Título Intercambio de almas.

Autora Chia s.r

Parejas SasuSasu y NaruHina.

Resumen Una cena normal y corriente terminará convirtiéndose en algo inesperado para las dos parejas. Especialmente, si tras ingerir un extraño plato, los chicos tienen sus cuerpos al pie de cañón para ellas. Pero al despertar…

Especial Especial de Navidad de Naruto y fic dedicado a una de mis fieles lectoras que apreció un montóoon: Sakuritah.

Cantidad 3 capítulos en total.


Todo comenzó una tarde de cena de cuatro personas. Algo que comúnmente sucedía entre ellos para reafirmar tanto su amistad como el tiempo perdido. La diferencia es que ahora no eran solo dos, si no cuatro. Naruto y Sasuke tenían sus días de reuniones personales, muchas cosas que contarse o simplemente compartir ratos de silencios. Su amistad era algo extraña algunas veces, pero su amor por las mujeres que poseían era todavía un secreto para algunas personas.

No podían comprender cómo el Uchiha podía hacer feliz a Sakura. Ni cómo Naruto podía lidiar con los desmayos de Hinata. Era un misterio más en la aldea, claro que nadie tenía el coraje de preguntárselo a ambos. Seguramente Naruto se reiría nerviosamente y por lo que soltara, seguramente haría que Hinata se desmayara de nuevo. Sasuke sin embargo, los fulminaría con la mirada y dejaría en claro que no era cosa de ellos.

Pero ambas sonreían con felicidad mientras iban aferradas del brazo de sus respectivas parejas. Y para todo aquel que les preguntara cómo se encontraban, solo tenían flores para soltar por sus bocas. Por supuesto, solo para los más allegados existían más historias interesantes.

(…)

Sakura se había esforzado de sobremanera en arreglarse aquella noche. Quería que Sasuke fuera capaz de sentir que tenía una mujer maravillosa a su lado de la que no avergonzarse. Por ese mismo motivo se había gastado un poco más de lo debido de sus ahorros y se había comprado aquel vestido negro tan ceñido, elegante y a la vez, sumamente sensual. Cuando se lo puso esa noche al prepararse hubo un instante de dudas. Llevar esa prenda era casi como sentirse desnuda.

Sin embargo, cogió aire, se aseguró de que quedara bien apretado en sus caderas y se inclinó para ponerse sus zapatos. El collar que Sasuke le había regalado por su primer aniversario le golpeó la cumbre de los senos y sonrió al verlo. El nombre de la chica estaba marcado por una parte y por la otra, el de él. Claro que ella se había encargado de hacer que un especialista grabara el nombre de Sasuke. Al pobre chico ya le había costado mares comprárselo y regalárselo, además de tener que aguantar las miradas interrogativas y claramente divertidas de la vendedora.

Revisaba su maquillaje justo cuando el timbre sonó. Con una sonrisa espléndida en su rostro aferró su bolso y bajó. Sasuke la esperaba en la entrada y estaba realmente increíble. No era de los que revisara mucho qué ponerse, pero de vez en cuando tenía su toque y era capaz de cortarle el aliento con lo sexy que se podía ver con dos simples prendas. Y en este caso, con unos pantalones negros y una camisa blanca que se ajustaba perfectamente su cuerpo.

—¡Sasuke-kun! — saludó sonriente.

El chico la miró con sorpresa, de arriba abajo, frunciendo el ceño. Por un momento, Sakura pensó que la enviaría arriba a ponerse el chándal más feo que tuviera en su armario. Mas el chico miró a otro lado, con una mejilla levemente enrojecida.

—Llegamos tarde— murmuró metiendo las manos en sus pantalones.

Sakura sonrió y terminó de salir. Aun con los tacones no llegaba a su altura. Desde que había regresado él había ido creciendo cada vez más hasta sobrepasarla por dos cabezas. Se aferró de su brazo con cuidado y estaba a punto de besarle el hombro cuando recordó el carmín. Hizo un mohín y le miró. Sasuke arqueó una ceja.

—¿Qué? — cuestionó incrédulo.

