Universo alternativo (en muchos sentidos) ubicado a partir del capítulo 4x08 Too Far gone.

Disclaimer: Ni soy Robert Kirkman ni trabajo para la AMC así que los personajes del comic y de la serie no me pertenecen. Los he raptado temporalmente para este experimento. Anna y Ben son personajes de cosecha propia.

Aquí vengo con una de esas ideas raras que de vez en cuando, terminan por escrito en un Word en mi ordenador tras aparecer en mi cabeza. Sólo os pido una cosa: mantened la mente abierta.

Advertencias: Violencia, lenguaje…


Capítulo I

Estaban agotados. Tras varios días caminando sin descanso entre bosques, por fin habían encontrado un pequeño refugio donde guarecerse por esa noche. Aquel cobertizo parecía un buen sitio donde pasar las horas como cualquier otro. Sus cuatro paredes y el techo era cuanto necesitaban para sobrevivir un día más en aquel mundo devastado.

Habían atrancado la puerta con una vieja silla. Habían tirado al suelo los cojines viejos del destartalado sofá que parecía iba a convertirse en polvo en cualquier instante. Les sirvieron como asiento mientras cenaban algo en absoluto silencio, absortos en sus propios pensamientos en lo que les podría deparar el siguiente día.

Anna había insistido en encargarse de la pequeña guardia armada con el único arma cargada de la que disponían. El machete de Ben cerca de sus piernas encogidas, brillaba bajo el fulgor de la luna llena que se colgaba entre las rendijas de la pared de madera del cobertizo.

En su mente bullían cientos de pensamientos, miles de sensaciones que la bloqueaban y lanzaban su mente a una carrera en busca de unos instantes de paz. Así era cada noche, así venía siendo desde que tenía memoria. Cada día, cada segundo.

Las horas en las que mantenía la guardia eran su momento favorito del día y a la vez el más odiado de todos. Agradecía la soledad que le confería que Ben permaneciera dormido, sin abrir la boca, sin llenar su mente de más inquietudes. Pero también temía la soledad que arrastraba el permanecer despierta en ese mundo tan muerto y vivo a partes iguales. Temía lo que estaba al otro lado de esas paredes de madera, esperándole, acechándole.

La joven cerró los ojos unos segundos escuchando la respiración serena y pausada del chico durmiendo a menos de un metro de su posición. Podía ver su pecho ascender y descender con cada toma de aire. Era un gesto hipnótico e inherente a cualquier ser vivo, pero para ella sobre todo, era tranquilizador.

Arañó con su mano derecha la tierra del suelo bajo su cuerpo al escuchar los susurros y gritos romper el silencio de la noche, entremezclándose con los gruñidos de los caminantes. Mantuvo los ojos cerrados luchando por controlar su respiración y el ritmo de su corazón, rezando para que los muertos no pudieran escucharles y pudiera tener una noche tranquila.

Necesitaba una noche de paz, de silencio, de serenidad. Necesitaba sentir, escuchar con normalidad los gruñidos de los caminantes y nada más. No le importaba el ruido de sus pies putrefactos arrastrándose por la hierba. No le molestaba los gruñidos escalonados entre los miembros de los grupos u hordas que pasaban a su alrededor, sorteándoles. No le importaba escuchar el sonido propio de cualquier animal que pudiera merodear en las cercanías.

Las noches en las que sólo les escuchaba a ellos, eran sin duda las mejores que podría esperar y desear.

Alzó sus manos hasta ocultar sus orejas bajo las palmas, apretándolas con fuerza contra su cabeza. Podía oír su voz con claridad. Podía oír sus ruegos, sus sueños, su frustración por un destino no cumplido, sus lamentos por quienes había dejado atrás. Podía ver su reflejo nítido al mirarse frente a un espejo mientras se maquillaba y peinaba su larga melena castaña. Casi podía oler su colonia regalo de Navidades de su novio, el carmín enmascarando sus labios.

