Hola, bueno debo decir que este capitulo esta modificado completamente. Las chicas que lo habían leído por primera vez, mis disculpas, pero sentía que debía mejorarlo. Y si lo lees por primera vez, ¡pues bienvenida! espero que les guste y de nuevo, perdón por el cambio (pero era necesario). Le debo un enorme agradecimiento a Juli, por tomarse el tiempo de leer y corregir en algunos detalles, ¡Gracias Juli! sabes que esto también es obra tuya jajaja. Ahora a leer.
Madame Butterfly
"Me conocen, ¿no? Soy una celebridad. Hago sonreír a la gente. Hago sonreír a Nápoles. Pero si me comprendieran, no sonreirían. Personas como yo… que morimos por el amor de indignos demonios extranjeros."
Eren aun es capaz de recordar el primer día que lo vio. Cierra los ojos y la escena está intacta en su memoria, está fresca y viva. Incluso la misma sensación que sintió al mirarlo a lo lejos lo recorre una vez más, llenándolo nuevamente de él. Lo llena de cosas hermosas. Esos sentimientos que solo había leído en los libros y que carecían de significado para él, ahora cobran un nuevo sentido para su corazón de niño. Es contradictorio como algo tan bello puede destruir, como puede darle esperanza para dejarlo en la incertidumbre del mañana. A la dulce espera, que puede ser todo y a la vez nada.
Había bajado a la playa un día de verano. Eran días de guerra, los adultos no prestaban mucha atención a los jóvenes y estos, con cierta libertad, vagaban por la ciudad en grupos haciendo de las suyas. Su madre iba al lado suyo, mientras caminaban ella le contaba historias de la guerra que había oído en la radio, de cuando los disparos en las ciudades acababan y empezaba la convalecencia. Con los americanos en Nápoles, habían llegado unas cuantas cosas buenas; harina blanca, el trigo de Kansas y productos enlatados.
-Sin embargo, mio figlio, son unos demonios. Unos demonios extranjeros que quieren saquear nuestra tierra -decía mientras pasaban por unos locales nocturnos, en las bonitas casas requisadas por los oficiales-bastardi-gruñó Carla, al pasar al lado de un uniformado. El hombre al no comprender había sonreído pensando que era un saludo y la mujer hizo lo mismo.
Siguieron caminando calle abajo. A pesar de estar en guerra, Nápoles estaba en una inusual calma. Los mercados seguían igual de concurridos pero escaseaban algunos alimentos. Entre los ciudadanos se paseaban americanos con sus uniformes y su aire arrogante, pero todo seguía en relativa calma.
La playa estaba algo llena. Había un gran barco americano en el pequeño muelle. La bandera ondeaba orgullosa como si flotara en un rio invisible de sal. Su madre le dijo que iría a separar dos lugares en las sombrillas y que no se tardara. Eren asintió y se encaminó hacia el muelle para poder ver más de cerca al monstruo de metal que dormitaba en las aguas tibias de aquel día. Fue difícil poder hacerse espacio entre tantas personas, en su mayoría jóvenes, que se apretujaban y chillaban buscando entre la tripulación al hombre que más les apeteciera. Las mujeres se volvían locas por los americanos y ellos también perdían la cabeza. Bodas y promesas de matrimonio se organizaban con frecuencia en los primeros meses de la ocupación. Cada familia albergaba a un soldado. Y el que estaba con ellos les traía de los almacenes toda clase de bienes de América. Incluso su amigo Armin estaba en ese grupo, pero lo suyo era más delicado. Su pretendiente, Jean, era un soldado alemán y cada vez que podía venia y no salía de la casa. Sin embargo ambos eran felices cuando estaban juntos, y el mundo y la guerra pasaban a un segundo plano.
