Sweeney contemplaba la calle Fleet,llena de transeúntes que caminaban con demasiada prisa como para fijarse en que él les observaba.

Egoístas ,pensaba mientras acariciaba a su querida amiga tan llenos de odio,de maldad .

Para él,no había ningún ser humano que mereciera vivir,ninguno.Todos debían morir.

-Señor Todd,le traigo el almuerzo,espero que tenga hambre-dijo ella sacándole de sus pensamientos.

Sweeney se volvió para ver como la señora Lovett soltaba la bandeja sobre el cofre que había junto a la puerta.Llevaba sus bucles oscuros recogidos en un moño del que se escapaban algunos rizos y el vestido gris que acostumbraba a vestir cuando trabajaba en la taberna.

-No tengo hambre-respondió caminando hacia el espejo roto.

-Señor Todd...-le llamó ella-debe comer,¿no querrá morir de inanición?

-Algún día deberé morir y lo único que hace eso-señaló a la bandeja-,es alargar mi sufrimiento.

La señora Lovett se acercó a él y tuvo que repremir el impulso de abrazarle.

-Debe superarlo...la vida es...

-¿Y eso a mí que me importa?-le respondió bruscamente-,quince años deseando volver a abrazar a mi hija,volver a besar a mi mujer pero ya no están...

-Johana aún...

-Por ella es por quien aún sigo aquí-se volvió hacia ella-sino hace tiempo que me hubiese marchado de aquí si no fuera porque mi hija sigue bajo la tutela de ese malnacido.

-Por eso debe comer,mi amor-dijo mientras le sujetaba por los hombros y lo conducía hacia la bandeja-,debe coger fuerzas para cuando él venga,querrá uno de los mejores afeitados porque piensa casarse...

-¿Casarse?-preguntó intrigado Sweeney aunque se imaginaba el nombre de la desafortunada joven.

-Con ella,con su hija y,por lo visto,será pronto-la señora Lovett se asomó por la ventana en dirección a la iglesia.

-No pienso dejar que eso ocurra-sentenció él-.Si le toca un solo pelo a mi hija va a desear no haberse cruzado nunca con Sweeney Todd.

-Así se habla,mi amor-sonrió la señora Lovett-.Cada segundo estamos más cerca de cumplir con su venganza,esa venganza que lleva alimentando durante quince años.

-Sí-afirmó él con una sonrisa malvada-,pronto él estará muerto y volveré a tener a Johana junto a mí.

Ahora que se había parado frente a la cómoda que se encontraba tras la silla,se fijó en la foto que había sobre ella.En ella,salían una mujer de bucles dorados cuan rayos de sol y piel rosada,muy hermosa,quien sostenía a un bebé,una niña también igual de hermosa que su madre.

-La muerte de mi Lucy no va a quedar impune-se volvió hacia la señora Lovett-,preparé el horno,pronto harán falta sus grandes dotes de cocinera.

La señora Lovett se ruborizó.Nunca le había dedicado ni una palabra amable solo gestos y palabras frías.Únicamente eran dulces cuando la recordaba a ella,cuando hablaba de su Lucy.

Si supieras la verdad le miró y,por un momento,estuvo a punto de decirle la verdad. ¡NO!Nunca lo sabrás .

-Señora Lovett,¿no me ha oído?-ella lo miró confusa-.¡Prepare la caldera!

Ella asintió y no se demoró más.De todos modos,él nunca lo sabría porque nunca volvería a verla o eso era lo que creía.

Las frías calles de Londres ya no lo eran tanto para alguien que dormía bajo su gélido manto una noche sí y a la siguiente,también.Hacía tiempo que había olvidado su nombre,sus recuerdos habían caído en el olvido.¿Cuánto tiempo hacía ya de eso?Nadie a ciencia exacta podría decirlo,para todos solo era una mendiga,una asquerosa mendiga que cantaba por unas pocas monedas,una asquerosa mendiga que había perdido la razón,que veía sombras que no existían,que hablaba con gente que no eran reales...

Pero lo que nadie sabía era que,durante unas pocas horas,era capaz de recordar su identidad,de regresar a casa,de recordar quien era su marido,de volver a abrazar a su hija,de volver a ser Lucy Barker...En sus sueños podía regresar,pero como todos los sueños,se desvanecían con la mañana,cuando su mente volvía negarle esos recuerdos y se convertía,otra vez,en la pobre mendiga cantora de las calles de Londres.

