Pareja: Kai&Takao
Advertencia: Shounen –ai
–Diálogos.
"Pensamientos."
Para Senshi Hisaki Raiden, feliz cumpleaños.
EL GUARDAESPALDAS
–Kaily Hiwatari–
Dos cuerpos estaban abrazados y desnudos, envueltos en las sábanas de la cama. El mayor de ellos abrió los ojos con pesadez, viendo cómo la cabeza de su chico estaba sobre su blanco pecho y cómo su brazo lo rodeaba por la cintura. Acarició la cabeza de éste con mucha ternura y con cuidado de no despertarlo.
Miró hacia el suelo y todas sus ropas estaban allí, desordenadas y repartidas por toda la habitación. Besó la cabeza azulada, sin dejar de acariciarle la misma. La noche anterior había sido muy especial para él.
Sólo deseaba con toda su alma que todo saliera bien. No le pedía nada más a la vida que eso.
"Parece mentira cómo te has adueñado de mi corazón, cómo me haces sentir... tantas cosas me pasan por la cabeza, pero todas tienen la misma finalidad... no quiero perderte", sonrió. "Has cambiado tanto desde la primera vez que nos conocimos, desde la primera vez que discutimos para ver quien llevaba la razón".
Flash Back
Un chico bicolor, de ojos color carmín, atractivo, vestido con una manga corta de color azul fuerte y un pantalón vaquero, estaba comprando en una tienda algo para poder comer. Había mucha gente, y él tenía algo de prisa. No encontraba por ningún lado lo que buscaba, y ya había revisado la tienda por dos veces. Quizás no les quedaba lo que él andaba buscando.
Hoy estaba siendo un día muy tranquilo para él y eso le gustaba, ahora tendría unas buenas y merecidas vacaciones. Miró hacia su carrito de la compra.
–Tendré que conformarme con esto. –Se dijo a sí mismo cuando su teléfono móvil empezó a sonar. Se metió la mano con rapidez en su bolsillo trasero del pantalón para sacar el móvil. Cuando lo hizo, pulsó el botón y contestó– ¿Diga? –siguió caminando con el carrito para ver si veía en las estanterías algo más que le hiciera falta.
–Hola, es usted el señor Kai Himari?
–No, me llamo Kai Hiwatari –contestó, dejando de caminar, mirando hacia los montones de paquetes de pañales que había frente a sus ojos en esos momentos.
–Oh, perdone. He leído mal su nombre. Discúlpeme. Verá, le llamo para decirle que ya puede empezar a trabajar esta misma tarde en la mansión si lo desea.
–¿Mh?... Perdone, pero ¿podría ser más claro? –le preguntó ya que él no había dejado su currículum en ninguna mansión.
–Verá señor, mi jefe me ha dicho que lo llame para que venga a la mansión de inmediato.
–¿Qué mansión?
–La mansión Kinomiya. Mi jefe quiere que al ser posible esté aquí ésta misma tarde para hablar con usted.
–Pero... –articuló confundido al no entender nada.
–El señor Kinomiya lo estará esperando señor Hiwatari.
–De acuerdo, estaré allí a las cinco –contestó al ver que no le quedaba de otra ya que el hombre no paraba de insistirle.
–Una cosa señor. Venga con su uniforme, adiós.
–Claro, adiós– colgó. "La mansión Kinomiya. ¿Para qué querrá el hombre más rico y poderoso de todo Japón verme a mí? Creo que sólo lo averiguaré cuando vaya a esa cita". Prosiguió su camino y por fin encontró lo que andaba buscando, así que lo cogió y lo metió en el carro.
&&&KaiTakao&&&
Un chico de cabellos azules, de ojos color rojo zafiro, alto, sonriente, vestido con solamente un bañador masculino muy corto, estaba en la ducha de la piscina, dándose un refrescante baño.
–Qué refrescante –dijo mientras con su mano giraba la manecilla de la ducha para cerrar el agua. Se puso unas sandalias que había dejado justo al lado de la ducha y caminó hasta las tumbonas. Se tumbó bocabajo y cogió una libreta y un lápiz que había dejado en la pequeña mesa que había justo al lado. En ella había dibujados diecinueve palos, colocados en orden. Cuatro verticales, más el que atravesaba por medio de ellos que así eran cinco.
–Perfecto, y ya van veinte. Takao, eres todo un genio –se dijo a sí mismo sin gritar, pero entusiasmado por su hazaña con una sonrisa triunfante.
Cogió su limonada y se dispuso a darle un sorbo por la pajita. Estaba en ello cuando vio a su hermano mayor que caminaba con rapidez y acelero hacia él–. Oh, oh – sabía que su hermano ahora lo pondría como un guiñapo. Así que dejó la limonada en la mesa y escondió la libreta, metiéndola debajo de la toalla de la tumbona. Se puso las gafas de sol que había sobre la mesa, cambiando de postura para ponerse boca arriba, mientras cruzaba los brazos detrás de la nuca.
Se percató de que una gran sombra le estaba cubriendo el cuerpo, no le quedaba la menor duda de que su hermano Hitoshi había llegado.
"Ahora viene el sermón", pensó– ¿Te importa? Intento tomar el sol –le aclaró con evidencia, viendo cómo su hermano estaba frente a él con el ceño fruncido y los brazos cruzados.
