Muy buenas chicos y chicas, os traigo algo nuevo, esta vez vamos con un Dramione (mi shipeo favorito) he leído tantas buenísimas historias sobre este fandom que me sentía muy reticente al escribir yo algo, pero las ideas no dejaban de surgir en mi cabeza y al final me conozco y eso explota, así que he decidido publicar el primer capitulo y ver la aceptación que tiene, no creo que sea una historia larga, ya la tengo más o menos hilada, sin más dilación espero que os guste. (No tengo beta ni nada así que si veis algún fallo comentadlo por aquí y corregiré inmediatamente)

Obviamente no me pertenece la saga de Harry Potter ni ninguno de sus personajes, sino viviría en un yate y tendría un perro llamado Zurraspas.

Back in Green

(De vuelta al verde)

Capitulo 1: El divorcio.

Salía de la oficina sintiéndose extrañamente liberada y avergonzada por ello, Ron la observó un segundo antes de perderse entre la multitud. Llovía de nuevo. Sus ojos azules mostraban tristeza y resentimiento, como si en el fondo la culpara a ella del fracaso.

La mujer se sentó en el metro, le gustaba el transporte muggle cuando llovía, era como recorrer una postal. Con la vista fija en sus zapatos la sensación de libertad se perdió entre las gotas que salpicaban la piel de sus pies. A los veintinueve años madre de dos niños y recién divorciada.

Se sintió fracasada, tenía un trabajo importante en el ministerio de magia, un sueldo decente y una casita de dos plantas a las afueras de Londres , y aún así sentía que había fracasado en un aspecto importante de su vida.

Su madre le había avisado el día de la boda que no era buena idea enlazarse con alguien con quien has crecido, y al fin había tenido razón. El amor había dado paso al cariño y de ahí directos a la amistad.

Después de nacer Hugo lo habían hablado, habían hecho lo que se supone que debían, al formar una familia después no les había quedado nada.

Habían esperado a que los niños fueran un poco más mayores para explicárselo, Hugo aún no lo entendía.

Suspiró derrotada, volvería a la casa donde había querido a Ron, donde habían reído tanto. La vibración de su móvil en el bolso la distrajo un momento. Odiaba aquel aparato.

Harry estaba al tanto de todo aquello, había hablado con ambos muchas veces a sabiendas que nada podía hacerse.

Ahora mientras Ginny esperaba salir de cuentas el tenía que soportar como sus dos mejores amigos separaban sus vidas.

Hermione se bajó del metro y caminó hacia la casa, el tiempo era gris y frío. Perfecto. Comprobó su teléfono para descubrir otras dos llamadas perdidas de su mejor amigo. No las contestó.

Se descalzó al llegar y colgó su gabardina. Bajo ella llevaba un simple suéter fino y una falda marrón.

Se preparó un té y subió. Ron había prometido recoger sus cosas y marcharse de la casa para hacer las cosas más sencillas, pero verlo todo tan vacío la hizo estremecerse, el despacho que solían usar juntos ahora solo tenía un escritorio y las paredes estaban marcadas por los libros que ya no estaban.

Aquel era el esqueleto de su vida anterior.

Por su mejilla bajó una solitaria lágrima y rápidamente se llevó una mano al rostro para quitarla. No era muy diferente a la Hermione que terminó el colegio once años atrás, solamente tenía el cabello más desordenado si cabía, mas corto y un brillo de sabiduría y cansancio en la mirada.

Preparó un par de filetes con patatas y verdura y mientras colocaba los cubiertos en la mesa la puerta se abrió.

-¡Mami!

-En la cocina cielo -soltó sonriendo al oír su voz apresurada. Eran su gran consuelo.

El pequeño Hugo corrió a abrazarla riendo, mirar su cabello rojizo y despeinado hizo que le diera un pequeño vuelco en el corazón. Sus ojos claros la observaron mientras comían. Era un pequeño Ron.

-¿Entonces papá se ha marchado? -preguntó sin rastro de tristeza, las pataletas y llantos habían quedado atrás. Era suficientemente inteligente para camuflar que no entendía porque sus padres ya no se querían.

-Haremos un horario con papá -contestó ella sonriendo- podréis verle siempre que queráis, puede venir todos los fines de semana.

-Esta bien -contestó- ¿Ha escrito Rose?