—¿Cómo que, qué? — Rió. — ¿Y mi beso de llegada? Me he puesto así de hermosa para ti, no para los perros de la calle.

Sasuke entrecerró los ojos y la observó nuevamente. Esta vez, se detuvo atentamente en las formas que el vestido dejaba entrever para él. La forma amable de sus senos, la marca de sus pezones contra la tela mostrándole que no llevaba ninguna otra prenda debajo. El plano y torneado vientre, las largas piernas, sus caderas. Se lamió los labios y subió hasta sus ojos, perdiéndose en el verdor de su mirada. Negro contra verde era algo maravilloso.

En silencio se inclinó hacia ella y con una suave caricia de sus labios la observó. Sakura siempre enrojecía cuando la besaba o simplemente la tocaba. A veces hasta con simple mirarle la chica parecía estar a punto de tener un paro cardiaco. Quizás era lo mismo que a él le sucedía. Claro que nunca se lo expondría tan fácilmente.

Rompió el contacto mirándola con superioridad. Adoraba ponerla en ese estado de embriaguez, que deseara más de él.

—Vamos. — invitó más que ordenó. Ella se aferró de su brazo y con una sonrisa triunfal caminaron hacia el restaurante.

(..)

Naruto se removía inquieto la dichosa corbata. ¿Cómo diantres había hecho Hinata para convencerle en que se pusiera esa condenada soga en el cuello? Ah, sí. Le había persuadido con sus ojos suplicantes, un escote de infarto y la promesa de una noche maravillosa entre ambos oculta bajo su timidez.

Miró hacia la puerta de entrada y salida del restaurante con el ceño fruncido. Sasuke y Sakura estaban tardando y se moría de hambre.

—Naruto-kun.

La mano de Hinata se deslizó por su brazo suavemente en busca de su atención y es lo que obtuvo enseguida. Clavó sus ojos azules en ella y le sonrió, quizás como un bobo o quizás no, le importaba un pimiento. Desde que se había dado cuenta de sus sentimientos por ella le importaba menos y nada lo que demás dijeran de él: estaba completamente enamorado de ella.

Y con lo que la chica se esforzaba por complacer su vista, era algo que aumentaba todavía más sus deseos por ella. Le gustaba que Hinata recogiera su cabello en alto, que dejara aquel hueco precioso de su nuca tan a su vista, besar la zona y sentir como se estremecía contra su cuerpo. Le gustaba que oliera tan maravillosamente bien, que sus ojos se resaltaran con el suave maquillaje, que sus labios parecieran pequeñas fresas que ansiaba besar. Adoraba la forma en que aquel vestido caía sobre su cuerpo y marcaba en forma de corazón el comienzo de sus pechos firmes.

—¿Qué sucede, Hinata? — se interesó.

Hinata frunció el ceño con regaño y llevó las manos hasta la dichosa corbata para arreglársela.

—Estás deshaciendo el nudo. — regañó.

—Tsk, es que es molesto. — protestó. Hinata la sonrió.

—No te preocupes. No tardarán demasiado en llegar.

Suspiró y se pasó una mano por los rubios cabellos antes de llevarla a la cintura de su pareja. Hinata enrojeció suavemente al notarlo y levantó la mirada hacia él tímidamente. Dios, cómo adoraba cuando ella le entregaba tanto.

Iba a abrir la boca para decir algo pero su estómago le falló, haciendo un ruidoso y alertador sonido. Hinata abrió los ojos con sorpresa, miró hacia el lugar del ruido y luego rió cubriéndose los labios de fresa con una mano. Naruto maldijo interiormente.

—Tranquilo. Oh, mira.

Un estilizado dedo señaló hacia la entrada. Antes de girarse pudo ver brillar el anillo de casada en su dedo. Sonrió satisfecho y entonces vislumbró la puerta de entrada. Sasuke había entrado primero y tras él, Sakura. Naruto levantó su mano libre.

—¡Aquí, aquí! ¡Sakura-chan, Teme!

