Me desperté al notar el tacto de sus fríos dedos rozándome la cara, y me di cuenta, como cada mañana en los últimos meses, de cuan feliz era. El me miraba con sus profundos ojos.
- Por fin somos libres – me dijo con esa sonrisa que me enloquecía.
Aun tarde unos segundos en darme cuenta de a que se refería. Ayer fue el ultimo día de instituto, esta vez conseguí que no me llevara al baile, aunque fue algo que le disgusto mucho no pudo rebatírmelo cuando acepte su proposición.
Había estado meses pensando en ello. Nunca me había hecho ilusión el casarme, me parecía innecesario, y después de la experiencia de Charlie y Renee… Pero después de darle muchas vueltas me di cuenta de que el realmente así lo quería, y que ya que iba a condenarme a la noche eterna, ¿por que no condenarme al matrimonio?
El no había vuelto a hacer referencia a mi conversión, ni yo tampoco. Pensé que no tenia derecho a sacar el tema hasta que no aceptara (o denegara) su petición. Pero ayer por fin me decidí.
Le pedí que me llevara al prado, a nuestro prado, que a la luz de la luna y sin nubes se veía de una belleza increíble, ¡y que decir de el! Perfecto como siempre. Y por una vez bastante despistado en cuanto a por que quise ir allí.
Estuvimos tumbados en la verde hierba hasta que decidí sacar el tema.
- Edward…
- ¿Si, Bella?
- Después de pensarlo mucho… - sus ojos empezaron a brillar de esperanza y para variar, me deslumbro hasta lo inimaginable – ¡¡no me mires así!!
- Perdona – bajo los ojos intentando parecer avergonzando, aunque su maravillosa sonrisa picara estaba ahí para delatarle – dime que has estado pensando.
- Creo que si quiero hacerlo – le dije al fin, con un temblor mas que evidente en la voz.
- ¿Hacer que, Bella?
- Ser tuya para siempre, ¡firmando esos entupidos papeles! ¿Es eso lo que tú quieres no?
- No quiero que lo hagas por que yo lo quiera, quiero que tu estés segura… - me dijo mirándome profundamente, aunque con la esperanza grabada en sus ojos
- De acuerdo Edward… es lo que yo quiero – le sonreí tímidamente
Y de repente no le vi, por el sonido del viento a su paso deduje que había echado a correr.
- ¡¡Edward!!
- Dime mi amor – Volvía a estar a mi lado
- ¿Que has hecho? – le pregunte sorprendida
- ¡Me apeteció correr de felicidad! – entonces me estrecho entre sus brazos y me dio un profundo beso, mucho mas descuidado que de costumbre. Tal fue la intensidad que acabe desmayada en sus brazos.
- ¡Bella!
- Si… - dije atontada.
- Te quiero
- Y yo a ti – le dije con los ojos aun cerrados.
- Voy a hacerte la mujer más feliz del mundo, no lo dudes.
- Ya lo soy, desde el día que volviste a mi…
Se le entristecieron los ojos, supongo que pensaba en los meses que estuvimos separados, pero rápidamente la sonrisa volvió a su cara, y la curiosidad a sus ojos.
- Vas a querer algo a cambio de nuestra boda, ¿verdad?
- ¡¡¡No lo dudes!!!
- Esta bien, te lo prometí, pero antes quiero que pienses bien en las consecuencias, en tu familia… ¿lo pensaras?
- Lo he estado pensando desde el día que decidí pasar el resto de mi vida contigo, encontraremos una solución a lo de mi familia, quizás puedan entenderlo…
- No se si es buena idea que se enteren, Bella – me dijo con gran tristeza
- Si… ya lo se…
- Bueno, piensa en ello ¿vale?
- Claro…
Después de aclarar las cosas me sentía feliz, el era feliz por nuestra boda y yo lo era por mi conversión. Una vez tomada la decisión, no me suponía problema alguno llevarla a cabo.
Fuimos a su casa esa misma noche a comunicar la noticia, y todos (Rosalie incluida, para mi sorpresa) se alegraron mucho. Se que a Esme le habrían caído lagrimas de haber podido, esa mujer desprendía tal ternura…
De inmediato, Alice decidió ocuparse de todo, aunque me dejo decidir donde celebrar la ceremonia. Lo pensé durante unos minutos y decidí que, ya que iba a ser una ceremonia intima solo con los Cullen, debería ser ahí, fuera de su casa, cerca del río.
Al pensar en eso me invadió un nuevo sentimiento… ¡quería casarme! De verdad quería… me imagine vestida de blanco, avanzando hacia el amor de mi vida, que me sonreía desde el altar… ¡Quería tener todo eso!
- Vaya… - musite
- ¿Que pasa Bella? – Me pregunto Edward, que se preocupo al ver como me caían las lagrimas – ¿has cambiado de opinión?
- ¡Al contrario! Creo que me hace realmente ilusión…
Entonces Edward me estrecho entre sus brazos y me beso tiernamente.
- No sabes cuan feliz me haces…
Rosalie se acerco a nosotros y le pidió a Edward que nos dejara un momento a solas. Este se lo pensó un momento y accedió, sonriendo. Supuse que había leído que pensaba ella en ese instante, pero yo me encontraba totalmente desconcertada.
Nuestra relación había mejorado desde nuestra vuelta de Volterra, pero tampoco éramos grandes amigas, nos tratábamos con respeto y poco más.
- Bella… - parecía indecisa – ¿Querrás que te ayude a elegir el vestido?
¡Vaya! Me quede alucinada un momento y le conteste.
- Claro Rosalie, seria maravilloso. Me será de gran ayuda.
- Perfecto, mañana iremos a Seattle, ¿Te parece?
- Estupendo – dije sin salir de mi asombro.
- Te recogeré a las 10 en casa de Charlie – sonrió y se marcho con Emmett, que nos sonreía desde el sofá.
- Vamos Bella, te llevare a casa – me dijo Edward, que ya se encontraba junto a mí.
- De acuerdo, vamos.
Entramos por la ventana, puesto que Charlie no sabía que habíamos salido tan tarde. Edward se quedo a "dormir", por supuesto. Cosa que me hacia profundamente feliz, ¿podría acostumbrarme alguna vez a que alguien como el estuviera siempre a mi lado? Seguía pareciéndome algo increíble, ilógico.
La expresión de mi cara le sorprendió.
- ¿No quieres que me quede? – dijo poniéndome cara de pena pero conociendo de sobra mi respuesta.
- Claro Edward – dije en un susurro
- Entonces, ¿Qué te pasa?
- Que tengo demasiada suerte.
- Suerte… la que yo tengo de tenerte a mi lado. Vamos Bella, duérmete, es tarde.
Me dio un beso en la frente y me abrazo con sus gélidos y fuertes brazos.
- Si… - estaba realmente cansada – Buenas noches Edward…
Y me dormí inmediatamente.
