Los hermanos
Abril de 1745
El día era perfecto. Pese a ser las 11:00 de la mañana y estar en pleno apogeo de la primavera, la niebla y el frío inundaba los rincones y esquinas en todo el recinto. Definitivamente era un día perfecto para celebrar un funeral en el cementerio.
Desde temprano, los sepultureros abrieron la tumba indicada y prepararon todo los detalles. De esa forma todo estaría listo para cuando llegara el séquito y ellos tuvieran que llevar al difunto a su nueva morada.
- ¿Oye? – Preguntó Kai mientras se calentaba las manos desde donde estaba sentado - ¿Y Yukito? ¿O estaremos sólo los dos?
- ¿Y por qué diablos yo tendría que saber eso? – Preguntó a su vez Touya que estaba junto a los portones que dan entrada al lugar
- No te enojes. Sólo preguntaba
- No estoy enojado. Tan sólo fastidiado. Se supone que el difunto llegaría a las 11:00 y ya son las 11:30
- No te enojes con el difunto – murmuró Kai – La culpa no la tiene él.
- Tienes razón. En ese caso, reformulo mi oración. Maldito séquito que nos tiene aquí varados cuando podríamos estar haciendo algo mucho más productivo
- Somos sepultureros. Este es nuestro trabajo
- Sí, pero tengo una hermana a la que vigilar – Kai, al escuchar esto, rió con fuerza. Cuando se controló, miró a su amigo
- Sakura ya dejó de ser pequeña una niña.
- Eso no significa que ya sea una mujer – Repuso serio Touya. Segundos después vio a alguien venir corriendo hacia ellos. De inmediato lo reconoció – Después de todo no seremos sólo los dos
- ¡Kai! ¡Touya! – Gritó Yukito mientras llegaba a los portones. Cuando arribó, tomo aire. Parecía muy cansado
- ¿Y qué te pasó a ti? – Preguntó suspicaz Kai a su amigo
- Me dormí. Ayer me quedé leyendo Hamlet hasta muy entrada la noche
- Me imagino que lo terminaste – dijo Touya, más afirmando que preguntando, mientras se abrigaba con su chaqueta
- Claro que sí – respondió sonriente el aludido
- ¡Hey! – Kai se levantó – Ahí viene nuestro nuevo inquilino – Touya sonrió
- ¿Cuándo fue que nos volvimos tan insensibles a esto?
- Es tan sólo el precio de nuestro trabajo, querido amigo – Repuso Yukito
El coche fúnebre ya estaba cerca. El olor de las flores (Claveles en su gran mayoría), el sonido de los pasos de la gente y los lamentos se sentían en la atmósfera. En sí, un típico día en el cementerio
Cuando ya la comitiva llegó donde estaban los jóvenes, comenzaron a bajar el ataúd. Normalmente, para llevar un féretro hasta su tumba, se usa un carro de madera para que lo transporte. Pero, como era normal en la suerte de los sepultureros, el susodicho carro se rompió por milésima vez en el último funeral que hubo (Es decir, el del día anterior) y ahora tendrían que llevar el sarcófago por su cuenta o, en otras palabras, con su fuerza.
- ¿A qué el tipo pesa más de 100 kilos? – Susurró Kai a Yukito. Éste último sonrió – No me extrañaría con mi suerte
Cuando bajaron el ataúd del coche y lo dejaron en el suelo, Touya pudo observar al gentío. Eran muchas personas y se veía a muchos familiares llorando por su ser querido. Igual que en los otros miles de funerales que él había presenciado anteriormente
- ¡Touya! – Susurró Yukito que estaba hincado junto al féretro – Toma las manillas del otro lado - Como si hubiera sido una orden, se arrodillo y tomó la manilla que le correspondía. Se miraron los tres y, al mismo tiempo, levantaron el ataúd. O, al menos, eso intentaron, porque no lograron levantarlo ni un centímetro
- ¡Maldita sea! – En un susurro se quejó Kai - ¿Qué te había dicho, Yukito? ¡Éste tipo pesa una tonelada!
