Sled

Pista; Antarctica, versión completa, Evangelios Papatthanopoulos (Vangelis)

Pareja; Kirk/Spock, preslash.

Fandom; Star Trek XI.

Disclaimer; No me pertenece nada de la franquicia. Los marcianos son MIOS. Tiny y Tuvok pertenecen a la genial CMM de K/S Archives. Las neutras las postuló –si mal no recuerdo- Frederick Pohl en 'Homo Plus' y son sólo una cita.

Summary; Regalo de cumpleaños para la alférez liz19 4ever. Mil disculpas por el retraso; no he andado muy bien. Ligeramente universo alterno (UVEE). Jim descubre algo sobre sí mismo, en Marte, antes de partir a Europa. Todos los lugares en Marte pueden localizarse en el Google Mars. Por cierto, ningún link funciona en ésta página; si queréis ver las imágenes, id a mi lj.

Rating; PG13.

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Capítulo 1: Hellas, Daan.

Hikaru Sulu contempló a los cuatro personajes frente a él. No sabía qué era más impresionante, si el par de marcianos o los dos enormes karafuto-sakhalin. El golpe de Jim Kirk en la espalda lo sacó de su arrobo.

—¡Hey! ¿Nunca habías visto marcianos?

—En vivo, no. Nadie me dijo que fuesen tan altos.

El tercio de gravedad hacía que los colonos se estirasen por encima de sus contrapartes terrestres y cada marciano terminaba por medir tres metros. Cien años de ocupación de Marte y una feroz guerra de independencia más la exposición al inclemente clima del planeta los habían vuelto como eran; orgullosos, un tanto excéntricos y diferentes en muchas formas a sus antepasados terrestres, con una conciencia de grupo que los humanos no habían logrado tener sino hasta pasadas muchas guerras civiles.

Quizá lo más impresionante era que, mientras Jim y Sulu y los demás cadetes tenían que usar sus trajes de protección, Ekka y Shon no llevaban más que la ropa de invierno encima.

La mutación que les permitía respirar en la superficie había pintado sus rostros de vetas verde y marrón claro y el ultravioleta les había desarrollado un par de párpados internos, de color rojo. El trigo mir que comían –una mutación del quadrotriticale, con raíces hasta de treinta metros de profundidad, hecha para resistir los vientos de 200 km/hr de la superficie- les hacía crecer el cabello de forma desmesurada y lo ataban en múltiples trenzas, de un color entre rubio y rojo, hasta llegar al piso. Entonces, lo cortaban y tejían con él sus famosas mantas de pelo humano.

Pese a todos los intentos de la Tierra, no habían permitido la terraformación de Marte; antes bien, se habían adaptado lo mejor posible al nuevo mundo, dejándolo inhabitable para los terranos… no sin una cruenta guerra de por medio.

Y, después del Primer Contacto, los vulcanos habían insistido en que Marte tenía derecho a su propia libertad y a ser un planeta más, dentro del Sistema Solar, con inteligencia sintiente, que debía formar parte de la Federación y fuera de la hegemonía terrana.

Jim sonrió tras la cubierta del casco.

—Mejor que no se note que te impresionan. Los marcianos no suelen respetarnos mucho y menos si ven que les tenemos miedo…

Se acercaron al grupo y fue cuando Jim notó que uno de los instructores estaba hablando con ellos.

En su idioma –una mezcla gárrula de varios idiomas terranos y estándar.

Los dos marcianos sonreían y se portaban amables. Uno de los perros se acercó al instructor, olfateando su enguantada mano y ésta se levantó y acarició al enorme animal, que fácilmente le daba al hombro.

El otro perro se volvió hacia los cadetes y su ladrido, aunque alegre, fue un rugido estruendoso.

—¡Tuvok!-gritó el marciano de trenzas verdes- ¡Ralash- fam! Kroykah!

Fue turno de Jim para callarse. El marciano hablaba vulcano. Eso implicaba que el instructor con el que estaban no podía ser otro que el comandante Spock.

Sulu sonrió y le dio un codazó a Jim.

—¿Quién está impresionado ahora, eh?

Jim frunció el ceño y ambos se cuadraron.

—Comandante –Sulu extendió el PADD –el capitán Pike nos pidió que nos reportásemos desde el MRO, con el contacto en Hellas…

—Para nuestro entrenamiento previo a la Base de Europa, señor –terminó Jim.