–Takao Kinomiya, eres lo peor. –le decía un chico más alto que él, moreno de piel, ojos marrones y cabello recogido en una coleta, pero flequillo partido por la mitad de color azul.
–Gracias.
–No era un halago y lo sabes. Déjate de estúpidos juegos, ¿por qué ha sido esta vez?
–No sé a qué te refieres –se hizo el desentendido.
–Ese hombre ya se ha ido de aquí. ¿Qué le has hecho?
–¿Yo? –Se señaló con el dedo de su mano–. Nada.
–Takao, Yuriy era un buen guardaespaldas.
–¿Y? Quítate de ahí que me tapas el sol. –le recordó con evidencia.
Hitoshi se hartó de la arrogancia de su hermano, se sentó en el hueco de la tumbona con rapidez y le quitó las gafas de sol.
–¡Eh! –se quejó–. Devuélvemelas –estiró el brazo para ver si llegaba a alcanzarlas desde su posición.
–Escúchame Takao... da igual a cuantos guardaespaldas eches de aquí. Papá conseguirá que otro venga.
–¿¡Ah sí!? –Contestó con enfado– ¡Pues no pienso recibir a ninguno! ¡Me molestan sus presencias! –Aclaró– Hito, con ellos no puedo hacer nada. Y ahora dame esas gafas –exigió.
–Takao, ni siquiera les das una oportunidad. –respondió al saber que era así–. En cuanto papá o yo te perdemos de vista, aprovechas seguramente para sacarles de quicio y no me extraña que lo hagas, porque ya hasta eso funciona conmigo –se puso de pie con rapidez y con enojo.
–Dame mis gafas –pidió arrogante.
Hitoshi caminó hasta la piscina y se puso justo en el borde–. Si papá te consigue otro, prométeme que al menos le intentaras dar una oportunidad. –le dijo, refiriéndose a un guardaespaldas.
–¡No! –Contestó rotundamente– ¡Ahora mis gafas! –dobló las manos, pidiéndole así que se las devolviera.
Hitoshi simplemente estiró el brazo y soltó las gafas, cayendo éstas al fondo de la piscina–. Cógelas tú –le ordenó, caminando con furia contenida y con los puños cerrados, dirigiéndose hasta la gran puerta de cristal que daba a la mansión.
–Idiota –masculló. Se puso de pie y se asomó al borde de la piscina viendo ahí, las gafas–. Hitoshi esta me la vas a pagar –le quitó un poco de importancia con la mano –Haré que me compren unas nuevas, total, sólo son gafas– realmente le había molestado el acto de su hermano, así que con el ceño fruncido caminó hasta la tumbona, sacó la libreta y la miró–. No me importa quién vayas a ser número veintiuno, pero correrás la misma suerte que tus compañeros de trabajo –refunfuñó al mirar los palos dibujados.
&&&KaiTakao&&&
Kai conducía por la ciudad, vestía con su uniforme que consistía en un traje negro, con camisa blanca, corbata negra, y zapatos del mismo color. Ese barrio en el que se encontraba era elegante, se notaba por la construcción de las casas que eran más lujosas y con sólo ver a los peatones caminar por las calles, se veía que la ropa era muy cara. Incluso los perros caminaban con cierto postín.
Giró el volante un poco hacia la derecha para dar la curva y ahí estaba. Ya se podía ver la gran mansión desde ese punto. Tomó la desviación que había y muy pronto estuvo frente al gran portón. Frenó el coche junto a un artefacto plateado que sólo contaba con un botón. Bajó la ventanilla y apretó el botón, escuchando un pequeño sonido, para luego fijar su vista en las iniciales de la gran puerta de hierro. Regresó su vista hacia el artefacto, viendo que contaba con una pequeña cámara de seguridad.
–¿Sí? ¿Qué desea? –se escuchó.
–Soy Kai Hiwatari, el señor Kinomiya quería verme –le informó.
–Muy bien, pase.
Kai escuchó cómo la conexión se cortó, así que miró hacia delante viendo cómo el gran portón era abierto. Pasó el coche cuando le metió la marcha y le quitó el freno de estacionamiento. Kai conducía despacio porque no quería perderse detalle de la mansión, quizás esa sería la última vez que la pisara.
Vio por el retrovisor interior del coche, cómo el portón era cerrado. Miró hacia delante y vio cómo había muchos arbustos con diferentes formas, parecidas a los de los animales. Los jardineros habían hecho un gran trabajo con ellos. El césped estaba bien cuidado y verde, además de las rosas que había allí.
Subió la vista para ver cómo los muros eran altos y cómo en algunas partes del mismo, había muchas videocámaras. Ahora que lo observaba, la carretera no era asfaltada, sino más bien tenía unos bonitos dibujos, como si fueran pequeños ladrillos incrustados de color gris. Aunque no se notaban baches ni nada por el estilo, sino todo lo contrario, parecían muy lisos.
Ya estaba frente a sus ojos la gran mansión. En el centro había una gran fuente que llevaba en todo lo alto un ángel. Rodeó la misma para ponerse justo al lado de la puerta de entrada, la cual era impresionante. La entrada tenía unos pilares que era más bien un detalle para esa mansión de color gris granito, sus plantas en las jardineras a cada lado, además de tres escaleras que llevaban hasta la puerta.
