Posibilidades

Disclaimer:Inuyashay todos sus personajes pertenecen a RumikoTakahashi.

Advertencia: Inuyasha x Kikyou (?)


Capítulo 1: El primer encuentro

No era un demonio, tampoco un humano, era un hanyou, la combinación de ambos pero aceptado por ninguno. No existía lugar para él, debía ser fuerte si deseaba construir un sitio al que pertenecer. Ya lo había perdido todo una vez, no quería que volviera a suceder.

Fue una noche de luna nueva cuando la vio por primera vez. No fue amor a primera vista, quizás fue todo lo contrario, no podía decirlo con certeza, esa mujer era intrigante, la odiaba pero también había algo en ella que le atraía, todo en esa mujer era contradictorio. Buscaba un refugio pues estaba a punto de transformarse en un humano pero el olor a sangre llamó su atención y lo llevó hasta ella.

A simple vista no había nada que la hiciera destacar. Era una humana, muy diferente a las que conocía, debía admitirlo. Estaba herida pero su determinación permanecía intacta, era una mujer entrenada en la batalla. Pudo notar su presencia a pesar de que permanecía oculto y su transformación ya había comenzado.

Quizás de haberse encontrado en una situación diferente la hubiera atacado, era algo que nunca podría saber. Ella lo había desafiado y eso era algo que difícilmente perdonaba. Desde la primera vez que la vio encontró en ella algo diferente, jamás imaginó como cambiaría su vida en ese momento ni el papel que esa mujer ocuparía.

Fue inevitable, como si se tratara del destino. Ninguno quiso oponerse, ninguno supo lo que el destino les depararía. Incontables reglas rotas, un amor marcado por la tragedia. Un futuro incierto y dos orgullosos solitarios…

— ¿Buscas la perla de Shikon?—le preguntó esa mujer en cuanto lo vio.

—No sé de qué me hablas y tampoco me interesa —respondió con su habitual tono de voz desafiante.

—Si nunca has oído de ella da lo mismo, si valoras en algo tu vida, deberás mantenerte alejado de mí—agregó antes de retirarse, su tono de voz era desafiante pero no por ello lograría intimidarlo, se había enfrentado contra demonios mucho más grandes que ella.

En el futuro se preguntaría qué hubiera pasado de haberla escuchado, en el futuro desearía haberlo hecho pero sería demasiado tarde para hacerlo. Creyó en una mentira, no pudo prever esa trampa. Siempre fue impulsivo, nunca pensó en las consecuencias de sus acciones ¿Borraría el día en que conoció a Kikyou?

La vio alejarse y caer a los pocos metros. Las consecuencias de su enfrentamiento se hacían presentes, no tenía las fuerzas necesarias para levantarse. Corrió hasta llegar a su lado, su principal impulsor era la curiosidad, algo en esa mujer logró llamar su atención. Ella no dijo nada ¿acaso no le temía? Debía saber que un demonio no tendría remordimientos en matarla, más al tratarse de una sacerdotisa.

Estaba sola, indefensa y agotada sin embargo no temblaba. Si conservara sus poderesquebrar su cuello no sería más difícil que romper una rama, sin ellos también podría hacerlo, ella estaba herida, probablemente había tenido una batalla difícil. Los humanos podían ser creaturas tan frágiles, sus garras podrían desgarrar su pecho, llegar hasta su corazón y ella no podría evitarlo.

La primera vez que la vio era de noche, recordaba la lluvia pero no el que le importara mojarse, recordaba su rostro severo, no había nada diferente en esa mirada y sin embargo no lograba olvidarla. No era precisamente una noche para el romance pero fue la primera vez que la vio, una fecha que marcó un antes y un después en su vida.

En aquel entonces la sacerdotisa solo era una mujer más para él. La despreciaba por lo que representaba, mujeres como ella había matado a muchos de los suyos. No debía dedicarle atención, humanos y yokai no se relacionaban, más cuando estos tenían poderes espirituales, era una regla no escrita. Mas su existencia era la prueba de que esta no siempre era cumplida.

Escuchó como la llamaban y supo que era el momento de marcharse. No tenía nada que hacer allí, no había ninguna razón para quedarse. Y sin embargo no podía dejar de pensar en ella, para bien o para mal había capturado su atención.