El vulcano se volvió hacia ellos, la mirada tan fría como el exterior del planeta y el marciano que había gritado al perro, le ordenó sentarse con un ademán. Los dos enormes animales obedecieron al instante y Jim no pudo dejar de notar sus colores; eran karafuto, sakhalin-huskies, malamuts, perros de Alaska, con la mutación de la clorofila roja marciana en sus venas y el espeso pelaje de sus antepasados terrestres, aunado a la enorme estatura provocada por el planeta. Tuvok era blanco con negro y manchas verdes en el vientre, los ojos de un azul agua brillante. El otro perro –Tiny, 'pequeñín', decía la placa- era de un dorado intenso con marcas rojas.

Spock revisó el PADD rápidamente

—Supongo que habrán notado, señores, que llegan con cinco minutos de retraso-respondió, con sequedad. Sulu no supo que decir. Jim en cambio, de inmediato retachó.

—No tomamos en cuenta la contracorriente del Polo, señor.

—Eso no es disculpa.

—No intento disculparme, comandante. Es meramente una estatificación de los hechos.

Jim mantuvo la vista fija en el vulcano, sin dar una muestra de temor.

Uno de los marcianos soltó la carcajada.

—Vamos, Spock, supongo que puedes perdonarles. La corriente es caprichosa a veces y lo sabes!

Spock pareció dar un suspiro de resignación; el otro marciano lo palmeó en la espalda.

—Son terranos –dijo, en su dialecto, como si eso explicara todo. Jim sintió el principio de un tick; odiaba la condescendencia y más si aquel par no lo conocían y coincidían en su desconocimiento con el comandante vulcano.

—Ustedes también lo fueron-respondió en su idioma. Y es que uno nunca sabe cuándo va a ser una ventaja tener una tía en la excolonia de Chryse, que maneje a la perfección el dialecto y sea la única que te aliente a irte a las estrellas, cuando tu madre te ha abandonado, junto con tu hermano y no te queda de veras nadie.

El más alto de ellos sonrió y habló, en estándar.

—Hey, no te enojes chico. No fue un insulto.

Jim sonrió.

—¿Enojarme yo? Y no soy un chico. Mi nombre es Kirk, James T. Kirk.

El marciano extendió una mano de enormes dedos.

—Ekka Hakonen. Y éste es Shon. Nosotros somos su contacto en Hellas…

El apretón de Jim fue firme; el marciano sonrió aún más y negó con la cabeza.

—No es personal, cadete. Perdona a Shon, por favor.

—No hay ofensa, Ekka- se volvió a Spock- Comandante ¿Cuáles son nuestras instrucciones?

Spock tecleó algo en el PADD.

—Cadete Kirk, usted está en el Command Track y por lo tanto, su práctica se verá circunscrita a sus estudios- señaló a los dos inmensos perros- el señor Hakonen le mostrará cómo se manejan sus animales y deberá ir a Orcus Patera, en el curso de una semana, con los recursos que se le entreguen y sin la posibilidad de pedir auxilio, si se equivoca. En caso de que cometa un error, el transpondedor lo reportará al satélite, para su rescate. Huelga decir que semejante situación, lo descalificará automáticamente para el comando.

Jim NO tragó saliva.

Antes bien, sonriente y decidido, se encaró a los marrcianos, sin mirar a su instructor.

—Sí, señor.

—¿Alguna pregunta?

—Creo que Ekka puede responder mis preguntas sobre Marte mejor que usted, señor. Sin ofender.

Ekka aplaudió, muerto de risa, sus trenzas agitándose en el viento.

—¡Bozhe moi! Vaya que eres un hueso duro de roer, eh Kirk?

Shon intervino, el ceño sombrío.

—El comandante Spock ha hecho el recorrido de Hellas a Olympus Mons, cadete. Tres veces. El doble de la distancia que usted hará.

Spock elevó una ceja, discretamente, como diciendo 'Basta, es suficiente'. Jim enrojeció.

—Bueno, esta es la distancia que me asignaron. Vayamos a cumplirla.

—No pierdes el tiempo, ¿Cierto? Ven acá.-dijo Ekka y avanzó, seguido de sus enormes perros.

Spock se volvió al japonés.

—En cuanto a usted, cadete Sulu…

La voz de Spock se disolvió en el viento. Jim se mordió los labios, mientras seguía a Ekka, en silencio. Maldito vulcano. Pero ya lo haría ver su error; Jim Kirk no se detenía ante nada y sabía que cada una de las pruebas había sido más dura que la anterior.

