Hetalia no me pertenece.
Gracias a Kazeshiro-sama por las correciones.
Autumn nights.
Capítulo 1.
"Han reportado el hallazgo de una nueva víctima…" Alfred no logró escuchar muy bien el nombre cuando entró a la cocina a arreglar sus comprar, y a servirse una generosa cena para salir con un emparedado en la boca "Se recomienda a los ciudadanos tomar las precauciones necesarias. La policía aún no da más detalles de éste asesino."
A continuación un oficial del FBI respondiendo preguntas con las respuestas más poco reveladoras que Alfred había escuchado, obviamente la policía no tenía muchas pistas en estos casos, cosa que inquietaba a la población de la ciudad. Hace dos meses que la ciudad entró en el terror de éste despiadado asesino que había aparecido de la nada.
La maldad brota de forma misteriosa, pensó él.
Alfred se levantó después de que la noticia terminó, revisó las ventanas y la puerta trasera de la cocina. Todo asegurado, y en orden.
Solo por seguridad acudió a esta rutina. Según la información de los periódicos, el asesino tenía un perfil para sus víctimas, eran jóvenes, rubios y de ojos claros. Vivian solos, eran personas agradables de la comunidad, y Alfred no tuvo que pensar mucho para darse cuenta que todo apuntaba a su perfil y que era propenso a esto. Acrecentando una especie de paranoia.
Dio un último vistazo por la ventana, afuera los postes de luz alumbraban la calle, los árboles y los autos pasar de vez en cuando. Bien, parece que Alfred vivirá una noche más.
Algo se mueve en su jardín, es pequeño y se oculta en la sombra, Alfred rueda la cortina y entorna sus ojos para divisar mejor ésta pequeña forma. Se mueve otra vez y sabe que eso no puede ser natural. A pesar de la incertidumbre que siente Alfred desea actuar como un adulto y obligarse a averiguar que era.
Suspira aliviado al ver que es solo un pájaro, ahora en la luz de los postes, cruza el camino de piedra del jardín, es pequeño, más pequeño que un cuervo, sus plumas brillantes por la luz, es negro, pero sus ojos, son extraños. Alfred jura no haber visto un ave con los ojos así. Eran turquesa, resplandecientes.
Afiló la mirada y se pegó del vidrio un poco más para darse de cuenta de esto mismo, pero el ave ya no estaba en la luz, había cruzado el camino de piedra, perdiéndose en la oscuridad.
Alfred se quitó los lentes por suponer que algo andaba mal con ellos, se alejó de la ventana, mientras limpiaba los vidrios de sus anteojos y continuó su camino al sofá, estaba tan casando que seguro se había imaginado tal evento.
Se quitó perezosamente los zapatos y la chaqueta que portaba para cubrirse del frio, bostezó sonoramente y llevo la mano a los labios para cubrirse. Dejó la chaqueta a su lado en el sofá y se sentó en éste, subió los pies, y terminó acostado, hundiéndose, tanteó la mesa de la lámpara que reposaba al lado del sofá, sin la menor intención de hacer algún esfuerzo por moverse más, sus dedos tropezaron con la lámpara antes de poder encontrar el control remoto. Cambió el canal y abrazó el cojín de Batman muy cerca de su pecho.
Podía decirse que desde que hicieron publico el patrón de las víctimas, Alfred sintió más miedo que nunca, el hecho que encajara tanto le asustaba y no era el único que lo pensaba, Arthur el encargado del departamento de corrección le hizo una discreta llamada de precaución, a Alfred y a todos. Recuerda la vez que lo llamó a su oficina, ofreciéndole la facultad de trabajar en su casa con los diseños que los ejemplares que serían publicados ese mes, debido a las dos víctimas encontradas muy cerca de la zona, Alfred estaba a punto de aceptar, pero no quiso. Por el hecho que le gustaba su trabajo, y sus compañeros.
Habían pasado dos meses desde que consiguió el trabajo en la editorial, Britannian, era una editorial Inglesa, pero tenía una sede en Estados unidos, bueno, la verdad tenía varias. Alfred no era escritor la verdad, era el diseñador de varios portadas de algunos libros, como también de algunas revistas y demás, tarjetas de presentación, de promoción, publicidad. No había pensado en escribir un libro nunca, admiraba a esas personas que escribían un millón de cosas y tenían coherencia, lo de él era un diseño. Quizás un comic, eso lo animaba más que un libro.