-Aún nada tesoro, seguro que esta pasándolo en grande -Hermione recordó un segundo su primera semana en Hogwarts y como había olvidado escribir a su atemorizada madre.

El pequeño echaba mucho de menos a su hermana, le había suplicado meterse en el tren con ella.

Después de la comida ambos se sentaron en el sofá en una nueva tradición no hablada, al estar los dos solos veían todas las noches una película en la televisión.

-¿Sabes que podemos hacer mañana? .-preguntó ella- Podemos mover todos los muebles, cambiarlo todo de sitio y pintar de nuevo. Tu eliges los colores.

-¿Puedo pintar mi habitación verde? -preguntó abriendo mucho los ojos con incredulidad.

-¡Claro! -exclamó ella despeinandolo mientras el aplaudía.

En aquel fin de semana le escribieron a Rose enviándole fotografías mágicas de ambos pintando, decorando y tirando trastos viejos, el pequeño Hugo durmió muy cansado el domingo pero con una gran sonrisa en el rostro. Aquello era lo único que podía hacer, tratar de hacerlo feliz.

Hermione también tiró mucha de la ropa que había usado aquellos años, empezó a sentirse un poco más joven y menos cansada.

Su pequeño se marchó a la escuela como cada mañana, lleno de energía mientras ella salía tras el para llegar pronto a la oficina. Estaba ansioso por terminar los apenas dos años que le quedaban y poder embarcarse en la aventura mágica de Hogwarts.

Solía llegar la primera para tomarse un café sentada repasando las noticias. Repasó el periódico cuando llamaron a su puerta, en la que había una placa dorada que rezaba "Departamento de regulación de ley mágica", Carol, su ayudante entró apresuradamente con su agenda y una montaña de papeleo, debía mandar a muchos agentes de campo cada día a que inspeccionaran irregularidades. Desde la guerra habían descubierto una inmensidad de redes ilegales de tráfico de animales y criaturas mágicas.

La mujer pasó toda la mañana sin levantar la cabeza, tan concentrada como cuando hacía trabajos en el colegio, solamente se detenía para tomar sorbos de un té cada vez más frío.

Era casi la hora de comer cuando un golpe en la ventana la sobresaltó.

Hermione echó mano a la varita que guardaba en el bolsillo, sus nervios no habían sido los mismos.

Una lechuza marrón, de Hogwarts esperaba sobre la cornisa. Ella corrió sonriendo, "Al fin noticias de Rose" pensó mientras le daba una chuchería para animales que guardaba en un cuenco sobre el mueble.

Abrió el sobre con calma apoyándose sobre su escritorio, pero aquella letra no era la de su pequeña.

Decía algo del veneno de una planta mágica y San Mungo.

Hermione agarró su bolso a toda pastilla y salió a la antesala.

-¡Carol! -exclamó, la mujer pegó un respingo en su silla, por lo general Hermione jamás levantaba la voz- Acaban de escribirme de Hogwarts, Rose esta en el hospital, tengo que irme.

-Claro señora Weasley -murmuró la chica frunciendo el ceño.

En el tiempo en que corría hacia el ascensor pensaba lo desagradable que le sonaba aquel apellido. No porque odiara a la familia ni nada más lejos, sino porque se sentía lejos de todo aquello.

Sentía como si hubiera estado viviendo una vida prestada.

Hermione alcanzó una chimenea a la carrera, pensó en el hospital en el que tantas veces había estado tras la batalla y cuando abrió los ojos el fuego verdoso se la había tragado.

Sintió el familiar tirón del estomago, como un gancho que la catapultaba por la inmensidad durante un escaso segundo.

Los pasillos blancos de la recepción y el olor a desinfectante la aturdieron un momento.

-Disculpe, mi hija, Rose Granger-Weasley -habló atropelladamente mientras agarraba su bolso con los nudillos blancos- la han traído de Hogwarts.

Lo cierto era que sus hijos llevaban los apellidos de ambos y ella se había cambiado el suyo tras la boda. Craso error.

La enfermera rebuscó en un largo pergamino y su semblante se suavizó.

-Tercera planta habitación 28.

Hermione llegó sin aliento a la puerta corredera, la abrió de un tirón para darse de bruces con un medimago de bata blanca que salía de allí.

-Oh discúlpeme... -se apresuró a mascullar, levantó la cabeza. Facciones finas, pálido, cabello rubio y ojos fríos como el hielo. Aunque de echo estaba muy sorprendido de verla- … Malfoy.