La multitud de pronto se echa a un lado y el frágil cuerpo de Eren es golpeado por brazos, manos y codos. Los americanos están bajando del barco y la muchedumbre se hace a un lado para dejarlos pasar, como si fueran dioses que libran una guerra por la humanidad. Lo primero que nota el castaño es que son altos, como los ingleses, y que son muy atractivos. Las mujeres también piensan lo mismo cuando ahogan exclamaciones y se apretujan. Eren se desespera y ya no le importa ver a los extranjeros, siente que en cualquier momento le van a perforar un pulmón. Se decide a salir de la multitud y empieza a pasar entre los cuerpos (algo fácil gracias a su menuda complexión). La gente se queja pero le da igual, quiere salir, su madre se va a enfadar y puede irse y dejarlo solo. El no quiere estar solo, nunca le ha gustado sentirse solo. Sigue luchando por salir, pero es difícil cuando nadie tiene la intención de hacerse a un lado. Logra, a empujones, llegar hasta un extremo del muelle menos llena, tiene que apurarse, ya casi ve la zona donde dijo su madre que estaría. Sin embargo, una gran mano blanca lo toma del brazo y lo termina de sacar de aquella marea humana.
-Oye, ten cuidado. He visto como te golpearon esos idiotas-dice el extraño. Los ojos cándidos y vaporosos de Eren se alzan para mirarlo. Es alto, muy alto. Tendría que ponerse de puntitas y hacer que el inclinara su cabeza para poder rozar su boca. Le gusta su piel blanca, y su cabello negro y brillante como las piedras lisas del rió. Tiene un rostro hermoso, como el de los dioses que vio en un museo de Roma. Bajo el uniforme puede asegurar que bajo su uniforme es un hombre musculoso, debe ser muy fuerte. Y sus ojos, él nunca había visto unos ojos así. No eran grises, eran plata; unos ojos plata que lo miraban sin expresión aparente, pero que si te fijabas, podías perderte en ellos y descubrir un mundo.
-Ah, gracias-su voz suena como la de un ratoncito asustado, el americano sonríe y libera su brazo dando una caricia que le provoca escalofríos.
-Ven conmigo. Esos bárbaros no te dejarán pasar tan fácilmente-y antes de poder responderle algo lo guía entre la procesión de soldados. Siente la mano del pelinegro en su hombro y no puede evitar sonrojarse, cada movimiento lo hace estremecerse y altera su ritmo cardíaco. Puede ver a ambos lados las personas tratando de tocarlos, las mujeres y las jovencitas suspirar y sonreírles con coquetería al pasar. Es algo incomodo para él; conoce a la mayoría de esas personas y tal vez mañana irán a contarle a su madre que estuvo con un demonio extranjero. Siguen avanzando y llegan hasta el inicio de la playa, arriba de las escaleras, en la carretera, unos autos limpios y lustrosos esperan a los soldados.
-Eh… gracias por la ayuda, señor…-levanta la cabeza para poder verlo.
-Capitán Levi Ackerman-se presenta el pelinegro con galantería. Los labios de Eren se curvan en una sonrisa nerviosa-pero para ti, soy Levi.
-De acuerdo. Entonces… nos vemos otro día, Levi-la mano del Levi ya no está sobre su hombro, pero aun siente su piel cosquillearle. Hace un gesto con la mano para despedirse y se aleja entre la multitud con el corazón latiéndole a mil por hora y sintiéndose un poco mareado y ligero. Aun puede sentir la mirada plata en su espalda.
Ignorando el alboroto que hay tras su espalda trota hasta la zona de las sombrillas. Su madre esta tumbada en la silla blanca leyendo un periódico.
-Infine!, ¿Dónde te habías metido?-le pregunta sin apartar la mirada del periódico. El castaño se tumba en la silla que está al lado.
-Estaba viendo el barco que acaba de llegar. Se llama Titán, y es de América-los ojos del niño miran en dirección al barco; Carla masculla alguna maldición en italiano y sigue leyendo.
-Si no son los ingleses, son los americanos. Una plaga-pasa la hoja con elegancia-todos están cortados con la misma tijera, uomini senza cuore!