Nadie recordaba ya la identidad de la mujer,nadie excepto él,quien le había arrebatado todo,quien destruyó su familia y la empujó a un intento de suicidio que la llevó a aquella humillante situación,quien la había repudiado una vez que la había ello suya a la fuerza...

El juez Turpin la observaba desde la ventana del salón de su inmensa mansión.

-Pobre infeliz...-murmuró viéndola agacharse a recoger una moneda que se le había caído a algún caminante descuidado-,podrías haberlo tenido todo a mí lado,todo lo que ese infeliz de tu marido no te hubiese podido dar...

Los recuerdos acudieron a su mente como perros que obedecen a su amo:

Barker con su esposa y su hija.Ella la llevaba en brazos y él jugaba con ambas,escondiendo una pequeña muñeca que había comprado para su pequeña Johanna...

Los celos le corroían,ella era tan hermosa...Él no la merecía.Debía ser suya,solo suya y lo sería a cualquier precio...

-Pero ahora tú has perdido todo el encanto,tu marido posiblemente este muerto y tu hija-sonrió para sí-,pronto será mi mujer.

De repente,se fijó en un joven que miraba hacia su mansión,para ser más exactos,hacía la habitación de su pupila.

-¿Pero qué...?-miró al joven con odio-.¡Cómo se atreve!

Mientras tanto,el joven continuaba mirando hacia la ventana desde la que una joven contemplaba el cielo con deseos de volar,de recuperar la libertad que un día le arrebataron.El joven se percató de aquello porque,a pesar de que era hermosa,su mirada era triste.

-Una moneda,por favor-la mendiga se acercó a él con una mano alzada.

Él no sacó una moneda,sino diez y se las entregó a la mujer.Ésta agachó la cabeza y dijo:

-Gracias,joven.

Cuando la mujer ya se volvía para pedirle una moneda a una señora que pasaba a su lado con su hija,el muchacho la detuvo:

-Perdone,¿podría decirme quién es ella?-señaló a la ventana.

-¡No la señales!-le advirtió la mujer bajándole el brazo-.Y no preguntes quién es ni muestres ningún tipo de interés por ella o el juez Turpin acabará contigo.

-¿De qué habla?

-Ella es Johanna,su pupila y su futura esposa-le explicó la mendiga.

-No puede ser,ella no...

-Joven,olvídela,márchese de aquí antes de que él le vea mirándola-le empujó hacia la otra calle y le obligó a doblar la esquina.

-No puedo,tengo que...tengo que ayudarla...

-No puede más que intentar salvar la suya,hágame caso,váyase y olvídela.

La joven vio desaprecer al muchacho empujado por la méndiga y suspiró.Eran libres,podían ir a donde quisieran mientras que ella debería quedarse allí,aguardando al día de su boda con su tutor(unas lágrimas se escaparon de sus ojos y resbalaron por sus mejillas rosadas hasta morir en su barbilla).

-¿Qué hice yo?-le preguntó al pájaro que,felizmente,cantaba en su jaula-.No se contenta con tenerme encerrada aquí,ahora deberé estar encerrada en su habitación...

Cumpliendo mis deberes como esposa terminó en su mente y le entraron arcadas,repudiaba a aquel hombre y él simple hecho de pensar que dentro de poco sería su esposa le hacía desear estar muerta.

-Johanna-el juez Turpin abrió la puerta-,Johanna,¿cómo se encuentra hoy mi futura esposa?

Ella respondió apartando la mirada.

-¿Aún estás resentida?Lo hago por vuestro bien-mintió yendo hacia ella-,el mundo es demasiado peligroso para ti,mi niña.Por eso,quiero que te cases conmigo,para poder protegerte de la crueldad y la hipocresía que reina en él.

La chica siguió con la mirada clavada en el suelo sin responderle.

-Me da igual lo que pienses,vas a casarte conmigo lo quieras o no-.La chica lo miró,al fin,pero en ellos había un odio infinito hacia él,un odio que le llegó a dar miedo.

-Nunca-se limitó a responder.