Voy a ir bastante al grano. Este fic nuevo se me ha ocurrido hace bastante poco, y aunque me parece un poco locura escribir tres a la vez... bueno, lo estoy haciendo. Esta idea está algo inspirada en mi antiguo fic "La madrastra", que gustó mucho al público en general. Ojalá recibáis este igual de bien.
Narrado en tercera persona
_ ¡Has hecho trampa!_ La voz de la mujer se expandía por el infinito, sin encontrar nada que la hiciera reverberar.
Su compañera, se puso en pie, dejando que sus pies tocasen las nubes que conformaban el suelo. Comenzó a cambiar alrededor de la mesa que conformaba lo que parecía un gigantesco mapa, en el que había piezas aquí y allá. Piezas que se movían sin que ninguna de las dos mujeres las tocasen.
_ ¿Trampa?_ Yo no veo ninguna trampa._ La morena sonreía, pícara, ante la mirada enfurecida de su compañera de juegos._ Zelena simplemente… ha hecho algo propio de ella.
_ ¿Te crees que he nacido ayer?_ Le espetó la rubia.
La morena se rió, con ganas, y con un chasquido de dedos, dos figuras del tablero, que poseían un resplandor rosa, cambiaron de color a uno gris.
_ Sí… He hecho trampa. ¿Y ahora que hará su divinidad?_ Se rió_ ¿Matarme porque he sacado a Robin Hood y a Killian Jones de la ecuación?
La rubia se puso en pie y dio un golpe sobre la mesa, provocando que algunas de las figuras se tambaleasen.
_ Si pudiese, quizá._ Dijo la rubia.
_ Pero querida… Esos dos eran aburridos. Además… las discusiones de parea están a la orden del día. Y ya sabes las normas. Si yo puedo romperlo… no es amor verdadero._ Se rió, aún con más ganas._ Aunque… tampoco es como si eso existiese, ¿Verdad?
_ ¡Cállate!_ Ante las palabras de la rubia, las nubes empezaron a arremolinarse.
_ Calma… calma…_ La morena seguía sonriendo._ De acuerdo, Afrodita. Es sólo un juego, no te sulfures. Son mortales, después de todo.
_ No tiene gracia, Discordia._ Afrodita la apuntó con un dedo acusador._ Has roto dos de mis historias favoritas.
_ Bueno… se ve que no tienes ningún criterio. Eres una ñoña._ Bufó la morena, apartándose el pelo de la cara._ ¿Sabes que te digo? Que si tantas ganas tienes de que haya un romance, no tengo nada en contra.
Afrodita intentó acercarse, oliéndose las intenciones de Discordia, pero no llegó a tiempo. La diosa había cogido las dos figuritas favoritas de Afrodita, las que representaban a Emma Swan y a Regina Mills.
_ ¿Qué tal estas dos? Las he dejado libres, después de todo._ Afrodita alzó una ceja, al ver que su contendiente usaba sus poderes de imitación para imitar las voces de sus muñecas._ ¿Por qué no me acompaña a comisaría, Alcaldesa? Tengo unas esposas que llevan su nombre escrito… ¿Acaso está intentando seducirme, señorita Swan? No esperará que le suba el sueldo con esas actitudes…
Sin embargo, aunque la actuación de Discordia le parecía bastante patética, lo cierto es que la idea estaba arraigando en la cabeza de su rival, que empezaba a sonreír. A Afrodita le gustaban las historias imposibles. Dejar de jugar no era una opción y, además, ella había hecho trampas cuando instó a campanilla a mostrarle a Regina cómo llegar a Robin.
_ Muy bien… acepto el reto._ Dijo la Rubia._ Juntaré a Emma Swan y a Regina Mills. Pero… pero pero... quiero hacer un cambio de escenario.
_ Oh…_ La morena sonrió de oreja a oreja._ ¿Quién hace trampas ahora? Muy bien… cambia el escenario cuanto quieres. Pero sabes… que te voy a ganar esta mano, como todas las anteriores.
Discordia se sentó en su silla, viendo como la otra diosa se desvanecía, con un curioso resplandor. Ella seguía jugueteando con la figura de Regina. Sus ojos, sin embargo, enfocaron el tablero cuando una nueva ficha, de marfil, apareció en el tablero. Afrodita había aterrizado junto a Zelena.