Eren asiente. La multitud se está dispersando, los soldados los alejan y solo quedan ellos en el muelle. Puede ver a Levi dando órdenes y hablando con un hombre que él conoce de vista.
-Y conocí al capitán. Fue amable, el me ayudó a salir de la multitud-trata de convencerla, el no que cree que los americanos sean tan malos como su madre piensa.
-¿Dónde está?-su madre baja el periódico y mira el muelle.
-El pelinegro alto que está hablando con… ese hombre.
-Ah, Giovanni.
-Sí, el que está hablando con él. Se llama Levi Ackerman-Carla lo mira por unos segundos y no comprende como su hijo puede decir que ese hombre de ademanes firmes y severos puede ser amable. Luego ve que el capitán mira hacia su dirección, donde están ella y su hijo. Su mirada sería capaz de parar un ejército, piensa Carla, ese hombre está hecho para la guerra.
-Está mirando hacia acá… ¿Qué hiciste po 'cattivo?- Eren se sorprendió al ver que efectivamente, Levi miraba hacia donde ellos estaban. Le decía algo al señor Giovanni y luego ambos hombres miraban hacia ellos; el pelinegro le dijo algo al italiano y este asintió. Sus miradas se encontraron, Levi sonrió con ligereza y Eren correspondió su sonrisa con una mas radiante y viva. No pudo evitar suspirar al verlo partir hacia los autos. Le habría gustado estar un poco mas con él, hablar o pasear por la playa. Solo para oír un poco mas su voz, para conocerlo, porque sentía la necesidad de estar con él.
No estuvieron mucho tiempo en la playa. Carla debe ir a preparar la cena para Grisha y Mikasa; su hija y su esposo trabajan en el hospital y deben estar cansados. Mira a su niño, está mirando hacia el mar y canta una canción en voz baja; eso significa que está pensando en algo. Ambos se levantan y mientras recorren la playa van pensando que lo que van a preparar para la cena.
Por la tarde se produjo el alboroto. Llamaron a la puerta; era un auto negro brillante y de el salía el capitán Ackerman. Eren escuchaba voces desde el vestíbulo, así que le bajó el volumen a la radio. Escuchaba muchas voces masculinas y la de su madre de vez en cuando. No era correcto bajar y espiar la conversación de los adultos por lo que se quedó sentado en la cama esperando si su madre llamaba o necesitaba algo. Pasaron los minutos y luego no se oía nada. Salió de su cuarto sin hacer mucho ruido.
-¡No esperaba una visita como la suya!-su madre trajinaba en la cocina. No veía con quien hablaba así que bajó todas las escaleras y se acercó-mucho menos en mi casa. ¡Es un honor!, mi esposo va a estar contento… a él le gusta todo eso de conocer el mundo, pero a mí no, ¡yo soy una mujer de casa!-podía verla en el arco de piedra que daba a la cocina-vivo para mis amores; mis hijos. ¡Qué digo! Usted debe tener hambre y yo hablando. Sentirsi a casa, siéntese y déjeme prepararle algo de comer.
-No se preocupe señora Jaeger, esperemos a su esposo-Eren reconoció esa voz y para verificar que estaba en lo correcto se adentró a la cocina. Ahí, en el pequeño comedor verde aguamarina de madera estaba sentado Levi Ackerman. Apenas pisó la cocina sus ojos plateados se fijaron en el, lo miraban con demasiada atención. Para el castaño fue como si todo se desenfocara. Su madre no existía, no estaban en la cocina de su casa, no estaban en Nápoles; solo eran ellos. No sabía cómo actuar, se sentía desnudo frente a esa mirada.
-Bambino mio!-Carla se giró con una sonrisa entusiasta en el rostro. Eren dejó el contacto visual que mantenía con el pelinegro y se giró hacia su madre.
-¿Si, mamá?
