Hola a todas mis lectoras y lectores.
Quiero compartirles éste fanfic, pues me encontraba viendo otra vez la temporada de los Siete Guerreros de InuYasha y no puedo evitar enamorarme una y otra vez de Bankotsu. Además contribuyendo a la causa de que el paring crack BanKag crezca pues qué mejor que ir aportando nuevas historias. Aunque me cueste muchísimo escribir sobre una de mis parejas favoritas pues… bueno un intento no es malo.
Un lindo review será hermoso para ésta historia.
NOTA: No autorizo a terceras personas a publicar mi historia en otro sitio, ni bajo otro nombre.
Advertencia. Contenido Lime y Lemon, para mayores de 17 años.
Desclaimer: Los personajes y escenarios de InuYasha, pertenecen únicamente a Rumiko Takahashi.
=Sensaciones=
=Capítulo I. Inquietudes de chica=
Otra noche más pasaba para el InuTachi, otra noche más en la que pasaban en el Monte de las Ánimas… y otra noche más en la que no encontraban al terrible Naraku. Los ánimos dentro del grupo no eran los más alegres, pues después de otra batalla inútil en contra de los Shichinintai los había dejado un poco heridos y exhaustos.
Lo que más pesaba en el corazón de la miko del futuro, era qué, gracias a la repentina aparición de Kikyo en la batalla… InuYasha perdió la concentración. Y un ataque mortífero de Renkotsu había dado de lleno en la sacerdotisa no-muerta.
¿Y ahora? Pues, el Hanyou que ella amaba se había marchado al lado de su antecesora. Suspiró con pesar, sabía de antemano que InuYasha nunca superaría el inmenso amor que sentía por la sacerdotisa de barro. Era un poco dolorosa esa situación, y lo peor de todo; era que siempre era la misma historia. Aparecía Kikyo e InuYasha perdía la razón. Aquella mujer salía herida y el mitad bestia se iba a socorrerla.
Otro suspiro salió de sus labios.
— ¿No piensas comer, Kagome-chan?—preguntó la exterminadora, aun sabiendo la respuesta de la sacerdotisa.
—Eh… sí, sí—tomó sin muchos ánimos el vaso de fideos instantáneos.
Un delgado y rizado fideo era absorbido por sus labios y ella degustaba el sabor del dietético alimento. Todos comían lo mismo, adoraban la comida ninja que Kagome traía de su época. Al menos eso les hacía recuperar un poco los ánimos aunque no era suficiente, el crepitar de la fogata proporcionaba calor a sus corazones.
—Será mejor descansar un poco—anunció Miroku—Señorita Kagome, no creo que sea buena idea que espere en vela a InuYasha. Él regresará.
—Tienes razón—dijo la muchacha y con una mirada tristona dio a entender al grupo que no se encontraba del todo bien.
Al finalizar la cena, el InuTachi se preparó para descansar un poco, de la mochila siempre bien equipada de la miko, sacaron un par de sacos para dormir. Se acomodaron alrededor de la fogata y decidieron poner sus cuerpos sobre los sacos, poco a poco los brazos de Morfeo envolvieron a todo el grupo. Pero menos a ella, Kagome no se sentía con ganas de perderse en aquel mundo onírico. Miró a todos sus amigos por fin dormir tranquilamente, Kirara se encontraba con Sango y el monje Miroku estaba a una distancia corta de su amiga, el pequeño Shippo dormía a su lado profundamente.
Pero ella no… sentía la necesidad de buscar a InuYasha y saber que estaba bien, aunque su lado racional le decía que durmiera y descansará, pues ella mejor que nadie sabía que el mitad bestia seguramente se encontraría cuidando a la no-muerta.
¿Por qué se hacía daño a ella misma? No lo comprendía del todo.