Mantenía los ojos cerrados, la frente contra sus rodillas flexionadas rezando a Dios o a quien pudiera escucharle, pidiéndole que aquella mujer siguiera adelante caminando y la dejara atrás. Esa noche no podía lidiar con nadie más. No podía.

Sólo una noche. Una única noche era cuanto pedía.


Los ojos del chico no se separaban de la figura que yacía en el suelo, tumbada sobre los cojines. Su atención durante su turno de guardia había estado clavada en ella y en su errático sueño.

Aguantó en silencio sus conversaciones en voz baja mientras dormía. En ocasiones lograba descifrar alguna de las palabras que salían de la boca de la chica, en otras, era imposible por la agitación y el temor que la embargaba.

En ese instante las lágrimas eran quienes frustraban cualquier posibilidad de que le comprendiera. Incapaz de aguantar más viéndola removerse inquieta bajo la manta que le cubría pidiendo ayuda a quienes ya no estaban con ellos en ese mundo, Ben agitó el hombro de la Anna, obligándola a despertarse.

Sus ojos anegados por las lágrimas se clavaron en los suyos, su respiración acelerada como si hubiera estado corriendo varias millas y no dormida a escasos metros de él. La chica se apartó el pelo de la cara y clavó su mirada en sus pies aún cubiertos por la tela.

Ben había esperado hasta el último instante para despertarla, no porque quisiera que reviviera o sintiera lo que fuera que le había asustado en sus sueños; sino porque sabía que cualquier descanso que lograra alcanzar aunque fuera plagado de pesadillas, lo necesitaba.

El sol que se colaba por las rendijas había sido su excusa para sacarla de su sufrimiento y lanzarla a uno diferente al despertarla.

Era hora de moverse, tenían que aprovechar la luz del día para desplazarse. Debían encontrar un lugar más seguro, lejos de todo y de todos. Necesitaban aislarse, Anna lo necesitaba.

La joven se desperezó intentando acomodarse su melena oscura en una coleta. Su mirada vagaba por la estancia sin posarse en nada en concreto, aún absorta en lo vivido en sueños.

- ¿Has podido descansar?- Anna no se molestó en mirarle y negó con la cabeza en un gesto seco rascándose los ojos con los nudillos.

El chico ya sabía la respuesta de antemano pero quizá por una vez pudiera estar equivocado. Ben ahogó un suspiro de cansancio rascándose la incipiente barba en su mentón. Las ojeras de ella podían rivalizar con las suyas propias con facilidad, pero el cansancio de Anna no siempre dejaba huellas visibles para él o para ningún otro. Pero sabía que estaba ahí. Siempre estaba ahí.

A veces se traducía en un silencio absoluto durante horas e incluso días. No era algo extraño, ni algo surgido tras la aparente resurrección de los muertos. Así era desde niños, desde la primera vez que se percató de su actitud errática, esquiva en ocasiones contrastando con la jovialidad y alegría con la que le abrazaba otros días. En ocasiones creía que convivían dos personas diferentes en su cuerpo, cada una de ellas llena de manías, miedos. Con el tiempo, había aprendido a lidiar con ambas cuando aparecían, adaptándose a cada una de ellas.

En los días silenciosos él intentaba hacerla hablar siendo respondido con miradas o gestos vagos que buscaban tranquilizarle. Era su intento de alejarle de ella pero manteniéndole a un brazo de distancia. Sabía que le quería cerca pero que a su vez la cercanía le abrumaba.

Esos días eran en los que, como ella le había confesado una de las primeras ocasiones en las que su silencio había sido total durante días, las voces en su cabeza no le daban pie a hablar. No había espacio en su cabeza para poder formular palabras o pensamientos propios. No tenía la fuerza suficiente para decirle nada porque todas sus energías estaban destinadas a permanecer en el mundo de los vivos mientras los muertos intentaban arrastrarle con ellos.