-Ven, ayúdame con la cena del signore Ackerman. Debe estar cansado después del viaje que ha tenido-Eren lo miró una vez mas y le dedico una sonrisa. Los ojos del pelinegro se mostraron satisfechos.
Carla y Levi congeniaron muy bien; eso sorprendía a Eren, pensaba que su madre se negaría a darle casa a un extranjero. Pero ahí estaba, tratándolo como a un hermano y compartiendo recetas y anécdotas de su familia. El castaño picaba los tomates para la salsa, aparentemente bastante concentrado, pero en realidad escuchaba todo atentamente. Cada vez que Levi hablaba no podía evitar estremecerse, su voz era perfecta; firme y varonil. Cuidaba sus movimientos para no verse tan torpe y nervioso, quería darle una buena impresión al capitán.
-Mi pequeño bambino, mi Eren, es alguien frágil-su madre había empezado a hablar sobre él. Silenciosamente rogó para que no dijera nada que lo avergonzara.
-¿Frágil?-preguntó el capitán. El castaño sentía el peso de la mirada de Levi en su espalda.
-Si, fragile. Tiene un corazón muy puro, muy sensible-Carla orgullosa pasó acariciando la espalda de su hijo con afecto-como una mariposa, a veces es muy inocente. ¡Los problemas en los que se ha metido! Una vez un hombre le dijo que...-
-¡Mamá!-gimió Eren avergonzado. Lavó sus manos y se fue a sentar en el comedor junto a Levi.
-Silenzio, tu madre está hablando corazón-se giró hacia ambos hombres y siguió-el hombre le dijo que si quería verle el "pito" y mi pobre bambino creyó que el tipo era un árbitro.
Los ojos de Eren no dejaban de ver la superficie de la mesa, muerto de vergüenza. Su madre se carcajeo y Levi soltó una risa ronca. Sintió sus mejillas arder cuando levanto la vista y vio que el pelinegro lo estaba mirando.
-¿Y usted que hizo?-preguntó interesado en la anécdota. Carla sonrió orgullosa.
-Claramente tome mi cuchillo y salí para buscar a ese hombre. ¡Nadie se mete con il mio bambino y se va tan tranquilo!-La castaña volvió a su trabajo.
Siguieron hablando mientras afuera el sol se escondía. Después llegaron Grisha y Mikasa, fueron enterados de la estadía del capitán americano en su casa y eso puso al hombre de la casa eufórico. Tenía mucho que preguntarle. La familia lo recibió como un miembro más, todos reunidos en la pequeña mesa contaban su día o alguna anécdota divertida. Eren se sentía feliz, todo estaba bien, sus padres adoraban a Levi y este congeniaba muy bien con ellos, incluso con Mikasa. De vez en cuando compartían miradas y se sonreían. La cena fue amena y llena de historias. Quería que Levi pudiera sentir que ellos podían ser como su familia, que se sintiera cómodo con ellos y no extrañara su país.
Carla le pidió después de cenar que llevara a Levi a su habitación, la de huéspedes. No pudo negarse, aunque no sabía que decir y corría el riesgo de caer en un silencio incomodo, quería pasar tiempo con él. Le pidió que lo siguiera y se encaminaron hacia el segundo piso. Pasaron por los pasillos llenos de cuadros impresionistas y fotografías familiares, todos llenando las paredes.
-Que casa tan curiosa-comentó el pelinegro, Eren le dio la razón con una sonrisa. Había sonreído tanto que ya le dolía la cara.
-¿Curiosa?
-No creí que las casas italianas fuesen así en realidad. Pensaba que solo existían en las postales-dio un vistazo a su alrededor siguiendo a Eren-... es adorable.
Abrió la puerta y se hizo a un lado para que pasara. Había una cama de bronce, un armario, la mesita de noche, una biblioteca pequeña, el baño y la ventana que daba al patio de piedra. Era un cuarto pequeño pero organizado. El pelinegro parecía satisfecho al inspeccionarlo y Eren solo lo miraba desde la puerta sin saber que hacer; irse o quedarse un rato más.
