Otra vez. Habían hechizos por doquier; las maldiciones rebotaban hacia todos lados.
Giró la cabeza, absorta en la batalla, y vio como a Neville le daba un conjuro de piernas de gelatina. Harry tenía rasguños y le caía sangre por toda la cara.
La visión se hacía borrosa, supuso que por sus propias lágrimas. Tenía miedo. Mucho miedo. Una sombra, con la cara cubierta por una máscara, se materializó detrás de ella y gritó, sin pensar, el primer hechizo que le vino a la cabeza. No se detuvo a mirar su efecto; salió corriendo hacia Luna, que había trastabillado y un mortífago le apuntaba por la espalda con la varita. Lo petrificó. Y volvió a correr. No cesaba de llorar.
De pronto, otra vez, todo volvió a ser a cámara lenta.
Alguien gritó "¡DUMBLEDORE!" y todos dejaron de pelear.
Los seguidores del Lord Oscuro, murmuraban entre ellos; los miembros de la Orden del Fénix seguían con las varitas enervadas, por si acaso atacaban de nuevo.
Solo había una pareja que seguía luchando, sobre una tarima; al parecer no se habían dado cuenta de que Dumbledore había llegado.
Se oyó un tintineo, y un cristal roto.
Ella vio que el hombre, moreno, y muy atractivo, al que el cabello le caía a ambos lados de la cara, esquivaba el haz de luz roja que la mujer, también morena, aunque de pelo largo y cardado, muy encrespado le lanzaba, y se reía de ella.
La mujer, riéndose, le intentaba acertar. Iba en serio. Gritaba y reía. Estaba loca.
-¡vamos, tu sabes hacerlo mejor!-le gritó, provocándola, el hombre, y su voz resonó por la enorme y tenebrosa habitación.
Sorpresa. El segundo haz le acertó de lleno en el pecho. El hombre, también sorprendido, no dejó de reir, y cayó. Cayó a través del arco. Y atraviesó un velo.
Lo sabe. Ella lo lee en sus ojos y vuelve a gritar, victoriosa, bailando y canturreando. Él también lo debía de saber.
Y ahí termina todo. Y se apaga el brillo de sus ojos azules. Muere.
Y ella se siente morir con él.
Se incorporó bruscamente en la cama, respirando agitada. Gotitas de sudor recorrían su frente. Suspiró, apartándose el pelo de la cara.
-¿otra vez...?-susurró una voz a su derecha. La miró como si no la conociera.
Era pelirroja (a pesar de ser de noche, se distinguía bien su color de pelo) de mirada afable e impresionantes ojos castaños. Sonrío, tranquilizadoramente, pero con cierta lástima. La muchacha también estaba en el sueño, en ese momento se acuerda de ella, estaba ayudando a Neville.
-Sí, Ginny... -tenía la voz ronca. Le salió seca de la garganta-otra vez...
Pero solo había sido un sueño. Un sueño que se repetía noche tras noche, durante toda la maldita semana.
-creo que deberías...-comenzó. Sin esperar a que terminara la oración, la muchacha negó, rotundamente; ya la había escuchado de sus labios muchas veces. La solución: decírselo a algún profesor, ya que Dumbledore se había esfumado, dejando al mismísimo ministro con la palabra en la boca.
-es solo un sueño.-dijo, restándole importancia al asunto.
-pero que ya se ha repetido por lo menos seis veces, que yo haya contado-añadió-no es normal que sean tan vívidos, Hermione.-susurró, con respeto-pienso...pienso que te podría estar pasando lo mismo que a Harry-le anunció, con cierto temor-¿y si practicaras oclumancia...?-dejó caer la proposición, con soltura.
Hermione la miró con ternura. Como si no lo hubiera intentado ya... desde la tercera noche. Sin éxito, y cada vez peor. Desde hacía tiempo ya no regañaba a Harry con respecto a sus clases con Snape. Hasta a ella le parecía diícil la materia.
-Duérmete, Ginny-sonrió, agotada, dejándose caer ella también, sin molestarse en coger las mantas.-es solo un sueño...
Ginny no estaba tan segura de eso. Con amargura, hizo caso. Hermione nunca se equivocaba, tal vez se estuviera estresando demasiado por el torneo de quidditch. Cerró los ojos con pesadez, suspirando sobre la almohada.
Estaba medio inconsciente cuando le pareció escuchar murmullos. Al final se rindió al sueño. Hermione nunca se equivocaba.
Inspiró profundamente, intentando conciliar el sueño, tan rápido como lo había logrado su amiga. "Estás perdiendo facultades" pensó.
Volvió a recordar esa última imagen, la más dolorosa, la más vívida. Parecía que en ese momento dejaba de llorar, única y exclusivamente, para contemplar el terrible espectáculo que cada noche sucedía.
Y esos ojos azules, sin ese brillo tan característico suyo, le habían marcado el alma. De nuevo, pero esta vez a la realidad, volvían las lágrimas. Sollozó en silencio, angustiada.
-es solo un sueño...-se repetía una y otra vez. Inconscientemente, se llevó el brazo al pecho, y se acurrucó, hecha un ovillo, gimoteando, balanceándose, protegiéndose el corazón de una reproducción tan exacta y dolorosa. Tan... descorazonadora. Esos ojos debían de tener vida. Definitivamente...-es solo un sueño.
