LA MENTIRA DE LA TELARAÑA

SUMARIO: Los Agentes Cullen y Swan, del FBI, son pareja dentro de la Unidad Contra el Crimen Organizado, Edward es sometido a un extraño chantaje que le alejará de Bella porque desde hace muchos años le oculta algo, ¿sucumbirá a esta circunstancia que lo envuelve como una telaraña, en una maraña de mentiras?

ALERTA: Posible OoC de los personajes. La narración no necesariamente va en tiempo lineal, hay alteraciones, retrocesos y avances en el tiempo.

DISCLAIMER: La historia es enteramente mía, los personajes son propiedad de Stephenie Meyer y asociados, yo los retomo completamente sin ánimo de lucro. Gracias a mi inspiradora mejor serie de todos los tiempos: X Files.

Clasificación: M. Lenguaje y situaciones de adultos.


LA MENTIRA DE LA TELARAÑA

PRIMERA PARTE

I

La araña se deslizó lentamente hacia su presa. Edward la observó sin fuerzas sentado en el sofá, después de haberla dejado a ella, sola y desnuda en su propia cama. No pudo evitar una lágrima que se deslizó con la misma velocidad de la araña, sobre su mejilla. Edward se sintió identificado con la presa, que envuelta en la telaraña pugnaba por liberarse, pero estaba irremediablemente atrapada, la araña la atrapó con facilidad y la devoró con avidez y luego se quedó quieta, satisfecha y saciada.

Así se sentía él, como esa mosca que había luchado por escapar y soltarse, porque esa noche había sellado su destino, nunca como ahora había sido más marioneta de alguien, nunca como ahora que se había vendido a los anhelos bajos de la mujer que estaba en su cama.

Él había dejado que ella se saciara de su cuerpo sin participar activamente de ello. Para excitarse tuvo que hacer un ejercicio prácticamente de desdoblamiento y pensar que era el protagonista de una de sus películas para adultos favoritas, ajeno, impersonal, maquinal. Su propio cuerpo en ese momento era un simple engranaje que debía poner en funcionamiento con el único fin de poder penetrarla, para dejarla quieta, satisfecha y saciada.

A su pesar la muy perra había tenido dos orgasmos descomunales, uno al momento de penetrarla y otro cuando él dolorosamente se derramó dentro de ella. Era la primera eyaculación sin placer que había tenido en toda su vida y eso que había experimentado diversas y variadas formas del sexo y nunca pensó que esto fuera posible. Lo más rápido que pudo se separó de ella y comenzó a quitarse el preservativo, ella se quejó de su súbito alejamiento, pero él solo deseaba verla lastimada.

—No esperarás abrazos, palabras cariñosas y promesas para el futuro... —expresó él con la mayor frialdad posible.

Ella le miró evidentemente dolida, pero se repuso rápidamente para soltar otro sarcasmo.

—La información que tengo en mi poder es suficiente para darme un futuro prometedor contigo, mi amor. No necesito más por ahora.

Esto había sido una amenaza, ella volvería por más. Lo que esperaba finiquitar con este acto había sido solo un comienzo, estaba más atrapado que nunca en la red de la araña.

Sabiéndolo salió de la habitación, tiró el preservativo en el inodoro, se dio un duchazo lento y concienzudo para tratar de quitarse la sensación que le había dejado esa piel sobre la suya y luego, envuelto únicamente por la toalla, salió de la habitación y se sentó en el sofá. La luz de una lámpara iluminaba la estancia y el ambiente lo sentía tan sombrío, como sus propios pensamientos sobre el futuro. Entonces decidió sacarla de su casa, por lo menos para poder sobrevivir al resto de la noche.

Raudo entró en la habitación, recogió su ropa regada por el suelo y se la entregó sin decir nada. Ella le comprendió, en silencio se levantó y se vistió, él la miraba atento para verificar que en verdad saliera de su apartamento.

—No lo olvides Edward, sigues en mis manos, sabes quien sufrirá las consecuencias en caso de que te desvíes del camino que te he señalado.

—¡Lárgate Jessica! Lárgate o si no me veré obligado a cometer asesinato, aquí, en mi propio apartamento, alegaré defensa propia y será creíble porque demostraré la rata inmunda que eres, me premiarán por haberle hecho un favor a la humanidad.

—Ese humor tuyo es lo que más me enamora de ti...

—No seas absurda, tú no estás enamorada, eres incapaz de amar a alguien más que a ti misma. Fuera, por hoy déjame en paz.

—Es por ella, ¿verdad? Por Isabella… ¿desde cuándo tienes un romance con ella?