_ Interesante…_ Murmuró la morena.
Un poco antes.
Regina Mills
Las maletas rodaban por el jardín, abriéndose y desplegando la ropa en todas direcciones. Sin embargo, en lo que a mí respectaba, por mí podían perderse para no volver, junto con su dueño. Había aguantado demasiadas cosas. Y, sin embargo, aquello era la gota que colmaba el vaso. Una enorme, gorda y gigantesca gota que había desbordado el vaso de mala manera.
_ Regina… por favor… escúchame._ Decía, tratando de llamar mi atención, mientras se acercaba a mí, sin molestarse siquiera en ponerse los pantalones.
_ Estoy convencida de que tenías una justa y heroíca razón para acostarte con mi hermana… ¡Otra vez!_ Le espeté. Sentía como la furia me desbordaba._ ¡Y en mi propia cama, nada menos!
_ Pero… Regina… escúchame.
_ Lo siento, Robin, pero no estoy interesada._ Le grité._ Puedes salir por esa puerta por tu propio pie o puedo sacarte yo. Tú decides.
Iba a decir algo, pero mi mirada fue bastante como para que decidiese, por su propio bien, salir por la puerta sin hacer más preguntas. Sabía que dentro de muy poco iba a estar abatida por el dolor, pero lo cierto es que en aquel momento, y mientras durase, iba a disfrutar de la rabia que estaba sintiendo.
Cuando escuché a Zelena bajar escaleras abajo, con esa sonrisa triunfal, sentí cómo la sangre me hervía en las venas.
_ Te he cogido algo de ropa, espero que no te importe._ Dijo, con total tranquilidad._ A fin de cuentas… no es lo único que suelo cogerte prestado.
Sentí cómo mi puño avanzaba sin que yo hubiese siquiera llegado a pensarlo, y cómo golpeaba la cara de mi hermanastra. Mis manos, aprovechando la confusión, se aferraron a su cuello como una tenaza, y apreté con todas mis fuerzas. La oía ahogarse, aferrando sus manos con las mías, pero finalmente, la solté, y la lancé por el ventanal del salón usando mi magia. Respiraba con dificultad, sintiéndome agotada. No dejaba de pensar en la cantidad de errores que había cometido, y en lo mucho que me gustaría deshacerlos. ¿Cómo habíamos llegado a esta situación?
Emma Swan
Trataba de correr y alcanzarle, pero en el fondo, sabía que era una tarea imposible. Killian corría más que yo. Estaba enfadado porque no había podido asistir a la cena que teníamos preparada. Algo relacionado con Zelena y una casa en llamas. Me había gritado que se había acabado. No lo había entendido hasta que había visto el anillo que había dejado en la copa de Champagne del restaurante. En cualquier caso… no habría podido decirle que sí. No estaba preparada.
A veces aún se me pasaba por la cabeza la idea de volver atrás, empezar de nuevo. Me gustaría que las cosas fuesen más simples… sin tanta magia… sin tantos conflictos. Yo era la salvadora. Un trabajo que, francamente, odiaba.
Zelena.
Notaba uno de los cristales de la ventana clavados en mi estómago. Estaba sangrando copiosamente. Me lo arranqué y pasé la mano sobre la herida para cerrarla, pero no ocurrió nada. Lo intenté otra vez, frustrada. Pero nada sucedió.
_ ¿Quieres que te eche una mano con eso?
Alcé la vista y me encontré cara a cara con una mujer. Una mujer despampanante, a decir verdad. Iba ataviada con una armadura sobre los hombros, y una larga toga blanca. Su cabello rubio parecía resplandecer. Y sus ojos azules, resultaban hipnóticos. Todo ello sin comentar una figura que cualquiera querría tener.
_ ¿Quién eres tú?
_ Alguien a quién has enfadado mucho, querida._ Dijo. Extendió la mano, y mi herida se cerró._ Has sido muy mala, Zelena. Y ya es hora de que recibas tu castigo.
_ Me halaga tu interés, pero francamente, no tengo ninguna intención de quedarme a charlar._ Le repliqué.
