Rose pasaba la mirada intentando encontrar la blusa perfecta para la reunión que tenía esa mañana. Su mirada no dejaba de distraerse con el brillo de su ostentoso anillo de compromiso. No es que fuera muy de su estilo, ella prefería mil veces antes algo más sencillo, pero era el anillo que Lucas Flint, su prometido desde hacía casi un año, había escogido para ella puesto que como él solía decir "Mi prometida solo se merece lo mejor y conmigo lo vas a tener"
Rose sonrió pensando en su novio, con el que no sólo compartía piso sino que también era su jefe. Lucas Flint, el que en un tiempo había sido un compañero más de carrera, se convertiría en su marido en menos de dos meses.
Se dejó de tonterías y se centró en lo que era verdaderamente importante. Sleek Enterprises tenía una reputación que mantener y aunque a ella no le gustara ser solo un maniquí—dado que como publicista no tenía rival— sabía que su presencia era un valor seguro para conquistar a los inversores. Más cuando se trataba de Malfoy Inc., una empresa con gran poder adquisitivo, por no decir la que más poder tiene de todo , que desde los últimos meses había estado bastante interesada en que Sleek formara parte de su grupo de subcontratas.
Rose sabía que Malfoy Inc. quería absorber a Sleek deshaciéndose poco a poco de una competencia que aunque con menor poder económico, no dejaba de buscarle las cosquillas a los que se consideraban los reyes de la Square Mile.
Ella era una chica de familia humilde, una familia obrera y a veces, todo ese mundo de dinero inexistente y apariencias en el que se había metido intentando mejorar la situación para sus padres, llegaba a agobiarla. Miró su reloj de muñeca, viendo que ya no podría desayunar si quería llegar a tiempo, tomó una blusa azul cielo con la que siempre se sentía segura.
Se miró en el espejo colocando el escote barco para que los tirantes de su sujetador no quedaran visibles para esa panda de viejos babuinos babeantes que tenía por compañeros. Menos mal que Lucas estaría allí presente para ayudarla a mantenerlos bajo control si ella no conseguía que le hicieran caso. Lo que ocurría más a menudo de lo que a ella le gustaría.
Esponjó su melena, quedándose atrapados entre sus rizos uno de los diamantes del engarce del anillo. Había veces que tiraría ese anillo por el inodoro si Lucas no hubiera pensado tanto para escogerlo.
Tomando su maletín, que ya había pertenecido a su madre cuando comenzó su carrera dentro de la política, salió despidiéndose con una sonrisa de la mujer que veía a recoger la casa algunos días a las semana.
—¡Que tenga un buen día, señora Miller!
—Igualmente, señorita Weasley. Espero que todo le vaya en esa reunión, lleva usted sin dormir bastantes días.
—Sí, lo sé, pero hoy por suerte se acaba todo. ¡Tengo que irme ya, lo siento mucho!
Rose caminaba con paso decidido por la oficina. Se sentía como un trozo de carne rodeada de un grupo de leones inútiles que no sabían cazar acostumbrados a chiscar los dedos y que todo el mundo cayera a sus pies. El sonido de sus tacones quedaba amortiguado por la moqueta color granate que cubría el suelo de la oficina. Nunca le había gustado ese color, desentonaba demasiado con el tono de su cabello.
Llegó al despacho de Lucas, antes de entrar tocó la puerta sabiendo que solo la esperaban a ella.
—Sí, adelante. ¡Ah, señorita Weasley, al fin ha llegado! Ha llegado justo casi con nuestros invitados de hoy, me extraña que no se hayan cruzado en el ascensor.
—Oh, señor Flint, llevo casi una hora en la oficina, pero he tenido que solucionar problemas en la maquetación del proyect...
—Sí, sí...lo que sea. Permítame presentarle a nuestra mejor publicista, no tiene rival que se le conozca. Estoy seguro de que también conseguirá convencerles a ustedes.
—Pues, por la manera en la que se dirige a ella, no me quiero imaginar como tratan al becario.
El hombre rubio, que arrastraba las palabras al hablar, se giró encarándola. Rose sabía quien era porque le había visto en innumerables revistas de su abuela desde que era pequeña, delante de ella estaba el mismísimo Draco Malfoy. El hombre, ya entrado en años pero con un atractivo innegable, le ofreció su mano que Rose estrechó con menos fuerza de la que a ella le hubiera gustado.
—Si me permite, seré yo quien presente a mi acompañante. También me he decidido por traer a mi publicista, a quien no se le resiste ninguna campaña que caiga en nuestras manos. Pero eso supongo que ya lo saben. Señorita Weasley, permítame presentarle al señor Theodore Nott, tengo entendido que ya se conocen.