Casi medio restaurante se giró para verles mas no le importó. Sakura sonrió y se acercó curveando sus caderas delante del Uchiha. Éste miró tan solo un instante la mesa y después se concentró en el trasero de su mujer. Naruto no podía culparle. A él mismo se le iban los ojos cada vez que Hinata caminaba frente a él. Parecía que esas dichosas mujeres estaban totalmente preparadas para hacerles olvidar que había más mundo aparte de ellas.

—Llegáis tarde— protestó cruzando los brazos sobre el pecho.

—El estómago de Naruto-kun ya ha sonado varias veces. — rió Hinata cómplice siempre de Sakura.

Naruto bufó.

—No he comido nada desde el mediodía. Estuve entrenando y al llegar solo tuve tiempo de ducharme y salir corriendo para llegar a la hora. — protestó y levantó la carta para mirar qué escoger.

Sasuke ayudó a Sakura a ocupar su lugar frente a Hinata y se sentó delante de él. Inclinó la cabeza para saludar a Hinata y luego ladeó su cuerpo hasta llegar a la altura de Sakura para mirar juntos la carta. Sakura enrojeció y puntualizó algunas comidas, acariciando la mano del Uchiha de paso.

Naruto frunció el ceño con desgana.

—Oíd, nada de coqueteos delante nuestra, anda— hizo un gesto con la mano como de espantar moscas y miró hacia Hinata. Como se imaginaba, estaba colorada e intentaba cubrirse con la carta.

Sasuke le miró con superioridad.

—Si tienes poca capacidad, no nos culpes a nosotros.

La vena en la sien de Naruto palpitó. Hinata le aferró el brazo de nuevo antes de que soltara una de las suyas. La miró y suspiró derrotado. Dichosas mujeres…

Se preguntó si Sasuke se habría percatado de lo que hacían con ellos aquellas dos féminas.

Cerró la carta tras escoger. Le llamó la atención aquel especial de la casa. Prometía ser un sabor increíble. Claro que él seguía prefiriendo un buen tazón de Ramen. Si no fuera porque Hinata y Sakura habían insistido en probar aquel nuevo local por recomendación de Ino ahora podrían estar perfectamente sentados frente a un buen bol.

El camarero se acercó para tomar el pedido. Ambas chicas pidieron ensalada y una sopa de caldo.

—Un especial— demandaron ambos chicos a la par. Naruto frunció el ceño mirando hacia Sasuke.

—No me imites, Teme.

—No lo hagas tú, Dobe.

Las chicas intercambiaron una sonrisa cómplice. El camarero se marchó antes que decidieran pelearse.

Naruto se recostó en la silla bostezando. Tenía hambre. Se moría de hambre. Y la paciencia en cuanto a comida no era su fuerte. Miró a su alrededor para distraerse.

—Entonces, Sakura-chan, ¿es seguro? — escuchó la voz de su mujer murmurar hacia la chica de cabellos rosas.

—Sí, Hinata. — contestó ésta sonriendo. — Mañana le entregaré los resultados finalmente, pero sí. Tsunade-sama no suele equivocarse en esos temas.

—¿De qué hablan? — Se interesó.

—De Temari-san. — respondió Hinata sonriendo feliz. — Al parecer está embarazada.

—¿Eh? — Exclamó sorprendido dando un bote sobre la silla. — Diablos, ese Shikamaru si que se las guarda bien guardadas.

Miró a Sasuke y éste tenía la misma reacción perpleja que él, así que confirmaba que ninguno de los dos era consciente. Miró a Sakura con cierto recelo. Por culpa de trabajar en un hospital era capaz de enterarse de más cosas que ellos. Estaba seguro de que cuando él fuera el Hokage tendría esas oportunidades de sorprenderles.

—La cena. — advirtió Sasuke echándose hacia atrás.

Naruto miró con ansias hacia el camarero. Seguía estando muerto de hambre, pero aquel maravilloso olor incrementaba los deseos de comer. El especial era algo extraño, un mejunje de algo que olía terriblemente bien. Con colores vario pintos y una textura extraña. Tanto él como Sasuke lo miraron con curiosidad.

El camarero se inclinó y les susurró a ambos.