Ahora su horario cambió, como el de muchos en el departamento de diseño, salía antes que se pusiera el sol y se marchaban en grupos, a veces Emma tenía a su hermano que trabajar en el departamento de seguridad de una empresa transportista de valores, así que tener un carro blindado era una ventaja. A veces podía tener la suerte de pedir un aventón y llegar a casa más temprano que usar el transporte público, era sin duda más seguro…
Cuando no podía contar con el transporte que Emma podía ofrecerle, Arthur tenía auto propio, ser el jefe del departamento de corrección tenía sus ventajas. Arthur fue quien lo recomendó para el trabajo, se conocieron en una convención de editoriales, Alfred asistió con la posibilidad de conseguir otro trabajo, había escuchado que las editoriales pagaban bien pero era difícil que una de ellas te contratara sin al menos una recomendación. Si no se hubieran acercado a la misma mesa, tal vez no se hubieran hablado, o bueno, tal vez si Arthur no tuviera cejas tan… únicas, Alfred no las hubiera visto y no hubieran cruzado palabras. Si… definitivamente esas cejas fueron el detonante para poder conocerse.
Un mes después Alfred había conseguido el trabajo en la editorial inglesa Britannia. Había hecho varias tarjetas de presentación para la editorial, entre otras cosas las revistas de la editorial, las tarjetas de cumpleaños y aniversarios. Las portadas de los libros que serían publicados eran un poco más complicado, pero para ello podía contar con el departamento de diseño donde pertenecía. Se había integrado al departamento sin problemas, todos parecían amigables, Emma, siempre tenía buenas ideas, Soren, era un danés de gran altura que era el fotógrafo del departamento junto con Lukas, un compañero noruego, Antonio un alegre joven español, Matthew un chico canadiense que había sido transferido recientemente, él era… tan invisible, Alfred aun no sabía lo que hacía… bueno realmente no se había detenido a ver lo que hacía, Matthew era muy apegado a Emma, ¿Cómo no?
Sin saberlo Alfred había cerrado los ojos, la televisión seguía transmitiendo su programación, y acostado con los brazos abrazando el cojín, Alfred estaba inmóvil, dormido.
Abrió los ojos repentinamente, con los lentes descolocados del puente de la nariz, un repentino sueño lo despertó, soñó que alguien había entrado a su casa. No era la primera vez que tenía la imagen de la puerta abriéndose lentamente, y observar como una figura negra se colaba por la sala hasta las habitaciones. Un sueño recurrente, siempre terminaba igual, aquella silueta abría la puerta de su habitación lentamente… y entraba mientras dormía. Luego de allí… Alfred despertaba. Pasó las manos por el rostro, no era su intensión quedarse dormido, se colocó los lentes bien.
– Debe de ser el estrés… – susurró, luego de levantarse y dio una rápida mirada a la puerta de la casa, cerrada, de madera oscura.
Apagó el televisor, y lo apagó porque sabía que no podría ver televisión con el nivel de cansancio que tenía acumulado en esta semana. Bostezando fue al baño, se ducharía y se podría su pijama para caer dignamente como un tronco en su cuarto, sólo tenía que levantarse, si, trabajo duro para su voluntad. Echó un suspiro profundo y reunió sus fuerza para levantarse y camino al baño, sintió un curioso olor a lluvia, seguramente llovería pronto, como habían llovido todas las noches.
Entró al baño y una corriente de aire frio se filtró por sus pies cuando corrió las cortinas de la regadera, la corriente le golpeó el cuerpo aun vestido, la ventana pequeña que estaba en la parte superior de la bañera estaba abierta. No le dio mucha importancia, ladeó el rostro y se encogió de hombros.
Se desvistió y entró a la regadera.
El agua tibia cubrió su cuerpo, relajando sus músculos tensos, Alfred dio un profundo suspiro de alivio y satisfacción. Se detuvo a enjabonarse y se alejó del agua cálida, el aire frío de la pequeña ventana le erizo la piel. Alfred hizo un gesto tembloroso, y se inclinó hacia la ventana.
Cuando la ventana se cerró, aquella oscuridad estalló en los ojos del joven rubio, que ahora estaba en un ambiente sumido en negrura.
La luz se había cortado.
Alfred se quedó por unos segundos inclinado en la ventana pequeña, escasa luz del cielo le atravesaba, la miro y se sintió que algo extraño y aterrador iba a emerger del vidrio, escucho un sonido, el aleteo de un ave. Dos ojos pequeños e inescrutables se asomaban por el vidrio de la ventana, Alfred se aleja encogiéndose solo un poco, una pequeña ave lo está observando, en la oscuridad, y peor, desnudo.