Kai paró el coche y se bajó de éste, cerrando la puerta. Caminó hasta la puerta y tocó el timbre. No tardó mucho en ser abierta por un mayordomo.
–Soy Kai Hiwa... –no le dio tiempo a terminar, cuando el mayordomo le cortó la presentación.
–Por supuesto, pase. –le indicó rápidamente.
Kai entró y lo primero que vio fue un espejo a su izquierda con una pequeña mesa, es decir una entradita. A su lado derecho había una figura de una mujer. Frente a él estaban las escaleras, que daban al piso de arriba, además de un gran espacio que estaba vacío, pero que era enorme. Típico de una mansión.
–Por favor, sea tan amable de seguirme –le avisó el mayordomo, caminando delante de él. Kai lo siguió, pero antes miró al techo para ver una lujosa lámpara además de enorme, que seguro les había costado millones con esos diminutos cristalillos.
El mayordomo llevaba el paso algo ligero, o éste tenía cosas que hacer o el señor Kinomiya andaba en deseos de verlo. Subieron al segundo piso. Se dio cuenta de que había dos pasillos, muy anchurosos por cierto. El mayordomo se fue hacia la izquierda, así que lo siguió. Veía el montón de puertas que había a lo largo del pasillo, además de lámparas, ventanas, radiadores, cortinas y objetos de valor, como entraditas, que quedaban a cada lado derecho de las habitaciones, además de los jarrones. Algunos empleados estaban allí limpiando las ventanas y otros las puertas.
Se detuvieron en el final del pasillo. El mayordomo tocó la puerta con delicadeza.
–¿Sí? –se escuchó preguntar desde el otro lado.
El mayordomo que era algo entrado en años, tenía bigote y cabello gris, con una raya en mitad del cabello, gafas y vestido con el uniforme propio de un mayordomo, se dio la vuelta hacia Kai–. Espere aquí hasta que lo anuncie –le avisó para seguidamente abrir la puerta y entrar a la habitación.
"Este mayordomo se explica peor que un libro cerrado", pensó el bicolor.
&&&KaiTakao&&&
–Señor, el señor Hiwatari está aquí –le informó.
–Está bien Gustuf, hazle pasar, por favor –le pidió un hombre alto, de cabellos azules algo alborotados, ojos del mismo color y de gran musculatura.
–Muy bien, señor. –respondió educadamente el mayordomo.
–Otra cosa, llama a Takao y dile que venga... bien vestido. –puntualizó.
–Sí señor, con su permiso –hizo una reverencia, dio media vuelta y después abrió la puerta–. Ya puede pasar –le informó para abrir la puerta de una vez, haciéndose a un lado para permitirle el paso. Kai caminó hasta quedarse frente a ese señor, vestido de traje.
Por lo que podía ver, estaba en un despacho que contaba con un gran espacio, libros en estanterías repartidos por la habitación, un escritorio y unas sillas que más bien parecían sillones.
–Kai Hiwatari –se puso de pie, estirando la mano frente a él, la cual fue estrechada–. Por favor, siéntese.
–Gracias –tomó asiento, al igual que lo hizo el dueño de la casa.
–¿Quiere algo de tomar?
–No, gracias.
–Seguro que te estarás preguntando qué haces aquí.
–Lo cierto es que sí.
–Verás, voy a ser directo. Te estoy ofreciendo la oportunidad de que trabajes para mí como guardaespaldas... –fue interrumpido por el recién llegado.
–Pero señor, con el debido respeto. Yo creía que usted tenía ya un guardaespaldas.
–Y así era joven, pero ha tenido que dejar el trabajo por motivos personales. Llamé a la agencia, he revisado su informe y no está nada mal. Así que les pedí su número de teléfono para poder localizarlo. He tenido una reunión hoy, con lo cual le dije a mi mayordomo que lo llamase. Debió de ponerle al tanto de la situación.
–Bueno, lo cierto es que no mucho –aclaró.
–Le explicaré. Verá, trabajaría todo el día. Aquí en la mansión tendrá su propio cuarto de baño y habitación. Puede comer con nosotros si lo desea. Pero sólo tendría que tener una prioridad...–tocaron la puerta–. Pasen.
En ese momento, entró el mayordomo a la habitación–. Señor, el señorito ya está...
–Sí, sí, sí, Gustuf, déjate de palabrería –le interrumpió el joven de cabellos azules restándole importancia a tanto parloteo, mientras entraba en la habitación. Vio a un chico bicolor que le daba la espalda–. Genial –se dijo a sí mismo–. Bueno papá, yo me tengo que ir de compras –buscó la excusa más estúpida para poder escaquearse.
–Takao, antes me gustaría presentarte a alguien, así que ven aquí y siéntate. –le aclaró.
–Claro –contestó. Ese iba a ser otro día insoportable. Aunque tenía que ser buen hijo, al menos delante de su propio padre. Se sentó en la silla que estaba al lado de Kai, cruzándose de piernas y apoyando uno de sus codos en el brazo de la silla. Miró a su padre con desgano, ya sabía lo que venía ahora.
–Kai te presento a mi hijo, Takao Kinomiya.
Kai le miró–. Hola –le saludó viendo cómo el chico ni siquiera se inmutó.
–Takao –le regaño su padre alargando su nombre.
