Disclaimer: Ya me gustaría llamarme Yana Toboso o ser su hermana gemela, y decir orgullosa que Kuroshitsuji y sus personajes me pertenecen; para después, se regañada por ella diciéndome que deje de imitarla. Y para finalizar, me gustaría dibujar chido como ella, pero no puedo. Todo lo que se escribe en esta historia es ficción dentro de ficción.

Resumen: «Ciel no le encontraba lo especial a un libro tan empolvado, cutre y, sobretodo, con un título tan indiferente como 'Excalibur', sin embargo, su rey le hará ver la razón del por qué le ha pedido que busque dicho pergamino. "Su tarea, será buscar aquella palabra realizando todo lo que hay aquí…" sentenció el hombre»

Advertencias: de OoC y probables OC's. Personajes del manga con Spoiler de las últimas arcas y Yaoi que vendrá más adelante. Después de debatirme mucho decidí que lo haré.

Comentarios: Ayer me dio por buscar entre mis revistas empolvadas de Historia (mi madre hace mucho me las había comprado y yo ya las había leído) precisamente, el artículo sobre Excalibur, libro que, por si no se han dado cuenta, es inédito de L. Ron Hubbard. Y, a pesar de haber sido escrito en 1938 y el que yo haya ambientado la historia en pleno siglo XVI (lo sé, pero verán que vale la pena leerlo), me gustaría intentar la historia. ¿Alguien ha leído alguna vez sobre Excalibur (o, en un remoto caso, leído el libro)? ¿No? ¿Nadie? De cualquier manera, sólo la primera página ha sido publicada y esa es en la que quiero basarme.

¡Espero que, después de toda mi palabrería aún puedan disfrutar la lectura!


Excalibur


Capítulo 1: La fábula del Rey Sabio


Ciel Phantomhive, era reconocido en la corte por ser el alquimista más joven del rey. A sus siete años, sus padres le habían encontrado realizando pociones con un poco de vino, cebada y minerales que había encontrado en la tierra de su cabaña. De alguna manera, se las había ingeniado para encender un pequeño fuego y estaba estudiando las reacciones químicas que tenían aquellos tres componentes siendo expuestos a altas temperaturas. Obviamente, lo que había impactado a los padres no había sido el hecho de que hubiese mesclado cebada, vino y minerales esperando una buena reacción, sino el hecho de que se había apañado para tener aquél brillo de sabiduría en su mirada al tiempo que escribía con una caligrafía muy vaga e infantil números que los padres no comprendían debido a su analfabetismo.

Recordaban haberlo reportado al rey de inmediato, este lo había expuesto a prueba ante su círculo más íntimo de sabios y, después de superar los inéditos test, había decidido aceptarlo en su círculo de sabios a la edad de (según el niño, que presumía saber su edad aritmética), siete punto ochenta y nueve años.

Había sido instruido por los sabios en aquellos muros sobre geografía, guerras y lo que parecían, profecías dentro de aquellas enormes murallas de piedra pesada.

Ahora, con sus quince años poco recordaba de sus padres. Sin embargo, el rey siempre había sido benevolente con él y le había querido como un padre llamaría a su hijo, más allá de tratarlo como un sabio, al haberle acogido a una tierna edad para el señor fue como adoptar a un niño como propio, pues a pesar de su inteligencia aún había cierta ingenuidad en su ser que no había podido quitar ni con toda la información de los sabios de su círculo.

Con el paso del tiempo, el hombre había hecho un vínculo tan estrecho con el niño que ni siquiera imaginó lo que sería de su vida sin él. Ciel Phantomhive, convivía todas las mañanas alegremente con la servidumbre del castillo y por las tardes se la pasaba estudiando con los sabios buscando sabiduría que hasta aquél mismo momento en el que recolectaban había sido ignorada.

En uno de esos días se le acercó Sebastian, un compañero muy reservado pero que actuaba cada tanto frente a las doncellas con algo de lujuria y picardía, cosa que Ciel encontraba algo molesto a la hora de concentrarse en sus experimentos debido a que en algunas ocasiones lo había encontrado flirteando en las mazmorras en donde, se supone, se reunían todos los sabios para hablar sobre nuevas fórmulas y posibles hechizos y no se realizaban las pruebas vocales y se ponían a gritar nombres con tal decisión y desesperación. Por no ser más gráfico.

Ciel, quien había sido instruido en todos los saberes menos en el de las relaciones (sentimentales y de otro tipo) por los sabios encontraba los deseos carnales repugnantes y consideraba que, teniendo tanto conocimiento, era algo bruto de parte del señor Michaelis el querer dejar probables críos por todo el mundo con cada guarra guapa que se encontraba.