-Granger... ah perdona Weasley -dijo sin cambiar un ápice su expresión.

-Granger esta bien -soltó ella con molestia. Miró al interior de la habitación y entró sin mediar palabra, deseosa de verla.

Su pequeña Rose yacía en una cama blanca sus rizos encrespados castaños desplomados sobre la almohada, horrorizada ahogó un gemido al ver vetas verdosas cruzar su rostro y sus brazos.

-Esta bien -murmuró una voz calmada a su espalda, de nuevo el- se le ha inyectado el antídoto y hemos enviado una dosis al colegio por si vuelve a suceder, las ronchas se le irán del todo en un par de meses.

Hermione acarició durante un momento la frente de su pequeña y suspiró aliviada.

-Me pasaré luego a ver como está -dijo el, de nuevo sin expresión.

La mujer se acomodó al lado de la cama cuando oyó la puerta cerrarse. Había oído años atrás de la muerte de la esposa de Malfoy, Astoria, decían que su hijo Scorpius no lo había pasado muy bien.

Soltó una risita cansada. El parecía más frío que de costumbre, ninguno de su familia habían acabado en Azkaban, pero habían dejado de ostentar el poder y la opulencia de antaño, se rumoreaba que la familia no pasaba por buena racha económica, habían empezado a vender sus antigüedades. Incluso Draco había tenido que trabajar.

Todo aquello le llegaba a través de las pocas noticias que se dignaba a ojear en "El corazón de bruja" cuando iba a la peluquería. Tampoco le sorprendía, después de haber aguantado a Malfoy toda su infancia había empezado a creer en el karma.

Se estiró, su estómago rugía de hambre pero no quería dejar a su hija por si despertaba. Había avisado a Ron, pero como Auror estaba en una misión en Normandía y no podía ir. Hugo se iba a quedar a pasar la noche en casa de su mejor amigo.

Cuando las farolas de la calle comenzaron a encenderse ella levantó la cabeza de su libro, la puerta se deslizó a un lado.

Malfoy estaba allí, alto e imponente. Frialdad, era la palabra que se le venía a la mente cuando le veía. El colegio había sido todo su apogeo de maldad en contra de ella, y aunque habia otros muchos nacidos de muggles ella siempre era el blanco de las burlas. No era algo que se mantuviera en su mente, Hermione se sentía muy segura en su propia piel para sentirse amenazada pero estar en la misma habitación que el seguía siendo antinatural. Caminó por el cuarto, tomó las constantes vitales a la niña y se volvió a mirarla. Juraría que había cambiado más si cabe desde que lo conocía, parecía mucho más alto que ella, más desgarbado y tranquilo.

Recordaba haber pensado muchas veces que aquel niño debía tener una pesada carga, siempre lo veía con la cabeza alta pero con la espalda tensa, los dientes apretados, como si realmente no la odiara solo a ella sino al mundo que lo rodeaba.

-Dormirá toda la noche -Habló marcando algo en una tablilla con un pergamino- deberías irte a descansar Granger, no tienes buena pinta.

"¿Ahora te importa mi salud?" pensó son ironía. Pero la realidad era que no sentía ningún rencor, ahora tenía hijos y sabía lo cueles que podían llegar a ser algunos niños sin proponerselo, aunque él la había despreciado innumerables veces en el pasado todo había quedado atrás. Malfoy le había hecho llorar en el colegio eso era cierto, pero lo veía como algo tan lejano que no podía culparle, siempre lo imaginaba solo en una gran mansión con unos padres que apenas lo miraban, y ciertamente se acercaba mucho a la realidad.

Hermione se levantó y se estiró frotándose el cuello con una mueca de dolor.

-¿Hace cuanto que no duermes bien? -Le preguntó de golpe, como quien comenta el tiempo.

-Once años -respondió ella con sinceridad, con una ligera sonrisa de disculpa. Todos sabían lo que había ocurrido y no le apetecía ahondar.

-Puedo recetarte poción para dormir sin soñar.

-Ya no funciona -resolvió agarrando su bolso desgastado. Sacó su teléfono y llamó Hugo para comprobar que todo iba bien.

Observó como Malfoy miraba su pelo encrespado y su ropa arrugada, se alisó la camisa con un par de golpecitos y sacó de su bolso un termo con té.