—Es un especial para los hombres.

Les guiñó un ojo y desapareció para irse a otra mesa. Sasuke se lamió los labios y miró hacia él.

—Come, Dobe. Seguramente te hará mucha falta.

—¿Qué hablas, Teme? — gruñó. — Yo doy mejor que nadie.

Y sonrió con orgullo mientras miraba de reojo a Hinata. La chica se había llevado un trozo de lechuga a la boca y les miraba con inocencia. Sakura rió divertida mientras presionaba los dientes del tenedor contra su propia ensalada. Aferró un tomate y se giró para mirar a su compañero. Sasuke casi ronroneó, según él, por aquella atención. Naruto los maldijo y dio un bocado de su propio plato.

—N-Naruto-kun.

Se giró para mirarla. Hinata había levantado un trocito de lechuga para él. Y aunque aquella cosa verde no era su preferida, en ese instante se convirtió en la comida más maravillosa del mundo. Aferró con cuidado la muñeca de su esposa y se acercó sin dejar de mirarla. Atrapó suavemente el trozo verde y antes si quiera de masticar, se agachó para darle un casto beso en los labios y disfrutar de su aperitivo.

Hinata casi si desmayó de emoción.

Se volcó entonces en su plato, saboreando el extraño sabor a especias que desconocía, disfrutando con su extraña textura y casi sin darse cuenta terminó con el plato en un santiamén. Se le terminó el apetito y la barriga la tenía tan llena que se sentía como un gordo barrigudo recién salido de una taberna.

Sasuke se inclinó de la misma forma en la silla, frotándose el vientre con sorpresa, como si nunca hubiera estado tan lleno en toda su vida. Las chicas les miraron con curiosidad mientras ellas terminaban no solo su ensalada, sino que además, esperaban su segundo plato.

—Venga ya ¿habéis terminado?

—Estoy lleno. — respondió Sasuke mirando a Sakura tras su pregunta. Naruto asintió.

—Lo mismo por aquí.

Hinata le acarició la mano.

—¿Seguro? ¿No será porque has comido demasiado deprisa?

—No, que va. Esto está buenísimo, Dattebayo. — sonrió y le dio un suave apretón.

El contacto con su piel fue curioso. Hinata siempre tenía las manos calientes y suaves. Era agradable cuando ella tocaba cualquier parte de su cuerpo y en aquel momento se le antojó verdaderamente necesario. Tuvo que acomodarse en la silla. Algo le inquietaba.

El segundo plato de las chicas llegó cuando ya no podía más con la dichosa corbata. Hacía calor y necesitaba refrescarse. Bebió más agua mientras se aflojaba el nudo y miraba de reojo a Hinata. Ésta estaba más concentrada en su plato que en él, gracias a dios. No podría soportar que de nuevo prefiriese cerrársela.

Sasuke se inclinó hacia Sakura, susurrándole algo y después se impulsó con las manos para levantarse. Si iba al baño, Naruto pensó que sería una buena idea acompañarle. Necesitaba refrescarse.

—Ya vengo. — avisó tras darle un beso en la punta de la oreja a Hinata.

La dejó ahí con su tartamudeo y su piel preciosa cubriéndose de rubor para dirigirse a la zona de cuarto de baño con Sasuke.

—Dobe, haz algo con eso de imitarme. — gruñó levantándose las mangas de la camisa.

—Cállate, Teme. Ya tenía pensando venir al baño antes que tú.

Se empujó las mangas hacia arriba hasta que se engancharon en sus codos y nada más entrar corrió hacia los lavabos. Necesitaba el agua fresca contra su piel como nunca. Si tuviera una piscina delante sería el primero en meterse dentro. Para su sorpresa, Sasuke efectuó lo mismo, echándose agua helada en el rostro, llegando incluso a permitir que sus cabellos chorreasen.

—Mierda. — Clavó su mirada en el espejo y meneó la cabeza. — Esa comida tenía algo, Teme.

