus palabras lo que ha pasado?

―El Señor Krum ha demostrado una actitud de simpatía hacia los muggles más grande de lo aconsejable dejando embarazada a una ―expliqué con suficiencia y sin pestañear.

―¡Señor Grindelwald! ―me riñó el anciano―. Usted habría estado a punto de asesinar al Señor Krum si no hubiera sido por la rápida intervención del Señor Hansson en lo que, espero, fue un desafortunado accidente… ¡Por dejar embarazada a una muggle! ¿Qué puede decir en su defensa? ―Preguntó el anciano mirándome seriamente con el ceño fruncido.

―Es un error que, sin duda, está siendo corregido mientras hablamos ―aseguré bajando la cabeza, frunciendo el ceño y sonriendo de nuevo con solo el lado derecho de mi cara, enigmático.

―Me alegra que esta conversación le esté pareciendo enriquece… ―empezó a decir. Cuando se oyó un grito que me hubiera helado la sangre si no fuera porque yo era un tempano de hielo. Alcé una ceja a la expectativa de sus reacciones.

―¿Qué ha sido eso? ―preguntó el Señor Hansson levantando la cabeza pendiente de cualquier sonido.

Yo lo miré y volví a sonreír con satisfacción, mostrando mis colmillos.

―… No habrá una próxima vez Señor Grindelwald, no a menos que quiera ser expulsado como ya le he dicho ―me amenazó el anciano siguiendo con la frase.

Cerré los ojos lentamente aun mirando al Señor Hansson y volví a levantar solo la comisura derecha de mis labios para volver a abrir los ojos, lentamente, esta vez mirando al anciano.

―Lo sé ―respondí escuetamente―. Ya no puede haber una próxima vez, al menos no con el Señor Krum ―aseguré con sorna.

El Señor Hansson pareció caer en algo después de esa breve declaración y salió corriendo del despacho. Yo volteé la cabeza para mirarlo salir y luego me volví al anciano con mi misma sonrisa de autosuficiencia y expectación.

Él tenía la boca abierta.

La cerró al notar mi mirada y me la devolvió con dureza. Le ignoré, me levanté y me fui con las manos cogidas a mi espalda hacia una de las estanterías llenas de libros que decoraban las paredes del despacho.

―Una situación interesante, ¿no le parece, Profesor Berger? ―pregunté sonriendo con sorna aun estando de espaldas a él, mientras leía los tomos de los libros. Podía notar como el anciano estaba siguiéndome con la mirada, tenso.

Tomé un libro del estante y empecé a ojearlo sin demasiado interés, esperando a su respuesta.

―Acaba usted de escuchar un grito qué, sin duda, no era de alegría ―proseguí relatando los hechos con indiferencia―. Y acto seguido uno de sus alumnos prácticamente ―hice una pausa dramática y me giré hacia él levantando una ceja―, le ha confesado un asesinato. ¿Qué piensa hacer ahora Señor?

El anciano me miró valorando mis palabras, en silencio. Yo sonreí de nuevo mostrándole los dientes.

―Estoy deseando verlo ―añadí con un poco de excitación.

―Está bien, Señor Grindelwald. Quédese aquí y no se mueva ―me amenazó levantándose, yo alcé las cejas con incredulidad.

El anciano salió del despacho cerrando la puerta, me la quedé mirando un momento.

Instantes después escuché un encantamiento al otro lado y la puerta brilló con un resplandor anaranjado para luego convertirse en parte del muro. Sonreí de nuevo. Estaba encerrado.


Disclamer: Gellert Grindelwald, Krum, J. K. Rowling.

Así funciona esto, no sé que va a salir de ello, pero... allá vamos: Reto a cualquiera a resolver el caso. Haced preguntas, proponed teorias, poneos en la mente del asesino y contadme lo que sentiis. (¿Tengo que mencionar el botón verde?)