La súbita imagen de aquel beso, el único beso compartido con Bella, le atravesó el cerebro como un dardo, impregnándolo de la sensación de aquel momento mágico que había ocurrido hace muy poco tiempo pero que ahora se sentía borroso, lejano.

—No, estás equivocada, si no quiero tener nada más contigo no es por ella, es por ti, quiero que te quede muy claro, y si acepté fue por la amenaza a la que nos tienes sometidos… ¿Esperabas algo más?

—Te acuestas con ella…

—No viene al caso, pero no, no me acuesto con ella… he querido, siempre lo he querido, pero no ha sucedido, así que no te metas con ella. ¡Vete, ahora!

Jesicca dejó el apartamento con una sonrisa en el rostro y un fuerte portazo.

Cuando Edward se quedó solo sabía que una voz le traería algo de paz, una voz que también le arraigaría en la culpa, pero no importaba, escucharla y sentirla lejana e inalcanzable era el primer paso para comenzar su auto castigo.

Sin dudarlo marcó el primer número de la memoria del teléfono, impaciente escuchó los timbres hasta que una voz somnolienta y cálida le dio respuesta.

—Edward, son las dos de la madrugada... ¿Estás bien?

—Hola... sí... estoy bien, quizá con un poco de insomnio... eh... quería escucharte, me ayudará a dormir...

—Y a mí me ayudará a no dormir más en toda la noche. En verdad me preocupas Edward, es habitual que me llames a estas horas pero sobre todo los fines de semana, ahora lo has convertido en rutina de casi todas las noches... ¿Seguro no te pasa nada?

—Seguro, perdona... trataré de controlar estos impulsos, a veces solo me siento acompañado si te escucho.

—Mira, haremos algo, si quieres mañana charlaremos un poco después del trabajo, vamos a cenar, a ver una película, no sé...

—Bien, nos vemos mañana en la oficina.

—Bien.

Cuando colgaron en efecto Bella ya no pudo dormir más en toda la noche. Una fuerte preocupación se cernía sobre ella en las últimas semanas. Estaba pasando algo, Edward le estaba ocultando información y era tan evidente como que él mismo se delataba con esas llamadas insistentes en las madrugadas, esas salidas sin ella en medio del trabajo, esas miradas profundas en la oficina, esos roces ya poco casuales y esa soledad a la que antes estaba habituado y que ahora se le notaba que no soportaba, como si fuera un Atlas cargando con el peso del mundo.

Y para colmo, ese beso, ese beso que resonaba en su mente como si tuviera un botón de rebobinado automático constante, oh Dios, ese beso del que no habían vuelto a hablar.

Edward le ocultaba algo y debía averiguarlo.


II

Cuando Jessica Stanley pidió su ingreso en el FBI estaba intentando cumplir con su más grande anhelo. Su padre y su abuelo habían sido servidores de los cuerpos secretos del Estado y habían dado su vida por ello; ahora ella sería el orgullo de la familia, quería y debía no solamente ser admitida, sino ser la mejor de la Academia, destacarse y sobresalir, su familia no le permitiría medias tintas, la mediocridad era duramente criticada por una madre rígida y poco cariñosa que la alimentó con las glorias obtenidas en el pasado por su abuelo y su padre, ahora muertos.

Medallas oxidadas pendían de las paredes de su casa como reliquias sagradas. Héroes que abandonaron la familia para luchar luchas lejanas que ya no tenían sentido, ni histórica ni personalmente, pero que para ella eran dignas de veneración y tenía el reto de superarlas, superando además el machismo de su madre que la consideraba incapaz de tales cosas por el simple hecho de ser mujer.

Por eso cuando fue admitida en la Academia del FBI dejó su hogar materno con orgullo y dignidad, dispuesta a darlo todo, pero las cosas no salieron como esperaba. Había dejado inconclusa su carrera para pedir su admisión y ésa había sido una de sus mayores desventajas. Sus compañeras y compañeros tenían ya carreras complementarias y hasta especialidades; la competencia y la rivalidad entre los estudiantes era muy fuerte.

Al mismo tiempo que ella fue admitida otra mujer a la Academia, una joven recién egresada de una especialidad en criminología que además estaba graduada en ciencias básicas, con gran destreza en el manejo de armas y la mejor en la clase de defensa personal. Era patético compararse con ella, mientras Isabella Swan era la consentida y la que debían convencer y seducir para que se quedara en la Academia, pues era irremplazable ya que rara vez alguien con su perfil y posibilidades profesionales solicitaba ser Agente del FBI, Jessica era vista como un elemento mediocre que se mantenía gracias a la consideración que merecían la memoria de su padre y su abuelo, mártires de la patria.