Sasuke se echó hacia atrás sacudiendo las manos y descaradamente se metió las manos dentro del pantalón. Naruto no necesito mirar para saber por qué. Él mismo tenía ese problema dentro de sus calzoncillos: una erección increíblemente palpitante.

—Tsk.

Sasuke bufó.

—Dobe, me largo. — advirtió con una mirada claramente necesitada de hembra.

—Como que yo me quedo, Dattebayo.

Se giró tras sacudir las manos y a la par del moreno, caminó a grandes zancadas hacia la mesa. Casi no tuvo tino de echar el dinero sobre el mantel y tirar de Hinata a la par. Hinata trastabilló cuando la sacó a rastras del restaurante, aferrándose a él con sorpresa y millones de preguntas. Mirando de reojo pudo ver al moreno cargar a la pelirosa en brazos y largarse calle abajo.

—¿N-Naruto-kun?

Bajo la mirada hacia ella. Tenía su cuerpo pegado al de ella así que podía notar perfectamente en el estado en que se encontraba. El rubor en sus mejillas fue maravilloso y el suspiro que escapó de su garganta completamente excitable. Simplemente con sentirle Hinata se preparaba para él.

Después de un año de casados y el poco tiempo de novios, el cuerpo de su esposa reaccionaba de diferentes maneras al suyo. La timidez y calidez a veces se veían aplacadas por un deseo increíble que lo torturaba hasta el punto de no poder retenerse y lanzarse sobre ella.

Se inclinó hasta que sus labios rozaron la oreja derecha.

—Te necesito, Hinata. — gruñó contra su piel.

Hinata balbuceó una sonrisa torpe y se acomodó un mechón que había escapado de su agarre durante su secuestro.

—V-vayamos a casa, Naruto-kun. — murmuró calmadamente pese a que su corazón estallaba dentro de su pecho.

Él no se hizo mucho de rogar, aunque tampoco fue muy consciente de si fue rápido o lento, exceptuando por la tortura entre sus piernas. Empujó el cuerpo de Hinata con el suyo contra la puerta de entrada, mientras esta intentaba por todos los medios meter la llave en la dichosa cerradura.

La joven ya debería de haberse acostumbrado a notar el cuerpo caliente de su marido contra ella, ansiándola sexualmente, pero era incapaz, porque cada vez se sentía como si fuera la misma primera vez con él, quitando su normal y divertida torpeza que ambos compartían.

Ahora era un varón exquisito. Con sus anchos hombros bien formados, dejando pasar la madurez de su adolescencia. De piel suave y firme. Manos grandes y seguras que ahora ondeaban por su cintura. Unos labios capaces de hacerle olvidar cualquier situación con esos besos relámpagos o tan profundos que le quitaban el hipo. La capacidad que poseían sus caderas para encajar con las suyas y contrastar su marca personal que lo caracterizaba como varón.

La puerta crujió con el peso de ambos cuando finalmente consiguió abrirla. Su respiración agitada se perdía en los ansiosos besos masculinos y ni siquiera fue capaz de sentir como su cuerpo giraba repentinamente y ambos terminaban en el suelo. Ella sobre él, entre sus piernas y con todo su peso uniendo aún más sus cuerpos.

Empujó con el pie la puerta al tiempo que escuchaba como el vestido se rajaba desde el cuello hasta el comienzo de sus senos. La respiración se le cortó momentáneamente y se descubrió a sí misma tirando de la camisa. Los botones saltaron en todas direcciones y el torneado pecho quedó dispuesto para sus uñas y manos.

La boca le dolía ya de los besos pero continuaba sin estar saciada. La lengua de Naruto, ávida y caliente se movía contra la suya, le mordía los labios a placer y chupaba con énfasis. Sus grandes manos cubrieron por completo sus nalgas y apretaron estas hasta hacerla gemir. Le dio un último lametón y descendió por su nívea piel.

Si había algo por lo que Naruto se volvía loco de Hinata, después de sus labios, eran sus senos. Adorablemente blandos, excitantemente calientes y respondían a sus caricias con una rapidez increíble. Metérselos en la boca, lamerlos, morderlos y chuparlos mientras ella se retorcía de placer era increíble.

