¡Buenas a todos!
Bueno, antes que nada quiero aclarar que ésta será una serie de OS del trío que todos adoramos más: Sasuke, Sakura y Naruto. Sí, como leyeron: serán los tres en diferentes situaciones amorosas/divertidas/dramáticas, entre otras cosas que se le pueden ocurrir a mi retorcida mente.

Por otra parte, quiero aclarar que, aunque respeto el género Yaoi, tendrán que estar de acuerdo más de dos personas para mandarme un review de escribir un OS con Yaoi relacionado, ya que no soy muy afín a dicha clasificación. No es que sea homofóbica o repudie el género, simplemente quiero concentrarme en Sakura y dos de las muchas parejas que me encantan.

ACLARO QUE NO ESTOY CERRADA EN NO HACER YAOI, SIMPLEMENTE TIENE QUE SER BAJO PETICIÓN.

Bueno, aclarado el tema— demasiado, diría yo—, comenzaré la serie c:


Disclaimer: Tanto Naruto como Naruto Shippuden son propiedad de Masashi Kishimoto, sólo utilizo a sus personajes para mis historias, sin fines de lucro. Las historias relatadas aquí son completamente mías, cualquier robo de éstas, ya sea parcial o en su totalidad, será considerado como plagio.

Título: Breaking Dawn at Twilight. [Amanecer en el Crepúsculo].

Rate: T.

Pareja: NaruSakuSasu, es decir, Naruto & Sakura & Sasuke.

Advertencia: Lenguaje vulgar o grosero. Triángulo amoroso. Posiblemente yaoi (bajo pedido, obviamente).

Autor: Lee Sang Gun.


Summary: Uno era la luna: una irresistible noche sin estrellas, tan oscura como sus ojos que incitaban a la más misteriosa de las tentaciones. Otro era el sol: tan resplandeciente, tan puro como un cielo despejado, azul como sus inocentes orbes... Y ella, ella era el amanecer que iluminaba la noche, el crepúsculo que eclipsaba el día... la belleza que mostraba la unión de ambos.


Merienda

La campana dio por terminada la actividad, anunciando el inicio de un breve descanso en el que los pequeños podrían despejarse y comer un poco de lo que sus madres habían preparado para ellos.

Un pequeño infante de mejillas regordetas y sonrojadas gruñó al momento que se levantaba de su asiento asignado, sus adorables facciones se encontraban descompuestas en una mueca de completo enfado, poco propia en un niño de su edad. Con sus manitas recogió su cuaderno y sus lápices de colores, dispuesto a caminar hacia los estantes de madera pintada de colores brillantes que la maestra había traído para que él y sus compañeros acomodaran sus mochilas de forma ordenada.

Con el ceño aún fruncido, se arrodilló frente al estante con su nombre y dejó sus cosas en el suelo, seguido a ésto se dedicó a buscar entre sus pocas cosas el bentō que su madre había preparado para él. Sacó el recipiente y lo situó sobre su cuaderno, al igual que la caja con los colores. Tomó impulso en sus cortas piernas y se levantó del suelo, sacudiendo su uniforme azul, listo para salir al área de juegos.

—Sasuke-chan, podrás continuar con la lección después del descanso, deja tu cuaderno en tu escritorio y ve a jugar con los demás— la suave y paciente voz de su instructora, la señorita Shizune, hizo que se detuviera por un breve momento, el suficiente para girar su carita hacia ella e inflar sus mejillas a la par que un puchero amenazaba con hacer aparición.

—Necesito que el dibujo quede perfecto para entregárselo, Shizune-san— Shizune sonrió al escuchar su aniñada voz intentar adaptar un tono serio y maduro, a lo cual no le quedó más opción que asentir con la cabeza ante tanto respeto que el infante expresaba, apreciando cómo éste relajaba levemente sus facciones y se disponía a salir por la enorme puerta del aula.

La sonrisa no se borró de forma inmediata de los labios de la morena quien, encantada, se encaminó hacia la misma puerta por la que el infante había salido momentos atrás, con la esperanza de verlo alejarse. Su deseo se vio rápidamente cumplido al observar al pequeño caminar con paso firme y decidido, muy peculiar entre los demás niños a su cargo. Uchiha Sasuke era todo un caso; para ser un pequeño niño de tres años recién cumplidos, se distinguía de entre los demás por su porte elegante, digno de su familia, y su intento de utilizar un vocabulario tan enriquecido como el de un adulto de cincuenta años. Shizune debía admitir que el pequeño era más serio y caballeroso que muchos hombres con los que ella había salido en el pasado.

