¡Si! Aquí andamos de nuevo con una idea que no pude dejar por la paz aún y cuando no tengo mucho tiempo para actualizar tan rápido como quisiera. ¿O tal vez sí? (risitas).
Advertencias: Por ahora tiene un poco de tonalidad roja en el contenido, pero les aseguro que más adelante se volverá por completo en un fic Rated M por contenido sexual explicito. Además de que incluye T-Cest. Así que si no les gusta este género, por favor evítense el disgusto de leer lo que escribo.
Disclaimer: Los personajes de esta historia no me pertenecen.
Dedicación: Para mi querida Chonik,a quien le debo mi nueva afición por esta parejita. Exacto, no dejaré de culparte por ello (guiño). Además de que te considero una gran artista y escritora.
Ya dejando todo claro, por favor disfruten la lectura.
…
Capítulo 1: Clausurado.
Por fin había llegado el momento.
Como cada noche desde hace meses, lo tenía ahí, justo donde lo quería; envuelto entre las sabanas de su cama.
Cada contacto que creaban sus manos acariciando aquella inusual piel verde eran como tomar un puñado de carbón al rojo vivo; sólo que esta era una tortura placentera.
Después de dar unas cuantas lamidas a su plastrón pectoral, subió lentamente, saboreando su delgado cuello y jugando un poco con la piel que en estos momentos ya podía definir con un sabor algo salado. Y era de esperarse dado a que desde que comenzó a emitir esos sonidos que él mismo estaba provocando, la tortuga sumisa no paraba de sudar. Estaba agitado, pero la expresión de su cara le decía que no era por el miedo, si no por el placer que a este punto estaba experimentando.
Pasó por su barbilla y succionó un par de veces antes comenzar a devorar esos labios que lo volvían loco. Al principio pareció tener el control, pues su amante se había quedado paralizado ante la invasión, pero luego de un largo suspiro y de sentir la respiración de su dominante sobre su rostro, se dejó hacer de todo.
Aquella lengua jugaba por completo con su boca; mordisqueó sus labios, enredó sus lenguas, lo probó hasta el paladar y al final de todo, sólo quedó una pequeña marca de dientes en su labio inferior y un camino de saliva resbalando por la comisura de su boca.
Esa vista lo encendió. Pero lo que verdaderamente desbordaría el vaso apenas venía en camino.
—¿Me deseas? —le preguntó.
Hasta la pregunta era tonta y ambos lo sabían.
Lentamente y como pudo, se removió debajo del cuerpo que lo apresaba sobre la cama, y en un movimiento lento y agonizante para quien lo observaba, separó las piernas, colocándolas alrededor de aquél que se deleitaba como nunca en su vida.
—Entonces tómame. Como quieras y cuantas veces quieras. Soy tu esclavo esta noche.
Aquello lo encendió de una forma que nunca imaginó en su, aún, corta vida.
No quería perder tiempo, así que le arrancó su estorboso cinturón de piel, que aunque no evitaba su verdadero propósito, ¿para qué dejarlo ahí? No quería que algo tan horrendo como aquello adornara la belleza del cuerpo ya desnudo que tenía justo debajo de él.
Desnudo y listo para ser poseído.
Quería comenzar a prepararlo para que la verdadera fiesta comenzara, pero antes de eso, como cada noche, utilizaría su bandana para atar sus manos y hacerlo sufrir un poco antes de proporcionarle el más grande placer de su vida, pero después de quitar la tela de su cabeza, la observó fijamente mientras caía por entre sus dedos.
Su rostro se volvió de terror. Era la primera vez que algo como eso le pasaba.
—¿Raphael? —preguntó su extasiado amante al ver que de un momento a otro se había detenido.
Lo más extraño, era que parecía no comprender lo que tenía en sus manos.
Y la única razón, era que Raphael por fin había podido ver el color de la bandana de la que cada noche se desasía para poder utilizarla como arma contra su pareja sexual.
—¿Púrpura?
Se levantó a prisa, evitando soltar un grito en medio de la noche que delatara que estaba teniendo una… ¿Pesadilla?
¿De qué otra forma podía llamársele a eso?
Estaba bañado en sudor y respiraba agitadamente, y todo era culpa de uno de sus hermanos aún y cuando no lo sabía. Ese tonto de Donnie.
