Primer fic de FMA, no discriminen XD Bueno, el summary dice todo, no hay mucho que explicar

Capítulo 1: Los Elric.

-H-a-c-e—D-i-e-s-c-i-s-i-e-t-e—A-ñ-o-s-

Mierda.

¡Mierda, mierda y más mierda!

Nunca creyó que la espera se volvería algo tan tortuoso y horrible para él. Iba de un lado a otro, caminando por toda la casa, escuchando los quejidos de su esposa. Su estómago estaba revuelto, con todas las ganas del mundo de vomitar… La abuela estaba acompañando a Winry, Paninya había venido de visita en el momento exacto, a pesar de que detestaba la sangre, lo hizo por su amiga. Mei también estaba allí, para apaciguar el dolor de la pobre rubia, mientras que Alphonse seguía a su hermano mayor, igual de nervioso que él. Cuando el ex alquimista estatal Edward Elric de 19 años notó que ya no había quejidos ni jadeos alrededor de la casa, se detuvo abruptamente, provocando que su hermano chocara su rostro contra la espalda de él. Se separó acariciándose la nariz que ardía de dolor. El mayor se volteó para dirigirse a la habitación donde se encontraba su joven esposa. Antes de abrir, se detuvo. Estaba sudando, podía jurar que estaba pálido y sus manos temblaban. Al lo siguió y tragó saliva, tratando de apoyar a su hermano.

—… Debemos entrar, hermano.

Lo sé, Al.

—… Huh…

—… ¿A la cuenta de tres?

—… Sí, supongo. — Se rió nerviosamente el hermano menor.

—… U-Uno…

—…D-D-D-Do-Do-Dos…— Tartamudeó.

—… Dos y medio…

Dos y tres cuartos…-

Dieron un respingo cuando repentinamente la puerta se abrió. Era Mei, arrastrando a una pobre Paninya desmayada.

¡Ah! — Sonrió. — ¡Están aquí! — Anunció. — ¡Felicidades, Edward-san! — Se rió mientras dejaba a la morena en el sofá, recostándola. Se levantó para mirar al par de hermanos. — ¡Es un niño!

. . .

Un niño, un varón… Edward, que estuvo todo el tiempo mirando otro punto que no fuese una persona, dirigió su vista hacia la puerta abierta, pues había comenzado un llanto proveniente de allí. Finalmente, Pinako Rockbell salió de allí suspirando y miró al mayor de los Elric.

¿Qué haces ahí parado como idiota, enano? — Le regañó. — Ve en este instante a verla.

Él ni siquiera se molestó en devolverle el insulto. Caminó lentamente a la habitación en la que Winry Rockbell acogía al nuevo miembro de la familia. La anciana sonrió, esa reacción le parecía revivir el momento en que Van Hohenheim esperaba acongojado en algún lugar esperando que Trisha Elric diera a luz a su primer hijo.

Edward miró a Winry, que parecía realmente cansada, sosteniendo un bultito en sus brazos. Su corazón se había subido hasta la garganta, sintiéndose incapaz de respirar. Muchas sensaciones y sentimientos lo rodeaban. La rubia lo miró y le sonrió cansada.

Nunca pensé que sería tan difícil la primera vez. Ahora comprendo a las madres. — Se rió. — ¿Quieres cargarlo?

El joven de cabellos dorados se sonrojó de golpe. ¿Por qué? Apretó los puños, necesitaba controlar la sangre que bombeaba con energía excesiva. Se sentó en el borde de la cama, cerca de ella. Winry le extendió el paquetito envuelto y él alzó los brazos lentamente. La rubia se rió, deteniendo lo que estaba a punto de hacer.

¡¿Qué te pasa?! ¡Creí que me dejarías cargarlo! — Se quejó.

Sí, pero como estás, se te caerá. — Rió nuevamente. — Relájate, Ed. Ya habías experimentado cómo son los partos.

Tú lo experimentaste, yo no hice nada. — Apartó sus ojos de ella.