Las uñas de la chica se aferraban a su carne hasta dañarla. La camisa había perdido su utilidad en algún momento y simplemente estaba tirada con la misma preocupación que el vestido de su joven esposa. Sentir el delicado cuerpo de ésta contra el suyo fue una bomba directamente a su miembro. Se mordisqueó el labio inferior y jadeó en un vano intento de controlarse. Lo que menos necesitaba ahora era que su erección le fastidiara el asunto. Quería hundirse y vaciarse en ella. Quería llenarla de él hasta que ella gritara su nombre tan fuerte que temblaran las paredes.

(…)

Sakura jadeaba siguiéndole por las calles. Sus tacones resonaban en la oscuridad y su cuerpo estaba muy lejos de sentir el fresco de la noche. En algún momento había perdido el pasador de su pelo y se preguntó si habría sido en la tercera calle en la que se habían detenido al ser asaltada por un fogoso y pasional morreo que la había estremecido desde la nuca hasta las caderas. Las manos del último Uchiha se habían movido condenadamente bien sobre su ajustado vestido.

No podía comprender qué pasaba exactamente por la mente de Sasuke, pero su cuerpo estaba caliente y necesitado de ella. Y conociéndolo, estaba haciendo un verdadero esfuerzo por comportarse hasta llegar a un lugar en que pudiera desfogarse totalmente a gusto. Porque las tres veces que se habían detenido los descubrieron justo cuando todo estaba a punto de llegar más allá de lo debido en plena calle transitable.

La gente había carraspeado y lanzado miradas que les suplicaban que fueran a su casa para tales actos. Sakura temió que Sasuke los matara ahí mismo. Sin embargo, con algún que otro improperio por su parte, la arrastraba hacia su casa sin darle tiempo a pensar en otra cosa.

Sentía su mano en las caderas, presionar sus dedos contra su carne y descender por sus nalgas, acariciarlas, incluso meter un dedo entre estas, excitándola de sobremanera. Mordisqueó sus labios libres ya de algún resto de carmín y se apretujó contra él para esconder un gemido en el pliegue de su pecho y axila. Los oscuros ojos se posaron sobre ella más hambrientos.

El nuevo hogar de Sasuke era una casita simple, pequeña y apta para él. Sakura le había ayudado en su día para amueblarla y limpiarla. Por suerte, Sasuke no era Naruto para mantener la casa demasiado sucia como para preocuparse. De todas maneras, la mente de Sakura no llegó a preguntar demasiado. Una vez la puerta cerrada tan solo el agarre de los brazos masculinos contra la pared fue lo importante.

Rodeó con sus piernas las caderas masculinas y lo sintió contra su sexo aún con tanta ropa de por medio. La boca de Sasuke la devoraba por arriba y el sexo clamaba por su atención en más que un roce por abajo. Descendió sus manos por su ancha espalda y clavó sus colmillos en sus labios, atrayéndolo aún más contra ella en un alocado vórtice de besos, hasta que sus dedos hallaron el filo de sus pantalones. Tiró de la camisa para sacarla. Él la empujó más contra la pared, con sus caderas soportando no solo su peso, si no marcando que aquello lo excitaba aún más.

Sasuke movió los brazos para que ella pudiera terminar de sacar la camisa y tirarla sobre cualquier mueble que hubiera cerca. Sus labios palpitaron cuando ella se separó para besar la marca en su hombro izquierdo. Sasuke echó la cabeza hacia atrás y siseó, apoyando las manos contra la pared. Esa condenada mujer sabía perfectamente cuan de intensa era la sensación de su boca en ese punto justo. Casi estuvo a punto de perder completamente el control.

Empujó sus caderas contra ella y la presión fue escalofriantemente placentera. Sakura sonrió contra su piel el tiempo suficiente para que él tomara el control. Estaba muy bien eso de que le tocara, que quisiera recordar cada parte de su cuerpo, pero él también tenía manos y deseos. Y conocía a la perfección dónde estaban sus puntos sensibles.

