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Delirios Virginales
I
Tєитαиdo αl Dємoиio
―Kenshin H. y K. Kaoru―
Por su cordura, ¡y por su honor! La autonombrada "Flor del Kendo" se había retado a sí misma a perder la virginidad antes del matrimonio. Nada laborioso, ¿verdad? ¿Entonces por qué él parecía querer ir en contra de sus deseos? Seducir a Himura Kenshin (antes conocido como el temido Hitokiri Battōsai) no debería ser tan difícil… ¿o sí?
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Disclaimer:
Rurōni Kenshin © Nobuhiro Watsuki
Tentando al Demonio © Fanficker
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Advertencias: Van a haber 5 más de éstas jajaja | Parejas CRACK | No se apegará mucho a la obra original | Y tal vez un poco de OoC. | Si no han leído el Manga y quieren leerlo mejor no lean esto aún, están advertidos desde ya por motivos de SPOILERS.
Notas:
Primero que nada, me gustaría confesar que este fic es únicamente para entretener a las masas cofcofpervertidascofcof (jajaja no lo nieguen, por algo están aquí XDDD cofcofRATEDMcofcof). Y lo admito, también para mi propio morbo XD.
Además de que quisiera decirles que (para quienes no lo sepan), todos los fics de esta saga tiene un prólogo en común y está dentro de este perfil como: "Delirios Virginales: PRÓLOGO".
Ahora sin más que decir, les dejo con mi perversión.
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CAPÍTULO
I
Cruda Realidad
Cuando Kaoru vomitó sobre el arbusto por segunda vez pensó que terminaría expulsando el cerebro por las narices.
Maldito sol que quemaba sus ojos. Malditos todos esos estúpidos pájaros que cantaban tan fuerte que le hacían daño en los oídos. Maldito su cuerpo el día de hoy que con cualquier movimiento se resentía.
Fantástico, había logrado ser una maestra reconocida adentro del muy reservado mundo del kendo al demostrar sus habilidosas técnicas del Kamiya Kasshin-ryū… para terminar siendo reducida patéticamente sólo por una noche de copas.
Ni sus más ajetreados días de entrenamiento la dejaban en tales condiciones.
Por si su solo amanecer fuese poco el terrible hedor a vómito de sake y fideos estaba haciendo estragos en ella y como cerecita sobre el pastel, Kaoru había ido al baño más de 4 veces desde la madrugada. Ya ha olvidado las veces que estuvo vomitado en el transcurso de la noche, ni siquiera sabía si sus amigas habían estado en condiciones similares o no, así de centrada en sí misma estuvo durante todo ese tiempo.
El sol estaba en su punto alto, en vigor. Por otro lado su estado físico era poco más que lamentable, por no decir vergonzoso. ¿Cómo es que había sido tan imprudente al beber? No era la primera vez que probaba el sake pero en definitiva esto no debía volver a pasarle si es que llegaba a volver a hacerlo.
Lo único bueno (más bien penoso) era que Kaoru recordaba varias cosas importantes que había hecho y dicho, o al menos de eso se quería convencer a sí misma en un intento de tratar de justificar su estúpida actuación nocturna.
»¡Yo quiero que diga que soy la más sensual! —¿Por qué Kami-sama* no la había bendecido con un sentido común más fuerte?
Debía de admitirlo, cuando dijo eso Kaoru pensó de forma inmediata en la señorita Tomoe.
Kenshin había descrito a Yukishiro Tomoe como una mujer bella y elegante, alguien sumamente seria y con una mentalidad tan sabia como prudente que, sólo usando reflexiones entre susurros fue capaz de sacar su alma de la oscuridad que lo envolvía cada vez más con cada vida tomada. Las palabras de la dama tocaron el corazón de un fiero asesino regresándolo a su original forma humana; recordándole con la sola mirada sus motivos para unirse a los Ishin Shishi.
Él decía sin duda alguna en su voz que la señorita Tomoe fue una mujer amable. Un poco fría en su tacto pero rápidamente él lo justificaba a la oscura época en la que le había tocado vivir.
»Tomoe-dono vivió y murió en un infierno —había dicho Kenshin con suma pena.
A pesar de que la joven kendoka entendía a la perfección que sin la ayuda de la señorita Tomoe, Kenshin hubiese terminado transformándose en una sanguinaria bestia como Shishio Makoto… Kaoru tuvo que admitir que inconscientemente pasaba por constantes sesiones de celos hacía esa buena mujer.
¡Maldición!
No es como si Kamiya Kaoru pudiese sentarse en silencio durante varios minutos y oír sin sentir nada ante toda una larga lista de cualidades por las que Kenshin mantenía firme en su memoria la imagen de su primera esposa. Ella no era de piedra; ¡claro que Kaoru misma agradecía el sacrificio de la señorita Tomoe!
¡Sin embargo era una mujer enamorada! Lo que hacía que de cierto modo a Kaoru le dolía mucho pensar que en otras circunstancias de la vida, no fuese Kamiya Kaoru la vaina de Kenshin sino Himura Tomoe.
Tan insostenible era esa situación que Kaoru no llamaba a la señorita Tomoe por el apellido de Kenshin sino con el que oyó por la boca de Enishi, el que perteneció a la dama cuando aún era soltera. Para Kaoru, era Yukishiro Tomoe y fin de la discusión.