Hice un gesto con la mano, con intención de desaparecer, pero no ocurrió nada.
_ Apenas han pasado unos segundos desde que te la he quitado… y ya echas de menos tu magia. Curioso, ¿No crees?
_ ¿Qué has hecho con mi magia?_ Espeté, visiblemente alterada.
_ Arrebatártela._ Se rió._ ¿Acaso crees que te la mereces? Los mortales tenéis siempre esa convicción. Pero los dioses no os la damos al azar, ¿Sabes?
_ ¿Dioses? Conocí a un Dios una vez. Y no tengo interés en ampliar ese círculo.
_ Sí, a mi sobrino-nieto, por lo que recuerdo. Pero Hades… bueno, él no es tan temible como yo cuando se enfada. Yo soy Afrodita.
_ La diosa del amor…_ puse los ojos en blanco._ Mira… asegúrate de buscar un sitio donde lanzar tus mágicas flechas, y déjame en paz.
_ Estaba haciéndolo… cuando tú decidiste romper dos de mis historias favoritas. Y eso no me gustó._ Dijo ella._ Así que… tú, vas a jugar a mi juego.
_ Piérdete._ Le dije, dándome la vuelta.
_ Si quieres recuperar tu magia… tendrás que hacer lo que te digo._ Me dijo, cruzándose de brazos._ Aunque no es lo único que está en juego.
Me giré, observando en sus facciones una cínica sonrisa. Había captado mi atención, y lo sabía perfectamente.
_ ¿Qué más hay en juego?_ Pregunté.
_ Oh… algo sin importancia, a decir verdad. Es sólo… tu hija, claro está.
Sentí cómo mi corazón se paraba. Aquella mujer era una diosa. Quizá hubiese tenido alguna oportunidad de frenar a Hades, en su momento, por los sentimientos que él pudiese tener hacia mí. Pero, sin embargo, y por irónico que sonase, en la diosa del amor veía unos ojos fríos, que me indicaban que aquella mujer sería capaz de acabar con la vida de mi pequeña judía sólo para hacerme pagar por "haber roto sus historias".
_ Está bien._ Dije, de mala gana._ ¿Qué quieres que haga?
_ Eso está mejor, querida._ Sonrió._ En realidad es simple. Quiero que hagas de Celestina. Tu trabajo es unir a Emma y a Regina.
_ ¿A Emma y a Regina?_ Torcí el gesto._ ¿Qué diablos te pasa? Además... ellas me odian. ¿Acaso crees que aunque quisiera podría hacer algo?
_ No tendrás que preocuparte por lo que sienten por ti ahora. Hay un nuevo escenario en marcha. Te daré todas las ventajas que pueda. Estarás cerca.
_ Espera… ¿Qué quieres decir con "un nuevo escenario"?
La mujer sólo miró hacia los bosques. Yo tragué saliva al ver cómo una gigantesca nube rosa se dirigía hacia la ciudad. ¿Cuántas maldiciones iban ya? Estaba claro que demasiadas. Sentí cómo la nube me envolvía por completo, sin poder hacer nada por evitarlo.
_ Y recuerda… no falles.
Una maldición más tarde…
El sonido del despertador me alertó por completo. Me desperté, confusa, y me puse en pie. Me dirigí hacia la ventana, corriendo la cortina lentamente. La ciudad de Storybrooke había cambiado. Se había vuelto más grande. Había pasado de ser un pueblo a parecer una gran ciudad. Podía ver edificios significativamente más altos a lo que acostumbraba a encontrar en aquella ciudad. Me encontraba en la mansión de Regina, aunque ahora, bien podía no ser suya. Me acerqué al armario, encontrándome con multitud de trajes.
_ Son de mi talla._ Susurré en voz alta.
Tomé uno de color gris y me lo puse. No tenía ni idea de qué más podría haber traído la maldición. Descendí escaleras abajo, escuchando cierta actividad en la cocina. ¿Se trataría acaso de Regina?
Sí… sí que se trataba de ella… en cierto sentido. A simple vista podía ver que la que estaba sentada en aquella mesa, tomando un tazón de leche con cereales, era Regina. Sin embargo, no era la Regina que yo conocía.