La aferró de las nalgas con ambas manos y la cargó hacia el interior de la casa. Con su torpeza al caminar chocaron de un mueble a otro, intercambiando una nueva carga de besos a cual menos casto. Un jarrón se le cayó sobre el hombro y pateó la silla frente a la mesa para después arrasar con lo que hubiera encima de la superficie con el brazo antes de ponerla encima. Sakura echó la cabeza hacia atrás y se carcajeó. Sasuke gruñó besándole la garganta.

—¿Qué diablos es lo que ha… pasado? — cuestionó arqueando su cuerpo cuando apretó ambos senos en sus palmas.

—Ni idea. — respondió sin dejar de intentar averiguar cómo demonios se le quitaba el vestido a esa mujer sin romperlo. Porque estaba muy cerca de terminar con su paciencia y con su poco autocontrol sobre su pequeño Sasuke.

Como si le leyera la mente, Sakura echó los brazos hacia atrás y tiró de los cordones que sujetaban el vestido a su cuerpo. Este cedió y resbaló por su cuerpo para maravilla del Uchiha. Se lamió los labios y bajo su atenta supervisión acarició la piel que quedó al desnudo, tan a su merced que sería un pecado no tocarla.

Presionó los pulgares sobre los erectos pezones, sopesó y acarició ambos senos, degustándose de su tensión, suavidad y calor. Su boca descendió en un reguero de besos hasta las pequeñas montañas y apretó los dientes en los pezones. Le había costado aprender cómo prefería su chica la forma en que le hiciera el amor. Prefería que él fuera tal y como era, lejos de su torpe primera vez, se había vuelto bastante normal para él morderla y manejar su cuerpo a su antojo, que ella siempre correspondía de la misma forma, sin cortarse un solo pelo.

Sakura acarició la espalda masculina y clavó sus uñas en cada oleada de placer. El calor de su cuerpo crecía, la excitación llegaba hasta su vientre y sabía que estaba completamente preparada para él. Descendió sus dedos de nuevo y se desvió hacia el vientre masculino. Disfrutó la forma perfecta de su estómago y del comienzo de sus caderas. Jadeó y cuando sus caderas salieron disparadas en busca de las contrarias, tiró del pantalón. El botón estalló contra su rodilla y cedieron al peso de la gravedad.

Sasuke solo se miró un instante los pantalones y parpadeó.

—Hnm, tu fuerza es…

—Cállate con mi fuerza y sigue con lo que hacías, Uchiha.

No la había calentado hasta ese punto para ahora observar como era su fuerza o no. Que lo decidiera más tarde. Ahora ella solo necesitaba una cosa y era sentirle dentro. Estaba a punto de meter la mano en el interior de la ropa íntima, cuando Sasuke la retuvo. Le apretó la muñeca lo justo y echó hacia atrás las caderas.

—Sakura.

Su voz sonaba casi suplicante, la única y especial ronca que ponía para esas situaciones. Sus ojos dilatados, la boca enrojecida, su piel sudorosa, Sakura podría comprenderlo incluso sin necesidad de haber estudiado. Se echó hacia atrás para levantar su trasero y la falda del vestido. El chico se lamió los labios mientras la observaba y respiró con tanta fuerza por la nariz que sus aletas se movieron.

Complacida, levantó una pierna, aun con los zapatos puestos y abrió un lado de su ropa interior. Mierda, estaba tan húmeda por y para él que estaba segura de que podía percibirlo hasta por el brillo de la luna.

—Entra. Vacíate en mí. — demandó.

El vengador suspiró un gruñido. Su cuerpo fue casi brutal contra ella, empujando sus hombros contra los de ella, aplastando sus senos contra su pecho, devorando su boca a besos. Sus sexos se unieron en un delicioso sonido y sus caderas protestaron ante el brusco movimiento, encajando a la perfección. Su interior lo recibió con acogedor deseo.

Y tal y como sentía, la semilla se derramó en su más íntimo secreto.