«Enishi también hablaba muy bien de ella» meditó Kaoru con la cabeza baja. Él incluso trató de cobrar venganza en su honor.
Todas las palabras y halagos que ambos hombres (Kenshin y Enishi) decían de la dama occisa no dejaban de darle vueltas en la cabeza algo que sin duda la irritable que el brillo del sol sobre sus enrojecidos ojos.
Había algo seguro: Kaoru no odiaba a Tomoe por ser la primera mujer en la vida de Kenshin aunque tampoco era como si pudiese hablar de aquella mujer sin sentir un pequeño peso en su corazón que terminaba siendo un calvario.
No la odiaba… ¿eran celos? Era probable no obstante Kaoru ya estaba trabajando en ello repitiéndose diariamente que Kenshin estaba con ella por ser quien era y no porque él buscase un reemplazo de la señorita Tomoe; después de todo ambas eran muy distintas en todos los sentidos concebibles lo que esa posibilidad sería ridícula.
¿Verdad?
La forma en la que los ojos de Kenshin se encendían cada vez que susurraba el nombre de su difunta esposa era como un puñal directo al corazón de Kaoru.
«¡Ya deja de pensar en eso!» Se reprendió. A ella no le gustaba en lo más mínimo sentir esa sensación de acidez estomacal recorriéndole desde los intestinos hasta la garganta.
Sabía que la memoria de Tomoe no merecía sus celos de chiquilla. No la mujer que había sacrificado su vida por Kenshin, no la mujer que lo había sacado de la oscuridad a la que lo llevó el Bakumatsu* y por poco lo consumió entero.
Yukishiro Tomoe merecía respeto y humildad de su parte aunque Kaoru no se sintiese particularmente cómoda al respecto.
Por el momento.
Las emociones no discriminaban, eran lo que eran.
Kaoru aún recordaba todo lo que Sanosuke, Yahiko, Tsubame, Misao y Megumi le hablaron acerca de cómo Kenshin se había refundido en la miseria emocional al instante en que vio su falso cuerpo muerto en el dōjō. Partiendo en un destierro personal a Rakuninmura* para morir ahí.
Pensaba que tal vez y sólo tal vez Kenshin había sido sincero cuando dijo que Tomoe fue una parte muy importante de su pasado, sí, pero ella: Kamiya Kaoru, estaba completamente adherida a su presente y futuro.
Teniendo eso muy en cuenta era algo que la aliviaba de sobremanera. O tal vez se hacía demasiadas ilusiones antes de tener algo completamente claro con respecto a su relación con él.
Aún le dolía pensar en que si Enishi no se hubiese compadecido de la vida de la kendoka y realmente la hubiese matado, quizá Kenshin no hubiese salido jamás de Rakuninmura y sencillamente se hubiese quedado sentado en ese hueco profundo esperando su merecida muerte sin pelear ni replicar.
»Jō-chan, él estaba muerto cuando lo encontramos. Sus ojos podrían estar abiertos pero la verdad es que no tenían vida —le informó Sanosuke en una ocasión cuando Kenshin acompañó a Yahiko al Akabeko y ella de pronto salió con sus inseguridades—. Como un cadáver que respira. Todo ese show que se montó el maldito de Yukishiro demostró que para Kenshin si no estás tú no vale la pena seguir.
No es que a Kaoru le alegrase que Kenshin se hubiese sumado a esa terrible depresión por ella… pero de modo realmente culposo era algo que engrandecía su arrogante ego.
Recuperando cierta movilidad en su cuerpo y las ganas de seguir viviendo, Kaoru se lavó bien sus manos, boca y cara con agua fría mientras sopesaba en todo eso junto a las estupideces que ella y las chicas habían comentado la noche de ayer.
Kenshin tenía 29 años ahora, no era nada creíble que a esa edad un hombre fuese virgen pero si dejábamos a un lado su anterior vida de casado… ¿acaso él tenía antecedentes de Don Juan o fue selectivo con sus amantes, si es que las tuvo? ¿Alguna vez mientras estuvo en el Bakumatsu no se le cruzó por la cabeza al menos una vez enrollarse con alguien?
―¿Kenshin… lo habrá hecho con otras? —Susurró al viento esperando inútilmente que éste le respondiera.
Es decir, era obvio que tal vez Kenshin perdiese su virginidad con su esposa (o quizá no y la haya perdido en otro lugar) pero eso no quitaba el hecho de que tal vez en su vida como vagabundo haya cedido a los placeres de la carne con alguna mujer de alguna parte mientras caminaba sin rumbo, ¿no?
Debía ser lógica y tener eso en mente.
Tomó un paño limpio de entre todos los que tenía Sae secándose en un tendedero y con él se secó la cara y las manos.
Se podría decir que el pensamiento de que tal vez Kenshin haya sido el hombre de otras chicas antes de conocerla a ella, encendía las ganas de Kaoru por probar nuevos horizontes. Porque como bien dijeron Misao y las chicas ayer, si ellos podían tener muchas mujeres en sus vidas, ¿por qué ellas no podían tener hombres a montones?
―Estúpida ―se reprendió más desanimada.
La respuesta era simple: porque a estas alturas de su vida Kaoru se conocía bien y sabía que si le daba algo tan valioso como su virginidad a otro hombre que no fuese Kenshin, poco después se sentiría sucia y desdichada. Indigna de siquiera pensar en él.