Bueno, eso es cierto… Pero me ayudaste. ¿Por qué no te muestras tan feliz y emocionado como aquella vez?

Él bajó la mirada. ¿Por qué? Simple, la emoción que sentía no podía compararse con nada que había sentido en sus 19 años de vida. Nada era comparado con algo tan maravilloso como recibir al mundo a un niño… SU niño. Admitió que cuando se enteró del embarazo de la rubia, se había sentido realmente exaltado, ¿cómo no? ¡Joder, tenían 18 años! Pasaron los meses hasta que ambos cumplieron 19, eso no cambiaba mucho, pues seguían siendo muy jóvenes para tener niños… Cuando le fundamentó eso a Winry, esta había comenzado a llorar creyendo que no quería tenerlo.

¡Qué equivocada estaba!

Era solo que… Tenía miedo… No quería ser un mal padre, aunque nunca supo cómo diablos era ser padre…-

Ante el recuerdo, su mirada se ensombreció.

Nuevamente las sombras del pasado le atormentaban.

. . .

Winry lo miró, sabiendo lo que pensaba. Se acercó a él para extenderle una vez más a su hijo, tratando de hacerle borrar sea lo que estuviese maldiciendo. El ex alquimista reaccionó al sentir un calor adicional en su pecho. Alzó la vista para ver a su joven esposa mirándole con una sonrisa cuando presionó el cuerpito del pequeño contra él. Edward levantó los brazos y lo sujetó con cuidado. Más que tener el mechoncito de cabello dorado, lo tenía un poco más claro que él, estaba en el intermedio del su tono y el de la joven en frente de él, sus ojos estaban cerrados, así que tendría que esperar para saber si era un joven de Xerxes o de los Rockbell.

Qué raro era pensarlo de esa forma.

Por un lado… No le desagradaba provenir de esas personas… Sin embargo… Hacía lo posible y hasta lo imposible para no pensar a cada cosa que le recordara a Van Hohenheim. Incluso había dejado de ir al cementerio a ver a su madre. Hace años que no iba, evadía ese lugar cada vez que Winry quería visitar la tumba de sus padres o Al queriendo visitar a los suyos.

Pero ese sentimiento seguía allí.

— "Mierda."

.

.

.

.

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-.-.-.-.-.-.-.-.

— ¡Gracias por venir!

— ¿Para qué agradeces, Edwin? ¡Eres tú el que nos ayuda, amigo!

— ¡Cuando quieras! — Se rió.

Cuando el último cliente salió de la casa de los Rockbell, el rubio de 17 años soltó un sonoro suspiro de resignación.

— ¿Qué pasa, Ed?

El rubio se giró para ver a una hermosa mujer rubia con el cabello recogido en una coleta, estaba guardando todos los tornillos tirados. Él solo volvió a suspirar.

—… Pues…

— Dilo ya, Edwin. ¿Qué sucede?

— Sé que no te vas a enojar, mamá. — Se rió. —… Pero… Sé que papá lo hará.

Winry Rockbell miró a su hijo con una ceja alzada, hasta que al ver la mirada preocupada y a la vez nerviosa de su primer hijo, entendió todo. Apretó los labios.

—… ¿Adónde se fue esta vez?

— No lo sé. — Se cruzó de brazos. — Eso es lo que más me preocupa. Tú sabes que papá anda de un lado a otro por el país… ¿Qué pasa si se la encuentra por ahí en un…?

— No creo que vaya a ese tipo de lugares, Edwin. — Sonrió "dulcemente" mientras le propinaba un buen golpe en la cabeza con su querida llave inglesa.

—… Lo siento…

— ¡Pues no vuelvas a pensar así! ¡Por Dios! ¿Cómo se te ocurre pensar eso? — Se acarició la sien. — Sería incapaz de meterse en lugares como esos.

—… Mm…— Se rozó la cabeza con su mano. — Oye, iré a Central la próxima semana. Recuérdalo para que papá no invente otra excusa.