—¿Qué estarás tramando, pequeñín?— susurró para sus adentros, observando divertida al joven heredero de la prestigiosa familia Uchiha. Sus oscuros orbes se desviaron después hacia los demás niños que se encontraban entretenidos jugando, alerta a cualquier incidente.

El pequeño Uchiha no tardó en encontrar un lugar solitario— en el césped, debajo de un viejo y enorme árbol de cerezo—, en el que podría almorzar tranquilo, sin niñas tontas merodeando por ahí, tratando de molestarlo como siempre lo hacían.

Se arrodilló entre un par de enormes raíces provenientes del árbol, en las cuales apoyó su cuaderno por lo que el pensó serían unos breves instantes en el que satisfacía a su hambriento estómago. Tomó el bentō entre sus manos y, con cuidado, deslizó la tapa azul con el emblema de su familia, descubriendo la comida en él.

Sus negros ojitos brillaron cuales ónices al encontrarse con un par de onigiris cuidadosamente colocados en la esquina superior derecha del contenedor, el pequeño rodó los ojos fastidiado al percatarse de los ojos y bocas hechos con alga que su madre había pegado en el arroz, asemejando un par de caritas tiernas; al lado de éstos, se encontraban, en el mismo apartado, dos pequeños depósitos con salsa de soja. A su izquierda, en otro apartado, descansaban tres salchichas cocidas, cortadas en tiras en la parte inferior, asemejando los tentáculos de un pulpo; su madre, ni corta ni perezosa, había vertido un poco de salsa de soja debajo de las extremidades de los embutidos, aparentando ser tinta. También había dibujado un par de ojos y bocas en la parte superior de las salchichas con un poco de salsa de tomate.
Suspiró aliviado al notar que era lo único infantil en la comida, ya que, en el apartado más grande, ocupando la mayor parte del contenedor, se hallaban una infinidad de pequeñas bolas de pollo frito, bañadas en salsa de naranja y condimentadas con un par de hojas de orégano. Para rematar, en el contenedor sobrante, se encontraban seis pedazos de tomate asados.

Se relamió los labios de forma inconsciente y se apresuró a tomar los palillos de metal que su madre había dispuesto en el recipiente de madera. Había tomado con los cubiertos una de las albóndigas, ansioso por llevarla a su boca, cuando un sollozo lo distrajo de sus pensamientos.

"¿Alguien está llorando?", pensó atónito el pequeño de oscuros cabellos, devolviendo la comida al recipiente y girando su cabeza hacia su alrededor, tratando de encontrar el origen del llanto.

Mi mamá no pudo hacerme de comer otra vez— escuchó una chillona voz provenir de un lugar que no supo descifrar. Sasuke pensó que posiblemente se encontraba sollozando por el hambre.

Vamos, come. Yo no tengo apetito— una aguda y melodiosa voz se escuchó detrás de él, seguida de alguien sorbiendo la nariz, posiblemente quien estuvo llorando hace unos momentos.

El Uchiha no pudo más con la curiosidad y, casi a regañadientes, cerró su propio bentō y se levantó de su sitio con el recipiente en la mano, decidido a encontrar a las dos personas que habían atraído su atención fuera de su comida.

No tuvo que caminar mucho, ya que ambas personas se encontraban justo del otro lado del gran árbol, sentadas de la misma manera en la que él se había acurrucado en las raíces del gigante. Lo que observó lo dejó sorprendido.

Eran una niña y un niño, ambos compañeros suyos, los que se hallaban sentados juntos. Ella, una pequeña de extraños y cortos cabellos rosados, estaba apoyada en sus rodillas, mirando de frente al niño rubio que se encontraba sentado con las piernas extendidas, pero éste sólo le mostraba su lado derecho, tal vez para desparramar sus piernas con más libertad. Ella tenía su brazo extendido hacia él, sosteniendo un par de palillos en los que descansaba un rollo de sushi. Su expresión denotaba una enorme preocupación por el rubio, intuyó Sasuke. Al parecer la niña intentaba alimentarlo como si de un bebé se tratase.

—P-Pero, Sakura-chan, no alcanzará para los dos, de seguro y te quedas con hambre— se quejó el niño con voz chillona, volteando a ver a la recién nombrada. Sasuke se apresuró a analizar al rubio con mirada clínica: cabello desordenado, ojos azules, piel tostada por el sol y unas extrañas marcas de bigotes en sus mejillas. El pequeño Uchiha rápidamente lo reconoció como el torpe que siempre gritaba eufórico en cualesquiera que fueran las clases que les daban durante el día.

Su mirada se desvió hacia la niña que había reído de forma casi tímida.