Lo dicho: eres una estúpida.
Por eso, Kaoru a veces deseaba ser como Megumi, segura y decidida.
O como Misao, sonriente y muy alegre a pesar de las dificultades presentes.
Como Yukishiro Tomoe también, valiente para hacer lo que fuese necesario por la persona amada y sagaz para no flaquear ante nada, por muy difíciles que las cosas se pongan.
Kaoru suspiró mientras se limpiaba la cara de nuevo junto al cuello y la nuca; sintiendo la humedad en su piel se acomodó su kimono de nuevo dando más suspiros de allá para acá disponiéndose a regresar al interior del Shirobeko donde seguramente las chicas ya estaban esperándola.
Maldición qué ridícula se sentía. ¿Cómo es que dejó que Tae, Sae, Misao y Tsubame compararan el volumen de su trasero contra el de Megumi?
―Y gané ―refunfuñó azorada, caminando de regreso al restaurante. Y decir que se había jactado de ese triunfo.
Antes de que pudiese abrir la puerta detuvo sus pasos cuando escuchó a Megumi discutir con Misao. Se oían demasiado molestas la una con la otra. Hoy no sería más tranquilo que ayer, eso era algo seguro.
Ni siquiera había pasado a la cocina para oírlas.
―¡Lo dije porque estaba borracha! ¡¿Por qué estás tomándolo tan enserio, Megumi?! ―Gritó Misao acomodándose su propia ropa.
Suspirando con pereza, Kaoru entró al campo de batalla con pasos ligeros rogando por no salir de ahí con alguna herida. Su cabeza aún punzaba demasiado para tratar con moretones y ojos morados. Las dejaría morderse entre ellas un rato.
Pensativa, Kaoru vio que Megumi con su típica postura perfecta, enfrente de Misao. La doctora bebía con calma su té matutino sentada en una mesa distinta a la que había usado para dormir junto a Misao y Sae. Estaba sola pero eso no parecía importarle.
Haciendo poco caso de los gritos Misao, Megumi sonrió casi como si hubiese terminado una venganza no planeada.
Kaoru echó un vistazo a todas las chicas que estaban justo como ella hasta que lavó su rostro: sin deseos de ver siquiera la luz del día. Soltó una risita por lo bajo.
―Oh Kaoru-chan, siéntate y bebe un poco de té ―le pidió Sae amablemente aún entre sus párpados caídos, Kaoru asintió y se sentó entre Tsubame y Tae.
―¿Qué discuten? ―Les preguntó la kendoka a Misao y Megumi, pero ellas aún seguían enfrascadas en su propia discusión como para prestar su atención a Kaoru.
―¿Ahora tienes vergüenza? ―Megumi alzó la voz en la cara de Misao, quien frunció el ceño y torció la boca―. ¿Acaso no dijiste que deseabas hacer cosas indecorosas con Aoshi?
―¡Yo no… dije…! ―Tartamudeó completamente abochornada―. ¡No pongas palabras en mi boca!
―¡Sí, claro! —Ironizó—. Seguro te imaginé diciendo que querías que Aoshi te lo cogiera con la ropa puesta, ¿verdad? ―Gritó Megumi con toda la intensión de hacer que Misao flaqueara, ¿a qué? Kaoru no lo sabía, pero había vivido mucho con Megumi como para no conocer sus intenciones aun cuando parecía perder los estribos.
No muchos lo sabían y lo tomaban en cuenta pero Takani Megumi tenía la rara cualidad de poder adaptar un comportamiento sentimental o frívolo dependiendo de las circunstancias. Al parecer esto ya lo sabían Kaoru, Kenshin y Sanosuke debido al tiempo a su lado, pues hasta el antiguo peleador callejero se las ingeniaba para hacer aflorar el lado explosivo de la severa doctora Takani.
Qué Misao hiciera explosión y buscase que Megumi lo hiciera también parecía ser algo realmente fácil para la joven ninja. Kaoru debía darle crédito por eso, ni ella misma era capaz de algo así sin agregar un par de canas verdes a su cabeza en el intento.
Con la cara completamente roja Misao pareció avergonzarse también por aquel recuerdo tan bochornoso, debió haber caído en cuenta también que tuvo que tener más cuidado con sus palabras.
Buscó defenderse gritando:
―¡Tú querías al Cabeza de Gallo!
Todas creyeron que Megumi lanzaría a Misao por la ventana declarando (como siempre) a los 4 vientos que el Cabeza de Gallo no le importaba una mierda.
―¡Él es mío! ―Pero Megumi dijo aquello y se mostró tan enojada como decidida a dejar claro ese punto.
Su frío tono de voz fue tan amenazante que si hubiese sido un puñal, sería perfecto para perforarle la cabeza incluso a Kenshin en sus tiempos como Hitokiri.
Como si de pronto la calmada doctora se hubiese transformado en una leona que protegía su comida de las hienas. Así Kaoru la imaginó ante tal tono defensivo. Pero eso no quitaba que nadie se esperase tal declaración, porque tanto Misao como las demás chicas se quedaron en silencio.