–Hola –contestó éste sin mirarle, con cara de aburrimiento al igual que sus palabras.
El hombre decidió seguir hablando–. Kai, tu trabajo consistirá en protegerlo a él. Hablaremos del dinero y bueno... tú eres más especialista que yo en saber qué tipo de armas tienes que llevar encima y todo eso.
Takao bufó de aburrimiento–. Papá, tengo que irme, he... "¿quedado? No. Como le digas eso, ya te va a poner al guardaespaldas"... he de estudiar... en mi habitación, adiós. –se despidió apresuradamente, poniéndose en pie.
–Takao –lo llamó su padre –Quizás después de que estudies, podéis empezar a conoceros.
Rulo la vista–. Lo que tú digas, adiós –salió de la habitación, con un pequeño portazo.
–Niños –dijo el hombre simplemente–. Bien hablemos del dinero.
&&&KaiTakao&&&
Takao estaba tumbado en su cama.
"Pero bueno, ¿quién se cree mi familia que soy? ¿Un niño pequeño? No necesito ayuda de nadie y menos de un desconocido que encima lleva gafas de sol puestas como los otros ineptos a los que he tenido que despachar de aquí. ¿Y todo para qué? Para que mi padre malgaste su tiempo en encontrarme niñeros que no sirven para nada, salvo para amargarme. Ya no soy un bebé para que me cuiden. No necesito que nadie me vigile constantemente durante el día para ver a donde voy o a donde dejo de ir. Es absurdo. Mi padre es un cabezota, pero yo le haré entender que así estoy bien. Como ese inepto acepte el trabajo, le va a pesar", se cruzó de brazos con indignación.
&&&KaiTakao&&&
Kai aceptó el trabajo, el señor Shibure Kinomiya había sido muy generoso con una oferta que no podía rechazar. Incluso le había pagado algo por adelantado. No entendía porqué el otro guardaespaldas se había ido de allí. Total, sólo tenía que proteger y vigilar a un niño. No sería algo tan difícil. Ahora estaba siendo guiado por el mayordomo hasta la que sería su nueva habitación.
Ya habían bajado por las escaleras, dirigiéndose hacia su derecha, viendo el montón de lámparas con formas de velas, que parecían de verdad, puestas a cada lado de las puertas. El suelo ahora que lo notaba estaba alfombrado, y era de color rojo. Aunque en ese piso no había ventanas, ni cortinas.
El mayordomo se detuvo frente a una puerta a su lado izquierdo, ese pasillo era tan largo que pensaba que nunca iba a llegar a su destino.
–Es aquí –le informó, sacando un llave de su bolsillo, para meterla en la cerradura y abrir la puerta. Gustuf le hizo una reverencia indicándole a Kai que pasase a la habitación.
El bicolor así lo hizo y empezó a mirar la habitación de izquierda a derecha. Lo primero que vio fue una puerta, después un armario de madera grande que estaba colocado en forma diagonal. Una gran ventana con su cortina era lo siguiente que vio. Después fue una pequeña mesita de noche, la cama, otra mesita de noche y por último un comodín con su espejo, que estaba pegado a la pared sin hacer esquina.
–Espero que sea de su agrado, señor. Puede hacer la mudanza cuando usted lo decida. –Kai le miró en silencio–. Me retiro. Si necesita algo sólo llámeme. Mucha suerte señor –le deseó antes de salir de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
Lo primero que hizo Kai fue abrir esa puerta para ver que había ahí. Vio que era lo que sospechaba, un cuarto de baño. Esa habitación era amplia pero tampoco era enorme. Abrió tanto los cajones, como las puertas del armario, para ver cómo eran de grandes. Se sentó en la cama y comprobó que el colchón era nuevo, al no sentir como los muelles crujían de alguna forma.
Salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Iría ahora mismo a su casa a por sus cosas, antes de que oscureciera.
&&&KaiTakao&&&
Takao había cogido un cómic, tapado por un libro de economía. Estaba aburrido, así que quería reírse un poco.
–Jajaja... jajaja. Qué tonto –reía tumbado en la cama, con las rodillas flexionadas puestas sobre ésta, sosteniendo el libro con las manos, mientras seguía leyendo. Escuchó cómo tocaron la puerta, seguro que sería Gustuf con la merienda.
–Pasa Gustuf –habló sin más, mientras tenía una sonrisa en los labios.
–No soy Gustuv –aclaró su padre, haciendo que Takao cerrase rápido el libro de economía.
–Ah, hola papá –le saludó un poco nervioso.
–¿Estudiabas?
–Claro, te lo había dicho –dejó el libro sobre la cama y se sentó sobre ésta, viendo que su padre se sentaba en ella, poniéndose justo a su lado.
–Primero, se dice adelante Gustuv. No, pasa –le recordó–. Y segundo, quiero hablar contigo.
–Claro, ¿de qué se trata?
–Takao, Kai ha aceptado el trabajo y será tu guardaespaldas. Trátalo cómo se merece e intenta llevarte bien con él. Es un buen muchacho.
–No entiendo a qué viene eso, papá –respondió con tranquilidad.
El padre sólo le sonrió con algo de tristeza–. Sólo hazlo por mí, ¿vale? Quiero que en mi ausencia... –no le dio tiempo a finalizar la frase, ya que fue interrumpido por su hijo.
