Hogar, dulce hogar
Kamui, Kagura
[...]
El hogar es donde está tu corazón, es lo que se alcanza a leer en la hoja arrugada que reposa en la mesa del comedor. Kamui siente una mezcla de náuseas y nostalgia al leer la frase. Él sabe lo que es un hogar, y también sabe lo que es perderlo.
El apetito se le va y decide retirarse, eso a todo el mundo le extraña, aunque todo el mundo sean los pocos que sí prestan atención a algo que vaya más allá de sus narices. En este caso, Abuto y Bansai.
"¿Qué fue eso?", inquiere la mano derecha de Takasugi y creador de la dichosa frase que es la razón de ese nuevo y sorpresivo evento.
"Problemas familiares", resuelve el mayor, con tono de broma. "Por cierto, bonitas palabras".
Kamui necesita que sus puños estén repletos de sangre para que esas remembranzas dejen de aparecer frente a sus ojos. No quiere recordar nada de nada, pero están ahí, tocando la puerta de su consciencia, persistentes.
El hogar para él siempre fue su madre, incluso cuando tomó la decisión de aplastarla con el rojizo color de la sangre de sus víctimas, aun cuando sólo vivía huyendo de la familia que ella tanto quería. Siempre había sido ella, su calidez única, su sensibilidad, su gracia y su capacidad infinita para ser perfecta a sus ojos. Su madre lo había sido todo para él.
Ella era su hogar, su vida, y su propia muerte. Porque Kouka no estaba más allí, a donde quiera que mirara ahora, sólo habría vacío. Y el niño inocente y ansioso por cuidar a su madre y hermanita había muerto cuando se marchitó esa flor.
Sin embargo, había otro hogar para él, ese que no admitiría que existía, ese que podría reponerle cada uno de los pedazos rotos de su corazón.
"Kagura".
El hogar del que venía huyendo.
[...]
No imaginó verla tan pronto. Pero quería hacerlo, aunque eso significara la destrucción de ese cascarón que había creado para ocultarse. ¿Cuánto tiempo había corrido para escapar del lugar donde siempre quiso estar?
"Eres un desastre, Kamui".
Su nombre en sus labios sonaba como los bienvenido de vuelta de su madre. Porque estaba en casa otra vez, y ya no se iría.
"Déjame trenzar tu cabello".