— ¿Qué clase de sacerdotisa es esta?—se preguntó antes de retirarse, ese no era el momento para obtener las respuestas que necesitaba.

Pasó algo de tiempo antes del reencuentro, hasta ese día no había tenido ningún motivo para pensar en ella, menos aún para buscarla. Ese día escuchó a la mujer ciempiés hablando sobre la perla de Shikon, de cómo la necesitaba para incrementar sus poderes. Sonaba interesante, justo como lo que él necesitaba.

Tenía otro motivo para odiarla. Ella era su enemiga, la encargada de custodiar el tesoro que haría realidad su mayor anhelo. Si la buscó fue por egoísmo, no quería que nadie se le adelantara. Sus objetivos cambiaron, no pudo evitarlo.

La segunda vez que la vio no fue coincidencia, él la había buscado. Tampoco sería la última vez que lo haría, era persistente, demasiado quizás. Ella tuvo problemas para reconocerlo, asumía que eso se debía al hecho de haberlo conocido una de esas noches en las que perdía todo su poder. Se sintió ofendido.

—Ya lo recuerdo, tú eres el que se ocultaba entre las sombras anoche.

—Cállate, tú solo dame esa perla —le gritó antes de intentar atacarla.

Estaba determinado a obtener la perla de Shikon incluso si debía emplear la fuerza para ello. Sin embargo todos sus intentos fueron en vano pues la sacerdotisa demostró gran habilidad en el manejo del arco cuando lo dejó atado a un árbol antes de que algunos de sus ataques pudieran ser efectivos.

—Ya decía yo que había notado un aura diferente en ti, solo eres un hanyou y con la perla de Shikon podrías convertirte en un yokai ¿llegarías tan lejos para encontrar tu lugar en el mundo? ¿Crees que ese es el verdadero poder?

La rabia recorría todas sus venas. Estaba indignado por haber perdido tan fácilmente y por la forma en que le hablaba esa mujer, como si lo conociera y aunque sus palabras no estaban tan alejadas de la realidad era algo que no quería admitir en voz alta, ella no lo conocía y no tenía derecho a juzgarlo.

—Apestas a sangre de demonio—le gritó, quería demostrarle que ella no tenía ninguna autoridad para juzgarlo.

—Mantente alejado de mí si no quieres que te asesine, no habrá una tercera oportunidad.

La sacerdotisa se retiró dejándolo atado a ese árbol. Estaba enojado, indignado pero no asustado, eso nunca. Quizás esa mujer había sido una de las pocas criaturas que había logrado vencerlo pero no por ello escucharía sus palabras y menos llegaría a sentir miedo por ella, estaba determinado a convertirse en un yokai y si para ello debía conseguir la perla de Shikon lo haría.

Rompió las flechas que lo mantenían prisionero y comenzó la búsqueda de la sacerdotisa encargada de proteger la perla de Shikon. Encontrarla no fue difícil, su aroma la delataba, este era inconfundible. No era la sangre que cargaba sino algo más, algo que le atraía.

Estaba con otra humana, una más pequeña que ella pero sospechosamente parecida, en el físico y en la energía espiritual, incluso en el aroma pero el suyo no le interesaba. Al instante descubrió que eran hermanas.

—Saca a la mocosa de aquí— le ordenó—pelearemos por la perla de Shikon.

—Eres tan obstinado — respondió Kikyou con expresión aburrida, algo preocupada por su hermana menor—, pero sí eso es lo que , retírate.

Observó a la niña temblar de miedo para luego obedecer las palabras de la mayor ¿A dónde fue? No era algo que le importara, en ese momento solo podía pensar en lo mucho que anhelaba ser un youkai.

—Una sacerdotisa que camina por un camino teñido de sangre.

—Un ser que no es humano ni demonio, un patético hanyou que busca un lugar en este mundo. Hay algo que quiero preguntarte ¿por qué no me mataste esa noche? Hubiera sido fácil tomando en cuenta mi estado.

—Yo no juego sucio, por eso no es mi estilo.