–¿Te vas? –le interrumpió alzando una ceja.
–Sí, tengo otro viaje de negocios en Kyoto.
–¿A qué hora tomarás el avión? –preguntó sorprendido.
–A las diez de la mañana.
–Te acompañaré al aeropuerto –habló con decisión.
–No hace falta, llamaré para saber cómo va todo.
–¿Hitoshi lo sabe?
–Sí.
–O sea, que como siempre soy el último en enterarme de las cosas –respondió con resignación, pero con enfado, frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.
–No te enfades –le revolvió el cabello–. Tengo que resolver algunas cosas en el despacho –dijo poniéndose de pie–. Sigue estudiando.
–La verdad es que estoy algo harto de estudiar, daré un paseo... –su padre lo miró cruzándose de brazos– ...por la mansión –terminó la frase, viendo cómo su padre le sonreía, ya que no le gustaba que Takao fuera solo por ahí, a no ser que fuese en su propia casa.
–Te esperaré para cenar.
–Está bien. –respondió. Su padre caminó hasta la puerta y la cerró tras de sí. Suspiró–. Si no queda otro remedio –se dijo a sí mismo pensando en el paseo por la mansión.
&&&KaiTakao&&&
Kai estaba colgando en una pecha el último pantalón que había traído en su maleta. La maleta la metió bajo la cama una vez que estuvo vacía. Todo estaba en orden, ahora sólo tenía que ver cómo era esa mansión, para en situación de peligro, conocer un poco el lugar. Salió de la habitación, cerrando la puerta al salir. Aunque no empezaba a trabajar hasta mañana, quería saber por dónde se movía.
Salió del pasillo, dando a la inmensa sala que daba hasta la puerta de salida y las escaleras. Se dio cuenta de que partía desde ahí, otra dirección a la derecha. Así que caminó por allí, viendo cómo algunos del personal hacían sus tareas.
Había un inmenso comedor con una gran mesa, sillas dentro de ésta, una chimenea a la izquierda de esa mesa, muchos cuadros en las paredes, tres ventanas con sus cortinas, sofás alrededor de una pequeña mesa que estaba situada para ver la televisión, que estaba justo en frente. Miró las lámparas y al igual que las del recibidor eran grandes y con pequeños cristalillos.
Se dio cuenta de que había otro pasillo, así que lo tomó, dándose cuenta de que ahí estaba la cocina. Vio al mayordomo allí además de los cocineros que según él estarían preparando la cena.
–¿Puedo ayudarle señor? –le preguntó Gustuf al ver que varias personas del personal miraban hacia la puerta.
–Sólo he venido para echar un vistazo –dio media vuelta y tomó otra dirección. Esta vez fue a parar a una gran puerta acristalada. Miró a través de ella, dándose cuenta de que había un pequeño camino hecho de piedras. Abrió la cristalera y siguió ese camino, viendo cómo alrededor había muchos pinos, además de florecillas de colores y el césped. Se podía ver el muro blanco que rodeaba toda la mansión un poco lejos.
Vio a su izquierda pero a lo lejos una piscina, además de una ducha, sombrillas, y tumbonas. Se fijó en que a medida que se iba acercando a la piscina, veía como un poco más adelante, un chico se sentaba en una de las sillas de hierro pintadas de blanco que estaba situado bajo la sombra de uno de los pinos.
El chico vestía una camisa blanca y un pantalón vaquero, a medida que se acercaba a él, veía que era un chico con los cabellos azules, para finalmente darse cuenta de que era la persona a la que tenía que proteger. Se acercó hasta él con discreción. Si iba a trabajar para su padre, lo mejor era llevarse bien, al igual que lo había hecho siempre con aquellas personas a las que tenía que proteger.
Takao estaba mirando el suelo o más bien hacia la nada, cuando se dio cuenta de que unos zapatos negros se paraban ahí mismo, donde él tenía puesta su vista. La levantó sin mucho ánimo para ver al bicolor de esa tarde, ahí parado frente a él.
–¿Qué haces? –se le ocurrió preguntar al recién llegado.
–No –dijo simplemente mirando hacia otro lado.
–¿Mn?
–No voy a entrar en ningún estúpido juego de palabras. –le hizo saber.
–No soy de palabras –le aclaró.
–Pues mejor –lo miró con aburrimiento. Se puso de pie y caminó hacia otro lado.
"Antipático", pensó Kai, viendo cómo el moreno de piel se iba hacia otra dirección.
Aún así, tenía que intentarlo. ¿Qué haría cuando el señor Kinomiya estuviera viajando? Tenía que intentar tener una buena relación con su protegido. Todavía le quedaba la noche, así que siguió por su camino.
&&&KaiTakao&&&
La cena estaba siendo silenciosa, demasiado silenciosa. Sólo se escuchaba el sorber en la cuchara, hasta que Hitoshi rompió un poco el hielo.
–¿Cuánto tiempo te quedarás allí? –le preguntó a su padre.
–Tres días –contestó, limpiándose la boca con la servilleta. Miró hacia Takao–. Confió en que os portéis bien en mi ausencia.
–Claro, papá –contestó Hitoshi. Miró a su hermano, quien estaba con cara de pocos amigos–. Estás muy serio hermano.
