Capítulo i: "Secuestro"

Caminaba por los vacíos pasillos del hospital, tiempo atrás ese lugar era un caos a cualquiera hora del día, pero ya no, desde hace unos meses que todo había cambiado. Miró la hora en su celular —. Ya es tarde — murmuró soltando un pequeño suspiro. Se apresuró en ir hasta la habitación de una mujer ciega de avanzada edad, siempre acostumbraba visitarla antes de regresar a casa.

Buenas tardes, señora Kino.

Anna, creí que ya no vendrías, es algo tarde — dijo acomodándose en su cama.

Lo sé, pero no puedo irme sin venir a verla antes — respondió arreglando su almohada.

Eres una buena muchacha, tienes que cuidarte mucho, tú y tu pequeño hijo.

Si, tranquila. La situación está algo difícil allá afuera, pero estaremos bien — le aseguró con una pequeña sonrisa —. Mañana vuelvo.

Eso espero — susurró la anciana antes de despedirse de ella.

Fue hasta la pequeña guardería del lugar, sonrió al ver a un pequeño niño rubio de cabello alborotado jugando con unos autos — ¿Ya te vas? — preguntó una joven delgada de cabello negro.

Si Akane, ya está oscureciendo y Hana tiene que dormir.

Entiendo, muchas gracias por seguir viniendo, necesitamos toda la ayuda posible.

¿Mamá? — dijo el pequeño volteando al escuchar su voz —. ¡Mamá! — gritó más emocionado corriendo en su dirección al confirmar que era ella.

Hana, cariño. — Lo tomó en brazos sintiendo como su hijo la llenaba de besos —. ¿Te portaste bien? — Sonrió al ver como él asentía inocentemente con la cabeza —. Te voy a creer por está vez, pequeño diablillo. Adiós Akane, nos vemos mañana.

Prefirió no cambiarse el uniforme, ya se estaba haciendo tarde y era peligroso andar en la calle de noche. Subió a Hana al auto y lo sentó en su silla en el asiento trasero. Por el espejo retrovisor podía ver su cara de disgusto.

No gusta — reclamó cruzando sus brazos.

Jajaja lo sé, pero es por tu seguridad.

Mientras conducía miraba las silenciosas y desoladas calles de Tokio. Hace casi tres meses que todo había cambiado, de día la gente deambulaba con normalidad, como si nada pasara, pero cuando el sol comenzaba a ocultarse también lo hacían las personas. Era increíble lo que estaban viviendo, una especie de ¿fin del mundo? eso es lo que la mayoría pensaba, en los noticieros no se hablaba de otra cosa, continuamente mostraban imágenes de conocidas ciudades del mundo completamente destruidas, niños desaparecidos, miles de personas heridas y millones muertas. Meneó la cabeza de un lado a otro para sacarse esas ideas, lo importante era que ella y su hijo estaban bien. Avanzó unos cuantos metros cuando de la nada algo cayó sobre su parabrisas. Frenó de golpe, por suerte llevaba el cinturón puesto y Hana estaba en el asiento de atrás.

¿Pero qué demonios? — reclamó desconcertada al ver el estado del vidrio —. ¿Hijo estas bien? — preguntó volteando a verlo. Sintió un alivio al comprobar que sólo estaba asustado y no tenía ningún rasguño —. Hana, quédate aquí, no te atrevas a salir.

Bajó del auto dispuesta a ver que había sucedido, sobretodo a enfrentar al imbécil que les provocó ese gran susto. Estaba oscuro, las luces de la calle eran débiles, así que era difícil ver con claridad lo que estaba ocurriendo, pero sus ojos no la engañaban, al parecer lo que había caído sobre su auto era una persona que yacía unos metros más allá. Se acercó a él para ver en qué estado se encontraba, pero no pudo evitar detenerse al ver que de la espalda de ese muchacho sobresalían dos grandes alas, las cuales no eran completamente de color blanco sino que tenían un ligero tono rojizo en los bordes.

Alejate de aquí — le ordenó el joven intentando ponerse de pie. Anna lo miró fijamente sin poder creer lo que había frente a sus ojos.

¡Oh, mierda! — musitó saliendo de su asombro —. Esto no me puede estar pasando... un ángel.

¡Vete ahora! — le repitió con dureza.

Anna pensó en responderle, pero se arrepintió, en el auto estaba su hijo esperándola, no podía poner su vida en riesgo por una estupidez. Apretó sus puños algo nerviosa, se dio media vuelta dispuesta a irse cuando la imagen de un hombre la detuvo.

¿Pero qué tenemos aquí? — preguntó otro ángel frente a ella con una cínica sonrisa, era alto, de cabello rubio y mirada sería —. Una hija del hombre.

Marco, no podemos dejar testigos — agregó otro con dureza, era de piel morena y contextura robusta, tenía el cabello negro y un corte estilo militar. Él claramente no encajaba con la típica imagen de los ángeles. Se acercó a Anna y la tomó de la muñeca con fuerza.

Sueltala Chris, ella no tiene nada que ver — dijo el joven que minutos atrás se había estrellado contra el auto de la rubia.

Tragó grueso mirando a su alrededor, cinco ángeles en total, ¿en qué diablos se había metido?, sólo esperaba que Hana le hiciera caso y se mantuviera en el auto, maldita la hora en que aprendió a salirse de su silla.