Con mucha cautela y cuidado de no hacer ruido, salió de la bolsa de dormir y dejó bien arropado al pequeño kitsune. Tomó su arco y carcaj y emprendió la búsqueda, sabía que era peligroso rondar sola durante la noche pero aquel sentimiento la estaba invadiendo, necesitaba saber que InuYasha estaba bien. Sabía de antemano que los Shichinintai andaban rondando por el monte… pero ella quería ver a su amado hanyou.
Armándose de valor, emprendió el camino por el bosque del monte, podía escuchar a los grillos entonar su canción, estaba todo muy tranquilo. Suspiró aliviada, ella era algo descuidada y no miraba por donde pisaba mientras recorría el bosque. Sin quererlo pisó las raíces de un colosal árbol.
—Maldición—se quejó al momento en el que su cuerpo chocó con el piso. Su pie se había doblado llevándola al suelo, más el golpe no había sido tan brusco cómo para lastimarla—Si me dolió—frotó el reciente golpe en su tobillo y reposo unos momentos.
Esa noche estaba especialmente tranquila, después de haber luchado contra el grupo de InuYasha todo era muy aburrido. Los Shichinintai se encontraban dentro de aquel templo que Renkotsu había conseguido hacía unos días, sus hermanos cenaban animadamente un jabalí que habían cazado.
— ¿Piensas irte hermano?—preguntó Renkotsu, un pedazo de jabalí era devorado ávidamente.
—Pienso investigar la zona. El grupo de esa bestia no puede estar muy lejos—dijo Bankotsu, él quería una batalla en esos momentos.
— ¡Hay hermanito Bankotsu! Yo te acompaño—dijo Jakotsu quién arreglaba su peinado con una horquilla—Quiero ver a mi lindo InuYasha.
—Quiero ir solo Jakotsu, además tú eres demasiado escandaloso—el moreno vio burlonamente al chico afeminado quién le dedicaba una mirada de indignación. Escuchó la risa del malvado Renkotsu, junto a la de Suikotsu y la tan robotizada risa y un sí, sí que emanaba Ginkotsu.
—Qué malo eres hermano mayor—se quejó el guerrero serpiente y desistió de ir junto al líder de los siete.
Sin dar otra explicación, Bankotsu salió del templo y se perdió en la espesura del bosque del monte. La noche era muy tranquila y solamente el canto de los grillos podía escuchar, recorrió varias zonas del monte pero no pudo ubicar al grupo de InuYasha. Tampoco quiso salir más allá del campo protector qué los ocultaba del olfato del mitad bestia pues estando solo era una desventaja.
Caminó aburridamente por el monte.
El pequeño descanso que había tomado la había repuesto un poco. El dolor se había ido, pues el golpe no era tan grave, podía caminar sin problema alguno, se levantó con cuidado y emprendió nuevamente su camino, realmente quería saber que InuYasha se encontraba bien.
Caminó un poco más entre la espesura del bosque y unos singulares sonidos la sacaron de su concentración.
¿Qué podría ser? ¿Algún monstruo? No eso no podía ser… el campo protector del Monte de las Animas no permitía qué los monstruos entraran… quizás… era alguno de los siete guerreros. Temió un poco y preparó su arco para lo que fuera que sucediera en unos instantes. Con la mejor cautela que tuvo, se escondió detrás de un árbol.
Sus ojos no cabían en sus cuencas al ver aquella escena, el ambiente era romántico, alrededor de aquellos amantes flotaban las serpientes cazadoras de almas. Y las ropas de aquel par estaban alrededor de sus cuerpos. No podía ser cierto lo que sus ojos miraban… ¿Por qué dolía tanto? Realmente dolía el ver cómo el hombre al que ella amaba se encontraba profesando sus sentimientos y necesidades carnales a otra que no fueran ella. No quiso ver, realmente no quería ver, pero sus ojos no dejaban de observar los actos de la pareja.