- Eso es poco – se quejó Touya - ¿Y qué diablos vamos a hacer ahora? – Preguntó alarmado mirando a sus amigos
- ¡Esperen! – Gritó alguien entre la gente – Yo quiero ayudar a llevar a mi padre en este último tramo
- Yo igual – Dijo otro joven un poco más allá
- Yo también ayudaré – Se escuchó un poco más a lo lejos
Si hubieran podido agradecerle a esos hombres, los sepultureros lo hubieran hecho. Suspirando por el alivio, esperaron que los familiares se ubicaran a cada lado del sarcófago y lograron entrar, al fin, al cementerio.
El recinto, llamado también ocasionalmente camposanto (Designado así por los cristianos), había sido construido a comienzos del siglo XIII y, en cinco siglos, se había convertido en el cementerio más grande del país. Perderse en ese lugar era tan fácil como ser un extraño en una gran ciudad. Es más, la tarde anterior, un anciano se había confundido por tantas calles (algunas de ellas incluso más largas que las de las grandes ciudades) y sino hubiera sido por su buena suerte (y la flojera de Sakura por no haber apagado las luces de unos sectores) hubiera tenido que pasar lo noche en ese lugar. ¿Y a quién le gustaría dormir entre muertos?
Con marcha lenta el grupo de gente caminaba por las calles. Tan sólo se veían ataúdes por todos lados, un silencio que llegaba a perturbar, flores en casi todas partes, globos, cruces, ángeles… Un momento. ¿Globos?
- ¿Yukito? – Susurró Kai a su amigo que estaba delante de él - ¿Por qué diablos hay globos en la tumba de la izquierda?
- Tal vez sea el cumpleaños del difunto – respondió en el mismo tono bajo
- ¿Qué? – dijo extrañado – ¡Pero esa tumba debe tener al menos un siglo!
- ¿Y?
- ¿Cómo que "y"? – preguntó escéptico – Lo siento mucho, pero me extrañaría ver a algún familiar que estuviera preocupado de un antepasado que vivió hace unos cien años atrás
- Yo jamás he dicho que un familiar haya venido.
- Entonces, ¿Quién…? – Pero él mismo se interrumpió pensando a que se refería su amigo con esas palabras. Después de haber caminado dos calles supo la respuesta – Sakura
- ¿Qué?
- Que Sakura fue la que dejó los globos en la tumba – Yukito sonrió
- Como siempre lo hace para los cumpleaños
En todo lo que caminaron, vieron, al menos, unos 15 globos en distintos lugares. Hoy había 15 cumpleañeros en el cementerio
Después de una larga caminata (Y unos fuertes calambres en los brazos de los sepultureros) llegaron a su destino. La tumba ya estaba abierta junto con la tierra y palas que servirían para cubrir el sarcófago.
Con cuidado, y ayudado de una cuerdas, bajaron cuidadosamente el féretro. En seguida, el cura que los acompañaba, comenzó un breve discurso. Aunque Touya logró escuchar poco o nada al anciano. Los lamentos eran más fuertes
Después de años trabajando en el cementerio, los sepultureros eran casi inmunes al sufrimiento ajeno. Los años les enseñaron a ser indiferentes con las personas y su dolor. Era la única forma de sobrevivir sin tener un colapso nervioso y emocional.
Touya no quería eso para su hermana. Sakura, pese a haberse criado en ese lugar, era una niña feliz. El cementerio era su patio de juegos y jamás se vio afectada por compartir con cadáveres. Para los sepultureros, ella era la luz en la oscuridad. La vida entre los muertos. Y el mayor orgullo de su hermano.
Hablar sobre los hermanos Kinomoto era un tema interesante. Todo aquel que conocía aunque sea un poco el cementerio sabía de ellos
Huérfanos a temprana edad, fueron enviados a un orfanato. En sí, no fue una mala época para ellos (Sin contar la pésima comida, los castigos sin fundamentos y el frío de las noches), hasta un nefasto día donde un matrimonio llegó al lugar en una cruda tarde. ¿El error? Haber querido adoptar sólo a un Kinomoto, la pequeña, de apenas 4 años. Pero ellos no sabían que los hermanos, por ninguna fuerza mayor, se iban a separar. ¿La solución? Huir a un lugar donde nadie los encontrara. De esa forma podrían permanecer juntos
De forma precaria tomaron sus pocas pertenencias y salieron a la calle. Estuvieron así cuatro días, sin importarles el hambre o el frío de la noche. El hermano mayor cuidaba a su hermana de cualquier peligro.
