Que Izzy posee un cerebro brillante no es algo que nos sorprenda. Lo que sí nos sorprende es que esta inteligencia se extendiese más allá de un campo que no fueran la informática o los estudios académicos. Izzy se había convertido en una especie de "Sherlock Holmes". Era capaz de analizar los datos y realizar unas conjeturas sorprendentes, tanto que había terminado siendo llamado en varias ocasiones por la policía para ayudarles en los casos.

En cuanto a mí… que parece ser que el destino me ha convertido en su "Doctor Watson" al aceptar compartir piso con él por motivos económicos, todo este asunto no me gusta ni un pelo. Acompaño a Izzy para ver como desarrolla el caso, y al final he terminado peleando con algunos mafiosos para salir con vida. Y a eso, hay que añadirle que se ha vuelto un poco insoportable, excéntrico y maniático… pero no soy quien para juzgarle, cada cual tenemos nuestras cosas…

Mi hermana Kari me ha dicho varias veces que tengo que intentar razonar con él. Me entró la risa. Es más fácil cruzar el océano andando sin oxígeno. Izzy no me escucha. Oye lo que le digo, pero muchas veces me pregunto si me presta atención. A Agumon, e incluso a Tentomon (quienes Izzy había insistido en que se quedasen con nosotros para ayudarnos) les costaba adaptarse al ritmo del pelirrojo. Y hablando de pelirrojas, que estará haciendo ahora Sor... estooooo… ¡nada, nada! Continuemos.

Aquel domingo habíamos quedado los Elegidos para tomarnos algo. Aunque teníamos unos empleos que nos absorbían mucho tiempo, habíamos hecho lo imposible para evitar distanciarnos.

Poco a poco, fueron llegando todos. Izzy, los Digimon y yo, nos habíamos adelantado. Joder, que escotazo se había puesto Sora… perdón, que me descentro.

La última en llegar fue Mimi (para variar…). Por la ropa que llevaba, debía haber vaciado el armario tres veces antes de escoger algo, ya que nunca se le había visto ese vestido (¿qué ocurre? Me paso prácticamente todo el día con "Izzy Holmes", algo se me tenía que 'contagiar').

Matt parecía molesto ese día, aunque era el único. Yolei y Ken nos anunciaron que se iban a vivir juntos (oh, que sorpresa, hablando con sarcasmo) y que nos invitaban a comer la semana siguiente. A la media hora, Mimi nos dijo que se iba.

– ¿Dónde vas? – preguntó mi hermana.

– Es que tengo que resolver unos asuntos… – dijo Mimi, con la voz algo extraña –. Davis me tenía que llevar a la estación de trenes.

Davis se levantó, y dejó un billete sobre la mesa para dejar pagado lo suyo.

– Pero… ¿no vienes luego? – dijo T.K.

– No, tengo todavía que terminar un trabajo para la clase de Empresa.

Cuando los dos se alejaron, Izzy dijo:

– Esos dos están saliendo.

Todos le miramos.

– ¿Cómo puedes saberlo? – le pregunté.

– Muy fácil. Sé que Davis ya ha terminado ese famoso trabajo, ya que lo comentó en su TwiFresh anteayer. Mimi por su parte se ha arreglado más que otras veces, si es posible, antes de venir, lo que indica que van a dar una vuelta, y con toda seguridad, a comer. Además, cuando Davis se ha sacado el billete del bolsillo, he visto la punta de un envoltorio de un preservativo. Por último, los dos se han ido muy juntos, y no he dejado de observar que durante el tiempo que hemos estado aquí, los dos se han lanzado miradas muy sugerentes.

La deducción parecía lógica, pero a ninguno de nosotros se nos había pasado por la mente. TwiFresh… la red social favorita de Izzy, que permitía dejar un mensaje de 200 caracteres para que los que te siguieran, lo vieran…. Un sistema simple, pero engancha.

– Por cierto, Joe – empezó Izzy –. ¿Aún no le has pedido disculpas a Kari?