¿Por qué no podía dejar de mirar? Ella sabía que aquellos amantes comenzaban a mantener una relación sexual. Dolía… sí claro que dolía, pero algo dentro de ella no le permitía, una inquietud que crecía dentro de ella… boqueó como pez gato al observar cómo la húmeda lengua de InuYasha, lamía con dulzura el pezón de Kikyo, Kagome podía apreciar las expresiones de ambos, aquella miko hecha de barro y huesos cerraba los ojos al sentir las caricias del hanyou. Los colmillos de InuYasha se incrustaron generosamente en el pezón rosado de la sacerdotisa y un pequeño gemido nació de los labios de Kikyo.
"¿Qué me está pasando? ¿Por qué no puedo dejar de mirarlos?" quería quitar su vista de aquellos amantes pero su cuerpo no reaccionaba. Algo que nunca antes había sentido emanaba de su cuerpo, una ola de calor.
Vio cómo su amado InuYasha, dejaba el seno para ir al otro y darle el mismo trato, pero su mirada viajó a Kikyo, dónde la nívea mano de la miko acariciaba esa zona masculina del hanyou. Kagome apreció cómo del aori del mitad bestia un bulto demasiado sugerente se apreciaba con gran naturalidad… InuYasha estaba excitado.
"¡Ya no mires, Kagome, vete de aquí!" se regañó mentalmente y con la voluntad en cabeza se levantó y echó a correr de regreso al campamento.
Se aseguró de alejarse lo suficiente de aquellos amantes y al recuperar el oxígeno miró al cielo. Queriendo llorar, pero nada había sucedido, ¿ya había olvidado al mitad bestia? No, no era eso… pero por su mente aquellas imágenes de InuYasha y Kikyo le provocaron una sensación en todo el cuerpo. No podía llegar con sus amigos tan alterada, se sentía rara consigo misma pues nunca antes le había pasado, a lo lejos pudo escuchar que su antecesora era demasiado ruidosa. Y aquellos sonidos solamente sirvieron para alborotar más aquella sensación que sentía.
—¿Qué es lo que me pasa?—se preguntó así misma y decidió sentarse al pie de un árbol. Las estrellas esa noche brillaban intensamente y su luz era lo único que le permitía la vista.
Recordó en su mente cómo InuYasha atendía a Kikyo, e instintivamente su pequeña mano acarició su cuello, y labios, cerró sus ojos. Imaginando que aquellas caricias no eran para la miko no-muerta si no para ella. Un suave suspiro llego a ella y metió las manos bajo su blusa, sus pezones estaban erectos…
"Estabas excitada, Kagome. ¿Te excitaste por ver tener sexo a InuYasha y Kikyo?"
Pensó pero sus manos no podían detenerse. Siguió acariciándose, pero paró cuando sus manos llegaron al límite de su falda. Se sonrojó al pensar si quiera tocar esa zona… titubeó bastante antes de proceder y su dedo corazón rozó debajo de los pliegues de su falda, pudiendo sentir en su braga la reciente humedad. Era una sensación tan placentera que quiso repetirlo, su dedo viajaba por sobre la ropa y esa sensación crecía considerablemente, era delicioso. Quiso sentir un poco más.
—Esto no e-está bien—dijo para si misma. Y con vergüenza propia metió sus dedos dentro de la braga, pero era un poco incómodo, su rostro se encontraba totalmente colorado por la reciente sensación, era algo nuevo. Ella sabía por sus amigas de la escuela qué la masturbación era completamente natural, pero ella había omitido hablar de esos temas. Cerró sus ojos cuando su dedo corazón rozó sus labios interiores y la humedad lleno sus dedos amigos, gimió cuando su dedo hizo pequeños círculos sobre su clítoris.
