Alguien me dijo que viese Durarara y, ya que lo había comenzado desde hace mucho, fue lo único que necesité para animarme de verdad. Y este es el resultado.
Pareja: SHIZAYA. OMG, ESTOY EMOCIONADA. (?)
Advertencias: Bueno, están en una cárcel, así que prepárense para algo así como violaciones(?), mucho lemon y, como no puede ser de otra manera, violencia y actos masoquistas(?). Obviamente, es un semi AU. No se conocen entre ellos.
Disclaimer: Bueno, soy novata en este fandom, pero yo creo que el creador real de Shizuo e Izaya es Ryohgo Narita, el escritor de las novelas ligeras~
Disfrutad~!
"Maldita sea, maldita sea... ¡Maldita sea!"
El corredor es largo, oscuro y húmedo. Lo único que se escucha es el repiqueteo de unas esposas chocando entre si.
Los policías, un poco nerviosos -"asustados; me temen"-, se miran entre ellos de vez en cuando y también echan rápidas ojeadas al alto joven que custodian hasta su celda. Éste camina al paso de los guardias; tiene los ojos cerrados y respira pesadamente.
El ambiente es silencioso pero tenso. Los gritos de rabia sólo están en la cabeza de Shizuo Heiwajima y no hacen más que multiplicarse. El rubio tiembla, rabioso, y aprieta los dientes para controlar su furia.
¿Por qué mierda tiene que estar él ahí? Lo único que hizo... bueno, tal vez se pasó un poco al pelearse también con los policías. "Pero se lo merecen, por meterse en medio." Piensa Shizuo, suspirando.
Si había aceptado entrar en prisión y cumplir la condena sólo era porque Celty le dijo que sería lo mejor.
"Sólo son tres meses y tampoco será tan terrible para alguien como tú. Eres fuerte, Shizuo." escribió la chica en el móvil que llevaba para comunicarse.
Shizuo le sonrió en aquel momento, sabiendo que la dullahan era una de las pocas ¿personas? que le aceptaban.
Pero ahora se arrepiente de haberle hecho caso a la chica. Y tanto que se arrepiente. Pasar tres meses en aquel agujero en el que lo están metiendo los estúpidos guardias que lo vigilan tiene pinta de ser un horror. Pero ya no hay marcha atrás.
Bufa y los agentes dan un respingo de sorpresa. Shizuo los mira malhumorado y ve que los dos jóvenes policías se miran entre ellos, como si tuviesen un secreto. El alto rubio empieza a enfadarse. Cada vez más, cada vez más.
"Voy a matar a estos idiotas y me voy a ir de este lugar de mier-"
—Heiwajima-san... —Murmura uno de ellos al fin, cortando los pensamientos del preso.
—¿Qué? —Gruñe, cortante, haciendo que el guardia que le habla -el de la izquierda- empalidezca.
—E-eh... —Tras un carraspeo, el joven agente parece ponerse algo más serio.— Compartirá celda con otro preso un tanto... bueno, problemático.
—¿Qué quieres decir con eso? —El ceño fruncido de Shizuo se acentúa.
—No, n-no, nada en absoluto. —Y baja la cabeza, como si hubiese hecho algo malo.
—Sólo es una advertencia. —Añade, nervioso, el guardia de la derecha.
Shizuo abre la boca, para quejarse, maldecir o simplemente amenazar a los guardias, pero entonces llegan al final del pasillo y entran en una sala un poco más iluminado, pero con una luz extraña y algo lúgubre.
Es una sala alargada, con un alto techo lleno de fluorescentes que parpadean. Las paredes son blancas, pero están llenas de grietas y también de celdas. Decenas y decenas de barrotes cubriendo oscuros cubículos con literas. La mayoría de mazmorras están ocupadas, incluso se oyen ruidos en las de pisos superiores.
Los guardias conducen a Shizuo hasta el final de la sala y suben por las escaleras que llevan a los pisos superiores. Un murmullo general se extiende por la gran sala. El rubio echa una ojeada hacia abajo, viendo que está en el tercer y más alto piso. Desde allí puede ver los niveles inferiores y las celdas paralelas. Algunos presos le miran con curiosidad, pegados a los gruesos barrotes.
—Hemos llegado, Heiwajima-san. —Le dice uno de los policías, sacando una llave y abriendo las esposas del criminal. De mientras, el otro abre la celda y le ofrece entrar.
—Bien. —Murmura Shizuo, mirando el número de la mazmorra antes de entrar mientras se frota las muñecas, algo adoloridas.
Celda 001018.
"Pues sí que tiene que haber celdas para que ésta tenga dos ceros delante." piensa vagamente, escuchando los pasos rápidos de los guardias que le han llevado a ese agujero.
—¡El nuevo está con Izaya! —Grita alguien del exterior con la voz cascada pero llena de emoción.
—¡Silencio! —Dice otra voz, haciendo callar al preso gritón, pero sin poder reprimir el murmullo general que el comentario provoca.
