Disclaimer: Basado en la saga de Suzanne Collins: Los Juegos del Hambre.

Este Fic participa en el Reto del Susto, del foro Hasta el final de la Pradera.

498 palabras ;-)


Con eso de Especial de Halloween no sé bien qué quieren decir, pero igual acepté colaborar. Plutarch y Caesar están fundiéndose el cerebro ideando formas de entretenimiento acordes a los ideales de la nueva Panem y a veces han tenido que rescatar costumbres ya olvidadas. Como en este caso. Los juegos del hambre, querámoslo admitir o no, eran todo un acontecimiento, pero retransmitirlos o reinstaurarlos está fuera de toda discusión.

Y hay que inventar, reinventar o reciclar...

Es así como yo resulto envuelta en sus maquinaciones y termino entrando al estudio de televisión a grabar algo que no sé bien de qué va. Aún no sé bien por qué me dejé convencer... Supongo que me encuentro hastiada, ahora que terminó la guerra, me siento inútil...

Escupo la palabra de nuevo: Halloween. Aun así, nada cobra sentido.

Me ha tocado vestirme de blanco, por imposición de los productores y un déjà vu del traje de novia de Katniss se cuela en mis pensamientos. El set de grabación para mi sorpresa está pésimamente iluminado. Arrepentida y empezando a cabrearme porque no estén listas ya las cosas, doy un par de pasos dentro de la habitación y empiezo a gritar a ver si alguien da señales de vida...

La cúpula abovedada retorna mi voz. Luego me sobresalta un grito agudo, seguido de una risa macabra... Alguien me empuja dentro del cuarto cerrando la puerta, trato con ímpetu de abrirla pero no puedo. El miedo se apodera de mí al verme sola en la oscuridad, desorientada y sin un arma.

Me siento de nuevo en mi primera arena.

Avanzo en la oscuridad con los brazos extendidos para evitar tropezar, fogonazos de luz plateada iluminan esporádicamente la habitación, que se vuelve más pequeña a cada instante. Frente a mí encuentro una mesa alargada y al poner ambas manos sobre la lisa superficie, unos candelabros en la pared opuesta se encienden por arte de magia... Iluminan tenuemente, lo suficiente para que reconozca que es un ataúd lo que estoy tocando.

El miedo crece conforme pasan los segundos y una sustancia viscosa y oscura brota de la maldita caja... Una sustancia que reconozco por su característico olor a óxido. Sangre. Retrocedo para toparme con la pared que hace un segundo no estaba ahí...

Mi corazón late descompasado y mi respiración es totalmente errática. El grito resuena de nuevo y la tapa sale expedida… del interior de la urna una osamenta se sienta de golpe y su siniestra cabeza se gira en mi dirección...

Riendo... Una risa macabra, alocada, espantosa...

Y grito... grito tan fuerte como puedo... Apretando los párpados y los puños...

En ese momento se encienden las luces, se oyen aplausos y risas, distintas a la de la calavera... Risas que se burlan de mí, satisfechos de haberme asustado. A mí.

Y Plutarch lo ha pensado muy bien, asegurándose de que no estoy armada, pues me he dado cuenta que he caído como tonta en una estúpida broma y mi furia reclama su sangre...