Como sea, el punto, es que el de ojos rojos se le había acercado informándole que Su Majestad quería verles a ambos.

El niño aceptó de mala gana acompañarle, aunque sin demostrarlo del todo. Llegando al punto de reunión más común en el que veía al Rey, Sebastian tocó un par de veces una de las puertas dobles y uno de los guardias le abrió la puerta. Primero, asomándose ligeramente y asegurarse de que no era ningún intruso quien interrumpía sino alguien de su círculo de confianza para finalmente abrir las puertas de par en par.

Estaba el Rey saliendo de su armario con una capa roja cubierta de un afelpado blanco. Tenía un traje perfectamente cosido de color azul turquesa y unas botas fascinantes.

— ¡Mi niño! —dijo el hombre al verle. Ciel suspiró, sabiendo que el hombre de cabellos azabache utilizaría eso para burlarse de él después. Todos los sabios sabían que el hombre le llamaba así, incluso algunos habían tomado el apelativo cariñoso pero no había ningún tinte satírico en la forma en la que ellos lo decían. Sin embargo, Sebastian siempre había sido diferente. Sería en su mayoría reservado, pero cuando se encontraba cerca de Eric Slingby y de Ronald Knox debería tener cuidado de estar en la misma habitación que ellos. De lo contrario, podría encontrarse con la hecatombe mundial y ni siquiera Su Majestad podría librarle de tales regañadas recibidas por el más serio y enigmático de los sabios, William Spears.

Ni siquiera sabía qué hacían tales personas como Sebastian, Eric y Ronald dentro del círculo de sabios del rey. Bueno, deben ser lo suficientemente sabios como para que las demás características de su personalidad le valgan un sorbete a Su Majestad opinó mentalmente el niño. Con algo de suerte, y Elizabeth, su doncella personal (y una chica con la que se llevaba de maravilla), concordaría con él.

—Su Majestad, ¿nos ha llamado? —dijeron tanto Ciel como Sebastian simultáneamente. Hipócrita, pensó el de ojos azules al ver lo manso que se portaba en aquellos momentos Michaelis. Ahora tenían más o menos una idea del por qué el Rey le tenía tanta confianza.

—Niño, niño, ¿acaso no te he dicho que dejes de hablarme tan formalmente? Has sido como un hijo para mí —Ciel se mordió un labio, no queriendo responder a eso. Sin embargo, era el hombre al que le debía su actual vida por lo que, tranquilizándose con suspiros que el hombre frente a él no alcanzó a escuchar asintió con la cabeza—. Bien, entonces di mi nombre, ¿por favor?

Eras afortunado si el Rey te rogaba.

—Necesitaba algo, ¿Jeremy? —dijo con algo de inseguridad en la voz.

—Mucho mejor. Necesito que tú y Sebastian busquen algo en la biblioteca —Ciel observó al otro nombrado que le devolvía la mirada con una ceja arqueada. Después de que ambos se cerciorasen de que el contrario no tenía ni la más mínima idea de lo que pedía el rey, Ciel, al ser el más allegado a este se animó a preguntar.

— ¿Qué sería lo que pide, Su Majestad? —inquirió. El que tenía juicio inaquejable, sonrió sabiendo que se encontraba con el chico a su merced frunció el ceño recordándole cuál era su nombre. El niño, sabiendo su error retiró su mirada hacia las lustrosas botas que poseía el monarca—. ¿Jeremy? —intentó remendar su error.

El hombre sonrió. Con un par de veces más que le regañase, se aseguraría de tenerle como hijo.

—Necesito que busquen un pergamino de mi biblioteca privada. Su título es "Excalibur". Es sólo una página del compendio completo (el original se perdió hace mucho tiempo con mi padre), pero quería que me la trajesen —indicó el hombre observando a Sebastian, quien parecía aún más perdido que Phantomhive en toda la conversación—. Hay algo escrito en él que quiero que me rectifiquen.

Ambos asintieron y salieron después de que el hombre se los indicase. Cuando las puertas se hubieron cerrado, la sonrisa sardónica en los labios de Sebastian fue inminente. Ciel observó eso algo mosqueado y se apresuró a hablar.

—Antes de que digas, nada, no quiero escucharlo —aseguró con algo de apatía. Michaelis, satisfecho al haberle molestado sin siquiera abrir la boca se encogió de hombros y posicionó una de sus manos en su barbilla.