- Te he dejado una manzana y un trozo de cecina para que comas antes de que salgamos.

Anna asintió en agradecimiento por el desayuno dejándole claro que ese día iba a caminar de nuevo por el limbo, luchando una nueva batalla en favor de su serenidad, su voluntad y su propia integridad.


El verdor de los árboles bordeando el camino que transitaban insuflaba algo de ánimo y calma en sus cuerpos. La suave brisa que agitaba las hojas a su paso, parecía el arrullo de ese nuevo universo, susurrándoles que no estaban solos en ese mundo caótico. El sol sobre sus cabezas daba fe de que la hora de la cena no estaba ya muy lejana.

Anna cerró los ojos concentrándose en los sonidos que la rodeaban. La respiración tranquila de Ben a su lado. El sonido de sus pisadas sobre el camino de gravilla y barro. El crujir de las hojas al ser agitadas por la suave brisa. El canto lejano de algún pájaro extraviado. No quería escuchar nada más.

Abrió los ojos y los fijó en el arce que les esperaba varios metros más adelante cerca de una curva. Centró su atención en él, esforzándose en apagar su voz mientras adelantaba un pie tras otro, obligándose a avanzar sin descanso hacia ese árbol. Lo primordial era llegar a ese arce, una vez allí, pensaría en su próximo destino inmediato.

En ocasiones cuando intentamos abarcar más allá de lo que nuestros cuerpos nos permiten, pagamos un precio por ello. Ella lo había aprendido de mala manera y no quería volver a cometer ese error.

- ¿Estás bien?- Despegó la vista de las huellas que surcaban la tierra frente a ellos para mirarle.

- Está perdida…- Musitó en un hilo de voz desviando su mirada hacia la izquierda.

A su lado una mujer con la melena rubia y deslucida cercana a la cuarentena, le miraba esperanzada enfundada en un vestido raído de flores oscuras. La mujer no separaba sus ojos de ella.

- Tiene cinco años, tiene el pelo castaño, más oscuro que el mío y ojos azules como el cielo.- Recitaba de nuevo la mujer una vez más tocándose su propio pelo enmarañado.- Se llama Elisa, estaba con mi marido pero… nos separamos y… luego no recuerdo nada más.

Anna tragó grueso al sentir cómo los últimos instantes en vida de la mujer que caminaba junto a ellos, invadían su mente. Logró mantener su respiración a raya, serena a pesar de la brillantez de los sucesos, de la violencia de los mismos. No siempre era tarea fácil, pero a fuerza de ser obligada a revivir situaciones similares una y otra vez, lo iba logrando.

- Está buscando a su hija pequeña.- Le explicó a Ben quien enlazó su mano izquierda con la derecha de ella. En su mano libre, sujetaba el machete mientras miraba a su alrededor. No podía estar muy lejos.

- ¡Por favor, sólo tiene cinco años!- Le rogó con voz desesperada asiéndose a su brazo izquierdo impidiéndole avanzar. Sus ojos inspiraban pena y miedo.

- ¿Has visto a Jimmy?- Un hombre cercano a la treintena apareció frente a ella con su camisa hecha jirones. Un anciano chocó contra su espalda acorralándola.

- ¿Y a Berty, la has visto? Déjame que te la muestre.- Dijo el anciano y alargó su mano hacia la sien de la chica queriendo rozarla.

- ¡NO! ¡NO!- Gritó desesperada, manoteando para intentar evitar el contacto sin éxito. Ahogó un grito ante la consabida sacudida que la acción conllevaba consigo.

En su mente no tardaron en aparecer infinitas imágenes, una tras otra abriéndose paso en su consciencia a la velocidad del flash de una cámara. El día de su boca, el vigésimo aniversario de la misma, los desayunos que compartían todos los domingos junto a sus hijos y nietos.