-¿Le gusta?-preguntó, de nuevo con la vocecita de ratón; frunció el ceño molesto consigo mismo por hablar de esa manera. Levi caminó hasta la pequeña biblioteca y contuvo una sonrisa. Ese pequeño era demasiado tierno, casi sentían las ganas de abrazarlo.
-Es perfecta. He dormido en lugares peores-tomó un libro y lo ojeo, luego tomó otro-esto es un lujo-dijo señalando los libros.
-A mi padre le gusta leer-Eren se adentró al cuarto y caminó hasta Levi.
La luz de la luna entraba a chorros por las ventanas adornadas con cortinas diáfanas y delgadas. Levi levantó la vista del libro y vio al chico castaño al lado suyo, con un libro en las manos. Su presencia no le molestaba en absoluto, ni lo fastidiaba. Lo observó de reojo. Cabello color galleta y de cutis ligeramente bronceado, tenía una expresión dulce y reposada. Su madre tenía razón, era tan inocente y frágil que incluso el, mientras estuviera en la casa de los Jaeger, se encargaría de protegerlo.
Dejó de observar el rostro del chico para bajar su mirada a las delicadas manos que sostenían el libro. Tenía flores en la tapa, muy románticas; se titulaba "Ritos, magia y amor". Ahora entendía porque su rostro estaba encendido.
-¿Te gusta el amor?
Una tímida sonrisa volvió a iluminar los ojos del niño.
-El amor…-empezó Eren, radiante-me gusta. Es como la llegada de la primavera. Es una lástima que ahora todo eso se tome a la ligera-siguió diciendo-incluso, los animales nos enseñan que el amor es algo natural y maravilloso-dijo abrazando el libro contra su pecho-¿y a usted?
-Es… peligroso. Provoca heridas. No es solo una serenata en el balcón, se parece más a una marejada, revuelve el mar por encima y lo deja hecho un desastre por debajo. No sé si me gusta-Eren le miró comprensivo.
Uno al lado del otro, las palabras subían y explotaban suavemente como burbujas, formando una conversación fluida y cómoda. Seguían en la misma posición, mirándose sin vergüenza, porque no miraban el cuerpo; ellos observaban el alma del otro. De pronto la mirada de Eren se suaviza, ya no se siente incomodo, ya no le importa que todo este en silencio y solo se oigan sus respiraciones y el cantar de los grillos en el patio descubierto. Solo si así puede estar con Levi un poco más.
-Quizás, solo conoce la parte vil del amor-explicó Eren- pero para el prófano y aventurero es tan apasionante descubrirlo-se acercó al pelinegro y se puso de puntitas posando sus gráciles manos en los hombros fuertes del capitán. Levi bajó su rostro hasta rozar la punta de sus narices. Era tan hermoso de cerca, con los labios rosados y suaves. Los dedos del pequeño recorrieron su cara y sus labios y luego juntó sus bocas en un suspiro. Se besaron muy despacio, saboreando el momento y disfrutando de la calidez que desprendían. No les preocupaba que los padres del castaño estuvieran a unas cuantas habitaciones, o que Mikasa entrara para ver donde se había metido su hermanito. Solo siguieron con el tierno contacto que mantenían. El beso más inocente que había tenido el capitán. Se separaron, haciéndolo muy despacio y mirándose a los ojos con adoración.
-Se lo pregunto otra vez, ¿le gusta el amor?-preguntó en voz baja Eren, acariciando el rostro del capitán con delicadeza.
Levi no pudo evitar enternecerse ante la visión que tenia frente a él. Alguien tan puro trataba de enseñarle a un perdido lo que creía estarle vetado y prohibido.
-Si es como esto, entonces sí.
Pensó en todos los libros de amor que entendería a partir de ahora.