Nunca fueron amigas, nunca la genial y admirada Isabella Swan reparó en la simple e insignificante Jessica, aunque compartieron algunas clases y sesiones de entrenamiento. Cuando Bella pasó con honores todos los exámenes, Jessica quedó reprobada y lo único que pudieron ofrecerle para mantenerla en la fuerza fue un cargo de secretaria de alto nivel, secretaria de un Director Ejecutivo.

Fue asignada al Director Ejecutivo Emmett McCarthy, hombre serio, responsable y autoritario, y por esas no casualidades de la vida, éste tenía bajo su responsabilidad a Isabella Swan y a Edward Cullen, ambos agentes a cargo de una rama de la Unidad Especial contra el Crimen Organizado. Bella nunca se percató de que la mensajera de McCarthy era su antigua compañera de Academia. Solo reparaba en ella cuando le lanzaba mensajes territoriales no verbales, porque se percataba de que la mirada de Jessica se perdía en los ojos verdes de Edward y éste, sin dudarlo, le devolvía coquetas sonrisas.


III

Mientras trataba de conciliar el sueño tendido en el sofá, Edward Cullen cayó en cuenta de que reforzó su relación con su mejor aliada y se encontró con su peor enemiga al mismo tiempo. Dos fuerzas en oposición que finalmente lo anulaban. Siempre sospechó que era manipulado, muchas veces su fiel compañera de trabajo, Isabella Swan, se lo dijo y él caía fácilmente, investigando asuntos que convenían a las alas oscuras del FBI o esparciendo rumores distractores de las verdaderas alianzas entre el Estado y las organizaciones delincuenciales que perseguía, pero nunca había sido tan vulnerable a la manipulación como ahora.

Su aliada y su enemiga, fuerzas en oposición, ¿cuál sería la más poderosa? Quizá la única opción de lucha era hacerse a un lado. ¿Por qué él debía quedar en este caso en medio de la batalla entre dos fuerzas como el blanco favorito, como el chivo expiatorio que debía sacrificarse por el simple hecho de ser el guerrero más visible, el que luchaba sin ocultarse y el que daba la cara ante el enemigo?

¿Y era juguete de quién? Marioneta de Guiñol con hilos como cadenas. Solo, solo a pesar de tenerla a ella, Bella, su Bella, antes tan cerca y ahora más lejana que nunca. Cuando el sol se elevó plenamente con el anuncio de una nueva jornada de trabajo, él se levantó sobresaltado por estos pensamientos obsesivos, Bella... Jessica... nombres que resonaban en su cerebro con sentidos diferentes y opuestos.

Abrumado se duchó, se vistió y se dirigió a la oficina, con el único deseo de ver a Bella y con el pensamiento de no ser llamado en absoluto a la oficina de McCarthy, no se sentía con fuerzas para ver nuevamente a Jessica, mucho menos delante de su querida compañera de trabajo.


IV

Con el paso de los años Jessica aprendió a ser parte del decorado de la oficina. Seria, eficiente, dedicada por completo a su Jefe, finalmente pasaba desapercibida. Pocos reparaban en ella. McCarthy la apreciaba pero nunca había llegado a detectarle algún talento especial que le permitiese ser promovida o asumir responsabilidades adicionales. Tan solo redactar cartas, archivar informes, concertar citas, llevar cafés a las grandes y cumbres reuniones... con la separación de McCarthy de su esposa había asumido también la noble responsabilidad de pagar sus cuentas y pedir su ropa a la lavandería.

Había tenido sus amantes ocasionales, generalmente agentes del FBI, nada serio pues nadie había estado interesado en algo serio con ella. Además el único agente que le quitaba el sueño, que la llevaba a la estratosfera de la fantasía y que la excitaba con sólo una mirada era Edward Cullen, elegante con sus eternos Armanis, alto y hermoso, ojos verdes poderosos e inteligentes, misterio y masculinidad en una sola persona. Llamarlo cuando era solicitado por McCarthy era toda una bendición para ella, siempre y cuando no se le cruzara por el camino o por la línea telefónica, Isabella Swan.

A Isabella la envidiaba, había obtenido el mérito y el reconocimiento que buscaba para ella misma. A pesar de las dudas por su asignación en la Unidad Especial contra el Crimen Organizado y sus dudosos éxitos en ella, todos le profesaban admiración, desde Edward Cullen hasta su propio Jefe, era evidente. Además la posibilidad de estar permanentemente con Edward, trabajar a su lado... desde hacía unos años pensaba que quizá eran ciertos los rumores que corrían de que se acostaban juntos. Si eso era cierto, Isabella era una maldita afortunada.

