[Juro que mis intenciones son buenas… No, no lo son. Nunca lo son. Rolear no es bueno si tienes una mente propensa a escribir sobre cosas. Nono. Esto es un FlashBack Joenny, basado, en parte en Submarine (Un libro y una peli que os recomiendo), en parte en Quiéreme si te atreves (otra peli que os recomiendo) y en su mayoría en el rol. Como esta historia en si. DISFRUTAD]
No sabe como ha llegado a ese punto, está callado, escondido bajo mil mantas color esmeralda, abrazado a el objeto que lo estaba "llevando por el mal camino" o eso había dicho Severus Snape, el Jefe de la casa en la que lo habían metido. Se abraza a la cafetera sin salir, escuchando los pesados pasos de uno de sus compañeros de cuarto. Lo ignora. Ellos lo ignoran a él. No le importa demasiado. Él no quiere estar ahí, Inglaterra le da asco. Hace ese frío húmedo que se te cuela bajo la túnica y no te suelta. Echa de menos la nieve y el frío de Durmstrang. Mira la cafetera entrecerrando los ojos, pasando los dedos sobre las inscripciones que aquella niña loca pelirroja ha dejado en ella.
Si sale de la cama saldrá de la habitación y por lo tanto de la sala común. Y salir de la sala común es sinónimo de encontrársela. Y no quiere. Nada de retos por hoy.
Recuerda con total claridad el día que la vio por primera vez, se perdió por los corredores del castillo y llegaba tarde a encantamientos. Chocó contra ella, tirándola al suelo, no llegaba a medir metro y medio y era pelirroja, cargaba con una cafetera que rodó hacia un lado, por un momento temió que le hiciese algo.
-¡Ay que daño! ¡Ay que daño!
La niña levanta la cabeza, llevándose una mano a la muñeca contraria, es muy pálida y está llena de pecas. Repleta.
-¿Estas… biene? –se queda callado porque no sabe si ha formulado bien la frase-
-Creo que me he roto una muñeca… -la niña miente y se le nota-
-No es para tanto.
-¿Y tu que sabes? –frunce el ceño en un cómico gesto e intenta no reír- No te rías… y acompáñame a la enfermería.
Aquella niña era tremendamente gruñona ¡Y una mandona! Aun así se siente mal porque ha sido él el que la ha empujado así que agarra la cafetera y luego tira de ella, de la mano que no se ha retorcido al caer.
-Soy nuevo…
-No importa, yo te guío.
Recorrieron el trayecto en silencio, de cuando en cuando la miraba, interesado, aun con la cafetera bajo el brazo. La niña a su lado no habló más, y se le hizo extraño, aunque no supo bien porque, ni siquiera cuando Madame Pomfey la hizo tumbarse en una cama y él se sentó a su lado.
Ambos vuelven la cabeza al escuchar a Gregory Goyle arrastrando los pies al entrar, no tiene buena cara, la enfermera los deja solos para atenderlo y entonces, solo entonces, Joey Lestrange descubre lo peligrosa y adictiva que podía llegar a ser esa niña.
-Oye niño nuevo… -susurra sacando un tarro de la mochila, con media sonrisa bailando en sus labios- Esto es elixir de la risa, mi hermano lo consiguió en Egipto… tiene el mismo color que la poción que Pomfey va a usar con Goyle… ¿Se la cambias y nos reímos un rato?
-¿Qué…? –la mira atonito controlando sus ganas de aceptar porque Goyle era uno de los que peor le caía.
-¿Capaz o incapaz?
-Capaz.
Horror. Terror. Adrenalina. Un juego sin retorno.
Ni siquiera le había dicho su nombre y ya lo había engatusado y estaba cambiando el tarro, nervioso por la sensación de que lo iban a pillar, cuando vuelve a la cama la niña pelirroja está de pie, mirándolo con urgencia.
-Túmbate.
-No me mandas.
-Hazlo.
-No.
Niega, y se recuerda mentalmente que debe apuntar que esa niña es la persona más tozuda, gruñona y mandona de la tierra. Todo eso junto a su nom… Aun no sabía su nombre.
-¿Cómo te llamas? –se siente un completo estupido.
-Ginny… -dice distraída, mirándolo rápidamente para volver la mirada hacia donde Madame Pomfey servia elixir de la risa al estupido de Goyle- ¿Y tú?
-Joey… Joey Lestrange…
Se muerde el labio y se gira para mirarlo, mirando la cafetera, que descansa junto a ellos, lo mira directamente a los ojos y él tiene un acceso de risa que consigue controlar. Era extremadamente enana.
-Has sido capaz… -asiente, como si se lo dijese a si misma- Ahora la cafetera ha pasado a ser de tu propiedad… y para conseguirla de vuelta… debes retarme.
Lo ha pillado antes de que ella haya acabado. Extiende la mano, para apretar la suya, como si estuviesen firmando un trato.
El peor trato de sus vidas. O no.