Tanto mi hermana como Joe miraron para otro lado. Me quedé confuso, pero supe que no me iba a gustar lo que iba a decir Izzy.

– ¿Ocurrió algo? – preguntó T.K.

– Bueno, normalmente se llevan muy bien, pero hoy ni se han saludado, ni han hablado… además, creo que el otro día coincidieron en un pub. Lo más probable es que Joe…

– ¡Cállate! – gritó Joe, aunque Izzy había entrado en su 'modo automático', como me gusta llamarlo.

– … besara a Kari, e intentara ligar con ella.

Me molestó enterarme de lo ocurrido. Joe por su parte también se enfadó con Izzy, y se levantó de un salto.

– ¿No podías callarte?

– No… – dijo Izzy.

– ¡Había bebido! ¡Uno no es consciente de lo que hace cuando…!

– Los niños y los borrachos no mienten – continuó Izzy.

Me mordí la lengua. En ese momento, sonó el tono de "Psinopsis", lo que significaba que el comisario Walter Rivas necesitaba a Izzy. Él respondió el teléfono, y en menos de un minuto, terminó la conversación.

– Nos vamos. Nuevo caso a la vista. Chicos, lamento irme así.

Todos le disculparon. Agumon, Tentomon y yo, seguimos a Izzy (que aunque nunca había sido gran deportista, para ir a los sitios tenía una velocidad muy alta. Sin embargo, paramos antes de llegar.

Un taxi se aproximaba.

– ¿Y esto? – pregunté, ya que el taxi paró ante nosotros sin gritar eso de "¡Taxi!".

– Como nunca sé si vamos a tener tu coche a mano o no, desarrollé una aplicación para mi teléfono que pidiese un taxi de forma automática. El GPS pone automáticamente la dirección.

Preferí no hacer comentarios. El taxi avanzó con rapidez por las calles del país. Teniendo que ir con los Digimon me tocó viajar al lado del taxista… que tipo más desagradable nos tocó. Se notaba lo que le gustaba fumar.

Pasamos de largo la comisaría.

– Izzy… – empecé, pero me interrumpió.

– Antes de que preguntes – dijo – el inspector nos ha citado en Sailor Street, 12 y no en el cuartel.

Pasé el resto del viaje pensando en lo ocurrido entre mi hermana y Joe. Izzy, por su parte, se quedó mirando el techo del taxi. Agumon y Tentomon parecían enfadados, y algo lógico: Walter Rivas no soportaba a los Digimon.

Finalmente, llegamos a Sailor Street, una calle elegante, aunque tampoco destacaba por que sus residentes fueran ricos. No tardamos mucho en llegar al número 12. Llamamos a la puerta. Rivas no tardó en abir la puerta

– A ver, ¿qué tripa se le ha roto, inspector? – preguntó Izzy mientras nos dirigía al interior de la casa, y subíamos a la primera planta. Nunca se habían llevado bien, y tener que trabajar ponía a los dos de los nervios.

– A mi ninguna. A ti te las voy a sacar como sigas trayendo a los Digimon aquí – dijo Walter.

Agumon y Tentomon le lanzaron una mirada de odio.

– Algún día ajustaremos cuentas… – murmuró Agumon.

– Veréis, ha ocurrido algo muy extraño… aunque será mejor que lo veáis vosotros.

Entramos en una habitación. Lo que vimos, me dejó helado, literalmente.

La habitación estaba hecha un desastre. Aunque eso era normal, nos las habíamos encontrado en peores condiciones. Sin embargo, nunca nos habíamos encontrado una habitación con montones de nieve por el suelo y las paredes heladas. Un agujero de tamaño considerable estaba en la pared del fondo.

Y por último, una mujer rubia, sentada en una silla, con los ojos abiertos, que murmuraba "el muñeco de nieve, el muñeco de nieve…" una y otra vez.

– La hubiéramos llevado al hospital… pero sé que no te gusta que toquemos la escena del crimen antes de que la veas – dijo el Inspector.