Estaba ocurriéndole algo que en un principio le era desagradable, pero que con el paso de los días ansiaba la llegada de la noche para poder dormir y tener aquella inusual manera de liberar sus instintos de macho adolescente; sueños húmedos.
Soñaba, y mucho, con uno de sus hermanos y en todas las formas posibles de poseerlo, pero aquello que lo hacía estar tranquilo cada mañana al despertar, era que nunca, en todos estos meses de desahogo, había podido ver el color de la bandana que adornaba su cabeza, así que nunca estaba seguro de con quién estaba cada noche, evitándole problemas mayores.
La pregunta de cada mañana durante los primeros días era; ¿Quién de mis hermanos será el que me provoca en sueños? Pues estos eran explícitos, más no específicos. Y vaya que lo agradecía. Eso le evitaba obsesionarse con cualquiera de ellos.
Pero esta noche había sido diferente y sus sueños lo habían traicionado, ya que después de ver aquella pieza de tela morada en su mano, pudo ver claramente el rostro de Donatello invadido por ese delicioso color rojo.
—Imposible —se dijo el joven rudo mientras golpeaba su cabeza sutilmente—. No, no, no, no. ¡NO!
Se levantó de la cama y comenzó a andar en círculos por el pequeño espacio que su habitación le ofrecía. ¿Qué haría a partir de ahora? Definitivamente estaba agradecido por poder desahogarse de aquella forma secreta entre sus sueños aún y cuando por las mañanas tenía que quitar y lavar las sabanas que manchaba gracias a su "liberación" nocturna.
Mikey era el responsable de la poca lavandería que había dentro de las alcantarillas, y no quería que se diera cuenta de lo depravado que podía llegar a ser gracias a sus sueños.
Frenó de inmediato y volteó a ver su cama que aún permanecía revuelta y húmeda; por lo menos se trataba de su propio sudor y no de…
—Necesito una ducha fría —suspiró al momento se daba un masaje en el cuello.
…
—¡Sale un par de tostadas con mermelada de zarzamora y un vaso de zumo de uva para Leo! ¡Y… Huevos fritos y leche achocolatada para el lindo Rapha! —Mikey colocó la bandeja con comida para que sus hermanos desayunaran.
—¿Qué comerás tú Mikey? —preguntó el de azul.
—Sólo un poco de cereal —le guiñó el pequeño mientras colocaba una bandeja en el lugar del asiento vacío junto a Raphael; bollería, algo de fruta picada y… Una humeante taza de café amargo.
—Ese no es tu desayuno —le hizo saber el de rojo a su hermanito menor—. Tú no bebes esa porquería.
—¿Dónde está Donnie? —preguntó Leo al reconocer a quién pertenecía aquél desayuno—. No lo he visto desde ayer por la tarde.
Raphael tragó saliva al escuchar aquél nombre; aún tenía muy frescas todas las escenas que quedaron grabadas en su mente la noche anterior. Era bueno no tener que verlo durante algunos días, pues seguramente estaba encerrado en su laboratorio trabajando en un nuevo invento para poder salir a patrullar la ciudad.
—Debe estar en…
No terminó de decir aquella frase a su hermano mayor porque una explosión resonó en toda la guarida secreta de la familia Hamato.
—¡DONNIE! —gritaron Leo y Mikey antes de salir corriendo hacia el laboratorio del joven genio.
Sin pensarlo dos veces, Raphael los siguió, encontrándose los tres con un alarmado Splinter tratando de abrir las pesadas puertas del santuario científico de Donatello.
—¡Ayúdenme! —ordenó el padre a sus tres hijos.
Lo jóvenes obedecieron y después de unos segundos las puertas cedieron, dejando salir una espesa nube blanca y fría. Escucharon a Donatello toser insistentemente y gracias a eso lo encontraron rápido.
—¿Estás bien? —le preguntó Leo al mismo tiempo en que lo ayudaba a levantarse, pues lo había encontrado tirado justo frente a una extraña masa de moco verde y traslucido que tenía… ¿Ojos?—. ¿Qué pasó aquí?
—Estaba tratando de encontrar la fórmula para contrarrestar el congelamiento de Timothy, pero el mutageno modificado ocasionó una reacción explosiva al entrar en contacto el hielo.