¿Qué edad tendría, con esa apariencia? ¿Quince años? Quizá dieciséis. No me atrevía aventurarlo. Iba vestida con un uniforme escolar, similar al que había visto que Henry llevase más de una vez.
_ Buenos días, Madre._ Saludó, mirándome.
¿MA-MADRE? ¿Acababa de llamarme Madre? Me quedé descolocada, sin duda. ¿Qué clase de ideas enfermizas pasaban por la mente de aquella diosa? Lo cierto es que, en aquel "escenario", lo último en lo que pensaba era en la posibilidad de unir a mi… ¿Hija? Con Emma Swan. Necesitaba tiempo para pensar.
_ ¿Hola? ¿Estás bien?_ Me preguntó, haciéndome reaccionar.
_ Sí… estoy bien… Gina._ Dije, tratando de mantenerme serena._ ¿Puedes esperarme en el coche?
Regina pestañeó rápidamente, como si le dijese algo fuera de lugar, y miró ansiosamente su reloj mientras salía. En cuanto me quedé sola escuché el sonido de un trueno, y una mujer apareció en la cocina, aparentemente envuelta en rayos. La impresión me hizo dar un bote, y la mujer se rió.
_ ¿Acaso eres otra diosa?_ Le espeté, furibunda. Ya tenía bastante con una.
_ Gran talento para lo obvio, señorita Zelena._ Se rió._ Yo soy Discordia… ya sabes… la rival de Afrodita en este… pequeño juego.
_ Yo no lo llamaría juego… y mucho menos pequeño.
_ Sabes… tú opinión no me importa._ Dijo, mirándose las uñas._ Sólo venía a avisarte de que estuvieses preparada. Porque voy a hacerte la vida imposible.
_ Y yo que imaginaba que esta sería una visita de cortesía._ Dije, irónica.
_ Que furiosa te has puesto._ Sonrió aún más, mirándome con sus ojos grises._ Eso me gusta. Es más… te voy a dar algo de ventaja.
_ ¿Ventaja?_ Pregunté.
_ Bueno, digamos que deberías visitar el orfanato. Emma no va encontrarse sola. ¿Sabes?
Emma Swan
La cuchara que removía por aquel extraño y asqueroso mejunje no lo hacía en absoluto más apetitoso. Llevaba sólo una semana en aquella cárcel de monjas, y ya estaba harta. ¿Por qué no podía quedarme en Boston? Allí al menos servían comida en lugar de… pringue.
Abandoné el comedor sin probar bocado, sintiendo los retortijones de hambre. Quizá pudiese colarme en la cocina y encontrar algo que no supiese a rayos. Iba a hacerlo, y de hecho, empecé a correr en dirección a la cocina, cuando choqué con una chica de más o menos mi misma edad.
_ Mira por dónde vas._ Le dije, como saludo.
_ Con todo respeto, señorita._ Me contestó la joven._ Yo en su lugar, aplicaría mis palabras a mi propio comportamiento.
Menuda mierda de respuesta. Alcé la mirada, para encontrarme con una chica que, evidentemente, no estaba encerrada en aquel orfanato. Iba vestida con el uniforme del colegio privado de Storybrooke, y además, tenía el porte de alguien instruido… vamos, que era una pija repipi, como las llamaba yo.
_ Madre…_ llamó.
Mis ojos se cruzaron con los de una mujer ataviada con prendas elegantes, que paseaba haciendo sonar sus tacones sobre el cutre suelo de aquel antro de mala muerte.
_ Muy bien._ Dijo, mirándome._ Emma, recoge tus cosas, te saco de aquí.
_ ¿Disculpa?_ Pregunté.
_ He dicho que te vienes conmigo. ¿Tan complicado te resulta de entender?_ Me preguntó.
La verdad… es que un poco sí. Ya de por sí me resultaba raro que me adoptasen, pero aún más que lo hicieran sin venir a hablar conmigo antes siquiera. Allí había gato encerrado. Pero al menos, una vez fuera, no tendría problemas para escaparme de la casa de aquella mujer, cuyo nombre siquiera conocía.