—¿Izaya? —Se pregunta para si mismo Shizuo, sabiendo que con lo de "el nuevo" se refieren a él.
La habitación tiene tres paredes grises y frías, llenas de grietas y símbolos tallados con algo, probablemente un trozo de piedra. Hay una litera pegada a la pared izquierda y las dos camas parecen vacías, aunque Shizuo no ve bien la de arriba.
Aunque el rubio nunca ha estado antes en una prisión, sabe que en las mazmorras normales suele haber un váter y, con suerte, una pica con agua corriente. Pero aquella celda es extraña. Aparte de la litera, sólo hay un montón de archivadores amontonados en el rincón derecho, rellenando casi la mitad del cuarto. También se sorprende al ver una tela negra pero fina cubriendo la pequeñísima ventana de la pared paralela a los barrotes, como si fuese una cortina.
Se gira y ve que, a izquierda y derecha de las gruesas barras que le encierran, también hay telas negras, pero estas más largas. Son tan largas que rozan el suelo. Shizuo se acerca y ve que se pueden cerrar hasta no dejar ver nada desde fuera, aunque desde dentro de la mazmorra sí que se puede distinguir un poco el exterior, pues la tela, como la de la ventana, es bastante fina.
Vuelve la cabeza hacia los archivadores, observándolos de nuevo. No es que el chico sea curioso, pero si va a vivir ahí durante tres meses, quiere saber qué es lo que le rodea. Pero justo en el momento en el que se agacha y sus dedos ya rozan una de las carpetas amontonadas, un cuchillo se clava en el suelo, justo a su lado.
—¿Qué cojon-?
—Eso no se toca, Shizu-chan. —Dice una voz con tono divertido desde algún rincón de la habitación. Entonces Shizuo lo ve.
Es como si apareciese de repente. Una cara pálida con una gran sonrisa y unos ojos rojos... "No. Castaños. Son castaños." Se repite el rubio, sin aceptar que se ha asustado. El chico lleva una capucha negra, con los bordes llenos de mullido pelo blanco. Se incorpora y se sienta, mirando desde la litera de arriba a su nuevo compañero, analizándolo.
—¿Cómo sabes mi nombre? —Espeta de repente Shizuo.
—¿Y por qué no iba a saberlo? —El pelinegro ladea la cabeza en un acto lleno de falsa inocencia.— Eres mi compañero de habitación... No. Eres mi compañero de juegos. —Sonríe ladino, estrechando los ojos.
—Ah, entonces tú eres Izaya. —Aunque el recién llegado sigue tenso por la inesperada presencia, suspira, aliviado.
—Oh~ Qué observador. —Contesta Izaya, quitándose la capucha.— Has hecho tus deberes, Shizu-chan.
—¡Deja de llamarme así! —Advierte Shizuo, tumbándose en la litera de abajo, esperando que la rabia que ha empezado a florecer en su estómago se calme. Ese chico le saca de quicio sin apenas conocerlo.
Cruza los brazos debajo de la cabeza y cierra los ojos. Le apetece fumar y relajarse. Por lo menos ese tío extraño se ha callado. Aun así gruñe por lo bajo, maldiciendo a todo el mundo por haberse dejado engañar. En realidad no quiere estar ahí. ¡Y tres meses!
Entonces se escucha un revuelo de ropa en la cama de arriba y la cabeza de Izaya se asoma por arriba, observando a su nuevo compañero, que al principio no se percata de la fija mirada.
—Así que tres meses. —Susurra el chico de la litera superior, causando un respingo a Shizuo.— Nos lo vamos a pasar muy bien.
—Cállate de una vez. —El rubio preso respira hondo. "Recuerda lo que dice Celty. No es tanto tiempo, no es tanto tiempo..."— Espera... ¿Por qué cojones sabes tantas cosas de mí?
—¡Ya te lo he dicho! ¡Porque te he elegido como compañero! —Se ríe él. Dejando caer los brazos también por el borde de la cama. La capucha de la chaqueta que lleva resbala sobre su negro cabello.
—¿Elegido? ¿Tú a mí? —Shizuo se incorpora en la cama, sonriendo pero irremediablemente cabreado.
—Exacto. —Un puñetazo vuela directo a la amplia sonrisa del revés de Izaya, pero éste la esquiva y Shizuo cree por un momento que el molesto pelinegro ha desaparecido sin más. Entonces aparece de nuevo, con los mofletes inflados y otra vez con la cabeza del revés, mirándole desde arriba.— Eso no ha estado bien, Shizu-chan.
Con un ruido sordo, el extraño chico salta al suelo y deja que su compañero lo observe. El rubio hace lo que el pelinegro esperaba y le mira de arriba a abajo un par de veces. La primera impresión que tiene de él es que es más bajo que él y muy delgado. Lleva la misma ropa negra que todos los presos, pero también viste una chaqueta.
"Pulga", piensa la bestia, arqueando una ceja.