No sabía si las aves podrían ver atreves de la oscuridad, pero aunque no tuviera dicha habilidad, aquella mirada era tan viva, que lo obligo a tantear la pared del baño, correr lentamente las cortinas de la regadera y salir lentamente.
En todo momento el ave no se movió de aquel lugar.
Tanteó el perchero del baño, que estaba pegado a la pared y tomó su toalla, se secó el cuerpo en la oscuridad, y contuvo las ganas de correr de allí, por temor a terminar lastimado. Así que con una vista inútil y confiando en su memoria, abrió la puerta del baño, y se encontró con un pasillo que no era el suyo, ¡No recordaba que el suyo fuera tan aterrador! El pasillo era iluminado por la escasa luz del cielo exterior, sombras y espacios oscuros de las esquinas.
Cuando pensó en independizarse de sus padres no estaba en ningún lugar, pasar las noches solo… en la oscuridad. No, él no leyó las letras pequeñas de los contratos.
Intentó apartar todos los posibles y aterradores pensamientos que su mente pudieran anidar en un momento así, un payaso asesino, una bruja horrorosa, o Babayaga, se imaginó sus dientes de acero – estúpido Iván, y sus cuentos para niños– o Freddie Gruber, lo curioso era que no había pensado en ninguno de ellos hasta que decidió evitar pensar en ellos.
Alfred emitió un gemido de temor, y decidió buscar algo con que alumbrar su camino, un foco, o una vela. Recordaba que su foco estaba en… alguna parte. Las velas siempre estaban en el tercer cajón de la cocina.
Fue por las velas.
Se movió por el pasillo, lento, con cuidado, con solo una toalla en su cintura y su cabello mojado, sin sus lentes, que recordó estaba en la mesa del baño. Mierda, bueno, lo buscaría cuando tuviera algo más de luz.
Tocó la superficie del refrigerador y supo que hizo un buen trabajo al llegar. ¿Cómo pueden dudar de él?, por favor, es un héroe.
Sólo tendría que llegar al tercer cajón. Avanzó cuidadosamente, el interior de la cocina era una cueva oscura, porque la ventana tenía la cortina desplegada opacando toda luz. Se agachó y su nariz rozó con la madera de la superficie. Alfred se la tocó por instinto, escuchó un tarareo.
– ¡…!
Experimentó un vacío en su estómago, y el temor de no estar solo en ése lugar. Con los dedos en su nariz giró lentamente por la oscuridad, aún no visualizaba bien las cosas por no decir nada. Esperó escuchar algo más, pero no escucho nada, estaba solo.
No supo cuando el sonido de la lluvia se volvió tan nítido, ésta situación sólo aumentó su creencia que no estaba solo, pero eso era imposible, había cerrado todas las ventanas y puertas, las había asegurado como hacia siempre. Busco el tercer cajón y encontró tres velas, tanteó adentro y encontró los cerillos.
Encendió las velas y la luz aparto la oscuridad, huyendo.
Dejó una en la cocina.
Más tranquilo, respiró, salió de la cocina con cautela. Aún no desistía de la – improbable– idea de que alguien más estuviera en su casa... Oh no… ¿Y si era ése despiadado asesino serial?
Alfred abrió los ojos a la nada con esta probabilidad. El terror aumentó considerablemente. La idea corroía su mente de una forma tan rápida, como la oscuridad que se alejaba al avance de sus pies por el pasillo. Volvió varias veces sólo para verificar que nadie lo seguía. Para su alivio no aparecía nadie, esto no lo sosegaba.
Al entrar a su habitación la cerró con seguro y vio su interior en orden, parcialmente iluminado por las dos velas que sostenía. Su cama semi– ordenada, su armario cerrado. La cortina corrida balanceándose perezosa contra la brisa.
….
¡La ventana estaba abierta!
Alfred se acercó a ésta con rapidez, con las dos velas en la mano maniobró el pasar por encima de su colchón y quedar frente a la cortina de color azul celeste que dejaba pasar una brisa fría y humedad. Sostuvo las dos velas con la mano y corrió la cortina. La profunda oscuridad le abrigo la vista celeste. La brisa amenazó con extinguir las luces en su mano.
Alfred sintió la piel erizarse detrás de su cuello y recorrió sus brazos en una sensación desagradable de terror. Cerró la ventana y colocó el seguro. Vio como las ramas desnudas se movían al ritmo del viento y como la lluvia mojaba la tierra que por la falta de luz era negra, con un aspecto desagradable.