Bufó como respuesta, mirando hacia los panecillos que había en la mesa–. No tengo razón para estar contento.
–¿Se puede saber por qué? –le preguntó.
–Tú ya lo sabes, Hitoshi –le dijo con evidencia haciendo, una mueca de fastidio con su boca–. Papá, he quedado con mis amigos para ir a ver un concierto pasado mañana. Ya tengo la entrada y todo, ¿puedo ir?
–Claro –contestó. Takao sonrió–. Kai te llevará –Takao borró su sonrisa.
–No tengo entrada para él. –contestó.
–Sabes que no hace falta –le recordó su hermano.
–Tú no te metas donde no te llaman –le reprochó.
Su hermano frunció el ceño–. Papá, quizás pueda llevarlo y recogerlo yo. Total, creo que para esa hora ya abre salido del cine.
–No gracias –respondió el otro. Recapacitó un segundo en lo que había dicho su hermano– ¿Te vas al cine? ¿Tú sólo? –Negó con la cabeza poniéndose de pie. Miró hacia su padre, poniendo ambas manos sobre la mesa– ¿Por qué Hitoshi si puede ir solo y yo no? –Su padre sólo lo miró. No sabía qué contestarle.
–Porque yo soy mayor que tú –le respondió el otro, imitando a su hermano en la posición.
–Esto es el colmo, ¿sólo porque eres mayor, piensas que tienes más derecho que yo? –miró a su padre de nuevo quien no le contestó. Takao asintió con incredulidad–. Esto es increíble –con los puños cerrados se alejó de allí hecho una furia.
–Takao –lo llamó su padre, quien viendo que no se detenía, lo volvió a llamar– ¡Takao!
–Déjale papá –le habló su hijo mayor, poniendo su mano sobre la de su padre.
–¿Crees que hago bien? –le preguntó con tristeza.
–Es por su bien –le contestó para tranquilizarlo.
&&&KaiTakao&&&
Kai estaba cenando en su habitación, cuando tocaron la puerta.
–Adelante –contestó, viendo que era Gustuf el que entraba a la habitación.
–El señor Kinomiya desea verle en su despacho dentro de cinco minutos.
–Ahora mismo voy –se puso de pie. Salió de la habitación y caminó hasta el despacho, tocando primero la puerta.
–Pase.
Kai abrió la puerta–. Señor –dijo mientras no perdía el contacto visual con el hombre y cerraba la puerta a la vez con una mano.
–Pasa, Kai –sonrió–. Por favor, siéntate.
Kai así lo hizo. Miró al hombre quien parecía estar preocupado por algo–. Usted dirá.
–Verás... quiero que no dejes a mi hijo Takao bajo ningún concepto salir de la mansión en estos días en los que me ausento. No quiero que lo dejes solo en ningún momento. ¿Queda claro?
–Sí señor.
–Bien –contestó con cara de alivio–. Siento haberte echo llamar para esto.
–No importa señor, es mi trabajo –contestó.
&&&KaiTakao&&&
Takao hacía rato que había entrado a su habitación. Lo primero que hizo al entrar fue coger los cojines de su cama y lanzarlos con furia contra la pared. Le pegó un tirón a las sábanas hacia arriba, deshaciendo así la cama de mala gana, por su furia contenida.
¿Por qué su padre ahora no le dejaba divertirse cómo él quería? Hitoshi era su favorito. A él siempre le concedía todo lo que le pedía. Cuando su madre estaba viva todo era tan distinto. Se tumbó en la cama, dejándose caer de lado, sintiendo cómo la cama subía y bajaba. Su entrecejo era señal de su gran enfado. Él solamente pedía libertad, ¿tan difícil era de entender?
"Tengo que ir a ese concierto. Es el que llevo esperando desde hace un año", cerró los ojos, sin borrar la expresión de su cara.
&&&KaiTakao&&&
Abrieron la puerta de la habitación con cuidado y sigilo. Unos pies se pararon justo al lado de los cojines tirados en el suelo, cogiéndolos con ambas manos, uno en cada una, dejándolos sobre un baúl que estaba junto al final de la cama.
Se acercó hasta la figura que estaba sobre la cama, rodeando la misma para poder verlo. Se arrodilló frente al joven de cabellos azules, viendo cómo aún tenía cierta cara de molestia, mientras su respiración era profunda. Sonrió con tristeza pero con ternura. Llevó su mano hasta la frente del joven de cabellos azules para con delicadeza, apartarle los cabellos del flequillo y darle un pequeño beso en la frente. Acto seguido se puso de pie y lo arropó con las sábanas.
–Te quiero, Takao –susurró antes de darse la vuelta a su hijo menor. Caminó hasta la puerta, cerrando con sigilo, escuchándose sólo un pequeño y casi imperceptible toque.
Takao abrió los ojos con un poco de arrepentimiento por su acto frente a su padre. Ni siquiera le había dado las buenas noches, cuando era su costumbre hacerlo. Cerró los ojos de nuevo, cambiando de posición. Deseando que mañana, fuera un nuevo día para él.
&&&KaiTakao&&&
Takao bajó corriendo las escaleras, viendo cómo su hermano y su padre se estaban despidiendo en la enorme sala de la entrada.