Bankotsu se encontraba ya aburrido. No había conseguido encontrar al InuTachi, bostezó con gran pereza y sus sentidos se agudizaron cuando unos sonidos llamaron su atención, entrecerró los ojos y a pesar de no contar con su alabarda en esos momentos podría deshacerse de lo que fuera que estuviera emitiendo aquellos ruidos. Sonaban tan suaves y aterciopelados, se guió por su sentido de la audición y entre los arbustos quiso observar. Nunca imaginó tener esa visión tan… tan extraña.
La mujer de aquel hibrido se encontraba en una situación muy intima. Estaba sola y aquella bestia estaba ajena a lo que la pelinegra se encontraba haciendo.
El rostro de aquella sacerdotisa estaba completamente sonrojado y sus ojos se mantenían cerrados, mientras su mano derecha estaba entre sus piernas, sus ojos azules no perdían detalle alguno de los movimientos que emitía aquella miko. Se sorprendió al ver que era sumamente descuidada, sus armas estaban cercanas a ella pero no estaba al pendiente de su alrededor…
Él no era un pervertido pero aquella escena estimulaba sus instintos masculinos. Decidió hacerse presente ante la chica.
—Vaya… debes estar muy decepcionada para tocarte—el guerrero río burlonamente al ver el rostro de horror de la muchacha—Parece que esa bestia no cumple con tus expectativas mujer.
—B-Bankotsu—la chica inmediatamente retiró su mano de su intimidad. Su rostro estaba totalmente colorado y la vergüenza la invadió. Se sintió tonta porque su cuerpo no reaccionaba ante el guerrero quién se veía amenazante, a pesar de no cargar consigo su pesada alabarda.
—Dime mujer… ¿Tan mala es aquella bestia?—volvió a reír. Aún la escena de la miko masturbándose permanecía en su mente vibrantemente.
—¡T-tú no tienes d-derecho a preguntar e-eso!—exclamó nerviosa, y por fin su cuerpo respondía, tomó su arco y flechas lista para atacar al líder de los siete.
El mercenario simplemente sonrió ante el inútil intento de la chica por defenderse, una flecha sagrada rozó su mejilla y fácilmente la esquivó. Caminó tranquilamente hacía ella, y la observó de pies a cabeza, si se lo pensaba aquella mujer no era tan desagradable, era todo lo contrario… y después de admirarla era muy sugerente. Sus largas piernas y atlético cuerpo. ¿Cuánto tiempo tenía sin estar con una mujer? La verdad era que no lo recordaba.
Se acercó tranquilamente a ella, la chica por instinto retrocedió para alejarse del mercenario. Pero su espalda chocaba contra el árbol donde momentos anteriores se había apoyado; sintió miedo, muchísimo miedo. Estaba completamente sola en medio del bosque con Bankotsu y su campamento aún estaba lejos; e InuYasha seguramente estaba muy ocupado.
—¿No crees que hacen mucho ruido?—le preguntó el moreno a la azabache, pues en esos tensos momentos un sonoro gemido llegó hasta ellos—Ya veo porqué te complacías así misma, miko.
Kagome viró la cara, las palabras del guerrero realmente habían dolido. No era eso, en parte si, pero… ya no sabía ni qué pensar.
La joven no respondió a su agresión, dio la media vuelta e iba a regresar al campamento dónde estaban sus amigos.
—Vaya… que mujer tan maleducada—soltó un bufido el mercenario.
Kagome quería desaparecer lo más pronto posible de los ojos del moreno, a pesar de estar en un grave peligro, estaba más que avergonzada, y molesta. ¿Porqué molesta? Bien dicho era que cuando se te interrumpe en un acto tan primitivo como el autocomplacerte, te pone de mal humor y ésta no era la excepción para la chica.
Al contrario de la miko, el guerrero se comenzaba a impacientar, odiaba que no le respondieran. Observó detalladamente cómo la joven tomaba sus armas y caminaba, en dirección contraria a los amantes que aún no se daban cuenta de ellos dos.
—Te propongo un pequeño acuerdo mujer—el guerrero estaba jugando bien sus palabras, había sido tan erotico el ver a la joven tocarse.
