Hermione sintió como su corazón se hundía al verlo a lo lejos, con otra. Era la chica rubia de ojos ámbar con la que Draco en la actualidad salía.

Ambos sonreían, pero la castaña tenía la certeza que él lo hacía falsamente, fingiendo que quería a la muchacha cuando lo único que deseaba era llevársela a la cama tal cual lo había hecho con sus conquistas anteriores.

Y entonces llegaría el momento en que el platino daría el golpe final: después de haberla "amado" por toda una noche, haciéndola sentirse especial, actuaría indiferente y, cuando la rubia preguntara e por qué de su actitud, el muchacho la humillaría llamándola "zorra", "puta", "fácil ", por el hecho de haberle entregado su cuerpo con total confianza, encargándose de romperla de tal forma en que la chica no volviera a ser la misma...

Algunas reaccionaban rompiendo en lágrimas de tristeza, de furia, impotencia, decepción... Otras cuadraban los hombros, apretaban los labios, y se alejaban con la frente en alto, como si él no se hubiera encargado de destruir sus ilusiones, su confianza. Y también las había del tipo que no entristecía en lo mas mínimo, sino que se enfurecían, y golpeaban a Draco con toda su furia: una cachetada, un puñetazo o, en el caso de ella, un rodillazo en la entrepierna...

Porque si, Hermione también había sido una de sus víctimas, una de las ilusas que no solo se habían acostado con él, sino que le habían entregado su primera vez, sin que ese desgraciado la mereciera en lo mas mínimo.

Hubiera deseado acercarse a la pareja, y advertirle a la rubia que no se fiara, que el platino no era el chico perfecto que decía ser, que no era mas que un lobo disfrazado de cordero, pero no pudo: los perdió de vista por un instante, y entonces ya no estaban.

En lo más profundo de su corazón tenía la esperanza de que esta vez fuera diferente, que la rubia lograra entrar en el duro corazón de Malfoy, pero sabía que eso era prácticamente imposible, un caso perdido.

Porque, después de todo esa era la vida real: los chicos como él nunca cambiaban.