Kaoru dejó de beber té y de disfrutar del espectáculo mirando casi estupefacta a Megumi. En el fondo ya se imaginaba que Sanosuke y Megumi podrían ser una buena pareja pero siempre creyó que por sus personalidades y vidas completamente distintas jamás podría vivir para ver algo así.
Megumi la había sorprendido también.
―¿Ha-hablas en-enserio? ―Titubeó Sae sosteniendo la tetera de cerámica y bajándola poco a poco.
―Me-Megumi… ¿entonces a ti te gusta Sanosuke? ―Le preguntó Kaoru con los ojos bien abiertos.
Dándose por vencida con todas las chicas, Megumi suspiró; calmadamente se sentó cerrando sus ojos con lentitud, cruzándose de brazos y luego mirándolas con indiferencia.
―Qué tontas son todas ustedes; por supuesto que yo no siento nada tan tonto como el amor y menos por ese malhechor descerebrado. Pero soy una mujer de palabra ―respondió mostrándose digna―. Y dije que quería al Cabeza de Gallo. Cumpliré mi parte y ese idiota caerá a mis pies antes de que ustedes piensen en cambiar sus estrategias para siquiera buscar que sus hombres las volteen a ver.
Kaoru no se sentía muy segura con la decisión de Megumi, después de todo, la doctora era mayor que Sanosuke (aunque a veces muchos pensaran lo contrario). No estaba comportándose como tal.
Por no mencionar que no era nada normal que ella, la intachable doctora Megumi Takani, se expresase con tanta arrogancia maliciosa. Sobre todo cuando se tomaba en cuenta una vida humana ajena. De hecho, hablaba de Sanosuke como si hablase de un trofeo o un cordero para el sacrificio.
Bien, Sanosuke no era un hombre tan… bien portado, o siquiera educado, pero no merecía ser usado de ese modo únicamente por no ser un hombre con trabajo común y un salario promedio.
Él no merecía tal trato y menos por parte de alguien capaz de hacerle daño.
Kaoru siempre prefirió callarse sus suposiciones con respecto a ellos dos pues no quería ser la metomentodo de su grupo de amigos (más de lo que ya era). Más cuando no tenía nada realmente relevante que decir salvo sus sospechas infantiles. Pero el que Megumi declarase a Sanosuke como suyo delante de todas ellas era algo… raro.
―Megumi… ―trató de hablar Kaoru sintiendo una peligrosa sensación recorriendo sus entrañas.
―Todas. Escúchenme bien —bebió el resto de su té—: Hicimos un pacto. Lo hicimos estando ebrias pero juramos llegar a una meta. Yo cumpliré mi palabra porque soy una mujer de honor.
―¿Entonces honor para ti es el equivalente de aprovecharte de Sanosuke sin importarte nada? ―Abordó Kaoru molesta.
Ella conocía a Sanosuke mejor que Megumi. Y porque lo conocía, Kaoru sabía que Sanosuke albergaba ciertos sentimientos (que el peleador aún no lograba entender) por la doctora. Si Megumi lo hiriese, por mínimo que fuese, entonces ambas tendrían serios problemas.
¡Maldita sea, Sanosuke era como su hermano mayor! Un molesto hermano pero… ¡maldición! Así Kaoru lo veía, y como un familiar iba a defenderlo de cualquier mujer, incluso si esa mujer era amiga suya también.
Megumi sólo soltó otro suspiro, completamente fastidiada.
―No hables de él como si fuese un santo, Kaoru ―le respondió Megumi―, porque tanto tú como yo sabemos que él está más vividito que Ken-san.
Las mejillas de Kaoru se tiñeron de rosa. Sólo que no supo distinguir si aquello era por la vergüenza o el enfado.
―¿Acaso ya les preguntaste, pervertida? ―Replicó Kaoru levantándose de su lugar.
Ah no, eso sí que no. Ninguna mujer estaba en el derecho de meterse con Kenshin y Sanosuke, mucho menos con los dos al mismo tiempo. Ni siquiera Megumi con quien Sanosuke peleaba casi a diario desde que él regresó a Japón, momentos posteriores a aclarar todo el asunto con la policía. Kaoru no lo permitiría.
Y hablando del problema de Sanosuke, en realidad él no quiso dar detalles ni del pleito en sí ni del modo que encontró para resolverlo. Por lo que Kaoru presentía Kenshin estaba enterado de todo y como siempre él tampoco iba a decirle nada. El pelirrojo espadachín siempre se hacía el desentendido cuando Kaoru le insinuaba aquel asunto o huía de la escena bajo alguna patética excusa para no responderle nada. Ese tema y todo lo relacionado a él lo ocultaban de ella con tanta insistencia que al final Kaoru dejó de insistir confiando en que era lo mejor.
¿Qué clase de amiga y compañera sería si no podía dejar que Sanosuke resolviese sus problemas por sí mismo de vez en cuando?
―No —meditó Megumi ante el silencio de Kaoru posterior a su pregunta—, pero estoy convencida de que Ken-san es más liviano en cuanto a su sexualidad.
―¿A qué te refieres? ―Preguntó Misao confundida. Megumi se contrajo visiblemente incómoda―, ¿de qué exactamente estás hablando?
―¡Cierren la boca! ―Explotó Megumi refundiéndose en la silla.