Así fue como llegó el día de todos los santos
Como típica tradición, todos los familiares en ese día van a dejarle flores a sus seres queridos ya difuntos. Los hermanos Kinomoto no quisieron ser menos, y se unieron a la población. Irían a ver a sus padres, aunque no tuvieran nada para ponerle en su tumba
Al llegar no pudieron reprimir su asombro. El cementerio era inmenso para esos dos niños. Era una ciudad dentro de la ciudad. Jamás habían estado ahí ya que no les permitieron ir al sepelio de sus padres, por lo que no les costó mucho perderse.
Cuando ya estaba anocheciendo, un anciano sepulturero los encontró vagando de una lado a otro. Se les acercó y preguntó por sus padres. Ellos contestaron que los estaban buscando. El hombre sonrió afablemente, acostumbrado a encontrarse con niños perdidos por el lugar.
"Bueno, ¿Y cuándo fue la última vez que los vieron? Preguntó el hombre a los hermanos. "Hace como un año, minutos antes del accidente" Respondió el mayor. Fue en ese momento cuando el sepulturero se percató de lo que estaba pasando. Ellos no buscaban a sus padres entre los vivos. Ellos buscaban a sus padres entre los muertos.
Sin cuestionarse mucho como dos niños sin la protección de ningún adulto terminaron en un lugar como ese, les pidió el nombre de sus progenitores. Después, haciendo acopio de su memoria, trató de recordar una tumba que llevara tales inscripciones. Algo dubitativo, se dirigieron a la parte oeste del cementerio. Les tomó, al menos, media hora encontrar la tumba correcta.
El anciano no fue capaz de dejar a los hermanos ahí solos. Esperó algo alejado de la tumba hasta que ellos terminaran. Cuando lo hicieron, él les ofreció ir a su casa para tomar leche con galletas. Los niños asintieron entusiasmados.
La noche ya había caído y el sepulturero aun no cabía en sí de la sorpresa. La historia de esos hermanos era asombrosa. Y también peligrosa. De seguro debían estar siendo buscados por los del orfanato. Lo correcto hubiera sido llevar a los niños a ese lugar de vuelta. Pero nunca lo hubiera hecho. Jamás los hubiera separado.
Entonces, ¿Qué?
De repente, se le ocurrió una loca idea. ¿Y si él cuidaba a los niños y los escondía en el cementerio? No tenía hijos y su esposa había muerto varios años atrás. Sus únicos amigos eran sus dos colegas de trabajo. La soledad lo estaba carcomiendo y espacio sobraba en su casa. ¿Por qué no?
Sabía que podría llegar a ser lo más estúpido que hiciera en su vida, pero, a los 58 años de vida, las estupideces debían ser permitidas. Esos niños le traerían alegría a su vida y él se encargaría de darle lo mejor que estuviera en sus manos.
Y así fue como los hermanos Kinomoto comenzaron una vida que jamás esperaron. De a poco fueron familiarizándose con el lugar hasta el punto en que se lo aprendieron de memoria. Cada calle, cada esquina, cada detalle. Mientras tanto, el anciano se encargaba de enseñarles todo lo necesario. Incluso la pequeña aprendió a escribir, algo raramente visto en las mujeres de su clase social. El sepulturero siempre se impresionaba de ellos. Los hermanos eran muy inteligentes y esperaba grandes cosas de ellos
Hasta que volvió a caer la desgracia sobre los pequeños. El anciano falleció repentinamente por un fallo cardiaco dejándolos inevitablemente solos. Pero no se fueron del cementerio. Ese era su hogar y ahí se quedarían. Y fue cuando el mayor, a sus jóvenes 15 años, tomó una decisión: Trabajaría como sepulturero de día y de noche seguiría estudiando y leyendo libros. De esa forma él y su hermana no se verían forzados a irse.
Así pasaron 5 años. Por una parte, el joven se había convertido en hombre. En la otra, la pequeña ya mostraba luces de la mujer que sería.
Y, pese a toda la adversidad, ellos se mantuvieron juntos
- ¡Touya! – susurró Kai - ¡Despierta!
- ¿Qué? – Dijo el aludido moviendo la cabeza bruscamente.