Aunque le mira fijamente, no se percata de los silenciosos movimientos del más pequeño hasta que siente su peso encima suyo. Cuando Shizuo va a quejarse, el otro se inclina más sobre él y nota algo frío rodeando sus muñecas. Esa sensación es como...
—¿De dónde has sacado unas esposas? —Grita el rubio, removiéndose. Izaya se ríe, aún sentado sobre su estómago. Le ha esposado a una barra de la litera.— Izaya... —Gruñe como un animal, mirándole con intensidad.
—Esto es muy divertido. —Contesta él tan sólo, metiendo la mano derecha en el bolsillo de la chaqueta negra y sacando algo.— Pero sólo te divertirás conmigo. Con nadie más.
—Suéltame de una vez, idiota. —Vuelve a mover las manos y sabe que la única manera de librarse de las ataduras es rompiéndolas. También sabe que si rompe las esposas, la litera sufrirá las consecuencias. No puede hacer nada.— Te mataré...
—Ese es el espíritu. —Le anima Izaya, levantándole la camiseta negra de preso hasta el cuello, dejando a la vista el duro pecho de la bestia.— Vaya... Ni una cicatriz a pesar de todas las peleas en las que te metes.
—¿Pero qué haces, pulga? —Se mira el pecho desnudo y después se da cuenta de lo que la mano derecha del pelinegro agarra.— Oye, qué...
—Shh.
Izaya se inclina hacia Shizuo y le respira en el oído mientras le pone un dedo en los labios. Un segundo más tarde, la afilada hoja de la navaja que sostiene el menor recorre el moreno pecho del rubio, dejando un tajo en horizontal.
El mayor abre la boca, sorprendido. Va a matarlo. Lo va a matar. Ya. Ahora. Quiere el cuello de ese estúpido loco. Quiere destrozar esa sonrisa prepotente y... Ahoga un gemido, sintiendo algo cálido y resbaladizo por la reciente herida.
Con los ojos abiertos como platos, Shizuo observa cómo su compañero de celda pasa la lengua con delicadeza por el borde de la gran herida. Sus ojos vuelve a parecer rojos y brillan, misteriosos.
De repente, los finos y pálidos dedos de Izaya empieza a rascar el corte, abriéndolo y haciendo que la sangre le corra por el pecho. Es doloroso, pero extrañamente placentero. La respiración del rubio se agita con rapidez y de repente se hace consciente realmente del peso del más pequeño encima suyo. Le presiona a los costados con las rodillas y siente la cadera contra la suya, sentado justo encima de...
—¡Para, estúpida pulga! —Grita Shizuo, más desesperado por haber sentido las placenteras sensaciones que por las malas.
—¡Silencio! —Se oye desde el exterior, haciendo que los dos chicos dejen de moverse y se miren mutuamente, atentos.
—Está bien por hoy. —Dice Izaya con una sonrisa torcida, rompiendo el silencio.
Vuelve a inclinarse hacia delante y se oye un pequeño chasquido: ha abierto las esposas. Con un rápido movimiento, Shizuo coge el fino cuello del menor y levanta la otra mano, cerrada con fuerza en un puño. Entonces siente como un pequeño pellizco en el cuello y para en seco, justo antes de darle un buen puñetazo al otro.
Baja la mirada y ve la navaja del pelinegro en su cuello, con la punta algo hendida en su carne. El rubio chasquea la lengua y mira la expresión tranquila de Izaya. Ese maldito le saca de quicio pero... no le queda otro remedio que soltarle.
Izaya sonríe cuando es libre y vuelve a subir a la litera de arriba, quedándose en silencio, como si ya no estuviera. Shizuo se queda un momento en silencio, analizando todo lo que acaba de pasar. Se palpa el cuello y cuando se mira la mano ve que sangra, pero sólo un poco. Lo que realmente está sangrando el corte del pecho. El extraño compañero de celda que le ha tocado le ha abierto la herida a más no poder.
Entonces se fija en sus pantalones negros. No se ha dado cuenta hasta ahora de que tiene una erección enorme. Avergonzado y confuso, se da la vuelta y se tumba boca abajo. Le da igual manchar las sábanas de la cama con sangre, le da igual que se le infecte la herida del pecho.
Lo único que desea con todas sus fuerzas es que Izaya no se haya dado cuenta de lo caliente que se ha puesto por... ¿por qué exactamente está así?
—Maldita pulga... —Gime en voz baja contra la almohada.
Izaya sonríe mirando el techo de piedra. Al fijarse en su navaja ve restos de sangre y pasa la lengua por la hoja, deleitándose con el sabor de su nuevo compañero de celda.
No me peguéis, es mi primer Shizaya(?)
UNA COSA IMPORTANTE. No saquéis conclusiones de este primer capítulo porque a mi Izaya me gusta de uke ok. (?) Sólo que él pues... es Izaya. Le gusta hacer este tipo de cosas y Shizuo está shockeado y sabe que no debe defenderse y bueno. Que aquí el que penetra es Shizuo xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD DDya me voy.
Nos leemos~
