Nota de Autora: Basada en el libro de Kat Martin, ambientara a los personajes de la saga de Harry Potter de la autora Rowling. Ni la trama ni los personajes me pertenecen, si no a sus respectivas autoras.

Espero disfruten la lectura

Surrey, Inglaterra, 1800

"¡Oh!, si yo pudiera ser como ustedes..." Agachada tras los setos que flanqueaban la calle que conducía hasta la magnífica Greville Hall, Ginny Weasley observó cómo el carruaje negro, con el dorado y reluciente emblema del conde en la puerta, pasaba de largo. Sentada en el asiento de terciopelo rojo, la hija del conde, lady Pansy, y sus acompañantes se reían como si no hubiera nada en el mundo que les preocupara.

Ginny observó con nostalgia mientras intentaba imaginar la sensación que debía de producir ir vestida con prendas tan hermosas y vestidos de la seda más brillante en tonos rosados, lavanda o de un verde prácticamente irisado; todos con un parasol a juego.

"Algún día...", pensó con tristeza.

Al cerrar los ojos se imaginaba a sí misma con un vestido dorado muy brillante, su cabellera de un rojo fuerte, recogida formando bucles y sus delgados pies cubiertos por unos zapatos a juego. "Algún día tendré mi propio carruaje -pensó-. Y un vestido diferente para cada día de la semana."

Pero ella sabía que aquello no iba a ocurrir pronto, ni siquiera en un futuro inmediato, de modo que lanzó un suspiro.

Al volverse, dándole la espalda al carruaje que se alejaba, Ginny se levantó la falda por encima de los sucios zapatos y regresó a su casa a toda prisa. Hacía una hora que tenía que estar en ella. Si su hermano descubría lo que había estado haciendo se pondría furioso. Rezó para que se hubiera marchado al campo.

Pero cuando Ginny retiró la cortina de piel que hacían servir a modo de puerta de entrada, Percy la estaba esperando. Ginny miró a su hermano mientras éste la agarraba por el brazo con fuerza y la empujaba contra la pared rugosa de adobe y caña. Ginny se esforzó en mirarlo al rostro, hinchado y rubicundo, pero se estremeció de dolor al notar la enorme mano de su padre golpeando contra su mejilla.

- Te dije que no te entretuvieras. Te dije que entregaras el encargo y que regresaras inmediatamente a casa. ¿Qué has estado haciendo? ¿Mirar a las chicas en sus preciosos carruajes? Andabas soñando como siempre, ¿no es cierto? Deseando algo que jamás tendrás. Es hora de que te enfrentes a la realidad. No eres más que una campesina y eso es lo que serás siempre. Y ahora vete a trabajar al campo.

Ginny no discutió. Se limitó a alejarse de la furia que podía leer en el rostro encendido de su hermano. Salió de casa arrastrando los pies y, entre jadeos, retiró de su hombro la trenza de cabello. Todavía le ardía la mejilla a causa de la dolorosa bofetada que le había propinado su Percy pero se la había merecido.

Mientras Ginny corría por el polvoriento camino hacia el huerto, con el delantal ondeando al viento, alzó la barbilla con orgullo. Dijera lo que dijese su hermano, ella estaba convencida de que algún día sería una dama. Pervy no era uno de esos adivinos que había visto Ginny el año anterior en la feria. No podía saber lo que ocurriría en el futuro, y menos aún lo que le ocurriría a ella. Ginny tendría una vida mejor y se alejaría para siempre de la deprimente existencia que ahora llevaba. Era dueña de su destino y en algún lugar, más allá de la pequeña parcela de tierra que sus padres habían dejado para ella y su hermano, se encontraba su felicidad.

Pero por el momento, con sus padres muertos desde hacía mucho tiempo, Ginny tenía que trabajar de sol a sol. Barría el suelo de las dos habitaciones que formaban la casa y cocinaba los precarios alimentos que obtenían del la parcela de tierra que tenían arrendada. Recogía patatas, arrancaba nabos, pasaba la azada por el huerto y también ayudaba a su hermano en los campos de trigo.

Se trataba de una existencia penosa, agotadora y repetitiva que Ginny deseaba dejar atrás. Lo deseaba con todas sus fuerzas y tenía un plan.