- Hay que cubrir el sarcófago
Así fue como los sepultureros tomaron las palas y comenzaron a trabajar sin prestar atención de las lágrimas y los lamentos por parte de los familiares. Éste trabajo definitivamente no era para los débiles. Cuando cubrieron por completo la tumba, la gente, lentamente, fue dejando flores y coronas sobre la tierra. El funeral ya estaba llegando a su final. Como típicamente pasaba
Pero nadie estuvo preparado para lo que vino
A lo lejos, desde la parte sur del cementerio, se podía escuchar unos gritos. También se escuchaba ladridos. Y, si se tomaba más atención, se podían ver unos globos
- ¿Qué diablos…? – Dijo alterado Touya
- Debo suponer que la que viene ahí es… - Partió Kai igual de asombrado que su amigo
- Sí. Es Sakura – Completó Yukito tratando de entender lo que estaba pasando
La gente comenzó a murmurar. Algunos se dieron vuelta en dirección de los sonidos. Aunque no se veía quien era la persona que corría a través del cementerio (Las tumbas tapaban), se podía ver como los globos se movían de una dirección a otra. Rápidamente se iba acercando
A los segundos después, los gritos comenzaron a tener sentido
- ¡No!... ¡Quédate quieto!... ¡Pero no! – Fue tan sólo una de las pocas palabras que se lograron entender
La gente de la comitiva no comprendía lo que estaba pasando. Los sepultureros mucho menos. Es que la especialidad de Sakura era asombrar y ser totalmente impredecible
Los ladridos se hicieron más fuertes. "¿Qué hace uno de los perros aquí?" pensó Touya, ya que Kero y Spinel sólo eran soltados en la noche para cuidar. Y en ese momento era más de mediodía.
- ¡Ahí viene! – Gritó un hombre entre la multitud
Touya supuso que el perro se había metido entremedio del séquito, pues las personas comenzaron a moverse de un lado a otro. A los segundos después llegó la chica
¡Ay, no! – Se escuchó la voz de Sakura – Disculpe, disculpe… ¡Auch! Lo siento…
Los sepultureros estaban casi atontados. Kai con la boca abierta, Yukito con los ojos abiertos a más no poder y Touya con una ceja levantada. De repente, apareció Kero a través de la gente y siguió su carrera hacia el norte.
- Permiso, permiso… - Y, finalmente, apareció Sakura, sonrojada y algo despeinada, a través de la multitud
Touya miró a su hermana con una clara intención de regañarla por su impertinencia, pero no tuvo la oportunidad, pues la chica siguió de largo sin prestar mucha atención
- ¡Hey! – gritó Kai hacia Sakura - ¿Qué pasó?
- ¡Pase liberar a Kero! – Se oyó como respuesta – ¡Pero ya lo atrapo!
La situación pasó de rara a incómoda. La gente estaba asombrada y desconcertada. En el caso de los sepultureros, los sentimientos eran casi compartidos. Kai sonreía de oreja a oreja sin reprimir su alegría, Yukito sonreía negando con la cabeza y Touya fruncía el ceño, aunque en el fondo no estaba enojado
Después de todo no sería éste un típico funeral.
Notas de la autora:
Tanto tiempo!! Ya extrañaba hacer ésto xD.
Para ésta oportunidad me alejaré de los lemons y las historias muy sufridas. Ahora sólo quiero relatar una historia original, sencilla y que entretenga. ¿Y qué mejor que tener un cementerio de escenario?
La idea se me vino a la cabeza hace unas semanas. Pero recién, hace unos días, me senté en el computador a pensar sobre ella. Y me gustó. Estoy muy entusiasmada!
No será un fic largo y denso. Tendrá, a lo mucho, 8 capítulos no muy extensos. Y el final ya lo pensé, así que se los advierto del comienzo (A vista de que, en mi anterior fic, no les gustó mucho a varias personas)
Cuanto demore en actualizar un nuevo capítulo dependerá de mis momentos libres. Las dos semanas que vienen serán de exámenes, así que no prometo nada. En ésta oportunidad trataré de vencer a mi flojera (Porque ya me creé la fama de floja y despistada ¬¬)
Me interesa mucho saber que es lo que piensan de la historia. En especial porque, pese a ser a primera vista un tema oscuro, no quiero que se tome de esa manera. Como ya dije, quiero que ustedes pasen un buen rato.
Hasta la próxima!
Good night and good luck!
