Dos gatos en casa.
Capitulo uno: Tan parecidos.
— ¡Zack!
...
— ¿¡Zack!?
...
— Ven aquí, Zack. — Aplaudió mientras realizaba pequeños sonidos con la boca, como un silbido. Se agacho debajo del sillón buscando algo e hizo un puchero decepcionado cuando no encontró nada bajo el.
Detrás de ella una puerta se abrió con tanta fuerza que choco contra la pared produciendo un horrible sonido. Zack entro mirándola como si hubiera enloquecido, de nuevo.
— ¿Qué mierda quieres? — Pregunto cuando Ray lo ignoro y siguió gritando como poseída en la sala del pequeño departamento.
— ¿Mmm? ¿Necesitas algo, Zack? — Ray saco la cabeza debajo del sillón y lo miro con curiosidad.
— ¿Qué ocurre? ¿Estas loca o qué? Llevas horas gritando mi nombre como si no estuviera en el departamento.
Ray parpadeo varias veces viéndose completamente desconcertada, después de uno minutos algo hizo click en su mirada y soltó un risita que molesto mucho a Zack.
— ¿Ahh? ¿Ahora te burlas de mí, maldita mocosa? — Le gruño completamente molesto. — ¿Acaso quieres morir?
Ray siguió riendo sin poder detenerse durante unos minutos, minutos que Zack intento con todas sus fuerzas no lanzar el sillón por la ventana. Varios minutos después, y con Zack apunto de estallar, Ray por fin logro calmarse.
— No estaba llamándote a ti, Zack. — Dijo con una sonrisa en su cara. — Estaba llamando al pequeño Zack Junior. — Continuo como si fuera lo más obvio del mundo.
Zack la miro, luego miro a su alrededor y luego de nuevo a ella. ¿En serio había enloquecido?
— ¿Ahh?
— Oh, mira, ahí esta Zack Junior. — Señalo algo detrás de él y se acerco corriendo al lugar.
Zack giro sobre su propio eje y ahí, sobre un pequeño estante de madera, se encontraba enrollado un pequeño gatito negro con una manchas blancas en su lomo. ¿Desde cuando tenían un gato?
— ¿Por qué mierda esa maldita bola de pelos tiene mi nombre? — Pregunto ofendido, observando como Ray tomaba al pequeño felino entre sus brazos y lo apretaba contra su pecho mientras este ronroneaba feliz.
— Es que míralo, se parece mucho a ti. — Levanto al gato poniéndolo justo frente a su cara.
En ese momento noto las vendas que cubrían al pequeño gatito. Gran parte de su cabeza, patas y cola estaba cubierta de vendas, sus ojos eran iguales a los de él; uno era marrón oscuro mientras el otro de un amarillo casi dorado, y para completar llevaba una sudadera con capucha igual a la suya.
— La sudadera se la puse yo para que se parecieran más. — Comento Ray leyendo sus pensamientos.
— ¿Disfrazaste a un gato de mi?
— Claro que no. — Abrazo al gato contra su pecho. — Lo encontré cuando salí a sacar la basura, estaba en el callejón oculto detrás de uno botes de basura y estaba muy herido. Su pelaje y piel estaban quemados, tal vez fueron unos niños haciendo maldades, pero estaba tan débil y herido. Y luego cuando vi sus ojos, tan parecidos a los tuyos, no pude dejarlo ahí solo. — Sus ojos se tornaron triste y desolados. — ¿Podemos quedárnoslo?
Zack se resistió. Oh, claro que resistió. Pero tener a esos grandes ojos azules mirándolo fijamente con tanta tristeza en ellos, pudieron con él. Al final siempre terminaría aceptando todo lo que ella pidiera cuando lo miraba de esa forma.
— Esta bien... — Acepto resignado. — ¡Pero que conste que yo no parezco a esa maldita bola de pelos! — Grito señalando al gato soltando un bufido irritado. Se alejo de ellos saliendo de la habitación y cerrando de un portazo.
El gato se removió entre los brazos de Ray soltándose de su agarre, cayo al suelo mirando fijamente el lugar por donde Zack había salido con la cola esponjada hacia arriba. Soltó una serie de maullidos y siesos molesto antes de dar media vuelta y salir del lugar, con la cabeza en alto, en dirección contraria a la que Zack había ido. En opinión de Ray, ese gato acababa de maldecir a Zack y estuvo de acuerdo en que él no se parecía a ese humano.
Aunque Zack lo negara los dos poseían el mismo carácter irritante y explosivo. Unos pequeños gatos ariscos.