—Qué quieres—ella arrugó la nariz cuando sus ojos chocaron con los de Bankotsu.
—Aquel par de descarados te han herido—la chica miraba rencorosamente al moreno pues sus palabras eran ciertas—Es algo muy simple, podemos pagarles igual—la cara de la chica se coloró furiosamente.
—¡Eres un pervertido, Bankotsu!—el impulso de golpearlo nació en ella y levantando su mano iba a estrellarla en la mejilla del mercenario. El moreno era astuto, tomó en un abrir y cerrar los ojos, la mano de la chica y sabiendo que ella intentaría escapar dejó caer todo su peso encima de ellos.
El golpe no había sido tan brusco, para cuando Kagome había abierto los ojos, ella se encontraba bajo el cuerpo del mercenario quién le sonreía socarronamente, ella quiso pelear y con una de sus piernas golpear las partes nobles del mercenario, él no era un tonto, había entrelazado las piernas de la chica con las suyas para inmovilizarla completamente.
—¡Suéltame, Bankotsu!—exclamó Kagome molesta, más que molesta no quería demostrarle al mercenario que estar de esa forma la ponía muy nerviosa. Se regañaba mentalmente por haberse descuidado y sobre todo haberse tocado en pleno bosque.
—¿Segura qué quieres que te suelte?—se río burlón y puso una sensual sonrisa, él estaba disfrutando mucho de estar molestando a la morocha—Quizás yo pueda ayudarte a terminar lo que empezaste.
—¡No me toques!—exclamó furiosa, su mente no pensaba bien—InuYasha se dará cuenta de que estás aquí…
—No lo creo—suspiró en el oído de la chica, y ágilmente una de sus manos acariciaron el muslo de la joven, estaba agradecido pues la escasa ropa de la muchacha le ayudaba a cometer sus fechorías—Aquel maldito hibrido esta muy ocupado montando a la muerta andante—las palabras de Bankotsu dolían, pero su mano la estaba haciendo estremecer.
"Kagome ¡Kagome! Debes largarte de aquí inmediatamente. No dejes que las caricias de Bankotsu te envuelvan…"
Su subconsciente le hablaba pero ella ya no coordinaba del todo bien, se estremecia al sentir los dedos de Bankotsu explorar su piel de la pierna. Y para Bankotsu el momento era divertido pero también adictivo el ver como la joven forcejeaba con él mientras sus dedos jugaban con la piel de la joven. Quería experimentar las facetas de la chica, subió un poco más su mano a la naciente pelvis de la joven, ella se estremeció pero aún así le reclamaba que la dejará.
—Tú dices que te suelte miko, pero tu cuerpo dice que no—se río socarronamente cuando encontró aquella zona que minutos atrás Kagome tocaba, estaba muy húmeda, era claro que no era por él si no por la anterior excitación de la joven. Aun así era una sensación muy sensual.
—¡No te atrevas, Bankotsu!—exclamó la miko molesta, apretó como pudo sus piernas e intentaba que el guerrero sacará su mano de sus pliegues. Pero a pesar de sus órdenes el moreno no hizo caso, zambulló sus dedos dentro de la prenda femenina y él sintió aquella deliciosa humedad, Kagome se sonrojó violentamente y cerró los ojos. Bankotsu se relamía los labios al ver que la joven se había rendido y cedido, comenzó a mover sus dedos sobre el clítoris de la chica y ella intentaba callar los suspiros.
—Vaya, que bien se siente, miko—sonrió socarrón, ella simplemente le miró con reproche pero no dijo nada. Y sin querer un largo suspiro escapó de sus labios cuando el muchacho apretó aquel rosado botón.
—B-basta—pidió ella entre gemido y suspiro—P-por favor.