Tardó en darse cuenta que sólo tenía una de las velas encendida. Buscó colocarla en la mesa de noche con cuidado de que no se cayera, y encendió la que tenía en la mano, algo de cera le quemó los nudillos, hizo una mueca de dolor pero no importó.
No había nadie en su habitación. Esta que no era grande y no tenía muchos lugares donde poder esconderse. Se aventuró, aún con una toalla de baño en su cintura, a buscar debajo de su cama. Se asomó rápidamente, un movimiento casi ridículo, no vio nada, o mejor dicho no pudo detallar nada, así que la segunda vez que lo hizo, lo hizo despacio y detalló que no había nada de que temer, más que unos calcetines viejos.
Se levantó del piso y se encontró nuevamente solo en su habitación, ¿si él fuera un asesino serial, degenerado y enfermo, donde se escondería? Miró su armario y encontró la respuesta. Allí podía esperar a que Alfred durmiera para atacarlo cuando se encuentre más vulnerable… pero si realmente se encontraba allí ¿Qué haría? ¿De verdad quería encontrarse con un asesino serial en el armario, en su casa, a oscuras, solo… sin ninguna posibilidad de defenderse, más que su fuerza de voluntad… y… su fuerza de voluntad?
¡Pero como podía dudar, él era un personaje heroico, como su padre siempre le instigaba y su madre siempre se enorgullecía!… pero vamos, ¡Algo de sentido común no está de más!
Se acercó a su armario y lo abrió lentamente, cubriéndose con la puerta como protección a cualquier posible ataque, fue un movimiento tan lento y calculado, que asemejó a la brisa cuando mueve una puerta. Por los segundos no se escuchó nada… el sonido de la lluvia exterior aumentó su relevancia ante tal silencio.
Alfred se asomó al igual que lo hizo debajo de su cama, pero sólo encontró la formas de sus conocidas chaquetas, camisas y pantalones, algunas otras cosas, como una vieja cámara que usaba en la universidad. Movió algunas de las mudas que estaban tendidas en los gancho y para su buena suerte y vida, no había nadie allí adentro que podría hacerle algún mal; el suéter de la abuela Mary no contaba.
Buscó su pijama y dejó la vela en la mesa de noche junto a la otra. Se quitó la toalla de la cintura y se colocó la parte baja de su ropa para sentarse en la cama, escuchó un chillido, es fino y diminuto y alarmarte. Alfred se levantó de inmediato como si algo le hubiera dado una corriente eléctrica en la espalda. Se alejó de la cama con torpes pasos y juró que en ese momento escuchó el mismo tarareo que fue opacado por su chillona voz de miedo. Empalideció y su pecho subía y bajaba con rapidez, afiló la mirada hacia la sabana del colchón y vio una masa negra.
Brillaba con la luz de las velas y se preguntó cómo no la podía haber visto antes, y se movía, parecía temblar, y retorcerse, no sabe por qué ver aquello le generó una profunda repulsión.
– ¿Qué rayos es eso…?
Se acercó con cautela, y la masa negra no dejaba de temblar, hasta que se detuvo y una parte de su cuerpo se movió haciendo más fácil asimilar su forma. Una ave, un pájaro pequeño, negro, y el motivo de su temblar era simple; se estaba rascando con su propio pico.
– Oh, Jesus Christ…
El ave sacudió la cabeza y se puso sobre sus patas sobre el pijama de Alfred, se sentó.
¡Aquel animal le dio un susto de muerte!
Alfred aún se incorporaba. Seguramente ese animal había entrado por la ventaba, refugiándose la lluvia y el frio, bien, no había nada de malo en eso, el rubio se pasó las mano por el rostro, tomando conciencia de su posición, estaba aterrado.
Se acercó a la cama y miró de mala gana al animal que lo había hecho gritar de forma poco masculina y heroica, como una señal para que se moviera, el ave no hizo movimiento alguno parecía decida que se quedaría allí sobre la camisa del rubio.
Alfred tomó su pijama y la levantó de la cama, el ave no tuvo más remedio que moverse, chillar y alejarse de allí hasta el espaldar de la cama cerca de la luz de la vela. Alfred se terminó de colocar su pijama cuando vio la enorme sombra en la pared del animal.
Eso era espantoso.