— Ay, Ed… Te lo tenías bien merecido. Metiéndote a peleas callejeras de esa forma… ¡Es normal que Edward no te deje salir tan seguido de casa!

— ¿Y por qué tú no dices nada?

— Porque estoy en cierto modo de acuerdo con él. Sigues siendo mi hijo.

—… Cierto. — Agarró su martillo y lo miró. —… ¿Aún hay goteras en la casa?

— Ya no, hijo. — Se rió.

— Qué bien. Mejor para mí. — Agarró su propia llave inglesa y la guardo en su bolsillo trasero de su pantalón. —… Bien, más vale que me contacte con los chicos para saber si la han visto por ahí… O quizá deba preguntarlo al tío Alphonse…-

— ¿Preguntarle a Al qué?

Ambos se giraron para ver a un Edward completamente confundido. Así como su esposa, los años no le habían afectado en lo más mínimo. Su mirada se había vuelto un poco fría, pero no había diferencias físicas, salvo los rasgos de madurez. Edwin se acarició su cabello corto con nerviosismo.

—… ¿Qué pasa? Dímelo ahora, Edwin.

—… Umm… No me vayas a golpear, porque ambos estamos armados. — Señaló a su madre y a él mismo. Edward frunció el ceño.

—… ¿Y bien?

—… Huh… Digamos que…— Señaló con su dedo el perchero. Edward lo miró y comprendió.

—… Edwin… Por favor, no otra vez… Dime que la atrapaste…

—… Pues…Me dijo que saldría, pero no me dijo dónde…

Era oficial, pues cada vez que ELLA se atrevía a desobedecerle, dejaba la escena del crimen. Él siempre dejaba su reloj de plata en el perchero como recuerdo, sin embargo, cada vez que ella se fugaba… Bueno, desaparecía.

Ella lo tenía en su poder… Y lo peor era que no sabía en qué jodido lugar de Amestris se encontraba.

La rubia suspiró junto con Edwin.

—… Tres.

— Dos…

— U…-

¡ELIZABETH TRISHA ELRIC ROCKBELL!

— "Aquí vamos otra vez…"— Pensó tanto Winry como Edwin al ver a Edward lanzar al cielo una gran cantidad de barbaridades y maldiciones.

o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-

— Lizy-chan… Estarás en graves problemas si no vas a casa ahora… Edward ya debió de haber llegado. — Le suplicó por quinta vez una mujer morena a cierta joven rubia.

Sus ojos azules, pero duros y determinados, ni siquiera reaccionaron racionalmente ante las súplicas de Paninya. Vestía una blusa negra, unos pantalones de diseño militar y unos bototos negros. Traía una pañoleta en su cabeza del color de sus pantalones, como solía usarla su madre cuando era joven, según había visto en fotografías. Jugaba distraídamente con el reloj de plata que solía ser de su padre, lo hacía girar, sujetándolo de la cadena.

—… ¿Lizy-chan…?

La rubia miró con indiferencia a la mujer.

— ¿Qué?

— Deberías volver a casa, Lizy-chan…-

— No me llames Lizy. — Le interrumpió con molestia. — Ese viejo solía llamarme así. — Se cruzó de brazos.

— Lo siento, pequeña… Pero…

— Le diremos "al viejo" que mencionas que estás en nuestra casa, muñequita. — Dijo cierto anciano fumando con tranquilidad.

Con una mueca de asco, frunció el ceño mientras se le notaba una vena en la frente. Miró a Dominic con irritación.

—… No me llames muñequita, viejo andrajoso. — Gruñó mostrando los dientes.

Paninya suspiró. Desde el incidente, Elizabeth, hija de Edward y Winry, se había vuelto una versión de Edward femenina, lo que más le sorprendía era que…. Pues…

Era MUCHO más violenta y peligrosa que Edward a su edad.

Pero también estaba su valentía.