—Pero si yo no te iba a decir nada, my niño —ahí estaba a lo que Ciel se refería. Aquél toque satírico al que pensó que utilizaría el hombre cuando viese al rey volverle a decir de aquella manera. Obviamente, se lo había escuchado decir varias veces, pero si el niño no había estado presente no tenía sentido que lo utilizase si no lo entendería. Definitivamente, aquella fue una buena oportunidad sacarle de quicio.

Ciel, encontrando un poco de sentido a todo lo que decía y se dio cuenta de que en realidad sólo lo dijo por molestarle (aunque también desde el inicio lo sabía, pero la ira le evitaba ver suficiente). Así que, asegurándose a sí mismo que no se dejaría caer bajo las tentaciones de la maldita voz del otro, suspiró y, después de eso, se giraba sobre sus pasos para caminar a la biblioteca privada del Rey, que se encontraba por el lado contrario por el que quería manejarle Sebastian (a saber tú por qué razón).

—Vayamos por lo que nos pidió el Rey, no debemos decepcionar ninguna de sus órdenes —se limitó a señalar frente al deliberado intento del otro por molestarle. Sebastian, de cualquier forma le siguió sin borrar aquella sonrisa tan extraña de sus labios.

Caminaron durante un par de minutos en silencio.

Ciel no le encontraba lo especial a un libro tan empolvado, cutre y, sobretodo, con un título tan indiferente como 'Excalibur', aunque supuso que si su Rey lo pedía debía ser un documento importante. Además, no podía resignarse a darle una negativa. Después de todo lo que el hombre había hecho por él no podía decirle no, así de recalcado.

Llegaron a la biblioteca y Sebastian ubicó de inmediato el objeto que les pidió su Rey. Caminó hacia el niño y le mostró autosuficiente el volumen al tiempo que le guiñaba el ojo, señalándole que ser el preferido del Rey no te hace en realidad el mejor. Ciel chasqueó la lengua, el no era presumido, ¿lo era?

Cuando llegaron con el hombre sonrió al ver que le habían cumplido lo que había pedido. —Perfecto. Mi niño, ¿crees que podrías leer lo que hay en el pergamino?

Sebastian le entregó el volumen a su compañero y este lo abrió, descubriendo que dentro de este sólo se encontraba un pergamino (las páginas se habían recortado como escondiéndole furiosamente, ya que antes, alguien había querido usurparle), muy viejo y amarillento. Ciel, extrañado tomó el papel y le quitó suavemente el listón rojo que le envolvía. Abrió el pergamino, se aclaró la garganta, se acercó el papel y comenzó a leer—

»Era un reino en el que se encontraba un Rey al que todos titulaban 'El Rey Sabio'. Esta anécdota podría bien, haber sido contada por el autor de Las Mil y Una Noches así que no nos importa demasiado el lugar en el que se ubica la historia.

»Aquél hombre, tenía a sus sabios con él y se encontraban buscando las respuestas para los enigmas que les faltaban. Entonces, llegó un día a reunirles a todos para encargarles algo muy específico.

»Había comenzado a proclamar a viva voz: "Caballeros, necesito que me busquéis toda la sabiduría del mundo y la resumáis en quinientos libros. Viajad a través del mundo y, de ser necesario, os pido que vayan a lo que le sigue."

»Aquellos hombres, algo confundidos por la tarea que les había indicado su señor habían comenzado a murmurar, no sin cumplir la misión. De esa manera, diez años después ya tenían toda la información que el señor les había pedido, compendiada en los quinientos volúmenes.

»Pero el hombre les había dado otra orden: "Ahora, he notado que todo lo que hay en esos libros es demasiado como para que alguien comprenda la sabiduría, por eso, os pido que resumáis esos quinientos libros y los hagáis cien".

»Habían pasado otros diez años y los hombres tenían lo requerido. Pero el hombre, nuevamente había cambiado de parecer: "Sigue siendo demasiado, resumidlo de nuevo. Esta vez, en cinco libros".

»Diez años después, se encontraron con el hombre pidiéndoles que comprimiesen la información de aquellos cinco volúmenes en una frase.

»Este era el lecho de muerte del Rey, tres años después de lo requerido, ahí en su pared tenía la frase requerida, toda la sabiduría del mundo resumida en una frase. Eso sería el legado que daría a su Reino. Sin embargo, seguía disconforme, y, como última voluntad salió de su cómoda cama y arrancó la frase de su pared.

»Esta vez, quería decirlo en una sola palabra. Esta palabra salió de sus labios fuertemente: —"

—. Ciel se había detenido en aquél punto. No porque la palabra fuese impresionante para él, sino por algo muy importante.