—Ven—Bankotsu no estaba dispuesto a parar, pues había descubierto que tocar a la joven mujer era placentero y adictivo. Retiró su cuerpo de encima de ella y analizando bien sus movimientos esperó que ella escapara, pero no fue así, tomó su mano y él sonriendo arrogantemente la condujo a la raíz de un árbol. Se sentó él primero y entre sus piernas acomodó a la muchacha—Abre las piernas—susurró sensualmente a su oído, la joven estaba muy colorada, mentalmente se gritaba que se recompusiera y se largará inmediatamente de ahí, pero su cuerpo respondía a las descaradas caricias del mercenario, cerró sus ojos cuando la mano del moreno se zambulló dentro de sus pantaletas y aquella ola de placer la invadía.
Bankotsu era conocedor en el tema de darle placer a una mujer. Escuchaba los suspiros y gemidos ahogados de la joven, la mujer de InuYasha se retorcía entre sus manos y eso lo hacía sentir con una sensación maligna. Imaginar que el hanyou se pondría como loco por sentir su aroma en el cuerpo de la miko le agradaba. Estaba seguro que inmediatamente InuYasha buscaría pelea.
Movió con más precisión su dedo corazón sobre el rosado botón de la joven, pellizco un poco y con maestría sus dedos libres tallaban la entrada de la chica. Y de repente sucedió, sintió como toda su mano era bañada en un cálido flujo y podía sentir como el cuerpo de la joven se estremecía entre sus brazos. Toda ella tenía un ligero temblor después de aquel orgasmo.
Kagome estaba extasiada, podía sentir como todo su cuerpo irradiaba calor; sus piernas temblaban y su zona femenina aún palpitaba con presión por aquel maravilloso orgasmo. Había olvidado con quién se encontraba e incoscientemente recostó su cabeza sobre el pecho del guerrero.
—Has mojado toda mi mano, miko—la chica recordó con quién se encontraba y con vergüenza brincó cual chapulín y vio con recelo.
—Maldito pervertido—le dijo ella, no mirándolo a los ojos.
—¡Oye no tienes porque decirme así, miserable mujer!—exclamó molesto—Además suspirabas de placer, no me vengas con esas sandeces ahora.
—Idiota—la joven no sabía cómo defenderse del guerrero después de aquel momento. Bankotsu la había masturbado. No se dirigieron otra palabra y Kagome echó a correr despavorida por el bosque; por la carrera que había emprendido olvidó su arco y flechas.
—Vaya mujer—dijo el mercenario divertido, había sido más que satisfactorio. Estaba seguro que aquel despreciable mitad bestia lo iría a buscar pronto, suspiró y al ver a su alrededor se encontró con el arco y flechas de la muchacha… sería una excusa perfecta para verla de nuevo… pues entre aquel placer de la mujer, entre sus piernas un bulto bastante semejante se asomaba.
Tomó el arco y flechas y se lo echó al hombro. Caminó con dirección al templo dónde estaban sus camaradas.
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Kagome había corrido como alma que llevaba el diablo, aún estaba muy sonrojada por lo que había pasado, la vergüenza invadía todo su ser. Estaba por llegar al campamento donde estaban sus amigos, sin embargo; al sentirse tan húmeda era seguro que InuYasha sintiera el aroma de excitación entre sus piernas y el aroma del guerrero…
—Quizás sea una buena lección para InuYasha—dijo para sí misma, se había olvidado por completo del mitad bestia, se avergonzó por sumergirse únicamente en el placer que el mercenario le hizo sentir—Bueno, mejor evitémonos problemas.
La chica buscó alrededor un lago dónde limpiarse, para su desgracia no había lago, laguna o río… tendría que ocultar su aroma con algún perfume que trajera en su mochila. Así que regresó al campamento y se metió en la bolsa de dormir dónde había dejado a Shippo durmiendo. Las brazas de la fogata estaban por extinguirse pronto, y con la poca luz, decidió sumergirse en el mundo de los sueños momentáneamente.
Fin Capítulo.