Theodore Nott, su antiguo compañero de carrera y a quien consideraba como su primer amor, apareció detrás del señor Malfoy. Rose sintió que sus tobillos se doblaban pero no podía mostrarse débil, menos aún cuando su suegro estaba delante de ella. Parecía que el tiempo no había pasado por Theodore Nott desde que habían acabado la carrera. Su enigmática sonrisa seguía adornando su rostro tal y como Rose recordaba. Sin embargo, ya no llevaba las gafas que habían conseguido que ella se fijara en él por primera vez.
Sintió que su corazón se aceleraba como si volvieran a estar en la biblioteca de nuevo y él le ayudara con los libros que se le habían caído. Estrechó la mano que el moreno le ofrecía, dejando que sus manos se acariciaran más de lo establecido.
—Un placer volver a verte, Weasley.
—Puedo decir lo mismo, Nott.
Pero Rose ya no era esa chica tímida que no podía mirarle más de dos segundos sin tener que bajar la mirada, no. Rose se había hecho a sí misma, había cambiado lo que no le gustaba de esa antigua Rose y se había quedado con lo que verdaderamente valía. La nueva Rose no dudaría en demostrarle a Theodore Nott lo mucho que había cambiado y que si ella quería, podía conseguir que Malfoy Inc. comiera de la palma de su mano.
La reunión había sido un éxito total, tenía unas ganas terribles de encontrarse con Lucas para contárselo todo. No quería dudar de sus capacidades pero sabía que Theodore Nott todavía guardaba un cariño especial hacia ella. Había sido lo más parecido a un amigo que ella había tenido en la universidad pero al graduarse, se habían distanciado y no había vuelto a saber nada de él.
El ascensor parecía subir más lento de lo normal. Lo único que ella quería era llegar a su casa. Le propondría a Lucas que se metieran en el jacuzzi con una botella de vino y disfrutar de sus triunfo. Apretó contra su pecho la carpeta donde estaba el autoregalo que se había comprado. Era un premio más que merecido, una tarde que se podía dedicar a sí misma y a él dado que había salido antes de lo que era normal para ella.
La puerta del ascensor se abrió, Rose salió prácticamente dando saltitos hasta llegar a la puerta. Se acordó de su tía Luna, hacía mucho que no la llamaba. Podría quedar para ir al parque una tarde con ella y con el pequeño, Charles, el hijo de su prima Roxanne. Sonrió, todo parecía tan perfecto que no podía ser real.
Abrió la puerta lentamente, quería sorprender a Lucas por lo que tenía que hacer el mínimo ruido posible. Se quitó los tacones y fue de puntillas hasta el cuarto, donde sabía que su prometido estaría haciendo ejercicio.
Sin embargo, al abrir la puerta, todo ese mundo que parecía perfecto comenzó a resquebrajarse. Allí, en la cama que ellos compartían todas las noches, donde ella creía que habían hecho el amor, estaba Lucas Flint besando pasionalmente a una chica que únicamente llevaba un liguero granate que él le había regalado a ella en San Valentín del año pasado y que no había estrenado.
—Lucas...¿Qué...qué se supone que es esto?
Lucas, con su cabello castaño despeinado, dejó de besar a su compañera de cama de esa tarde. Miró a Rose como si estuviera viendo a un fantasma.
—Rose, esto no es lo que parece. Puedo explicártelo.
—¿Qué no es lo que parece? Lucas, ¡te estás acostando con otra en nuestra cama!
—No, no es eso. Rose, déjame hablar, por favor. ¡No te vuelvas loca!
—¡¿Qué no me vuelva loca?! ¡Claro que me tengo que volver loca! ¡¿Cómo no voy a hacerlo si me encuentro a mi prometido fornicando con otra en mi cama?!
—Rose, es que, lo de la boda me tiene...
—¿Te tiene qué? ¿Te tiene tan agobiado que ni siquira ropa interior le puedes comprar a tu amante?
—Rose, es que creo que nos estamos precipitando...somos demasiado jóvenes, nos queda tanto por descubrir...
—Tantas mujeres que follarte, tantas camas que deshacer...¡Tú fuiste quien me pidió matrimonio! Sabía que debía haber seguido mi instinto y decirte que no, tendría que haberle hecho caso a Lily.
—No metas a tu estúpida prima en esto, no quiero cabrearme...
Rose sentía que las lágrimas corrían por sus mejillas, eran lágrimas de rabia. Tenía que irse de allí o acabaría haciendo algo de lo que se arrepentería. Respiró profundamente sin mirar a la chica que estaba intentando vestirse en una esquina del cuarto sin hacer ruido.