No mentía. Por eso le dio la oportunidad a la pequeña de huir, por eso no solía atacar por la espalda. Su madre le había enseñado muchas cosas y una de ellas era el honor a la hora de luchar, le enseñó a ser un guerrero honorable como lo fue su padre.

Ninguno de los dos bajó la guardia. Ambos estaban dispuestos a atacar ante el menor descuido de su adversario. Ambos tenían intereses comunes y eso los había llevado a ser enemigos pero había algo que los unía, un destino en común.

—Deja de llamarme hanyou—gritó molesto. Realmente odiaba esa palabra, incluso había asesinado a todos los que lo llamaron de ese modo.

—Dime tu nombre y entonces no volveré a llamarte hanyou.

—Me llamo Inuyasha.

El hanyou levantó sus afiladas garras y trató de herir a la sacerdotisa sin embargo la mujer fue más veloz y con un movimiento de arco lo dejó atado al árbol como había hecho anteriormente. Sin embargo no lo mató y eso lo enojaba más, no necesitaba de la compasión de nadie.

—Sería más sencillo si acabaras conmigo de una vez—le dijo el de cabellos bancos sin disimular su molestia.

Había amenazado con matarlo, tuvo varias oportunidades pero no lo hiso. No ganaba nada con dejarlo vivir pero lo hacía. En ese momento la odiaba pues se sentía humillado. En ese momento solo podía pensar en demostrarle que estaba equivocada, era fuerte y lo probaría.

—No deseaba gastar más flechas —respondió la joven sacerdotisa antes de retirarse. Si pensaba que sería la última vez que se verían él le demostraría lo equivocada que estaba.


Era una humana pero no era como los demás. Su poder espiritual había hecho de ella una gran sacerdotisa, desde pequeña fue considerada un prodigio y fue esa reputación lo que la convirtió en la responsable de cuidar la perla de Shikon. Solía ser calmada, no trataba de ocultar sus sentimientos, los había suprimido, porque estos podían ser una debilidad, o al menos así era hasta que conoció a Inuyasha.

Toda su vida había estado dedicada a ser una sacerdotisa, en ocasiones incluso se olvidaba de que era una mujer. No tenía pasado, solo una misión que cumplir. Su única familia era su hermana, ella también sería una sacerdotisa, de pasarle algo sería su reemplazo.

Desde pequeña no tuvo otra alternativa, sus poderes la hacían especial. Era su poder y maldición. La razón por la que su hermana Kaede era su única familia, por la que ambas vagaban por el mundo sin un rumbo fijo antes de poder regresar a la aldea y también el motivo por el que se había separado de sus padres.

Admirada y querida por muchos. Disfrutaba el ver a los niños felices y no pedía nada a cambio de sus labores como sacerdotisa. No creía en el amor ni pretendía enamorarse. Ella no era una mujer normal y lo sabía. No podría tener una vida tranquila como las otras mujeres de la aldea.

Mientras esas mujeres cubrían sus labios con carmín ella debía exterminar demonios. Su destino había sido marcado, cambiarlo si podía hacerlo nunca había pensado en ello. Enamorarse y ser correspondida tampoco era una alternativa. No se quejaba, lo aceptaba como su destino ¿Cómo podría amar? ¿Quién podría amarla? Una mujer forjada en la batalla era difícil de amar porque causaba temor. Algo que había aceptado.

Cuando recibió la perla de Shikon supo la gran responsabilidad que cargaba, su vida estaría en peligro con mayor frecuencia, los demonios no serían los únicos interesadospor poseer ese gran poder. Debería ser más fuerte si quisiera sobrevivir, si quería poder cumplir con su deber. De ello dependía la vida de miles de personas, de caer en las manos equivocadas, humanos y demonios pagarían por igual.

Había alguien que quería esa responsabilidad, Tsubaki, una sacerdotisa que la había acompañado en sus entrenamientos. La considera débil y tenía la sensación de que la había maldecido, algo a que poco le interesaba. No sentía motivos para preocuparse, ya había asimilado que el amor no era parte de su vida y que nunca lo sería.

Durante ese tiempo que viajaron juntas había sido capaz de percibir en ella una gran maldad y oscuridad. Sus acciones la delataban, era avariciosa, tarde o temprano sería seducida por las artes oscuras y no tardaría en caer.