–Espera –le avisó bajando el último escalón, haciendo que su hermano que le daba la espalda, se diera la vuelta y se apartara para darle paso a su veloz hermano, quien abrazo a su padre, dándole un golpe en el pecho por el impacto. Aunque al mayor no le importó y correspondió el abrazo–. Me he quedado dormido, lo siento. Que tengas un buen viaje –le deseó.
–Gracias –le separó un poco de él, para mirarlo a la cara. Le puso la mano sobre la mejilla, viendo cómo su hijo le sonreía–. Nos veremos dentro de cuatro días –bajó la mano para mirar detrás de Takao.
–Kai –mencionó, haciendo que Takao borrase su sonrisa y se diera la vuelta para ver que el bicolor estaba de brazos cruzados, casi apoyado a la pared de la escalera. ¿Cómo era posible que no se hubiera percatado de su presencia? ¿Tan rápido había bajado?
–Señor –contestó.
–Recuerda lo que hablamos.
–Sí señor, buen viaje.
–Gracias –miró a sus hijos–. Adiós –se despidió, para finalmente caminar hasta la puerta de salida, dónde el mayordomo le abrió la puerta.
Una vez que Shibure desapareció de sus vistas, Hito decidió hablar–. Me voy desayunar –dijo casi para él mismo, dirigiéndose al comedor.
Takao sólo miró con desgano a Kai, para disponerse a subir por las escaleras. Kai sin más decidió seguirle, después de todo hoy era su primer día. Cuando Takao se asomó por la barandilla para ver si Kai se había ido, vio que no estaba, lo cual le alegró. Pero cuando miró hacia su izquierda, vio que el bicolor tenía los brazos cruzados y que lo estaba mirando. A un así, no pudo evitar que se le fuera un respingo.
–Ah –dio un pequeño salto hacia atrás– ¿Qué haces aquí? –le preguntó para seguir caminando, cuando giró la cabeza hacia atrás y vio que el bicolor le seguía se detuvo. –¿A dónde crees qué vas? Voy a vestirme, ¿sabes? –le informó para seguir caminando hasta su habitación. Abrió la puerta de su habitación y cuando entró, vio cómo el bicolor iba a hacer lo mismo– ¿Te importa? Esto es privado –le recordó con obviedad.
–Diez minutos.
–¿Qué? –le preguntó sin entender.
–Tienes diez minutos para salir de ahí o entraré a por ti –añadió simplemente. Takao dio un portazo en respuesta, al cerrarla. Kai se apoyó en el trozo de pared que estaba frente a la puerta de la habitación.
&&&KaiTakao&&&
Takao se había vestido, así que se decidió a abrir la puerta, aunque ya sabía que le esperaba "su guardaespaldas" al otro lado de la puerta. La abrió con desgano, viendo que Kai tenía puesta una mano en la perilla de la puerta. Kai apartó la mano al ver que Takao salía de ahí. Le dejó el paso libre al apartarse, para que Takao pudiera caminar por el pasillo por donde quisiese.
Bajó las escaleras detrás del joven de cabellos azules y lo siguió hasta el comedor, dónde se sentó en la silla para poder desayunar. Kai se puso a su derecha y lo observó.
–Gustuf, por favor, tráeme mi vaso de zumo.
–Sí, señorito.
La mesa tenía un tarro de mantequilla, otro de mermelada de fresa, cucharas, cuchillos, pan tostado, pequeños croissant en un plato... cogió un croissant y se lo llevó a la boca. Después cogió un cuchillo y una tostada. Con tranquilidad empezó a untarle mantequilla. Miró hacia su izquierda y vio que Kai le miraba.
–Vete a desayunar –dijo con molestia. No le gustaba ser vigilado por nadie y menos se perseguido. Eso lo detestaba.
–Ya lo he hecho.
–¿Podrías dejarme cinco minutos a solas?
–Negativo.
–¿Y dejar de mirarme así? Me molesta que me miren mientras como –le informó mordiendo la tostada.
–Mi deber es hacerlo.
Gustuf llegó con el vaso de zumo, dejándolo sobre la mesa–. Gracias Gustuf.
–¿Desea algo más señorito? –le preguntó con educación.
–No, puedes irte ya–. Vio cómo el mayordomo le hacia una reverencia, retirándose de ahí–. En fin –suspiró dándole la vuelta a la silla, con el fin de que Kai quedase a su espalda y la mesa a su izquierda.
Kai sonrió por lo que acababa de hacer. Viéndolo por el lado positivo, Takao estaría siendo vigilado igual y así lo dejaría desayunar tranquilo.
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Takao estaba a la sombra de un árbol, leyendo el "libro de economía", intentaba cubrir sus carcajadas con sonrisas. Kai estaba frente a él, un poco distanciado por órdenes del crío.
Hitoshi salió de la casa y caminó hacia su hermano.
–Takao, me voy de compras, ¿necesitas algo? –le preguntó.
–Sí –le miró con interés–. Salir de estas cuatro paredes y que no me restriegues más el que tu puedes salir de aquí y yo no –regresó su vista al libro.
–Vale, eso es un no –se contestó a sí mismo. Miró hacia Kai–. Adiós.
–Adiós –le contestó sin apartar la vista de Takao.
Takao bufó exasperado, cerrando el libro–. Creo que montaré a caballo. Y tu mantén la distancia conmigo –le advirtió, señalándole con el dedo índice. Se puso de pie con pesadez y caminó hacia el establo, seguido como no, por el bicolor.