Jessica había aprendido a admirar anónimamente a Edward desde su puesto insignificante. Le había visto recorrer la oficina de McCarthy a través de los años con los diversos rostros de sus emociones: preocupación, angustia, cinismo, alegría, risa… su risa siempre le había encantado y generalmente sonreía cuando miraba a su compañera de trabajo.


V

En la noche Bella y Edward acordaron cenar en el apartamento de éste último. Pedirían comida y verían una película, como cualquier viernes casual y corriente.

El ambiente favorito de ambos a esa hora de la noche cuando estaban allí era dejar únicamente la luz de la lámpara y el brillo de la pantalla del televisor. Sin embargo, a pesar de la escasa luz, cuando Bella se sentó en el sofá fue inevitable que viera la ya larga y gruesa telaraña que dominaba la esquina de la estancia.

Edward prendió otra lámpara que estaba en el escritorio mientras revisaba su colección de películas buscando alguna más o menos presentable para ver con Bella, quizá había sido una mala idea no haber alquilado alguna, pues "Conejitas en celo" u "Orgías de pasión" no le parecían buenas opciones.

— Edward, ¿hace cuanto que no aseas en serio tu apartamento?

— ¿Por qué lo dices? Está medianamente mejor que todos los días.

Ella levantó una ceja mientras le señalaba la telaraña que obviamente contenía a la araña, abultada y peluda, por lo visto muy bien alimentada.

— ¡Oh! Es eso. No te preocupes, —observó desde el mueble ubicado al lado de su escritorio, mientras se le caía la pila de películas y las reorganizaba —es mi nueva mascota, más autosuficiente que el pez y más ilustrativa, la mantengo allí para no olvidarme de mi posición en la vida, para auto engañarme con la idea de que estoy mejor que cualquiera de esa presas que atrapa y devora habitualmente. Además, es control biológico para insectos, sin venenos ni desechos peligrosos, muy ambiental, supongo.

— Bien por ti si deseas mantenerla en este lugar, pero cuando estés ausente no me pedirás que venga a alimentarla, tiene un tamaño bastante impresionante para mi gusto.

— Afortunadamente se provee su propio alimento, pero… no me digas que la siempre intachable y circunspecta agente Isabella Swan siente aversión por una simple araña, has tenido que ver y tocar los más horrorosos cadáveres por diversas causas de muerte violenta y diferentes grados de descomposición, te has enfrentado a los peores asesinos en serie, a las más escalofriantes bandas criminales, ¿y ahora te escandalizas por una arañita?

— No, ella no me escandaliza, lo que me escandaliza es tu tono, eso de querer auto engañarte de que estás mejor que alguna de sus presas, suena muy depresivo, aún en ti.

Edward regresó y se sentó en el sofá, traía en sus manos dos DVDs pasables pero aún no estaba muy convencido. Se sonrió y sintió temor de mirarla a los ojos, su intuitiva Bella era evidente que sospechaba algo...

— Ya me conoces, a veces ando con el existencialismo exacerbado...

— Edward, me estás ocultando algo, o me lo cuentas o debes saber que me dedicaré a averiguarlo... no me gusta que me dejen fuera. En tus asuntos personales no tengo derecho a meterme, y sin duda si es algo personal lo dejaré así, pero si es algo del trabajo...

— En efecto, tienes razón, me pasa algo y sí, es personal... —contestó deseoso de que terminaran el tema y, con ello, la posibilidad de que Bella pudiera intentar averiguar algo.

— Pues en ese caso te lo respeto, pero sabes que si necesitas a una amiga, puedes contar conmigo... —le dijo ella rozando suavemente su mano, buscándole los ojos con la mirada.

Edward sintió como si al mismo tiempo que recibía la mirada de apoyo de Bella, que le envolvía en una sensación acariciante, fuera observado con censura por la araña, que con sus ocho ojos había sido testigo de su pecado.

— Creo que será mejor buscar algo en la tele… — sugirió Edward finalmente, desviando la mirada.


Continuará...


Hola,

Ésta historia la escribí hace algún tiempo para otro fandom y ahora me he permitido adaptarla a los personajes de Meyer con algunos cambios sustanciales, con lo cual me he divertido un montón, consta de cinco capítulos y ya está terminada.

A mí personalmente me gusta mucho ésta trama, y por eso quise darle una oportunidad con Edward y Bella como protagonistas.

Ojalá si has leído, te animes a comentar.

Les invito a leer y comentar mi nueva historia CITA CON LA MUERTE, fue realizada para The Sadness Story Contest, el link lo encuentran en mi perfil, ojalá, si les gusta sobre las otras historias, puedan apoyarme además con su voto cuando se abran la votaciones, probablemente a partir del 8 o 9 de marzo.

Un beso.

Saranya.x