A Kaoru estuvo a punto de darle un ataque al corazón cuando presintió que tal vez Kenshin le había dado aunque sea una oportunidad a Megumi. Pero poco después una parte de su cabeza la reprendió diciéndose que eso era una estupidez.
Kenshin jamás se destacó por ser un mujeriego o siquiera un hombre sexualmente activo, de hecho, en la mayoría del tiempo parecía ser más un niño que un antiguo Hitokiri.
¿Estás segura?
Sí, es decir, Kenshin apenas hace unos meses al fin había dejado de llamarla Kaoru-dono para ser reemplazado sólo por Kaoru. Cabe aclarar que lograr eso con el samurái había sido todo un logro que le costó a Kaoru infinidad de quebraderos de cabeza e infinidad de tirones de cabello en la soledad de su cuarto.
Tuvo que hacer de uso de muchas sesiones de espacio para Kaoru que consistían en dejar a la joven Kamiya a solas si no querías salir disparado del dōjō. Sobre todo si eras Sanosuke o Yahiko.
―Ya, ya, ya. Relájense ―habló Tae tratando de calmar las aguas.
Megumi también se hallaba perdida en sus pensamientos y Misao se había retirado de la habitación a hacer solo Dios sabe qué. Probablemente tuviese que aliviar la vejiga.
―Escuchen, terminémonos el té y… voy a llamar a los chicos para que las ayuden a salir de aquí.
―Tae, espera ―dijo Megumi levantándose con una mirada perdida―. Iré contigo.
La dueña del Akabeko de Tokyo miró a su gemela quien solo alzó los hombros. Tae le hizo un ademán a Megumi para que la siguiese; ambas se pusieron sus calzados y salieron del Shirobeko por la puerta de atrás ya que no querían dar la impresión a la gente de que el restaurante ya estaba atendiendo.
―A propósito Kaoru, si le dices algo a Sanosuke yo lo desmentiré todo. Y si alguien más lo hace, voy a decir todo lo que dijeron la noche pasada, ¿de acuerdo?
―Vete tranquila, Megumi ―habló Sae, con una expresión seria en su rostro―. Lo único que todas te vamos a pedir es que no hagas estupideces. Mucho menos si involucras a un amigo nuestro. ¿Prometes que lo harás?
Ignorándola Megumi sólo salió por la puerta, azotándola.
―¿Era necesario amenazarnos así? ―Preguntó Misao cruzándose de brazos y recargándose sobre la silla.
¿En qué momento había llegado?
―Tal vez aún esté borracha ―susurró Tsubame mientras recibía té de manos de Sae quien se mantuvo callada.
Kaoru no estaba muy segura de nada; la noche pasada, si le preguntaban a ella y a su infantil cabeza, Megumi parecía estar completamente convencida de seducir sólo a Sanosuke. Curioso, desde que ella regresó de Aizu se le veía increíblemente irritada cuando el peleador callejero se le acercaba para cualquier cosa. Más era la ira de la doctora cuando Sanosuke hacía una broma con respecto a su persona por mínima que ésta fuese.
Ni ella en sus peores momentos reaccionaba tan iracunda cuando Yahiko o el propio Sanosuke se burlaban de su persona. Bueno, una cosa era llegar a los golpes físicos y otra era lanzar miradas de muerte con algunas frases mordaces que podrían congelar el infierno mismo.
Bromas. No era algo que Sanosuke no hiciera incluso desde antes de la aparición de Enishi por lo que Kaoru llegó a una conclusión muy obvia: había algo escondido entre Megumi y Sanosuke. La verdad es que Kaoru mentiría si dijese que no se había sentido perturbada por lo que Megumi le había dicho con respecto a las actividades sexuales de sus amigos; sobre todo porque Kenshin aún no calificara su relación en la categoría de pareja y básicamente desde ahí se originase una recién nacida depresión.
Kaoru no podía dejar de maldecir tanto su suerte como la de sus amigas, las cuales estaban en las mismas condiciones que ella. O por lo menos Misao que llevaba toda una vida tras el mismo hombre y éste poco o nada hacía para dejar las cosas en claro.
Los hombres eran tan extraños. Kenshin era el peor.
Ese tonto…
―Tranquila, Kaoru ―le dijo Misao bebiendo más y más té―. Seguro todo eso lo dijo porque está pasando por la resaca y quien sabe, quizá esté molesta por algo. Ya sabes, no nos dijo nada de cómo le ha ido en Aizu… así que…
Entrecerrando sus ojos, Kaoru pensó muy bien lo que había dicho Megumi con respecto a Sanosuke y pensó que tal vez la doctora loca no estaba del todo equivocada o del todo chiflada. En algo tenía razón y es que no iban a ser jóvenes por siempre, el tiempo no perdonaba a nadie.
La rutina que llevaba Kaoru hasta ahora era una calamidad. De hecho la kendoka ya comenzaba a sopesar la posibilidad de arrancarse un cabello por día que Kenshin aún no se decidía a pedirle matrimonio o siquiera un intento de robarle un beso que ella gustosa le correspondería.
Descartó ese ridículo plan ante la posibilidad de quedarse calva.
Así que Kaoru llegó a la conclusión de que ya era hora de poner algo alocado de su propia cosecha en su vida con Kenshin. Después de todo, gran parte de las batallas que habían tenido habían sido producto de las decisiones que Kenshin tomó de joven (por muy buenas que hayan sido sus intenciones) y no es como si Kaoru lo estuviese juzgando, porque no era así.