El joven genio observó con tristeza la masa congelada aún con la forma de contenedor que había estallado, dejando miles de piezas de cristal reforzado, basura metálica y cableado por todo su suelo.
—Tienes que dejar esos experimentos por un tiempo, Donatello.
El aludido se sorprendió cuando incluso su padre se encontraba junto a él, pero lejos de parecer preocupado como Leo y Mikey, parecía bastante molesto.
—Pero sensei, estoy muy cerca de…
—¡Es una orden! —lo interrumpió haciendo que sus demás hijos se sobresaltaran un poco—. Desde hace días lo único que has hecho es poner tu vida y la de tus hermanos en riesgo gracias a la inestabilidad que pareces tener al tratar de crear la cura para tu viejo amigo.
—Sensei, yo…
—Eres muy competente en el campo de la ciencia y eso me enorgullece de ti hijo mío —trató de calmarlo un poco para que lo dejara continuar—. Pero es hora de dejar este proyecto de lado y poner a descansar tu mente por algunos días. Después de eso, te aseguro que tu concentración volverá a ser la misma de siempre.
—Tiene razón Donnie —Leo apoyó a su padre—. Has estado tan obsesionado con volver a Timothy a la normalidad que te has olvidado de ti mismo. Debes tomar un descanso.
Donatello agachó la mirada; si los dos seres más sabios que conocía le daban el mismo consejo, no tenía más remedio que tomarlo en cuenta. Pero eso sólo retardaba el hecho de que su amigo algún día volvería a ser tan normal como ellos jamás lo serían.
—C-creo que tienen razón —dijo Donatello observando con detalle su rostro lleno de suciedad reflejado en uno de los cristales dispersos por el suelo.
—Y es por eso que este laboratorio quedará clausurado por una semana —terminó el sabio padre.
—¡¿Qué?! ¿Por qué? —preguntó Donatello un tanto alterado.
Leo y Mikey voltearon a verse; el método de su mentor les parecía un tanto excesivo. Pero por el bien de su hermano, tal vez esa era la única forma de mantenerlo alejado de todos sus artilugios y equipo de trabajo.
—Estás advertido Donatello. Tu castigo por todo este estruendo será estar una semana alejado de tu laboratorio. Y para estar seguro de que ocurra… ¡Leonardo!
—¿Sensei? —preguntó el aludido un tanto desconcertado.
—Quiero que vigiles a tu hermano durante una semana y te asegures de que no entre a este lugar durante todo ese tiempo. No puede traspasar esa puerta y no podrá reparar absolutamente nada dentro de la casa —a Donatello pareció darle un paro cardiaco tras estas palabras—. Nada de curar raspones a Mikey. Nada de libros que tengan que ver con ciencia y tecnología, y mucho menos utilizar la computadora para investigaciones.
—¿Los celulares están incluidos en el castigo?
Splinter estiró la mano hacia su hijo y con una señal le dijo que se lo entregara. Sus dos hermanos, atónitos, casi podían ver una lágrima salir por los ojos de su hermano el más inteligente. Entonces fue el turno del líder para hablar, pues a pesar de que quería seguir las ordenes de su padre, no podía ayudarlo.
—Sensei, no sé si recuerdes, pero fuiste tú quien me obligó a entrenar a Mikey para que lograra un estado de meditación similar al mío, y el entrenamiento comenzó hace dos días. Dijiste que era mi responsabilidad.
El sabio padre observó a su hijo mayor; él tenía razón, el entrenamiento de Michelangelo era importante, pero también el tener a su preciado Donatello alejado de tanto trabajo que perjudicaba su juicio al no tener el descanso adecuado.
Estaba claro que Mikey se encontraba descartado, además de que no sería lo suficientemente listo como para mantener a ralla a su hermano. Fue de esa manera, que lentamente todos dirigieron su mirada a la entrada del laboratorio, donde en total silencio permanecía un despreocupado Raphael escuchando todo desde el principio. Y gracias a eso, sabía lo que la mirada de su padre significaba.
—¡Claro que no! —reprochó el de rojo—. ¡No seré la niñera de este ñoño papanatas!
Donatello torció la boca con disgusto. Estaba en completo desacuerdo con su maestro, pero por la expresión que mantenía en su rostro, no tenía intenciones de contradecirlo tal y como el fortachón lo hacía.