El hombre se quedó allí un segundo, era el momento perfecto para disculparse, para abochornarse por su comportamiento en el colegio, pero estaba seguro de que no serviría de nada, Granger era inteligente pero dudaba que le hubiera perdonado todas las veces que le había hecho daño.

Mientras cerraba la puerta tras el recordó como su hijo Scorpius le había dicho un día que el era famoso en el colegio por su odio a los nacidos de Mugles, el niño casi había llorado al decírselo. El mismo se había sorprendido al negarlo, no era odio, en su infancia había sido su educación, y al madurar y ver como era realmente el mundo se había dado cuenta de su error. Cuando les vetaron cualquier cargo de importancia en el ministerio y su mansión dejó de importar se dio cuenta de lo imbécil que había sido. Tampoco era el amigo de los muggles y seguía pensando que los magos eran mejor que ellos, pero no era asco o odio, era simple y llanamente superioridad por poseer la magia.

Aún no le gustaba cuando Potter salía en los periódicos por su grandisimo trabajo como auror o su mujer la pelirroja Weasley por poseer un dineral y ser una de las mejores jugadoras de quiditch de su generación, pero de ahí al odio había un paso. Sinceramente ellos tenían la clase de vida que el hubiera querido.

Se sentó en la sala de descanso con su carpeta a un lado, de donde sacó un sobre y una pequeña carta.

"Querido papá..." rezaban las primeras letras. El nunca había escrito a su padre, nunca le había llamado papá. Y su padre nunca le había abrazado o dado ánimos. Al menos en eso si había mejorado. Era feliz de ver a su hijo sonreír, jugaba con el y le animaba a ser bueno en la escuela. Se había sorprendido al notar en el una bondad innata que jamás había experimentado en su propio interior, Scorpius era bueno, era amable y comprensivo. A el nunca se le había dado muy bien. Esa parte quizás la hubiera heredado de Astoria.

Releyó con una sonrisa la carta por quinta vez esa semana.

Hermione durmió allí de mala manera y despertándose cada pocas horas, cuando amaneció vio que los ojos claros de su hija estaban abiertos. Las ronchas verdosas de su piel estaban menguando.

-Hola mamá -sonrió con voz cansada y una gran sonrisa.

-Hola mi cielo -respondió ella sentándose en la cama a su lado- ¿Como te encuentras?

-Mejor -tosió un poco y se apartó un mechón de la cara- ¿Como esta Hugo?

-Pasándoselo en grande en casa de Thomas -rió la mujer aliviada.

En ese momento un par de lechuzas chocaron contra la ventana, llevaban dos paquetes mal envueltos. Hermione abrió la ventana y observó que en los paquetes ponía el nombre de su hija.

Le tendió ambos y la observó felizmente como los abría.

El primero era de sus primos que le deseaban una pronta recuperación y le enviaban dulces del desayuno.

El segundo envuelto con una cuerda verde tenía solo un paquete de pergaminos de letra muy cuidada y una carta.

-¿De quien es, tesoro? -preguntó la mujer de ceño fruncido.

La niña quiso esconder la carta suspirando, bajó los ojos con culpabilidad.

-De Scorpius Malfoy mamá -susurró apenada. Su madre no pudo contener su sorpresa -coincidimos en las primeras clases y el se atrancaba en algunos hechizos, me pidió ayuda en la comida, al final nos hicimos amigos. Teddy dice que no debería pero es un buen niño, me manda todos los deberes de clase para que no me atrase.

Levantó el fajo de copias de sus deberes con notas para que lo entendiera, debía haberle costado trabajo, la mujer sonrió con calma.

-Esta bien Rose, si dices que es buen chico confío en ti -aunque en su mente había una punzada de preocupación.

-No se lo digas a papá -murmuró con ansiedad- me a repetido muchas veces que no me junte con los Slytherins y dice que los Malfoys no son de fiar...

-Tu padre nunca a sido muy abierto de miras -rió la mujer aliviada- tranquila.

A media mañana se llevaron a la niña de nuevo al colegio con su medicación y ambas se despidieron con un fuerte abrazo. La mujer corrió al ministerio, tendría que hacer más horas para suplir el trabajo atrasado. Sin pensar en Malfoy ni una sola vez volvió a sentarse en su despacho más cansada que nunca.

Y pasaron los días, y los meses.

Hasta aquí el primer capítulo, espero que os haya gustado.