Ella lo amaba. Sabía que de no ser por las decisiones de Kenshin partiendo desde la decisión de unirse a los Ishin Shishi*, él posiblemente jamás habría llegado a su dōjō* y ella seguiría sola y quizá, sin su casa debido a que Kenshin la ayudó cuando los hermanos Hiruma* intentaron aprovecharse de su soledad.
Quizás en estos momentos ya no estaría vida sin él pues ese par pudo haberla matado con el fin de conseguir su objetivo. Y eso era algo que en definitiva le agradecería de por vida a su amado pelirrojo. Pero nada quitaba el hecho de que Kaoru estuviese tentada a ser ella, esta vez, el nuevo problema de Kenshin.
Ser ella quien lo volviese loco era una oferta muy tentadora, si las demás lo hacían entonces Kaoru no se sentiría del todo sola en ese camino tan peligroso como excitante que la llamaba tal canto de sirena. Solo para refundirse en el profundo huracán de los desconocido.
―Quiero hacerlo ―dijo de pronto. Llena de valor.
No podría arrepentirse después.
―¿El qué? ―Preguntó Misao con la cabeza recostada en la mesa, seguramente con un inaguantable dolor de cráneo como el resto de las chicas.
―El juramento, el de darle mi virginidad a Kenshin antes de que me pida matrimonio ―se atrevió a decirlo, con las mejillas completamente rojas.
Misao la miró mal.
―¿Es que acaso esa doctora demente ya te ha infectado parte de su estupidez? ―Preguntó molesta incorporándose―. Kaoru, es una locura; estábamos ebrias y cuando una mujer está ebria hasta beber veneno mientras baila desnuda a la luz de la luna le resulta una buena idea.
Kaoru la enfrentó con su mirada.
―¿Crees que no lo he pensado?
―Sigo diciendo que es una locura; yo no lo haré.
―No dije que lo hicieras ―la interrumpió Kaoru―. Dije que yo quería hacerlo, y lo haré porque realmente no creo que sea del todo una locura.
―Kaoru, se razonable ―trató de involucrarse Sae acariciando la melena de Tsubame quien miraba a todas sin decir nada―, no puedes hacerle eso a Himura.
Kaoru frunció el ceño. Una profunda indignación la embargó.
―¿Hacerle qué? ¿Dándole una mano para que se decida de una buena vez a elegirme ya como su mujer? ¿Acaso tengo que esperar otro año hasta que Kenshin se decida a pedirme matrimonio? ¿O es que acaso tengo que esperarlo hasta envejecer? ―Preguntó indignada.
Viéndolo desde otra perspectiva que no incluyese tener que sentarse a esperar su decisión, el fastidio de Kaoru era razonable. Ambos estaban enamorados y si ya lo habían demostrado cientos de veces, ¿entonces cuál era el impedimento para casarse ahora?
¿O siquiera para avanzar al siguiente nivel?
―Yo quiero ser madre aun siendo joven, ¿saben? —Bufó Kaoru.
―No se trata de esperarlo, Kaoru, o de envejecer por él ―explicó Sae―, se trata de que no te dejes dominar por el alcohol que aún hay en tu organismo ni de lo que Megumi-san…
―Creo que Megumi no está del todo equivocada ―admitió Kaoru como si razonara, pero para Misao y Sae fue todo lo opuesto.
―Yo no le veo nada de malo ―se inmiscuyó Tsubame.
Misao y Sae la miraron sorprendidas. De hecho sus expresiones se congelaron por completo sobre la menor.
―Es decir, si Kenshin-san no se ha decidido a pedirle matrimonio aún a Kaoru-san. Eso es cosa de él; pero si ella quiere ser su mujer antes de que un sacerdote apruebe su relación con la ceremonia y bla, bla, bla, entonces… ¿por qué hay que impedírselo? ―La menor dejó su taza con poco té humeante en la mesa y agregó―: Yo creo que hay que dejarlos a ellos en paz porque solo a ellos les concierne ese asunto.
»Creo que nosotras podemos hacer lo que queramos con nuestros cuerpos y con nuestras vidas ya que esta es una nueva Era; todo está cambiando, y no me parece justo desaprovecharla. Además, no es como si Kaoru-san fuese a entregarse a otro hombre que no fuese Kenshin-san. ¿O sí, Kaoru-san?
Kaoru negó con la cabeza, decidida. Tsubame alzó los hombros.
―¿Cuál es el problema entonces? Por favor, dejen a Kaoru-san en paz. Ella ya tiene edad para saber lo que hace. ―Y soltando un bostezo, se echó de nuevo sobre la mesa para dormir de nuevo.
Misao la miró un tanto sorprendida.
―Deberíamos darle sake más a menudo ―opinó sonriendo levemente nerviosa. Después miró de nuevo a Kaoru completamente seria y le dijo con duda disfrazada de valor―: muy bien, Kaoru. Entonces yo también me uniré a su locura.
―¿Qué dices?
En esta ocasión fueron los ojos de Misao los que ardieron con una decisión casi preocupante.