Más personas se sucedieron en su cabeza sin previo aviso, incapaz de evitar que le tocaran. Fiestas, llantos, despedidas, promesas, ferias, besos, peleas, bodas, cumpleaños formaron un torbellino de imágenes en su mente mientras los espíritus de quienes moraban aún sobre la faz de la tierra se peleaban por ganar su atención rodeándola, sepultándola.

- ¡Anna!

Ben desesperado intentaba tironear de su mano y levantarla del suelo pero le resultaba imposible. Anna se revolvía deseando levantarse, gritaba tumbada en el suelo en mitad del camino. La fuerza invisible que apresaba a su hermana pequeña, que le provocaba esos gritos de angustia era mayor que su propia voluntad. No podía hacer nada.

- ¡DEJADLA EN PAZ!- Gritaba Ben impotente, tironeó con más fuerza de su brazo, la mano de Anna arañaba su piel con fuerza deseando que le sacara de allí, aferrándose a él

Los gruñidos no tardaron en alcanzarles. Era de esperar. Sus espíritus nunca se alejaban demasiado de sus cuerpos vacíos de cualquier voluntad humana.

- ¡MALDITA SEA DEJADLA EN PAZ!- Gritó Ben con furia logrando liberar por fin a su hermana de su prisión.

Cargándola a su espalda sin esfuerzo- había perdido demasiado peso desde el fin de todo- salió corriendo hacia el grupo de árboles que rodeaban el prado que atravesaban rumbo oeste. Los brazos de Anna se aferraban a su cuello, su cabeza reposaba contra su nuca. Su respiración agotada y acelerada a partes iguales recorría su espalda bajo la camisa. Mantenía los ojos cerrados, su cuerpo se agarraba a él con ansia pero sobre todo lo hacía su mente, dejándose empapar de su calidez, de sus recuerdos en común, de su vitalidad. Era eso lo que necesitaba en ese instante, sentir la vida que aún palpitaba bajo sus manos.

Ben corrió sin descanso, alejándose de los caminantes, de los muertos, de los vivos. Tenía que ganar cuanta distancia le permitieran recorrer sus piernas y sus energías menguadas. Se lo debía.

Ignoró la quemazón en sus piernas, el dolor en la planta de sus pies. Hizo caso omiso a su respiración cada vez más dificultosa, al sudor que caía por su frente, empapándole el pelo en la nuca. Todo eso era secundario, debía seguir ganándoles terreno a todos.

Anna hundió su rostro en su cuello dejándose llevar.


Necesitaba recuperar las fuerzas o haría que les mataran a ambos si seguía cargando con Anna una sola milla más. La suerte que en raras ocasiones estaba de su parte, hizo acto de presencia en forma de tienda abandonada en mitad de una carretera secundaria.

Reventó el candado con la tubería que guardaba en la mochila y se coló en el interior de la tienda pistola en mano. Tras dejar a Anna junto a la entrada, adormilada y agotada, se aseguró de que nadie iba a molestarles mientras estuvieran allí a la espera de que ella se recuperara. El haz de su linterna se paseaba por el local. Respiró tranquilo al ver que ningún caminante había escogido aquel sitio como comedero habitual.

Aprovechando que Anna seguía dormida, echó un rápido vistazo a las estanterías volcadas y las que seguían aún en pie. Encontró un paquete de pilas para su linterna y varias latas de conservas aún sin caducar.

Llevó a su hermana hasta la pequeña oficina que el dueño del local mantenía en la parte trasera y atrancó la puerta de la entrada para evitar visitantes inesperados en mitad de la noche. Bloqueó la puerta del despacho con el escritorio y depositó la linterna sobre la mesa. Sacó la manta que guardaba en la mochila y cubrió con ella a Anna quien se alejó de él como un resorte. Pegó la espalda contra la pared mirándole con los ojos muy abiertos y asustados, desorientada.