Y ahí está ahora. Bajo las sabanas, meses después de aquel primer encuentro, abrazado a la cafetera y odiando a muerte a Ginevra Weasley. ¿Por qué la odiaba? No podía decirle que no. Nunca. A ningún reto. Daba igual lo difícil, asqueroso o vergonzoso que fuese, no podía decirle "Incapaz", su orgullo se lo impedía. Por eso mismo está ahí, sin salir, un sábado, aunque Theodore Nott lo haya instado a salir de todas las maneras posibles. De ninguna manera. No iba a salir.
-La niña pelirroja rara de Gryffindor me ha preguntado por ti y por si habías vendido su cafetera en el mercado negro…
Es poco antes de la hora de comer y Joey, por primera vez en la ultimas dieciocho horas sale de debajo de las mantas para mirar a su paliducho compañero, sentado a los pies de la cama.
-¿Qué os traéis entre manos?
Joey niega, no va a decirselo, no es la primera vez que lo pregunta, y tampoco será la última pero le ha prometido a esa niña del demonio que aquel juego adictivo y sin fin iba a ser su secreto. Vuestro secreto hasta que os pillen y os castiguen.
Theo entra en ese silencio que a Joey tanto le gusta, el silencio de "Vale, nada. Tranquilo. Tarde o temprano lo acabaras soltando por esa boca de bastardo Alemán."
-¿Vas a salir a buscarla?
-¿Perdona?
-Es una plasta… me ha seguido hasta la puerta y dice que hasta que no recupere lo que es suyo no se va a mover de ahí.
Joey gruñe, se estira y sale de debajo de las sabanas, con el uniforme ya puesto. Se enfunda en la túnica y gruñe todos los insultos que se le ocurren en alemán mientras arrastra los pies hasta las mazmorras. Donde, como Nott ya le ha dicho está ella, desentonando, con el granate y el oro en su uniforme.
-¿Qué? –intenta sonar todo lo seco que puede pero ve su cara y acaba no sonando como desea.
-Mi cafetera. Ahora.
-Tienes que hacer un reto.
-Mándame uno.
-¿Por qué tanto interés?
-Quiero hacerlo y poder mandarte algo.
-¿Quién ha osado tomarle el pelo a doña gruñona Weasley? –lo suelta con ironía, mientras andan hacia el vestíbulo.
-Harry…
Harry. Harry. Seguramente su hermano, el niño que come por cuatro también esté en el ajo pero prefiere no preguntar, bufa, porque Harry le parece bastante imbecil, aunque nunca lo ha dicho, ni siquiera para molestarla. No sabe si preguntar o no.
-Han sido los dos… pero de mi hermano me lo esperaba… -susurra negando con la cabeza, a esas alturas Joey sabe que no hace falta preguntarle nada, que ella misma lo verbalizará, lo mejor que pueda, ya que no se expresa muy allá- ¿Tú crees que no voy a poder entrar en el equipo de quidditch al año que viene?
Reprime una risa y la escruta con la mirada, se la ve lo bastante angustiada como para hacerle una broma a la que responda bien.
Joey aprende rápido, y sabe que, cuando Ginny está de verdad angustiada es mejor no reírse demasiado de ella, no si no quieres recibir un mocomurcielago… la muy asquerosa era muy buena con ese hechizo.
-Nunca te he visto vol… -sonríe de medio lado, mirándola fijamente- Colarte en el cobertizo de las escobas, robar dos y probar cuan buena eres al Quidditch… ¿Capaz o Incapaz?
-Capaz. Siempre capaz.
Lo sabe. La pregunta ya es simplemente retórica, siempre son capaces, la cafetera lleva casi cuatro meses pasando de mano a mano. La pelirroja se adelanta cuando salen a los terrenos, sacándole la lengua, de repente más contenta.
A veces parece que Ginny solo funciona a retos.
La espera a un lado, algo apartado, sabiendo que en nada aparecería con dos escobas, porque a ella no le temblaba el pulso al hacer las cosas. Nunca. O eso parecía.
-Vamos Lestrange…
Le lanza una escoba y ella agarra otra. Es una Nimbus. No quiere saber de quien aunque se lo imagina, es su pequeña venganza personal hacia aquel imbecil de Potter. Potter. Le caía demasiado mal y a él no le había hecho nada. No directamente, claro está. Pero cuando Ginny aparecía con los mofletes rojos y apretando los puños porque aquel imbecil era un descortes con ella era él el que la aguantaba. Cuando está tan roja las pecas de la cara se le ven más. Debe dejar de pensar.
La ve dar un golpe y se eleva con seguridad, nunca aceptará que le sorprendió, era demasiado pequeña para moverse así. Era rápida, muy rápida. Mucho más que él, que llevaba volando desde que tenía uso de razón. Lo machacó en dos de las tres carreras que hicieron. Porque, aquel reto era al aire libre, y las escobas se ven. Y ellos estaban demasiado entusiasmados como para percatarse que, unos quince metros debajo de ellos el equipo al completo de Ravenclaw, McGonagall y Snape los miraba. Y seguramente gritaba. Ginny fue la primera en verlos, viró peligrosamente para ponerse a su lado y sonrió solo como ella sabía. La sonrisa del peligro.
-Pasar entre ellos, a ras, asustarlos ¿Capaz o Incapaz? –grita junto a él, que asiente, bajando en picado, dejándola atrás unos instantes.
Capaz.
Siempre capaz.