¡Pero no se dejaría intimidar por un animal nuevamente, eso no, nunca más! Aunque aquella imagen le recordaba mucho a "El Cuervo" de Edgar Allan Poe… lo recordaba por que le hizo la portada de la nueva edición y… bueno no distanciaba mucho de esta, sintió leve inquietud, pero no lo demostró.
No había asesino, ni nada que temer. Alfred retornaba a su calma.
Se metió a su cama, dispuesto a dormir, así que movió el cobertor y vio como la sombra en la pared era fiel a la forma del ave en su cama.
– Ni se te ocurra hacer tus cochinadas sobre mí, o te desplumaré.
Alfred tardó en dormirse, tardó en acostumbrarse a ver a la sombra del ave moverse, ocupando toda la pared azul. Apagaría las velas si no fuera porque se sentía seguro con esa luz. Era mejor así que estar en la oscuridad total. Recordó que no tenía sus lentes aunque realmente no le hacían falta, los usaba para la computadora que eran largo periodos de tiempos.
Cerró los ojos lentamente, todo el cansancio lo reclamaba lentamente, pasando el repentino miedo, ahora sentía las consecuencias de todo aquel ajetreo. Suspiró profundamente y se movió en su colchón buscando una posición donde dormir, no escuchó más la lluvia cuando cayó profundamente dormido. Eran tantas emociones en una sola noche.
Alguien tararea. Es como una risa suave profunda y relajada, está divirtiéndose por todo esta comedia. Está observando, como su cuerpo busca resguardo del frio, como sus pies se frotan suavemente, como su cuerpo ocupa pesadamente la cama, como las sábanas contorneaba su cuerpo durmiente. Detalla su cabello algo húmedo, rubio, como se esparce en la almohada, su piel había perdido su color por obvias razones que se regocijó culposamente a observar, pero ahora están en calma, sus cejas rubia relajadas expresaba la tranquilidad de un sueño apacible y renovador.
Tocó su rostro en una suave cercanía, cercanía fría, que alteró el impasible rostro del durmiente. Éste frunce las cejas y gime, sus pies se retuercen por que ha sentido un escalofrío. Oh, tan perfecto. Su cuerpo se encoje.
Él busca admirarlo en su lucha por recuperar su calor, es curioso el verle perturbado, sus cejas rubias se curvean hacia arriba en son de preocupación. Cuando menos se lo espera abre suavemente los ojos, admira el azul cielo que es iluminado por la luz de las velas; son brillantes y llenos de una vida, que es prohibida tocar.
Su rostro es de confusión, se lleva una de sus manos a los ojos y los restriega con algo de dureza, entorna la mirada y observa la pared; la pared azul, ahora tiene otra figura. Alfred se levanta de la cama de un salto, alarmado, se aleja de la cama asustado, pensando que lo perseguirá de alguna manera, pero logra alejarse lo suficiente para no ser tomado por nadie.
Era el perfil de un hombre en la pared, era una persona, una silueta, busco el ave cerca pero no la encontró. Movió los ojos hacia las velas y por lógica y física, la figura que reflejaba debía estar allí, de pie, inclinado sobre la cama, observando el cuerpo durmiente de Alfred, pero la tortura y terror, allí no había nada ni nadie a quien reflejar.
El rostro del americano perdió color. Y se fundió en la pared de la habitación hasta tocar la esquina del muro. El pecho del joven subía y bajaba con prisa, angustia marcada en su rostro y el terror al ver como el perfil giraba hacia él, simulando observarlo.
– Oh, God,
La sombra se endereza suavemente.
No puede soportarlo más.
Se mueve y abre la puerta con rapidez, sale por el pasillo a oscuras, tantea las paredes.
Hay algo en su casa, algo malo, algo horrible e inexplicable y él no se quedaría para averiguar que era. Porque no siempre los adultos deben de averiguarlo todo, no siempre se puede ser un héroe y ser valiente.
Se siente un poco más seguro con la poca luz que irradia la vela en la cocina.
Tomó la vela y camino por la sala. Tomó las llaves del llavero pegado a la pared, metió la llave en el cerrojo con dificultad porque sus manos estaban temblando irremediablemente. Quitó un seguro. Otro seguro un tercero más y podría salir de allí.
La luz volvió.
Iluminando todo. Alfred se quedó paralizado en la puerta de madera oscura. Afuera la lluvia caía agresivamente, adentro la luz había expulsado todas las sombras de su casa.
Pronto aprendería que la peor tormenta se encontraba en la aparente calma.
Gracias por leer hasta aqui.
DamistaH.