(…)

Al día siguiente…

Sasuke suspiró con cansancio. Nunca en toda su vida y en el tiempo que llevaba con Sakura se había sentido tan satisfecho. Estaba seguro que de toda su vida con ella, era la primera noche que habían tenido tantas y largas horas de sexo. Incluso recordaba que Sakura le había mordido en una de esas para intentar retenerlo por cansancio antes de dejarse llevar al placer al sentir su deseo. Por suerte, no lo mandó a paseo con uno de sus puñetazos salvajes.

Pero sabía que ese día tendría que ser él quien se encargara de ella, porque si siempre se quejaba de dolerle las caderas al día siguiente, esa noche no sería menos. Casi ni recordaba de qué forma habían tenido sexo. Las posturas era lo de menos, pero estaba totalmente seguro que tendría que comprar muebles nuevos.

La luz de la mañana le golpeó de lleno en la cara, disipando cualquier resto de sueño que quedara en él. Si es que podía mantenerse firme sobre las piernas, quería darse una buena ducha, comer algo y quizás, se sentaría a observar a Sakura mientras dormían antes de que despertara y alejarse fingiendo haber ido a recoger algo.

Un olor extraño le llegó desde su derecha. Era algo que no reconocía. Generalmente, tras el sexo, Sakura olía a una mezcla deliciosa de sudor y especias unida a su perfume de cerezas. Además, tenía el cabello demasiado pegado a su cara y parecía llegar más abajo de sus hombros.

Frunció el ceño y movió un brazo. Demasiado pesado para su gusto. Quizás, las energías gastadas superaban a las que creía. Bajo su mano sentía la cadera de Sakura, algo más rellenita de lo que la recordaba, con más curva. Descendió hasta sus piernas, encontrándolas más torneadas y fuertes. Subió hacia arriba, llegando hasta su vientre y alzándose aún más, sintió la carne pesada de un seno. Pesada, caliente y… ¿Grande? ¿Tanto había apretado, degustado, saboreado a placer sus senos que se habían hinchado hasta ese punto? No.

Abrió los ojos de golpe y el sol le deslumbró. Un gemido escapó de la persona frente a él, la que ocupaba su cama sin sentido. Sus cabellos no eran rosas, si no oscuros, su piel nívea y… demonios. Se echó hacia atrás automáticamente y se golpeó con el quicio de la ventana en la cabeza. El dolor fue la muestra de que no estaba soñando.

O había bebido mucho, se había confundido, o la mujer que estaba en su cama era… Hinata.

(…)

Naruto estaba pálido, de eso seguro. Lo último que recordaba era haber caído contra el colchón de su cama, completamente chupado, no solo de energía para ser precisos. Pero de lo que estaba al cien por cien seguro, es que había sido su esposa la que había ocupado sus momentos tan húmedos, que era ella la que había gritado su nombre y se había corrido, no una, sino muchas veces sobre su miembro. Y estaba seguro de que se había quedado dormido oliendo a lavanda, sudor y sexo en ella.

Pero la persona que estaba dormida a su lado cuando despertó, con una pierna sobre sus caderas, la cabeza dulcemente sobre su brazo y la respiración contra su cuello, no era su mujer.

Más bien, puede que cuando era un crío o un adolescente en aquellos tiempos se hubiera imaginado aquella escena, despertarse y tenerla a ella pegada a su cuerpo, pero en esos momentos estaba dándole un terror terrible. No podía ser. Aquello era completamente impensable.

Intentó sacar el brazo de debajo de su cabeza con todo el cuidado del mundo mientras sudaba a mares y se preguntaba cómo demonios se había transportado de su cama a esa cama. Si miraba a su alrededor, aquella no era su casa y por las marcas rojas y blancas en los abanicos, reconocía perfectamente de quien era aquel hogar, por muy destrozado aspecto que tuviera.

Tragó y retrocedió más hasta llegar al filo de los pies. Buscó a tientas su ropa pero no halló nada que le perteneciera.

—Mhn.

Giró la cabeza aterrado. Tragó varias veces y se frotó los ojos.

Aquello no era un sueño. Ni una pesadilla de la que no pudiera despertar. La chica que se encontraba desnuda bajo la fina sábana de la cama, no era su esposa.

—Sakura-chan…

Continuará...