―Tsubame tiene razón, es mi cuerpo y ya tengo edad para saber lo que hago. Además, el viejo Okina dice que solo se vive una vez. Aoshi-sama y yo no seremos jóvenes toda la vida, además de que él es mayor que yo… y… y además… además…
Misao se levantó con la energía completamente renovada dentro de su rostro y apuntó a Kaoru con el dedo.
―¡Como la actual Okashira del Oniwabanshū no me puedo permitir perder contra Himura y tú!
Sae sonrió con una sensación agridulce en su pecho mientras que Tsubame roncaba.
Kaoru miró a Sae y le preguntó:
―¿Tú qué dices?
La dueña del Shirobeko se mostró incómoda.
―Creo que yo paso; a diferencia de ustedes yo no tengo un hombre al cual pueda llamar mío y estoy demasiado ocupada con mi negocio como para intentar vencerlas ―rio nerviosa y sonrojada―. Así que las apoyaré moralmente, viendo que no hay nada que yo pueda decir para hacerlas cambiar de opinión.
Asintiendo con la cabeza, Kaoru se levantó y encaró a Misao.
―No dejemos que Megumi nos gane ―le tendió su mano y la ninja la sostuvo sonriendo.
Mirándose con sonrisas cómplices apretaron fuerte su agarre.
―Es una estupidez ―dijo Misao meciendo su brazo de arriba abajo.
―Lo sé ―Kaoru mostró una mueca burlona.
―Una estupidez ―repitió riendo, Kaoru también rio.
―Haremos una estupidez, juntas, ¿no?
—Sí.
Misao comenzó a reír al momento que comenzaba a mecer la mano de Kaoru de arriba abajo con más fuerza.
―Esto es una estupidez. Y yo soy una idiota porque he hecho de esta estupidez mi demencial misión. Kaoru, creo que estamos a punto de entrar al infierno.
―No, no, aún no. No hasta que tengamos a Kenshin y Aoshi agonizando bajo nuestros pies.
La ninja sonrió aún más dándole la razón.
La puerta trasera se abrió en ese instante, Yahiko, Kenshin y Sanosuke habían llegado para llevarse a las sobrevivientes de la masacre que azotó en el Shirobeko.
Podrían llamarlo loco, pero Kenshin estaría dispuesto a jurar que notó un brillo muy inusual en el rostro de su Kaoru-dono a pesar de que parecía sonreír inocentemente como siempre. Sus instintos de Hitokiri se activaron al reconocer una sensación de alarma renovada en su persona, obligándolo a tragar saliva pesadamente, sintiéndose terriblemente tentado a dar un paso atrás.
―¿Ka-Kaoru? ¿Te sientes bien? ―Preguntó tratando de sonreír con un tic en la ceja derecha.
Parecía que aún se le dificultaba hablar con ella como un igual y no como un sirviente. Cosa que (Kenshin sabía) nunca fue para Kaoru.
―Por supuesto —respondió ella con una brillante sonrisa en sus carnosos y suaves labios.
Ajena a la mirada de Kenshin sobre su boca, Kaoru soltó la mano de Misao y siguió riendo en complicidad con la ninja.
―Diablos Jō-chan, cuando la doctora Kitsune nos dijo que esto había quedado hecho pedazos no le creí ―dijo Sanosuke entrando a la zona de guerra. Después le sonrió y agregó―: pero eso significa que se divirtieron así que no creo que haya sido tan mala noche.
Kaoru le sonrió de regreso a Sanosuke y pensó que no dejaría que Megumi le ganase esta vez. Si ella quería hacer algo tan bajo con Sanosuke por algo que ella llamaba honor, entonces Kaoru le demostraría que en este juego se necesitaba más que sentimientos vacíos para triunfar, no solo en el cuerpo de un hombre sino también en su corazón.
Cuando vio el semblante serio de Kenshin observándola después de que ella le sonriese amigablemente a Sanosuke (quien ya se había perdido en sus pensamientos). Kaoru ya no tuvo más dudas sobre su plan.
―Todo está bien ahora ―se acercó a ambos hombres y les palmeó a ambos los brazos.
Sanosuke y Kenshin se miraron confundidos, Misao echó una risa baja y negó con la cabeza.
―Va-vamos al Aoiya, Tsubame necesita descansar. Yahiko, ¿podrías llevarla tú?
Nada más ver la cara enrojecida de su joven pupilo, Kaoru se cuestionó la veracidad de lo que había dicho Tsubame con aquello de haber perdido la virginidad con él.
Ambos eran muy jóvenes aún.
Suspiró tratando de no indagar en ello por ahora, quería descansar primero y poner en orden su mente. Su estómago, el cual gruñía un poco, pedía algo ligero para comer por lo que ya meditaría en todo en el desayuno.
―Déjala enano, yo puedo hacerlo ―le dijo Sanosuke a Yahiko cuando el joven descendiente de samuráis tocó los brazos de Tsubame.
―¡Sanosuke! Le dije a Yahiko que lo hiciera.
―Jō-chan, se razonable ―Sanosuke tomó el hombro a Kaoru pero después la soltó en 2 segundos cuando la sintió tensarse bajo su toque―, no va a poder…
Algo irritada, Kaoru negó con la cabeza separándose de él.
―Vámonos ya, Cabeza de Gallo ―le dio la espalda a Sanosuke y empezó a caminar hacia la salida con la espalda tensa.