- Tranquila Anna, soy yo. – Alzó las manos para que no le viera como una amenaza más.- Estamos solos.- Añadió, arrepintiéndose al instante por hacer una afirmación que no sabía con certeza si era real. La chica miró la habitación con detenimiento y la puerta atrancada.- Estamos seguros hasta mañana.

Ella asintió en silencio más calmada pasándose una mano por la frente con gesto cansado. Estiró las piernas varios segundos antes de encogerlas y pegarlas contra su pecho.

- ¿Estás bien?- La voz de la chica parecía hueca, carente de cualquier atisbo de vitalidad.

- Sí, estamos bien.- Ben no pudo ver la sonrisa vacía de su hermana al haber ocultado su rostro entre sus rodillas.- Te dejaron marchar a tiempo…

- No, no me soltaron.- Negó ella alzando su mirada vidriosa hacia él.- No querían que me fuera, querían que me quedara con ellos.- Se secó las lágrimas con el dorso de la mano recuperando la compostura.- No me van a dejar marchar nunca, Ben…- Miró a su hermano con pena.- No lo van a hacer.

- Si ésta es tu nueva forma de decirme que te deje sola…- Ben sonrió agitando la cabeza.- No va a funcionar, hermanita.- Se acercó a ella tomando asiento en el suelo. Cogió su mano izquierda entre las suyas acariciándola con suavidad.- Te dije que cuidaría de ti hasta mi último aliento.- No pensaba romper su promesa.

- Conmigo a tu lado ese instante, está más cercano que nunca.- Atajó ella dándole un apretón antes de soltar sus manos y envolverse en la manta.- Y cuando tú te vayas…- El mentón de la chica temblaba, las lágrimas se precipitaron hasta la manta a la que se aferraba con fuerza.- Y cuando vuelvas…- Miró a su hermano y desvió la mirada incapaz de continuar hablando. No quería imaginar ese día, lo temía con todas sus fuerzas. No quería vivir para verlo.

- No volveré a por ti, Anna. No como ellos.- La chica rio quedo enjugándose las lágrimas en la manta.

- Pensaba que habíamos dejado de mentirnos hacía tiempo.

Ben aguantó estoico en silencio la mirada dolida e irónica de su hermana. Anna se esforzaba en serenarse, en mantener las lágrimas a raya, pero la sola idea de verse lanzada a ese mundo sin él a su lado, o con él una vez su corazón se hubiera parado… Un escalofrío recorrió su cuerpo alejando su mirada de la de Ben.

No creía que podría sobrevivir a ese día. No sabía cómo podría hacer algo así.


¡Muy buenas noches! Si habéis llegado hasta aquí sin pensar que estoy consumiendo algún tipo de psicotrópico legal o ilegal, muchas gracias No lo hago por cierto, para despejar dudas jajaja

Esta idea surgió allá en el parón entre la parte primera y la segunda de la 4ª Temporada de la serie tras volver a ver una serie inglesa que maneja el tema de médiums, espíritus y demás. Y pensé… ¿Qué "mejor" escenario para una persona de esas características que el que se narra en la serie? Lo sé, quizá sea hilar muy fino jajaja Pero en mi cabeza lo vi tan claro como el agua así que… No pude resistirme.

Siendo honesta tengo que deciros que no va a ser una historia con una trama elaboradísima, de decenas de capítulos, con mil giros que os dejarán con la boca abierta. Creo que tiene su encanto, su... cosa. Puede que termine haciéndolo con el tiempo, dándole más profundidad o como queráis llamarlo, pero de momento, lo que tengo es lo que voy a subir aquí. Espero que de todos modos no penséis que es una pérdida de tiempo.

Pronto aparecerán algunos personajes de la serie. Si le dais una oportunidad y pensáis que aún estoy en mis cabales, os veré en las próximas partes. Si no, gracias por intentarlo ;) Cualquier comentario, crítica, sugerencia, idea, tomatazo será bien recibido.

¡Nos leemos!