"¡Qué país! Hombres como ustedes deberían estar… ¡Golpeando nuestras puertas! ¡Suplicando que los perdonemos! Porque yo he sabido… lo que es ser amado por un demonio perfecto."
Todo había pasado con tanta naturalidad. Un romance con pasos pequeños e inocentes, que era ocultado a los ojos de todos. Levi y Eren se querían como si la vida se les fuera en ello. A Levi, Eren lo enajenaba. Aquel joven tan dulce, tan bueno, tan discreto, lo conmovía. Si el primer día que lo vio entre todas esas personas, tan perdido como una frágil mariposa entre los espinos, lo había impresionado, después de conocerse e intimar, se daba cuenta del tesoro que tenia. La misma fragilidad de Eren, aquella delicadeza, aquella transparencia e inocencia, le hacía sentir deseos de protegerlo, de cuidarlo, de mimarlo. Pero una parte de él le decía que era cruel por actuar de esa manera, ¿no se iba a ir después? No podía alimentar falsas esperanzas y hacer promesas que no podría cumplir. Trataba de hacérselo saber pero cada vez que abordaba el tema, el con una sonrisa luminosa lo hacía olvidarse de todo y postergar la conversación.
Y Eren también se enamoró de él. Y la pasión, primero tímida, luego irresistible, estalló entre ambos como un incendio. El niño corría a los brazos del capitán a besarlo y a murmurarle palabras dulces. Se miraban largamente mientras retozaban en la cama, Levi le tomaba la mano y besaba cada uno de sus dedos, repitiéndole lo bello que era.
Pero también durante ese tiempo la guerra se puso más sangrienta. En 1940 los japoneses dominaban dos terceras partes de China y los americanos enviaban hombres al campo de batalla para defender su territorio sin importar el precio. Había empezado el periodo más horroroso.
Había llegado el momento en el que los soldados americanos regresaran a su país para recibir nuevas instrucciones, eso significaba el fin del hermoso sueño que habían creado Levi y Eren en esos días. El capitán se lo comentó después de haber intimado de una manera desesperada.
-Debo irme, mi pequeño. Me necesitan-murmuró sobre la cabeza castaña que se apoyaba en su pecho. No dejó que Eren lo viera a los ojos y lo mantuvo oculto entre sus brazos.
-En ese caso, ¿vas a volver?, ¿vas a volver por mí?-preguntó afectado-¿lo vas a hacer?-su voz temblorosa sonaba angustiada pues Levi no le respondía, solo acariciaba su cabeza. Al final lo único que recibió fue un beso. Él lo consideró una especie de pacto silencioso, tenía fe en su amor.
La partida del capitán Ackerman dejó una huella imborrable en la familia Jaeger. Todos se habían encariñado con el pelinegro y cada uno lo extrañaría a su manera, pero nadie como el pequeño Eren. Levi era todo para él. Era su primer amor, el cariño que le tenía jamás se desmentiría.
Lo acompañó hasta el muelle donde se habían visto por primera vez. La misma multitud estaba ahí, solo que nadie parecía estar feliz. Las mujeres tenían rostros llorosos y preocupados, algunas sostenían bebés en sus brazos. Un soldado era acompañado por alguna familia, o por su pareja, quienes se despedían con abrazos interminables y promesas. No había podido hablar con Levi, el estaba con su pelotón dando órdenes y verificando que todo estuviera en orden. El cielo estaba sereno, teñido de rosa y naranja, temblaba sobre sus cabezas como una antorcha a punto de extinguirse. Se oían llantos lejanos, unos chicos cantaban una canción de despedida. El rumor del oleaje que venía del mar. Había que sentirse triste. Y los jazmines en estación, para colmo, les lloraban sus florecitas lechosas.
Levi se acercó a él. Se notaba perturbado y melancólico. Se miraron unos instantes y sin importarles que estuvieran en público, se abrazaron con fuerza. De la boca de Levi empezaron a salir todos los versos de amor que había aprendido en la pequeña casa de los Jaeger.