– Obvio. Si la tocáis, mis suposiciones de van a la mierda – respondió Izzy, antes de empezar a dar vueltas alrededor de la mujer.

– No hay huellas, por cierto.

Tras dar un par de vueltas alrededor de la mujer, Izzy dijo:

– ¿Ya está todo fotografiado?

– Sí.

En cuanto lo escuchó, Izzy se lanzó a por un reloj que había en la mesa. Sacó un polímetro de su bolsillo, y probó una de las pilas.

– Muy bien, esto tuvo lugar a las dos de la mañana. El reloj está parado, pero tiene pilas. Parece que le entró algo de nieve. La pared… – dijo moviéndose hacia donde estaba el agujero – aunque tiene aspecto elegante, es de calidad pobre, podía romperse sin que nadie lo notara. Y la nieve en agosto… Tai, ¿no se te ocurre qué pudo ser?

¿Algo tan frío que mantuviera la nieve incluso a casi 40º a la sombra? Sólo había conocido algo tan frío, pero era imposible.

– Hombre… Frigimon es un Digimon capaz de hacerlo, pero…

– No hay peros, esa es la clave. Un Frigimon en el mundo real – dijo Izzy.

– ¿Qué se ha colado un Digimon en nuestro mundo? – saltó el Inspector.

– Eso me temo.

Tentomon empezó a volar.

– ¿Quieres que investigue por donde hay más trozos de hielo o nieve? – preguntó a Izzy.

– Por supuesto, y date prisa. La nieve de Frigimon es duradera, pero no sabemos si intentaron limpiar el rastro tras irse.

El Inspector no parecía entender nada.

– Tai, tu teléfono – dijo Izzy.

Sabía que quería información de la víctima. Hice una fotografía a la mujer, y con una aplicación (que "en principio" sólo debía usar la policía) busqué en la base de datos. No tardó más de dos minutos en mostrar resultados.

– Sakoto Makino. Japonesa. 32 años. Informática. Dedicada al… estudio WD.

El estudio WD era el nombre en clave que usaba el Gobierno para la exploración del Mundo Digital.

– Tenemos un Frigimon, y una exploradora del Mundo Digital...

– Entonces Frigimon salió de algún ordenador de la casa – dijo Walter.

– No es posible. Si esta es la única habitación desordenada, y no hay ordenador aquí, tuvo que venir desde fuera – respondí.

– En efecto. Quien ordenase al Frigimon hacer esto, tiene conexión con el Digimundo – respondió Izzy –. Agumon, necesitaré que elimines toda la nieve que hay sobre los papeles, con cuidado.

Mientras Agumon derretía lo congelado, me dediqué a tomar algunas fotos con el móvil. Walter me preguntó:

– ¿No te molesta que se comporte así? – dijo refiriéndose a Izzy.

– Te terminas acostumbrando – dije.

– Confío en que Tentomon note que nos hemos ido a casa cuando no nos vea – comentó Izzy en voz alta.

Finalmente, cuando los papeles estuvieron listos, Izzy intentó llevárselos.

– No puedo permitírtelo, Izzy. Necesitamos investigar…

– Y yo también. Si no me los llevo, no se para que me has llamado.

Walter Rivas gruñó.

– Mañana te los dejaré en la comisaría, después de haberlos investigado. Buenos días.

Salimos de allí.

– Estoy seguro de que no te hacen falta los papeles – le dije a Izzy.

– La verdad es que no, pero el inspector lo máximo que sabría hacer con ellos sería una hoguera. Hay códigos del núcleo del Mundo Digital, así que tras esto hay una mente privilegiada que los busca, y por algún motivo, no los encontró, o no le pareció importantes.

Montamos en un taxi que había cerca de nosotros.

– ¿Y entonces? – pregunté.

– Vayamos a casa, comamos algo rápido, y te entretendrás escaneando los folios.

– ¡¿Qué? Estas loco si crees que…

– No tienes nada más que hacer por la tarde, y o debo hablar con Gennai. Estoy convencido de que sabe algo.