Había estado en McMurdo, en el Polo Sur de la Tierra, por cinco días, para aclimatarse a Marte: 70 centígrados bajo cero y vientos de hasta 200 km por hora, un bonito verano marciano.

El VK7 –su traje- era ligerísimo, con todo y casco y sus forros incluían suficiente clorofila para mantenerlo oxigenado sin necesidad de tanques, a más de los termoconductores; mientras Jim comiera bien, se mantendría caliente.

El haber vivido en una granja lo condicionaba para trabajar al aire libre y Harry y Vivian habían sido unos perros adorables, la única compañía de Jim cuando todos los demás lo abandonaran y antes de que las chicas, el sexo casual y la bebida dieran algo más de 'madurez' a su vida.

Ekka caminó hasta el borde del inmenso valle donde se asentaba la capital de Marte; el cráter Hellas desde éste ángulo parecía no tener fin, era demasiado extenso para poder ver su otro extremo y de momento, en su borde, sólo se notaba el descenso hacia el enorme valle que formaba. Sólo las manchas de luz disgregadas en su fondo daban idea de la ciudad central y los poblados que la rodeaban.

A más del cielo rosado y del frío horrendo, a Jim le pareció estar contemplando algún lugar de Arizona, en la Tierra, durante el atardecer.

—Nos quedaremos en Daan esta noche; hay una buena cantidad de locaciones en esa ruta. De ahí, te dirigirás al norte y tu compañero bajará hacia la capital. Es mejor que te prepares para nuestras costumbres, ya que tendrás que departir con nuestra gente, cadete.

—Es Jim.

—Muy bien, Jim. A Spock… es decir, al comandante Spock no le gusta ser informal; aprenderás pronto que nosotros no tenemos muchos rituales y los que hay, los aprendimos para sobrevivir. Estos son mis chicos, Tiny y Tuvok —los dos perros se acercaron, moviendo la cola y ladrando amigablemente. Tenían la estatura de un caballo y Jim se decidió a no mostrarles ningún miedo, toda vez que su tamaño y colmillos no dejaban de lucir amenazantes.

—Una pregunta, Ekka.

—Las que gustes.

—¿Por qué los perros y no simplemente hovercrafts o los veleros de arena?

Ekka se acercó al trineo y se puso a enganchar los perros al aparejo, sonriente.

—Debes pensar que somos unos salvajes que aún usan propulsión animal, cierto? –soltó la risa—lo cierto es que los hovercrafts dejan muchos rastros en la arena y tienden a dar tumbos sobre la roca… sin contar con que necesitan caminos. Y los veleros de arena no son sencillos de manejar; usamos automóviles en las ciudades y aviones entre las diferentes regiones. Pero los Primeros hicieron las cosas al modo antiguo y no hallarás una sola locación, que no use perros. Mira esto.

Ekka se tiró en el piso junto al trineo y Jim lo imitó de inmediato.

—Usamos un repulsor gravitatorio que le permite cierto grado de flotación al trineo. De esa forma, no necesitamos patines, ruedas ni caminos. La gravedad y los chicos hacen el resto. Se gobierna igual que un trineo en la Tierra; si confías en tus perros, el trabajo sale solo. No les temes, verdad?

Jim negó con la cabeza.

—Muy bien. El capitán Pike te recomendó. El comandante Spock no confía en ti. Y nosotros, de hecho, no creemos en los terranos, desde la batalla de Sirtys Major. Más vale que te dé algunas reglas…

Jim se quedó asombrado al escuchar al marciano, quien había sido de una franqueza totalmente ruda. A una seña de Ekka, ató su mochila al trineo con las cuerdas y grapas de fibrocarbono.

—Regla número 1; los marcianos NO mienten. Aprendimos eso de nuestros contrapartes vulcanos. Regla número 2; no esperes un comportamiento igual al que hayas visto en ninguna parte. Hemos roto con casi todas las leyes y prejuicios de la Tierra. Mantuvimos así nuestro mundo para que ustedes no puedan venir a él y cambiarlo. Amamos Marte tal y como és. Fuímos humanos; ya no lo somos—ató el enorme matojo de trenzas en una sola y sus afilados rasgos resaltaron contra el cielo rosado oscuro— las demás, las aprenderás en Daan. Sube al trineo y procura no sorprenderte de nada…

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Gracias anticipadas por sus lecturas y reviews.

Namasté.

FA.