Esa era la razón por la cual detestaba que le dijeran muñequita, una palabra demasiado pequeña para el carácter de Elizabeth. Cada concepto que se refiriera a lo "femenino", le sacaba de quicio. Porque…

Paninya suspiró. Elizabeth había dicho una frase que de verdad le había confundido, por eso no podía acusarla con Edward. Sus palabras de aquella vez se lo impedían.

"Hubiera preferido ser hombre, porque al parecer… Así mi papá me hubiera querido más."

Lo había dicho cuando tenía once años, pero nunca más volvió a tocar el tema en frente de la morena, sabía que desde AQUELLA VEZ, Edward se había vuelto muy estricto con sus hijos, aunque no podía evitar sentir más lástima por la pequeña rubia por el simple hecho de que Edward le prestaba más atención a Edwin que a la misma Elizabeth.

La rubia menor no odiaba a Edwin, ni mucho menos le tenía rencor, es más, lo quería mucho, él formaba parte de sus "delincuencias", porque él le ayudaba a escapar de la casa y subirse al tren. Ahora que había llegado a Rush Valley una vez más, ya no se sorprendía. Era muy simple la razón por la cual ella no quería estar en casa.

"Cuando ese estúpido viejo está cerca, me da migraña."

A Elizabeth le encantaba la alquimia, la practicaba y era muy buena en ella, sin embargo había aprendido también la ley de la equivalencia de intercambio.

Su padre le había dado indiferencia.

Ella le dio desprecio.

Era exactamente lo mismo para la joven de ojos azules. Porque él quiso de un día para otro dejar de llamarle Lizy, ese sobrenombre que solía gustarle, ya no le enseñaba alquimia, así que ella había decidido aprender por su propia cuenta, ya no salía a jugar con ella, y por esa misma razón… Se había comenzado a escapar.

Y con el tiempo se dio cuenta que la simple cercanía de su padre, Edward Elric, le causaba irritación y, aunque no quisiera admitirlo, también dolor.

—… "Es un exagerado… Despreciándome de esta forma solo por lo de aquella vez…"— Pensó con disgusto mientras guardaba el reloj de plata.

"No olvides el 3. Oct. 11"

Eso lo había leído hoy. Nunca le dio por abrir el estúpido reloj, pero hoy mismo se había dado cuenta de que estaba sellado con alquimia… De la última que su padre pudo usarla. Y cuando la abrió con las herramientas de su madre, lo leyó.

No tenía ni idea de qué significaba eso… Ni tampoco tenía idea de por qué su padre no practicaba alquimia con ella, ni una sola vez.

No comprendía por qué su madre solo sonreía con tristeza cuando preguntaba por qué no tenía más familia que ella, su hermano y su estúpido padre. Había conocido a la abuela Pinako, pero falleció cuando ella tenía seis.

Mucho menos comprendía por qué demonios Edwin callaba cuando le preguntaba.

¿Acaso él sabía?

¿Sabía cosas que ella no?

Con más tormentos en su mente, se recostó en el sofá y cerró los ojos para quedarse dormida.

Sin embargo, ella se parecía a Edward… Porque esos mismos demonios que la asechaban a ella por las dudas, estos acosaban al ex alquimista por el pasado…

.

.

.

— ¿Por qué me haces esto, James? ¡Te juro que cambiaré…!

— Lo siento, pero ya tomé mi decisión. — Contestó simplemente el joven de 16 años, cabellos negros y ojos marrones.

— ¡No puedes hacerme esto!

— Ya lo hice. — Se encogió de hombros mientras se alejaba de una castaña de ojos verdes. — Adiós Jenner. — Hizo un gesto con la mano aburrido.

Definitivamente este no era un lugar que le gustaría, el calor era insoportable a pesar de ser casi de noche, y había gente estúpida y loca por los automails… Por alguna razón le recordaba a la mujer del amigo de su padre, incluso a su hijo, que solo lo había visto una vez…

Aunque por lo menos ellos mostraban una verdadera pasión por su trabajo.

