"¿Se puede saber cómo los niños consiguen llegar solos hasta los cementerios? Luego se lo preguntaré."

Entre las modernas tumbas, angelicales figuras y un montón de plantas y flores adornando el cementerio, un niño de unos cinco años de edad, con un desordenado cabello azabache y unos ojos azules, enrojecidos de tanto llorar se hallaba frente a dos lápidas de aspecto nuevo, con unos lirios frescos en cada una de ellas.

La chica se paró detrás de él unos minutos antes de avanzar hacia las lápidas de piedras y poner una mano sobre cada una. El niño se la uqedó mirando extrañado y asombrado a la vez, con un turbulento brillo de tristeza anegando sus grandes ojos.

-¿Són tus padres? - la voz de la chica era suave y susurrante, pero audible.

-Si.

-Murieron la semana pasada, ¿no?

El niño no contestó con palabras, sólo asintió, apesumbrado. La chica se mordió el labio inferior, conteniendo las ganas de correr y abrazarlo. Pero tenía que esperar, ser paciente, y todo saldría bien para ambos.

-Y tu los querias mucho... y ellos a tí.

-...

El niño seguía sin responder, así que la chica optó por seguir hablando.

-Tus padres – dijo mientras acariciaba brevemente las frías lápidas – te habían preparado un regalo muy especial para hoy.

El niño elevó los ojos, ahora con lágrimas resvalando por sus aniñadas mejillas.

-¿Sabes qué día es hoy?

-Sé que es un día importante, pero no lo recuerdo. - respondió el niño, tras unos minutos en un murmullo.

-Pues yo sí que lo recuerdo.

La chica se fue a sentar en una de las lápidas pero se contubo, no era muy educado, y eso sólo impactaria más al niño, así que se arrodilló entre las dos tumbas y sonrió amablemente.

-Hoy es tu cumpleaños, Terry.

Terry dió un respingo al escuchar su nombre pronunciado por esa extraña chica.

-Y tus padres te tenían preparada una sorpresa para tu cumpleaños.

-Lo sé, mi tía Lisa me dió el otro día mi regalo.

¿Y que era? - preguntó pacientemente la chica, a pesar de saber ya la respuesta.

-Un gatito. Me dijo que iba a ser mi regalo de cumpleaños por parte de mis padres. Y sé porqué me lo iban a regalar.

La joven ocultó otra sonrisa. El niño estaba empezando a hablar, y ahora sería más fácil.

-¿Porqué? - preguntó oportunamente mientras le tendía una mano a Terry. El niño de azbaches cabellos la tomó entre sus dos manitas y se acercó a ella poco a poco mientras le explicaba.

-Hace dos años y algo se me murió un gatito que yo quería mucho, y lo he estado hechando mucho de menos – con sus palabras propias de un niño de su edad, el pequeño cada vez lloraba más.

-¿Y cómo se llamaba?

-Louis. Y me han regalado este, que se parece mucho al que tenía, pero no es el mismo. No lo quiero tanto como a Louis.

-Y dime... ¿Qué te gustaria para tu cumpleaños?

Terry miró a la chica con desesperación. Al principio había recelado un poco, pues no creía muy normal que una completa desconocida se parara a hablar con él de sus padres muertos y encima supiera tantas cosas. Pero el aspecto de la chica, aunque extraño, le emanaba calidez y confianza. Y no era para menos, pues su aspecto era el de una chica joven, tal vez de unos diecisiete o dieciocho, de piel muy blanca, de cabellos castaños oscuros, lisos y largos hasta la cintura, con algunas flores púrpuras y pequeñas enganchadas en algunos mechones y de unos ojos castaños muy oscuros. Su ropa consistía en un extraño top de al parecer terciopelo azul oscuro, algo que creía que se llamaba corsé, con una falsa de diferenets colores de gasa púrpura y unas botas punteagudas negras, de bruja. Pero cuando había tomado su manos tendida se había sentido a salvo. No podía ser una bruja.

-Quiero a mis padres. Quiero a mis padres, quiero que ellos vengan conmigo y se queden...pero no puede ser. - acabó mientras lloraba a lágrima viva.

-¿Por qué no?

La pregunta de la chica la dejó atónito.

-Pues porqué están muertos. ¿Puedes devolverlos a la vida? - pregeuntó esperanzado el niño a la extraña chica mientras la cogía con las manitas y la miraba suplicante.

-No, lo siento...- balbuceó ella, algo incómoda. El niño abjó la cabecita con triteza al tiempo que viento soplaba y deshojaba las flores de ambas tumbas.

-¿Y yo puedo ir con ellos?

La voz del niño, floja y con una emoción y excitación impropias de la situación, hicieron sonreír a la chica.

-Claro.

-Pero para eso he de morirme, y mi tía no me deja.

La chica sin poderlo evitar, hechó a reír.

-Es normal, te quiere mucho.

-Y yo a ella, pero yo quiero ir con mis padres...

la chica le elevó el mentón para mirarlo a los ojos con una dulce sonrisa.

-¿Estás seguro de lo que dices?