-La tarde, con ligera pincelada que iluminó la paz de nuestro asilo, apuntó en su matiz crisoberilo una sutil decoración morada-recitó, a media voz en el oído de su pequeño. Eren cerró los ojos tratando de no ver su triste realidad-… y el alma llora por la partida.
Y de golpe, el castaño no pudo más y mostró su cara llorosa.
-Levi, dime la verdad, díselo a tu caro figlio-le rogaba con angustia, aferrando sus manitas al uniforme del capitán-¿vas a regresar? ¿Vas a volver a Nápoles, conmigo?
Levi se removió inquieto y con la mirada perdida.
-Dejemos eso-murmuró-hablemos de otra cosa.
-No, no-negó agitando sus cabellos color galleta-debes decírmelo. Si regresas, estaré esperando por ti, siempre, aquí, en este muelle-las lagrimas escurrían de sus ojos, como si se hubieran vuelto líquidos-pero si no lo haces, entonces te recordaré de igual manera, sin embargo, seguiré con mi vida-se sentía miserable, desgraciado.
Se quedaron en silencio. El capitán miraba el mar, debatiéndose. Era cierto que no sabía si iba a regresar a Nápoles, no iba a negar que había experimentado el amor más dulce e idílico en toda su vida, pero él no vivía de sueños y Eren solo era un niño de quince años. Pero por otra parte, la idea de que el castaño lo cambiara por otro, que le regalara ese cuerpo y ese corazón a otra persona lo atormentaba. Sabía que se iría al infierno por lo que iba a hacer, pero no iba a permitir a nadie más poseer la belleza de Eren por más egoísta que fuera.
-En primavera-respondió después de un rato. Los ojos empapados de lagrimas de Eren le sonrieron-regreso en primavera.
Ya no pensaba en nada, lo único que miraba, lo único que atendía era aquella figurita grácil entre sus brazos. Acurrucado buscando consuelo. Y todavía, para volver más triste los corazones, el barco rugió llamando a la tripulación. Levi decidió romper el encantamiento, como el que se ríe a carcajadas para no ponerse a llorar. Dejó a su pequeño amante con una promesa de papel en aquella playa.
Eren jamás olvidó el minuto de marcha del capitán, la claridad de aquel día y el brillo del ocaso, un ocaso al que desde aquel día no quiere. Todavía hoy se estremece al recordar la partida del barco y el ruido y la visión que hacia al alejarse. Se despidieron con un beso tímido y salado. Desde el muelle Eren agitaba su mano con una sonrisa, una sonrisa para no morirse.
La partida de Levi lo llenó de inquietud. Se dio cuenta de todos los peligros que iba a correr. La multitud se fue dispersando, las mujeres y los niños sollozaban; los hombres esperaban que los pretendientes cumplieran su promesa. Eren se quedó solo en el muelle, mirando el inmenso desolador mar, ahora solitario. Se permitió por fin llorar libremente; nadie podía presenciar el llanto de un joven corazón desconsolado. La separación era intolerable. Pero debía mantenerse fuerte, guardar la esperanza. Si Levi le dijo que volvería en primavera, entonces aguardaría hasta ese día.
Y a lo lejos, los jazmines seguían llorando, viendo la bella escena pintarse y revelar su funesto destino.
"Yo tengo una visión. Estoy dispuesto a sacrificarme por el amor de un hombre. Esta visión… se ha convertido en mi vida. Fortalecido y destruido por el amor de un indigno demonio extranjero."
Gracias por haber llegado hasta acá. La idea la tenia rondando y quería compartirla con ustedes, solo que el afán me lleno y subí lo que primero se me vino (la próxima vez me tomo mi tiempo) este cap es diferente al original, y me gusta mas. Voy a escribir historias cortas hasta terminar Young and Beautiful, cuando esa finalice pasare a otra... ¡así que voy a estar escribiendo muchas cosas que espero les guste!
¿Un review? ¡su opinión me importa mucho!