Miró el cielo que anochecía, buscando en él alguna forma de bajar su aburrimiento. Era la quinta novia con la que terminaba en el año. Joder, todo terminaba mal.

Eran muy celosas.

Muy estúpidas.

Muy regaladas.

Muy… Vacías.

No lo llenaban por dentro. Ninguna de las chicas que había conocido. Su padre le había dicho que aprovechara por el costal de bellezas que habría en la calle, y él, como tan malcriado que quedó por su culpa, así era su rutina. Encontraba una chica bella, la seducía, la conocía, la desaprobaba y luego la tiraba.

No quería volver a casa, y de todos modos, sus padres confiaban en él, por lo cual no se preocuparían para nada. Buscaría un lugar donde dormir y listo…-

— ¿Estás seguro de que vino aquí?

— Dime, Edwin… ¿Alguna vez me he equivocado?

—… No, papá… No sé cómo lo haces, pero siempre terminas acertando a dónde va Lizy.

Una de esas voces le era familiar… ¿De dónde las había oído? Se giró para ver tres cabezas de soles. Joder, era tan notorio que no eran de allí, un trío de rubios.

Caminó hacia ellos sigilosamente, tratando de oír más.

— ¿Iremos a la casa de Paninya-neesan? — Preguntó el que parecía ser más joven.

— Si es lo que dice Edward…— Winry miró a su esposo, que traía una expresión amargada y furiosa.

El joven de cabellos negros alzó una ceja.

Rubios.

Edward…

Edwin…

Win…

—… Winry…— Recordó su nombre en voz alta. —… Winry-san. — Habló más alto, logrando llamar la atención de los tres.

—… ¿Huh?

— ¿Tú eres…?

— ¿James? — Se acercó la mujer con una sonrisa. Él correspondió el gesto. — ¡Cuánto has crecido! ¡Alcanzaste a Edwin! — Se rió.

— No es mi culpa que heredara genes tan pequeños. — Se quejó el rubio más joven.

— ¡¿Qué dijiste, MOCOSO?!

— ¡AL MENOS SOY MÁS ALTO QUE TÚ CUANDO TENÍAS MI EDAD! — Le gritó. Ambos se lanzaron una mirada asesina mientras que James se cruzaba de brazos con una sonrisa torcida.

—… Linda familia,Winry-san.

—… Jejeje…— Miró a Edward. — Ed… ¿Lo recuerdas? Es James… James Mustang.

—… James Mustang Hawkeye. — Sonrió finalmente en forma de astucia. —… Tienes al estúpida sonrisa del estúpido führer de este país… Sin embargo agradezco que tengas los ojos de tu madre, niño.

— Gracias, señor… Conocido como el alquimista más pequeño de la historia.

—… Es el más joven, infeliz. — Forzó una sonrisa ante la irritación. James se rió.

— ¿Qué hacen aquí? Que yo sepa ustedes viven… En otro lado. — Al preguntar eso, la irritación en Edward volvió, junto con la resignación de Edwin y de Winry. —… ¿Ahora qué? ¿Ya no quieren su casa?

— Estamos buscando a mi hermana. — Habló Edwin. James lo miró. —… ¿Qué miras? Supongo que me recuerdas… Nos vimos hace unos meses.

—… No es eso. — Frunció el ceño. — Es decir… Desde que tengo memoria, conozco a este tipo. — Señaló a Edward. — A Winry-san y a ti… ¿Acaso tu hermana nació hace poco?

— Claro que no, tiene 15 años, cabeza hueca.

El pelinegro se confundió aún más.

—… Entonces… ¿Por qué no la conozco?

Ante esa pregunta, se pudo notar la tensión en los Elric. James prefirió ahorrarles el mal rato.

—… ¿Y dónde está?

— Ya creo tener una idea.

Continuará…

Fighting!

Rossana's Mind cambio y fuera!

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