-¡Completamente! - contestó Terry separándose rápidamente de la chica, con una gran sonrisa en el rostro y los ojos secos de tanto llorar.

-¿Y tus amigos? ¿No te hecharán de menos? - el niño contestó de nuevo negando la cabeza enérgicamente.

-¡No tengo amigos, así que no importa! - los castaños ojos de la chica se oscurecieron aún más y la sonrisa desapareció de sus labios por un breve periódo de tiempo.

-¿Y tu família?

La excitación de Terry disminuyó un poco, pero se sobrepuso con facilidad.

-Ya han pasado por esto, podrán superarlo.

-La muerte no es cosa de juego. - le recriminó al pequeño con el ceño fruncido.

-Lo sé, ¡pero yo sólo quiero ir con papá y mamá!

-¿Tienes muchas ganas?

-¡Si!¡Estoy dispuesto a aguantar todo el dolor del mundo con tal de volver a verlos!

"Aquí va la pregunta"

-¿Quién te ha traído aquí? ¿Cómo has llegado?

-Mi tío Chad, era el hermano de mi mamá y quería verla. Me dijo que me dejaría solo un rato y que después volvería. Ha llorado mucho, pero no tanto como yo – dijo inchando el pecho, orgulloso. La joven sólo pestañeó, incredula, y rompió de nuevo en carcajadas.

-Muy bien, entonces, este será tu regalo de cumpleaños.

-¿El qué? - preguntó el niño, con los ojos brillantes de lágrimas.

-Volver con tus padres... y con Louis.

Pero Terry frunció el cejo, separándose unos metros de ella.

-¿Y cómo lo vas a hacer? - entonces un atisbo de temor asomó por su voz - ¿Vas a ... a ... matarme?

La chica lo miró significativamente, notando los temblores que el niño tenía por todo el cuerpo.

-¿Eres la... muerte? - la chica respondió sonriendo y levantándose. El niño, sin embargo no pareció muy contento con la respuesta.

-¿Qué pasa? - se impacientó la chica ante la mirada del pequeño de ojos azules.

-La muerte tiene esa cosa.. como se llama... ¿Guadaña? ¿Oz? No sé, esa arma con la que corta la cabeza... y se supone que tiene cara y todo de esqueleto, y va tapada por una túnica con capucha negra.

La chica lo miró con desconcierto antes de negar mientras ocultaba una nueva risa.

-Las peliculas lo exageran mucho... además, nunca nadie ha visto la muerte y a vivido para contarlo – eso era una gran mentira, pues había veces que la gente, tras convencerla, se daba cuenta que la muerte era un error prematuro y intentaba volver a vivir. Pero nunca lo contaban, tal vez porque lo creían demasiado importante o tal vez porque se olvidaban del asunto – ¿ te gusta esta nueva muerte o quieres que me disfrace de la otra?

El niño la miró, evaluándola.

-No, esta es mucho más guapa que la que me decían – dijo sonriendo. La chica se sonrojó levemente ante el pequeño piropo del niño.

-Me alegro.

-¿Tienes alas? También me decían que la muerte venía en forma de una mujer muy guapa con alas negras.

La chica comprobó que no había nadie alrededor y se agachó ante el niño.

-Vamos con tus padres.

El niño, sin mediar palabra, con una solitaria lágrima cayéndole por la mejilla, asintió, para ver con asombro como de la espalda de la chica salían dos grandes y hermosas alas negras y lilas. La chica le limpi´ço la ágrima con el pulgar y se levantó. El niño la cogió de la mano, y entonces los dos salieron a paso caminante hacia el pequeño bosque que señalaba la parte vieja y abandonada del cementerio, y guiados por un sendero el cual habitaban viejos angeles de piedra medio derruidos, se aceercaron poco a poco a un punto dónde el frío empezaba a hacerse presente.

-¿Me dolerá?

-La chica miró al niño que temblaba, puede que por el frío, pueude que por el miedo.

-En absoluto.

-¿Cómo te llamas?

La chica sonrió al niño, dándole confianza y apretándole la mano en señal de que no estaba solo y que no temiera.

-Isabella Swan... aunque todos me llaman Bella.

-¿Eres un espectro?

Entonce sla chica se paró y se agachó a la medida del niño, y cogiendole la otra mano, la puso en su pecho y espero pacientemente a que el niño, sorprendido y sonrojado, se quedara asombrado.

-Tu corazón late...

-Soy humana.

-¿Cuantos cientos de años tienes? - preguntó cuando volvieron a reanudar el camino mientras él se miraba la mano que había sentido los latidos del corazón de la chica muy sonrojado.

-Cientos ninguno... sólo tengo doce más que tú.

El niño se puso a contar, mal en su interior y la niña lo sacó de dudas.

-Diecisiete.

-¿Y de verdad eres la muerte?

Bella sonrió con pesar.

-Soy más que eso, soy alguien muy importante al sitio donde vas... por desgracia.

Y así, de nuevo en silencio, se perdieron entre sombras y angeles de piedra, quiénes les seguían con su fría mirada hasta que desaparecieron.