Una vez al mes, el cuarto conde de Greville, pasaba el día examinando sus campos y vigilando a sus trabajadores. Aquel día era más caluroso de lo habitual, el sol era una abrasadora esfera blanca que iluminaba la tierra otorgándole a los caminos llenos de surcos la consistencia del granito. El conde acostumbraba montar uno de sus sementales, pero aquel día, con tanto calor, optó por un ligero carruaje con la esperanza de que el toldo le proporcionara algo de sombra.

Se reclinó en el asiento de piel agradecido por la suave brisa que soplaba del norte. A sus cuarenta y cinco años, de piel aceitunada y cabellera negra y ondulada, con alguna que otra cana, seguía siendo un hombre atractivo y muy popular entre las mujeres. De joven había dispuesto de las mejores opciones, pues en tanto que heredero de un condado habría podido escoger entre la flor y nata. Pero a medida que se había ido haciendo mayor, sus preferencias habían ido cambiando. Ahora, en lugar de las habilidades de una amante experimentada, prefería la ternura y la exuberancia de la juventud.

Luis pensó en su actual amante, una joven que residía en Londres. Era la hija de una actriz a la que él había conocido, en el sentido bíblico de la palabra, en una ocasión. Mantenían relaciones desde hacía un año, y su cuerpo joven y tierno seguía excitándolo.

El mero hecho de pensar en sus pequeños pechos firmes y en su larga cabellera cobriza lo excitaba. La primera vez que Luis se acostó con ella, tenía tan sólo dieciséis años y era virgen. Desde entonces, él le había enseñado cómo complacerlo.

Ahora ella estaba a punto de alcanzar la edad adulta y su cuerpo ya no evidenciaba las formas casi femeninas que tanto habían atraído a Luis por lo que éste pronto se cansaría de ella. No tardaría en buscar a otra inocente chica más joven y bella, como siempre.

Sin duda una problemática predilección.

Al recordar los días de su juventud, Luis lanzaba alguna palabra malsonante. Se había casado con diecinueve años. Un matrimonio de conveniencia que únicamente había dejado amargos recuerdos de una esposa retraída y frígida, muerta hacía ya mucho tiempo, y una hermosa hija, en lugar del hijo y heredero que necesitaba, que no le servía de nada.

Estaba Blaise, por supuesto, su hijo bastardo, fruto de su relación con Mariel, la hija de un caballero de la zona. Mariel había sido salvaje y hermosa, tan imprudente y hedonista como él. Luis se resistía a aceptar que el chico fuera suyo, pero el parecido físico, fue prueba irrefutable.

Mientras el carruaje descendía por el pedregoso camino que conducía hasta la casa de su arrendatario, Percy Weasley, Luis pensó en su acompañante y en cómo disfrutaría de su joven cuerpo cuando regresara a la ciudad. Pero al ver a la hermana de Percy, que acababa de cumplir catorce años, su centro de interés cambió. Ginny era alta para su edad y su cuerpo era muy esbelto, y si bien todavía no era realmente una mujer, pronto lo sería. Con su larga cabellera colorada, unos grandes ojos azules, una boca suave y bien modelada y un rostro en forma de corazón, la chica iba camino de ser una auténtica preciosidad.

Cuando Luis acudía de visita, siempre se mostraba muy amable con ella. Aún no tenía la edad suficiente para él, a Luis le gustaba dejar una puerta abierta.

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Autora: Tengo que actualizar mis otras obras...

Voz Interior: Yo te dije que subieras nueva obra...

Ok, ignoren esto jajajajaja Hola a todas, como están(?) Como siempre, su humilde autora les trae otra obra. La obra cuenta con un total de 26 capítulos, pero al igual que paso con Love Danger, los sub dividiré en más capítulos. Algunos largos y otros cortos.

Ahora, volviendo a la obra... Como notaron:

1-. Transcurre en 1800.-

2-. No habrá magia.

3-. La pareja estará compuesta por Blaise y Ginny. Esta es otra de mis parejas favoritas, y siento que se adaptaran a los personajes.

Ahora, lo más importante, la cual ustedes decediran... ¿la continuo? ¿la elimino? Ustedes deciden, con sus comentarios.

Espero sus comentarios...

Los saluda

Lumione