―¿Aún estará borracha? ―Le preguntó Sagara a Kenshin quien sólo alzó los hombros y siguió a Kaoru.
Mientras que Kaoru esperaba afuera cruzada de brazos, dándole la espalda al Shirobeko y con una mirada pensativa en el rostro, Kenshin la veía a ella con mucha atención.
Ya no tenía escapatoria de eso Kaoru estuvo segura, al menos eso pensó cuando sintió la presencia de Kenshin muy cerca de ella.
No era el dichoso juramento el que estaba a punto de joderle la existencia a Kaoru sino que ella misma no tenía ni la menor idea de qué exactamente podría hacer para lograr que Kenshin se fijase en ella de una forma más íntima. Es decir, como todas sus amigas dicen: ella pecaba de inocencia, y lo quiera o no, lo peor era que Kaoru no sabía en qué exactamente en qué casos era inocente aunque ya se lo empezaba a imaginar.
Sabía lo que era el sexo y las artimañas que muchas mujeres usaban para atraer hombres a sus pies, pero pensar que todo lo que aplicase con ella podría parecer un chiste a los ojos de Kenshin era motivo suficiente para enterrar su cabeza en la tierra.
La sola idea de que Kenshin pudiese burlarse de ella cuando Kaoru desease ser sensual para él la ponía furiosa. Con ganas de tomar ese bello cuello masculino y apretarlo fuerte.
―Kaoru, ¿se siente bien? ―Le preguntó Kenshin como si se debatirá entre acercarse a ella o no.
Un aura terrible y llameante proveniente de Kaoru hacía que Kenshin se mantuviese a una distancia prudente. No quería golpes sobre su persona tan pronto.
―Kenshin… ―susurró Kaoru sintiéndose un tanto trágica.
Kenshin no la tocaba ni siquiera como lo hizo Sanosuke hace unos instantes. En serio que parecía que Kenshin esperaría a hasta que ambos fuesen viejos para pedirle matrimonio o siquiera una relación más seria y definitiva. Kaoru quiso gruñir, ese tonto estaba pensándolo demasiado para tomarla como su mujer y ella no quería esperar más.
Estaba harta de esperar.
―No te preocupes ―le dijo finalmente, más tranquila―. Estoy bien… muy bien.
Ya estaba decidida, dejaría atrás su inocencia mental de una forma u otra. Y una vez que se sintiese lo suficientemente valiente y fuerte, le haría pensar a su amado pelirrojo que ella no había cambiado mientras comenzaría en marcha su plan: seducirlo.
Y quizás de ese modo apresurarlo a darle ese jodido anillo de una maldita vez.
―¿Está segura? ―Kaoru le sonrió a Kenshin; y ella prometió que sería una de las últimas sonrisas como chica inocente, que le daría a su amado.
―Muy segura.
―Fin de Capítulo―
Definiciones:
1.- Kami-sama: Dios en japonés.
2.- Bakumatsu: Se denomina Bakumatsu (幕末 Shogunato Tokugawa Tardío) a los sucesos que comprenden los últimos años del periodo Edo de la historia de Japón, cuando el shogunato Tokugawa llegaba a su fin. Esta etapa está delimitada por los grandes acontecimientos ocurridos entre los años de 1853 y 1867.
3.- Rakuninmura: [MANGA] El barrio de los parias. Lugar donde Kenshin deserta por voluntad propia al creer fallar en su misión de proteger a la persona más importante para él. Kaoru. A manos de Enishi.
4.- Los Hermanos Hiruma: [MANGA] Según el Manga, no fue un solo hombre el que quiso acabar con la escuela Kamiya. Sino dos ya que el mayor (un señor demasiado viejo) se aprovechó de la soledad de Kaoru e intentaron quitarle el dōjō a la fuerza; y de no ser porque Kenshin apareció delatándose como el verdadero Battōsai, quizá Kaoru había sido obligada a marcharse de su casa. O quizá habría muerto ya que los hermanos la atacaron cuando ella se negó a firmar el contrato que la desprendería de su dōjō, cuando Kenshin apareció.
5.- Ishin Shishi: El Ishin Shishi (維新志士 Ishin-Shishi) estaba formado por una serie de activistas políticos japoneses de finales del período Edo. El término «Shishi» (志士) se traduce literalmente como «hombre de elevado propósito». Eran defensores de la monarquía centralista Meiji y se oponían al feudalismo del shogunato, lo que dio lugar a la Restauración Meiji y la creación del estado moderno japonés. Sus enemigos eran el Shinsengumi.
6.- Dōjō: Es el término empleado en Japón para designar un espacio destinado a la práctica y enseñanza de la meditación y/o las artes marciales tradicionales modernas o gendai budo.
Sé que dije que iba a publicar este fic hasta enero, pero creo que mejor lo hago desde ya para darme tiempo. He estado escribiendo este fic desde poco antes de la publicación del prólogo y no puedo decir que tengo un largo avance pero creo que no voy mal. Dígamos que hacer una saga no es sencillo en ningún sentido, por lo que les ruego paciencia para las actualizaciones.
Saludos de Adilay (nombrada aquí como Yalida).
Y muchas gracias por su aceptación.
Hasta el próximo capítulo.
JA NE! ;)
FECHA DE REMODELACIÓN: 13 DE SEPTIEMBRE DEL 2018.
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