—La hoja se… —señaló la parte en la que se había quedado de la lectura. Había un trozo que faltaba y eso había sido algo desesperante, digo, haber sido tan atrapado en una pequeña fábula y encontrarte con que el final no está disponible es… bueno, no hay otra palabra para describirlo. Desesperante.

Y seguía sin comprender de qué se trataba el libro, lo peor de embargo, su rey le hará ver la razón del por qué le ha pedido que busque dicho pergamino al tiempo que le asentía con la cabeza.

—Es esa la razón por la que les llamé y que viniesen. Me encontré el otro día con que mi padre había intentado quemar el libro y uno de sus allegados había escondido esta hoja. Como tuvo que esconderla, el tiempo se encargó de cobrarle factura. En resultado, se ve muy amarillento y está en mal estado, como te darás cuenta, mi niño —señaló melancólico. Ciel asintió—. Y el problema es que ni siquiera hemos encontrado algo que pudiese decirnos cuál es la palabra que faltaba.

— ¿Y qué propone hacer, Su Majestad? —interrumpió Sebastian, haciéndole a Ciel darse cuenta de que seguía ahí. El rey, suavizando su expresión al darse cuenta de lo oscura que se había puesto su propia imagen, suspiró y volvió a hablar.

— Su tarea, será buscar aquella palabra realizando todo lo que hay aquí —sentenció el hombre—. Probablemente, si hacemos lo que nos pide, sólo que con menos tiempo, obviamente, podremos descifrar cuál es la palabra que falta aquí.

— ¿Y dónde le gustaría reunir a todos los sabios, Su Majestad? —continuó hablando el de ojos rojos.

—No serán todos ustedes, sólo unos cuantos que he querido que sepan de esto. De momento, sólo ustedes saben de esto pero les informaré cuándo parten ustedes y cuándo parten los otros. Intentaremos resumir todo lo que ocurrió la fábula en tres años.

Ciel asintió mansamente.

— ¿Y a dónde partiría cada quién, Jeremy? —el hombre se sintió alegre al ver que comenzaba a utilizar su nombre y no su título de la realeza.

—Serían por parejas, he decidido que ustedes dos sean los primeros —Ciel sintió que el mundo se le derrumbaba. ¿Él ir en conjunto en algo con aquél… buscón (en falta de una mejor descripción menos soez)?

Sebastian no se vio menos sorprendido. Por no decir, que su reacción fue inesperada para el hombre que tenía los ojos abiertos de par en par.

Pero había algo en lo que concordaban ambos:

El rey es el rey.


Notas Finales: Bien, no soy de las que piden demasiado, pero en esta ocasión necesito de su apoyo. Como Guest o con su cuenta de Fanfiction, me gustaría que me enviasen comentarios diciéndome si les pareció o no lo que vaya publicando en esta historia. Es algo que necesito con urgencia en la historia, debido a que hace muchísimo que no escribo de Kuroshitsuji y la verdad que estoy algo oxidada con la mayoría de los personajes del manga (de hecho, estoy aludiendo la posibilidad de volver a leer el manga, pero todos sabéis que quiero iniciarme en la procrastinación y mejor dijo: ¡Lo haré mañana!). Aunque, en realidad creo que mi problema es el que no haya puesto atención al Anime en lo que a personajes se refiere. También me tomé un poco de libertad creativa con la fábula, debido a que hay dos versiones lo que me obligó a tergiversarlas y esto fue lo que salió. Obviamente, si viene la palabra pero os recomiendo que o decidan buscar el libro.

¿Alguien que recuerde a nuestro querido Jeremy (si es que así era su nombre, de igual forma, le di la actitud de Su Majestad La Reina Victoria)? ¡Aparece en Book of Murders! Aunque en el manga es el arca de "Asesinatos en la Mansión Phantomhive". Y supongo que recordarán a todo nuestro demás elenco (Ronald Knox, Eric Slingby y W. Spears, son personas especiales), sin olvidarnos que todavía no he presentado a Bravat. Como sea, es perso hasta el segundo capítulo, así os tendré picadas.

Biein~ em… ¿qué más?

¿Quién conoce a Othello? Quien no lo conozca, perdóname, pero tendrá que leer la Wikia para saber quién es y se hará Spoiler.

¿Quién quiere SebaCiel? Sigo también debatiéndome eso. Por lo que os aseguro que de momento la clasificación se queda como la he querido dejar O.o

Sin decir nada más, ¡os leo en la caja de comentarios! (No seáis tímidas, ¡vamos que es el SebaCiel es buena causa para dejar review!).

Casi se me escapa, estoy buscando beta. ¿Alguien que se anime a batear la historia y todo lo que vaya a publicar de Kuroshitsuji? ¡Review porfa si es el caso!