—En serio, no tengo hambre— mentira, Sasuke podía distinguirlo en sus ojos: ella estaba muriéndose de hambre. ¿Entonces por qué le decía al torpe que se comiera su almuerzo? Además, ¿por qué él no tenía uno?

Un extraño sonido lo hizo sonrojarse inmediatamente: su propio estómago había comenzado a gruñir. Y, al parecer, no fue el único en darse cuenta.

—¿Y tú quién eres?— el de orbes azules le miró fastidiado, al mismo tiempo que doblaba sus piernas y apretaba los puños: no le gustaba que interrumpieran sus preciosos momentos con Sakura-chan. Después, como si se hubiese percatado de algo, pasó fervientemente el dorso de su mano por sus ojos y mejillas, tratando de borrar cualquier indicio de llanto en ellos.

—Hmp... mi nombre es Sasuke Uchiha— el moreno frunció el ceño y lo miró con cierto enojo: no le gustaba que le hablaran de ésa manera, mucho menos estando una niña presente.

Contrario a sus pensamientos e impulsado por una fuerza que ni él mismo supo explicar, se arrodilló justo frente a ambas personas, quienes lo miraron confundidas. Ignorando el par de interrogantes ojos clavados en él, se dispuso a volver a abrir su bentō.

—¡Hey! ¡No te invitamos a sentarte con nosotros!— exclamó furioso el impetuoso rubio, quien ahora se encontraba arrodillado también, decidido a encarar al moreno si éste buscaba problemas.

La niña de cabello rosa lo miró con una ligera desaprobación, a Sasuke ése gesto le recordó a su propia madre.

—Naruto, no seas grosero— le reprendió de forma suave y calmada, sorprendiendo tanto al rubio como al recién llegado.

—S-Sí, Sakura-chan, lo siento-'ttebayo— se apresuró a decir el pequeño de ojos azules, haciendo desaparecer casi por arte de magia todo rastro de enojo en sus facciones. Después, en su boca apareció una gran sonrisa al recibir el perdón por parte de la pequeña portadora de ojos verdes.

Verde... a Sasuke, de alguna manera, comenzó a gustarle cada vez más ése color.

—Hmp...— repitió, sin querer, el Uchiha, llamando la atención de los otros dos— Ten— en un acto que sorprendió al par frente a él, y a sí mismo, había que añadir, le extendió al molesto niño de su propia comida—. Si juntamos nuestra comida, puede alcanzar para los tres.

Naruto, visiblemente atónito, lo miró por un par de segundos que al moreno se le antojaron una eternidad. Seguido de ésto, una enorme sonrisa se dibujó en sus labios y juntó sus manos, en un claro gesto de agradecimiento.

—¡¿De veras?! ¡Gracias-'ttebayo!— gritó eufórico, apresurándose a tomar uno de los dos onigiris que se encontraban en el contenedor perteneciente al Uchiha.

Sakura, quien no había apartado la vista del moreno, le dedicó una gran sonrisa al aludido. Debido a sus enormes y rojas mejillas, sus ojos se vieron obligados a cerrarse ante dicho gesto.

—Hmp... no es nada— un ligero sonrojo coloreó las mejillas de Sasuke, quien giró su rostro con la esperanza de que no se notara demasiado.

Ella no parecía querer molestarlo como las otras niñas, eso le agradó. Tal vez podría pasar más tiempo con ellos, las sonrisas de ambos le parecían sinceras, a pesar de que el rubio se miraba bastante torpe y molesto.

Increíblemente pudo disfrutar, por primera vez, una merienda en compañía de personas que no fueran su familia.

—¿Cómo es que puedes terminarte todo éso? ¡Es demasiado, demasiado!— repetía Naruto, impresionado por la elegancia y el orden en sus alimentos. La verdad es que estaba acostumbrado a comer mucho, su madre insistía en que se acabara todas sus verduras y lo que ella pusiese en su plato, alegando que así se volvería un hombre alto y fuerte, como su padre. Ésto hacía que él se terminara todo sin chistar, pues desde que tenía memoria había soñado con ser como su padre.

La niña de cabello rosa se limitaba a reír con calma ante las ocurrencias de su enérgico amigo mientras tomaba con cierta agilidad los alimentos en su propio bentō. Sasuke no había caído en cuenta que se la había pasado mirándola hasta que su estómago exigió un poco más de comida, deseo que el moreno se apresuró a cumplir.

Terminada la merienda, en la que el rubio prácticamente arrasó con ambos almuerzos, el pequeño Uchiha recogió sus cosas y se dirigió con paso lento devuelta al aula.