—Tranquilo Lucas, que no quiero que te cabrees. Y tú, no hace falta que te vistas, recogeré algunas de mis cosas y podréis seguir mancillando las sábanas de algodón egipcio que nos regaló mi tío Bill.
Rose se giró secando sus lágrimas. Una persona que la había respetado tan poco como había hecho Lucas Flint no merecía que derramara por él ni una sola lágrima. A lo sumo, podría derramar una botella de ese vino caro sobre la alfombra de angora del salón, pero ella era mucho más inteligente que todo eso.
Recogió sus cosas como una autómata, ya volvería otro día a por el resto de sus cosas. Guardó entre sus jerseys el cuadro de uno de sus artistas favoritos que había comprado con su primer sueldo. Lucas Flint se enteraría de lo que pasa cuando le haces daño a Rose Weasley, el castaño no se hacía una idea.
Lily estaba fumando mirando por la ventana de su apartamento mientras curaba las ampollas que las nuevas puntas le habían hecho. Poco a poco conseguiría su sueño, aunque tuviera que derramar la última gota de su sangre sobre el escenario.
El timbre sonó sorprendiéndola, no esperaba a nadie a esa horas de la noche. Se levantó cojeando hasta el telefonillo.
—¿Sí, quién?
—Soy Rose, tengo algo que contarte. ¿Puedo subir?
Lily abrió sin preguntarle nada más. Si su prima aparecía por su apartamento, situado en una de las partes menos glamurosas de Londres, a esa horas de la noche, es que algo malo había pasado. Abrió la puerta para encontrarse con su prima cargando con cuatro maletas. Tenía la cara con las marcas de haber estado llorando y los ojos enrojecidos.
—Rose, espera que te ayudo. ¿Qué te ha pasado? Tienes una pinta horrible.
—He pillado a Lucas siéndome infiel. ¿Te importa si paso aquí la noche?
—Sí, claro, sin problema. Pero, ¿tu piso en el West End?
—Para el mes que viene rescindo el contrato de alquiler, ya he avisado a la chica con antelación.
—Joder, Rose...¿Tus padres lo saben ya?
—No, ni quiero que lo sepan. No de momento aún. Ya sabes que mi padre es capaz de presentarse allí y partirle la cara a Lucas.
—Conociendo a nuestra familia, irían todos allí a patearle bien el culo a ese capullo. ¿Quién se cree él para jugar así con mi prima favorita? Ven, prepararé un té. El té soluciona todas las heridas, incluso las del alma. Y así me vas contando tú lo que quieras.
—Se me había olvidado lo británica que eres a veces. Hace mucho que no nos vemos...
—¡Porque siempre estás en la oficina esa del demonio rodeada de estúpidos que no te valoran!
Rose sonrió, había echado de menos a su prima Lily. En cuanto pudo calmarse, sabía que ella era la única persona que no la agobiaría con preguntas que ella ahora no se veía capacitada para contestar. Lily se deshizo de su abrigo y la cubrió con una mana de chochet que conocía bien. Casi podía sentir el olor de La Madriguera dándole la bienvenida, diciéndole que todo estaría bien. Fue hasta el sofá que Lily tenía en el centro de su salón dejándose caer como un saco.
—Bueno, tengo una buena noticia que darte entonces, Lils.
Lily se giró mientras subía el fuego para hervir el agua. Mordisqueaba una galleta de mantequilla, aunque no fuera lo mejor para su figura de bailarina, siempre que estaba nerviosa necesitaba comer algo. Y la noticia bomba que le había dado su prima la había desestabilizado más de lo que quería demostrar.
—¡¿No me digas que estás embarazada?!
—Lils, te he dicho que es una buena noticia. Un hijo de Flint en estos momentos sería de todod menos algo bueno. A lo que voy, que me he despedido. Estoy harta de que no me valoren, ¡merezco mucho más!
—A ver, Rose, que se supone que tu eres la calmada de las dos. ¿Cómo se supone que vas a vivir? ¿Cómo vas a pagar las facturas? ¿Qué le vas a decir a tu madre?
—Ah, por eso no te preocupes. Tengo un anillo de diamantes que empeñar y dos billetes de un vuelo para las Vegas que sale mañana. Contaba con que vinieras conmigo. Creo que lo que necesito ahora es una buena dosis de locura, de dejarme llevar y quien mejor que tú para guiarme. ¿Qué me dices, te vienes?
Lily se mordió el labio pero no fue capaz de contener las palabras dentro de su garganta, una nueva aventura siempre conseguía mover algo dentro de ella. Y si además servía para que su prima se conociera a sí misma de nuevo, ¿qué podía salir mal?
—Las Vegas siempre es un buena idea, ¿no? ¡Vamos a preparar la maleta!