Los exterminadores habían confiado en ella y debía aceptar esa responsabilidad. Sería difícil pero ser sacerdotisa también lo era, solo era una tarea más, un aumento en sus preocupaciones y en lo que normalmente hacía.

Si bien había ocasiones en las que imaginaba su vida como una aldeana común no pasaban de ser solo pensamientos sin ninguna relevancia o al menos así era hasta que conoció a ese hanyou. Su vida no era sencilla pero la tenía bajo control, romper las reglas no era su estilo pero conoció a Inuyasha y todo cambió.

La primera vez que lo vio él estabaoculto tras un árbol. Ella acaba de enfrentarse a un yokai y lo había vencido sin embargo su cuerpo permanecía herido y demoraría en sanar. Se encontraba cansada y herida pero no se mostraría débil, no podía permitírselo. Le hizo saber que conocía sobre su ubicación, no quería esperar más, no le gustaba sentirse vigilada.

Le preguntó por la perla de Shikon, muchos de los demonios que la buscaban querían esa perla. Iban tras la esperanza de ver sus poderes incrementados y ella no podía permitir que cayera en las manos equivocadas. Midoriko había luchado hasta el final contra los demonios y ella como sacerdotisa continuaría con su legado.

En aquel entonces no podía imaginar cómo ese hombre cambiaría su vida. Al verlo creyó que solo era otro hanyou buscando adueñarse de la perla de Shikon, nunca creyó que ese hanyou le haría sentir. Fue por él que experimentó el odio, el dolor y la traición pero también conoció el amor y pudo sentirse mujer.

La primera vez que lo vio notó que su apariencia era la de un humano pero eso no la despistó, ella reconoció su naturaleza demoniaca y le hizo frente. Si quería la perla de Shikon ella no se lo haría tan sencillo.

Él parecía no estar interesado en la perla, de hecho parecía desconocer sobre ella. No le importaba, de hecho mejor para ella. No se encontraba en condiciones para luchar y no se fiaría de las apariencias.

— ¿La perla de Shikon? ¿Qué se supone qué es eso?

No llamó su atención, solo era un demonio más, uno de esos con los que se enfrentaba a diario. Se retiró rápidamente o al menos lo intentó, su cuerpo no resistió y se calló. No podría levantarse.

Rápidamente se recriminó por su debilidad. Podría ser la oportunidad perfecta para ese demonio de atacarla, podría estar mintiendo sobre sus intenciones. Pero ella nada podría hacer. Ella debería estar en la aldea, junto a su hermana Kaede, pero era probable que no regresara y ella se preocupara.

Incluso si él no mintiera y no intentara nada se encontraba vulnerable. Podría aparecer un demonio y atacarla que ella no podría defenderse. Él se acercó a ella pero no la atacó. La miraba de manera interrogante y lo escuchó hablar.

— ¿Qué clase de sacerdotisa es esta?

Poco después escuchó a los aldeanos llamarla, entre ellos reconoció a su hermana menor, parecía preocupada ¿Tanto se había tardado? No pensó que se preocuparan tanto como para buscarla. Era algo normal pues vivían en una época llena de peligros y en su caso era mayor aún por la joya que protegía.

Su hermana fue la primera en llegar a su lado. La levantó del suelo e inmediatamente preguntó por su estado, se notaba preocupada. Pero no le respondió, en ese momento sus pensamientos estaban junto a ese hanyou.

—Ha decidido no matarme, debe ser mi noche de suerte.


Notas Autora:

Capítulo editado.

Este capítulo ha sido reeditado en varias ocasiones, siendo esta la versión que me ha convencido. Cuando empece este fic lo hice con un motivo, escribir algo sobre Inuyasha y kikyou ya que en fanfiction hay muy pocos fics sobre este este personaje, menos los que son sobre ella e Inuyasha o en los que no se le hace bashing. No juzgo a los haters de Kikyou así como espero que ellos no me juzguen a mí o a mi fic, respeto ante todo. Críticas, sobre el fic, no la pareja, serán bien recibidos.

Gracias por leer y que tengan un buen día!