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"Tengo que hacer que este idiota se despegue de mi lado aunque sea sólo un minuto. Es más pesado y persistente que los demás. Como siga así, me va a arruinar el día del concierto y a eso no estoy dispuesto", pensaba mientras su cuerpo se balanceaba por los saltos del caballo.
Kai observaba al joven de cabellos azules por detrás de las vallas. Ese caso iba a ser un poco especial, ya que ni siquiera se habían dado los buenos días. Vio cómo Takao detuvo el caballo y se bajó de éste. Se apartó un poco y cogió el móvil que estaba metido en su bolsillo.
Caminó hacia Kai con el teléfono en la oreja. Intentó acercarse lo más posible a él para que escuchara la conversación.
–Papá, sí, estoy bien, tranquilo... ¿Y qué hay del concierto?... ¿De verdad me dejas salir?... Qué bien. Te lo agradezco. Muchas gracias. Me portaré muy bien, te lo prometo...sí, se lo diré a mi guardaespaldas. Claro, adiós –apretó el botón y sonrió mirando hacia Kai–. Mi padre me ha dicho que puedo salir a donde quiera. Incluso a un concierto. Así que tú te quedas aquí y yo me voy.
–Buen intento.
–¿Qué?
–Número uno, no hablabas con tu padre. Número dos, me prohibió que te dejase solo. No va a complacer a su hijo desde tantos kilómetros cuando se fue preocupado.
–¿Por qué no me crees?
–Porque tienes el móvil apagado.
–¿Y tú qué sabes?– abrió los ojos sorprendido.
–Para empezar, escuché mientras leías tu libro cómo el móvil te recordaba que estaba bajo de batería. No lo has puesto a cargar. –le hizo ver.
–¿Te crees muy listo verdad? –preguntó irritado, a lo que el otro no contestó–. Me voy a dar una ducha y no me sigas, espérame en el comedor.
–Veinte minutos.
–¿Qué? –Eso era el colmo–. Tardaré lo que me dé la gana en ducharme, ¿queda claro?
–O en ese tiempo estás en el comedor o entro contigo al cuarto de baño. Tú eliges. –aclaró autoritario.
–Ggrrr... –cerró los puños y con pasos enfurecidos se dirigió hacia su destino.
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Kai esperaba a Takao sentado en el sofá del comedor. Habían pasado diez minutos, esperaba impaciente a que pasasen los otros diez. Esa falsa llamada no le daba para nada buena espina. Ese chico estaba deseando de salir de allí a como diera lugar y eso no le gustaba. Seguro que le complicaría las cosas.
Mientras pensaba eso, Takao había bajado las escaleras sigiloso, y se había ido a la habitación de Kai. Abrió el armario con una sonrisa de oreja a oreja y sacó un pantalón y una camisa, dejándolos sobre la cama. Sacó de una bolsa que llevaba en la mano un bote de kétchup y otro de mostaza. No vaciló ni un segundo en esturrear el contenido en ambas cosas. Después uso un pañuelo para untarlo y mezclarlo todo bien.
Metió de nuevo ambos productos en la bolsa y después abandonó la habitación. Se asomó un poco para ver si Kai seguía allí y efectivamente seguía ahí sentado. Así que subió las escaleras con rapidez pero en silencio. Entró a su habitación y guardó las pruebas del delito debajo de su cama. El tiempo se había pasado, seguro que ese memo estaba a punto de ir a buscarlo. Así que abrió la puerta y caminó rápido por el pasillo. Cuando iba a bajar las escaleras se encontró con que Kai estaba subiéndolas.
–Ya estoy bajando, tranquilo –sonrió, cuando Kai no lo vio. "Conseguiré que te vayas".
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Kai caminó hasta su habitación, ya era casi de noche. La verdad es que todavía no había cenado. Entró a su habitación, cerrando después la puerta. Cuando miró hacia su cama vio algo que no se esperaba. Su camisa y su pantalón, los más nuevos, están llenos de algo. Se acercó hasta las prendas y las cogió. Se acercó las prendas a la nariz para intentar saber que era lo que habían echado.
Ese olor era parecido al Kétchup, aunque el otro olor no sabía decir lo que era. No sabía porqué, pero automáticamente le llegó Takao a la cabeza. Ahora que lo pensaba, no había sonreído en todo el día y cuando subió las escaleras para ir a buscarlo, juraría que le vio sonreír. Metió ambas prendas en una bolsa de plástico y le hizo un nudo.
No podía inculpar a alguien si no estaba totalmente seguro por falta de pruebas, pero si ese niño quería guerra... – Guerra tendrás –habló como si allí estuviera el niño, retándole para ver quien ganaba.
Continuará...
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Senshi espero que te haya gustado el principio. Como me diste a elegir la pareja, preferí esta porque es con la que mi imaginación consigue volar más, por así decirlo. Espero que te lo pases muy bien en tu cumple y que este regalo te guste.
¿Qué sucederá con estos dos? ¿Quién se saldrá con la suya? ¿Quién ganará?, ¿Conseguirá Takao echar a Kai de allí?
Espero que si la gente lee esta historia y le gusta, me dé su opinión. Cuidaos mucho, xao.