—¡Espera-'ttebayo!— se giró contrariado hacia la impetuosa voz detrás de él. Un Naruto ansioso, prácticamente arrastrando a una cansada Sakura, parecía desesperado por alcanzarle— Uff... vaya que caminas rápido— exclamó visiblemente agotado al llegar a donde el moreno se encontraba. El trío de niños tuvieron que esperar a que las agitadas respiraciones del rubio y la rosada recuperaran la normalidad.

La campana dio oficialmente por terminado el almuerzo, mientras que la señorita Shizune alentaba a los niños a volver al aula.

Antes de mover un sólo músculo, Sasuke miró sorprendido al rubio, quien en un acto de inocente simpatía, le tomó de la mano y lo jaló junto con Sakura hacia el aula, quien parecía estar ya muy acostumbrada a dichas reacciones espontáneas por parte de su rubio amigo.

—¡Te sentarás con nosotros, dattebayo!— exclamó Naruto con extrema alegría, ingresando al aula y jalando consigo al par que lo miraban con cierta tranquilidad.

Shizune, al verlos, sonrió enternecida. Tal parecía ser que el joven Uchiha por fin se había decidido por tener amigos. Con nuevos ánimos, alentó a sus estudiantes a seguir continuando con sus dibujos.


Mikoto Uchiha recibió al más pequeño de sus hijos con una sonrisa y un enorme abrazo, acción que provocó un gruñido acompañado de un sonrojo por parte de su adoración. Sasuke siempre había sido muy renuente a demostrar sus sentimientos y a ella le encantaba abochornarlo con grandes demostraciones de afecto.

—Madre, aquí tienes mi trabajo de hoy— el pequeño, quien sólo le llegaba un par de centímetros por debajo de la cintura, le extendió una gruesa hoja de dibujo. Apenas tomarla, el chiquillo corrió al mástil donde colgaban los sacos, paraguas y mochilas, acomodando la suya con cuidado. Después, se dirigió apresurado escaleras arriba— por cierto, madre— se detuvo a mitad del camino, llamando la atención de su progenitora— necesito que prepares dos bentōs para mañana, por favor— dicho esto, reanudó su carrera hasta el segundo piso.

La mujer de cabello negro parpadeó desconcertada ante tal petición. ¿Dos almuerzos? ¿Para qué necesitaría Sasuke tanta comida?

Recordó la hoja que su pequeño le había entregado y se dispuso a mirarla. Lo primero que sus oscuros orbes captaron fue el enorme diez encerrado en un círculo, con tinta roja, debajo de éste una carita feliz con la leyenda "felicidades" en letra cursiva. Desplazó sus ojos hacia la izquierda, leyendo como título "mi parte favorita de la merienda", escrito obviamente por su hijo, debido a la extravagante forma infantil de escribir.

Sus labios formaron una enorme sonrisa al encontrarse con la imagen dibujada por su pequeño Sasuke. Ahora entendía perfectamente su solicitud.

Un gran árbol de cerezo se encontraba en el medio de la hoja, del cual sobresalían unas exageradas raíces. A sus pies, en un suelo completamente verde, se encontraban tres figuras tomadas de la mano. En el medio: un rubio con el cabello alborotado y ojos azules, una sonrisa hecha con un grueso crayón negro y unas extrañas líneas en sus cachetes inflados. Del lado izquierdo se encontraba una pequeña niña a la que Sasuke había coloreado con un exótico cabello rosa y unos grandes ojos verdes, sonrió al apreciar el sonrojo que su hijo había tenido el detalle de añadir. Por último, Sasuke se había dibujado a sí mismo.

Mikoto sonrió enternecida mientras un par de lágrimas cristalizaban sus ojos: su hijo, su pequeño gruñón, había dibujado una gran sonrisa en su auto-retrato.

Prácticamente corrió hacia el refrigerador para comprobar las reservas de comida: mañana le haría un súper desayuno a su campeón y a sus nuevos amigos. Tomó uno de los imanes del electrodoméstico y fijó el dibujo con ayuda de éste.

Sasuke, en cambio, se encontraba durmiendo plácidamente en su cama, con una ligera sonrisa en sus labios. Sus sueños se encontraban plagados de onigiris saltando, un rubio corriendo detrás de unos pulpos de salchicha y una niña extendiéndole un par de palillos a él, invitándole a probar de su comida.

Nunca había deseado tanto volver al jardín.


Y bueno, corto pero emocionante, a mi parecer... espero que les haya gustado. Quise comenzar con algo tierno e inocente, así que espero que no les haya decepcionado.

También, quiero agradecerles por haberse interesado y haber entrado a leer Cualquier sugerencia, tema o petición, pueden dejarme un review, me haría muy feliz saber si les ha gustado tanto como a mí me ha encantado escribirlo :D

Sin nada más que decir, me despido

Lee Lee out!