—No es una opción, Raphael. Vigilarás a tu hermano y no permitirás que haga todo lo que mencioné anteriormente.
—¡Pero yo también tengo entrenamiento! —le recordó el de rojo.
—Entonces incluirás a Donatello en tu rutina. Desayunarán juntos, verán televisión juntos, incluso si toma un baño, lo esperarás en la puerta para que no intente escapar de ti. Y a la hora de dormir…
—¡NO! —pegó un grito, sobresaltando a sus tres hermanos.
Splinter quería torturarlo. Desde la noche anterior su propósito era estar lo más lejos posible de su hermano menor por una simple razón; tenerlo cerca lo hacía recordar todas aquellas veces en que sin Donnie saberlo, ambos eran protagonistas de ardientes escenas de pasión, inicialmente provocadas por el joven genio. Claro, en sus sueños.
—¿Estás contradiciéndome? —preguntó su padre.
Raphael tragó saliva, y después de cruzar sus brazos, volteó la cara para no seguir enfrentándolo.
—Eso pensé.
Después de mostrar una sonrisa triunfante, el hombre rata salió del laboratorio a paso moderado bajo la atenta mirada de todos sus hijos. Después de eso, Leo, Rapha y Mikey observaron a Donatello. Parecía muy inconforme con la decisión de Splinter.
—Ya estarás contento "Tontatello" —el de rojo parecía mosqueado—. Desperdiciaré una semana de mi vida siendo tu niñera.
—¿Crees que para mí no será un total desperdicio? —reprochó su hermano tratando de iniciar una riña.
—¡Paren! —los interrumpió el líder—. A partir de ahora pasaran una semana prácticamente pegados uno al otro, y lo que menos necesitamos es estar detrás de ambos impidiendo que se maten entre ustedes.
—O que Raphael mate a Donnie —dijo el de naranja.
—¡Callate Mikey! —ordenó Donatello para después dirigirse a su líder—. ¿Crees que quiero pasar una semana junto a este cromañón?
—¿Croma-qué?
Donatello rodó los ojos ante la pregunta de su nuevo celador y después observó a Leo con cara de «Te lo dije». Raphael se molestó, y después de patear algo de la basura que seguía esparcida sobre el suelo, le ordenó al genio que limpiara todo y saliera para poder sellar por fuera su preciado laboratorio. Leo y Mikey lo ayudaron, de esa forma terminó más rápido y no tardaron en dejar el lugar vacío.
—¡¿Quién quiere desayunar?! —preguntó enérgicamente el más pequeño tratando de animar a sus hermanos.
Donatello estaba a punto de decir que no, pero el ilusionado rostro de Mikey a pocos centímetros de él lo hizo cambiar su respuesta.
—¿Preparaste café? —preguntó sin muchos ánimos.
—¡Justo como te gusta!
El pequeño tomó las manos de Leo y Donnie para llevarlos hasta la cocina y así reanudar lo que minutos antes habían interrumpido debido a la explosión, pero…
—La hora del desayuno ya pasó. Debemos ir a entrenar —los contradijo el de rojo.
—Si quieres ir a inflar tus músculos ve y hazlo. Yo iré a llenar mi estomago —lo desafió el joven genio.
—Y recuerda que Splinter te dijo que no puedes separarte de Donnie —le recordó Leonardo.
El de bandana púrpura se giró a verlo y de forma infantil le mostró la lengua; él había ganado el primer movimiento. Enseguida los tres jóvenes hambrientos le dieron la espalda y se dirigieron a la cocina de forma triunfante.
Pero lejos de que el enfado nublara los pensamientos de Raphael, estos se encontraban completamente distraídos gracias a que tenía su mirada fija en las largas y delgadas piernas de Donatello, las cuales se alejaban lentamente de él.
Su corazón se aceleró al saberse embelesado por el cuerpo de su hermano.
Lamentablemente para Raphael, esto era apenas el inicio de una agonizante semana para ambos.
…Continuará.
Corto pero la idea quedó plasmada, ¿cierto? Para aquellos que llegaron hasta aquí y desean seguir la historia, no se preocupen, trataré de no tardar mucho en actualizar, además de que no será un fic largo, no es mi estilo que los fics tengan tantos capítulos.
¡Nos vemos a la próxima!
Miss GRavedad.