¿Qué es esto Hao? ¿Te preocupas por una simple hija del hombre?

Te equivocas Hans, ella no me importa — aclaró de inmediato —, pero quiero acabar con ustedes lo más rápido posible.

Esbozo una pequeña sonrisa —. Entonces primero terminemos con ella — dijo Chris.

Anna no lo pensó más y decidió poner en práctica algunas de las clases de defensa personal que su padre la había hecho tomar cuando era más joven. Dio un paso corto de refuerzo y con todas sus fuerzas golpeó con la pierna en forma lateral el abdomen de su agresor. La rubia sabía que el golpe quizá no sería lo suficientemente fuerte para un tipo de su contextura física, pero esperaba tener algo de suerte. Chris no pensaba que ella pudiera reaccionar de esa forma, al pillarlo desprevenido el golpe resultó ser efectivo, soltó el brazo de la chica y retrocedió unos cuantos pasos.

No sé si eres muy valiente o muy estúpida — comentó Marco acercándose rápidamente a ella con su brillante espada color plata.

Ahora si Anna esperaba lo peor, su final estaba cerca, lo que más lamentaba era dejar solo a su pequeño hijo. Cerró los ojos esperando el fatal golpe, pero éste no llegó. Se sorprendió al ver que frente a ella estaba Hao bloqueando el ataque de Marco. La espada del chico era diferente, parecía ser de fuego.

Apartate — mascullo algo cansado.

La rubia no lo pensó y como pudo se alejó de ellos. Su primera idea fue ir hasta su auto y alejarse lo más rápido posible, pero eso podría poner en peligro a Hana así que optó por quedarse detrás de un poste a una distancia prudente.

El castaño por su parte peleaba hábilmente contra Marco, cosa que no paso desapercibida por los demás ángeles quienes se acercaron para atacarlo también. Cuatro contra uno, nada justo pensó Anna, aunque Hao lograba atacar y defenderse de forma excepcional fue cuestión de minutos para que lograran reducirlo. Chris, el más grande de los cuatro lo sostuvo fuertemente de los brazos mientras otro lo golpeaba en la cara.

¿Estás disfrutando esto, John? — preguntó Hao con una sonrisa mientras un hilillo de sangre salía desde su boca. El aludido no respondió, sólo atino a golpearlo en el abdomen un par de veces hasta que Chris lo dejo caer.

Que decepción Hao, escogiste el camino equivocado, todo sería diferente si hubieses elegido seguir a la doncella Jeanne. Sujetenlo con fuerza — ordenó sonriendo de forma maliciosa.

En cuanto los otros tres inmovilizaron a Hao en el piso, Marco se acercó a él y sin dudarlo cortó sus alas. Anna cerró los ojos para no seguir viendo esa cruel escena, pero era inútil, aún podía escuchar los desgarradores gritos del moreno.

¿Mami? — dijo el pequeño a punto de llorar. Se había asustado al escuchar tanto ruido, más aún cuando su mamá no regresaba al auto junto a él, así que decidió salir a buscarla.

No Hana, no — murmuró Anna esperando que los ángeles no lo hubiesen escuchado, pero lamentablemente no había sido así, tanto Marco como los demás se distrajeron al escuchar la voz del pequeño, descuido que Hao aprovechó para soltarse de sus captores. Con una agilidad impresionante tomó su espada que se encontraba a unos escasos metros de distancia, miró fugazmente sus dos enormes alas que yacían inertes en el suelo, cegado por la furia e ignorando la gran cantidad de sangre que salía de su espalda atacó a Marco logrando herirlo en un costado, era difícil para su cuerpo equilibrarse sin sus alas, pero aún así siguió en pie, listo para la pelea.

La rubia aprovechó esto para intentar acercarse a su hijo, pero un fuerte golpe en el tórax la tiró al piso y la dejo sin aire, pensó que moriría, intentaba volver a respirar sin mucho éxito. Logró distinguir a su agresor, al parecer Chris se quiso vengar por la patada que había recibido de su parte. Vio que mientras Hao seguía luchando con los otros ángeles su pequeño hijo de 3 años se acercaba a ella preocupado, quería gritarle que se alejara, que corriera, pero era inútil, ninguna palabra salía de su boca.

Chris, vámonos — le gritó Hans sosteniendo a Marco que no paraba de sangrar. El aludido rápidamente se elevó del piso, una cruel sonrisa adornó su rostro, se acercó a Hana y lo tomó en brazos, el niño gritaba y pataleaba intentando soltarse sin mucho éxito.

¡Hana! — gritó la rubia desesperada sacando fuerza de quién sabe dónde, veía con espanto como ese hombre desaparecía en el cielo junto a su hijo.

John en tanto le estaba dando una buena pelea a Hao, claramente él tenía la ventaja, pelear contra alguien tan herido que se está desangrando con esa rapidez resultaba ser bastante fácil, en un momento logró golpearlo lo suficientemente fuerte para apartarlo unos cuantos metros. Tomó las alas de Hao y emprendió vuelo lo más rápido que pudo.

¡Maldición! — gritó el moreno golpeando el piso, intentó ponerse de pie nuevamente, pero sintió como la vista se le nublaba hasta que perdió el conocimiento.